En 1935 Marguerite Yourcenar se enamoró frustradamente de su editor y pensó en una obra interpretada por mitos clásicos tan intensa que sólo pudiera comenzar con una declaración de arrepentimiento: "espero que este libro no sea jamás leído".
Yourcenar revela una fuerte concepción del amor y, en ocasiones, escandalosa a través de reflexiones personales que ella misma definió como "cierta noción del amor" y de pasiones más abstractas y menos carnales. "Fuegos" es mil Marguerites, a veces una mujer sumamente enamorada y convencida de la grandeza de sus sentimientos, "¿A dónde huir? Tú llenas el mundo. No puedo huir más que en ti .", a veces más reflexiva y carnal: "Un corazón es tal vez algo sucio. Pertenece a las tablas de la anatomía y al mostrador del carnicero. Yo prefiero tu cuerpo", y a veces más escéptica y divertida, "El alcohol desembriaga. Después de beber unos sorbitos de coñac, ya no pienso en ti".
La calma y la armonía de “Memorias de Adriano” o su fantástica “Opus Nigrum” parecen no ser fruto de la misma mano, la gruesa y suave de Marguerite. Y sin embargo, esta visión breve, de apenas cien páginas, y arrolladora del amor pertenece a la misma mujer extremadamente inteligente, que, educada por su padre, conocía las matemáticas y la cultura clásica desde niña. El amor por el conocimiento llevó a Yourcenar a apasionarse por Grecia. El mismo André Fraigneau, aquel editor admirado del talento de Marguerite que nunca corregía sus textos ("eran impecables", confesó) recuerda que cuando leyó “Píndaro” estaba convencido de que su autora conocía muy bien Grecia. Sin embargo, no era así y por ello, Fraigneau recomendó a aquella chica extremadamente inteligente la visita a uno de sus amigos griegos, André Embiricos, escritor y psicoanalista. En esa primera mitad de los años treinta, aparecerán los dos André, de quienes Marguerite siempre afirmará que fueron dos hombres muy importantes de su vida. A partir de 1932 y hasta el 39 la vida de la escritora se centrará en Grecia, tanto en lo privado, con constantes viajes al país, como en su vida literaria, puesto que trabaja sobre el poeta heleno Constantino Dimaras. Estas influencias le servirán para canalizar su pasión no correspondida en “Fuegos” , pero también estarán presentes en otras obras de aquella época, como los excelentes “Cuentos Orientales” y “Les Songes et les Shorts”. Marguerite revelará que "ese país fue el gran acontecimiento (quizás el único gran acontecimiento) de la historia de la humanidad" y que "ese milagro es el producto de cierta tierra y de cierto cielo; que la pasión, el ardor sensual, la más cálida vitalidad en todas sus formas, explican y alimentan ese milagro y que el equilibrio y que el arte, la historia y la literatura griegas se suelen enseñar mal”. Sin embargo, aunque la influencia del país esté presente en la literatura de Yourcenar, parece que la fascinación no duró tanto como lo previsto. Y más tarde señaló: "Hay cierta concepción clásica de mis libros muy ingenua. Yo deseché muy pronto la fe del carbonero respecto a Grecia".
“Fuegos” puede ser calificada de poesía, aunque la misma Marguerite reconoce que no se trata de un género en el que sobresale. Ella, no obstante, ponía mucha atención a su lírica, como "todos los que no son poetas", observa el mismo Fraigneau.
A pesar de su amor por la razón y de un estilo que refleja pensamientos cuidadosamente estructurados, Marguerite fue romántica y aquella pasión de “Fuegos” que le llevó a escribir sentencias como "No hay nada que temer. He tocado fondo. No puedo caer más bajo que tu corazón" responden al espíritu más oscuro del siglo XIX de Charles Baudelaire. El amor por Fraigneau era una empresa imposible: el editor sentía inclinación por los hombres y, aunque se dejara seducir por alguien de otro sexo, "no hubiese escogido a una mujer que parecía un falso chico", según afirma él mismo, quien añade: "Comprendí que ella soñaba con ser amante de hombres que aman a hombres. Y era tenaz, como lo era con todo. Sé que “ Fuegos” está dedicado a mí, el que yo fuese su editor lo hacía imposible, así que lo dedicó a Hermes para que me trajese el mensaje".
Ya mayor y menos enamorada, tras años de relación con Grace Frick, su compañera sentimental durante gran parte de su vida, Marguerite comentaría años después, cuando sus pasiones juveniles parecían no provocarle tanto sonrojo, que "en estos capítulos no hay una sublimación del amor, sino una oscura percepción de que el amor por una persona determinada, aun siendo tan desgarrador, no suele ser sino un accidente pasajero, menos real en cierto sentido que las predisposiciones y opciones que lo proceden y que sobrevivirán a él. A través de la fogosidad o la desenvoltura de este tipo de confesiones casi públicas, ciertos pasajes de “Fuegos” me parecen contener hoy verdades entrevistas muy pronto, pero que después habrán requerido toda una vida para tratar de hallarlas y autentificarlas. Este baile de máscaras ha sido una de las etapas de una toma de conciencia".
CLITEMNESTRA O EL CRIMEN
La mitología griega ha servido de inspiración a las artes del mundo occidental que abarcan la literatura, la pintura, la escultura y la música entre otras. En ella encontramos a héroes y dioses que poseen las virtudes, las pasiones, las cualidades y defectos de los seres humanos que jamás cambiarán. Es por eso que varias de aquellas obras que se realizaron con posterioridad al período griego que se enmarca en la llamada "antigüedad" en la historia han sido consideradas como clásicas.
En esta ocasión dialogaremos con una obra de la gran escritora contemporánea, Marguerite Yourcenar, extraordinaria literata y profunda investigadora del helenismo. Su nombre recorrió el mundo después de publicar "Memorias de Adriano", una de las obras cumbres del siglo XX que algunos críticos literarios consideran incluso como la mejor obra del siglo pasado. Ese libro como otros de Yourcenar están fuertemente influidos por la cultura griega. A esta intelectual belga también se le debe el mérito de haber traducido los poemas de Constantino Kavafis que hasta entonces permanecía oculto a los ojos del mundo.
Pero vamos a lo nuestro. La obra está basada en un personaje mitológico que de acuerdo a las teorías arqueológicas de Schliemann, pudo haber sido perfectamente real.
El nombre de Clitemnestra nos remonta a los poemas homéricos. Una reina del Peloponeso casada con Agammenón, el gallardo y soberbio general de los griegos o aqueos en el la Guerra de Troya ("La Ilíada") es también prima de Helena, la raptada reina aquea por culpa de la cual se provocó la famosa guerra conocida como troyana. El esposo de Helena, el indulgente rey Menelao es su cuñado ya que es hermano de Agammenón.
En la literatura griega, Clitemnestra, personaje protagónico de varias obras trágicas es una mujer que simboliza la pasión. Ciega de rabia porque su esposo sacrifica a la hija mayor de ambos, Ifigenia, para que los dioses favorecieran a los aqueos en la guerra toma como amante a Egisto, un primo joven de su marido, que por razones familiares, rivaliza con Agammenón. Cuando este último regresa de la guerra tras diez años de ausencia acompañado de su amante, Cassandra, la princesa troyana cautiva, hija del derrotado rey Príamo y conocida por sus dotes de profetisa, Clitemnestra decide vengarse. Con su amante, Egisto, deciden asesinar al recién llegado rey, Agammenón, a pesar de que todavía viven en el palacio micénico los tres hijos de ambos. Ellos son Electra, Crisotemis y Orestes quienes, sin lugar a dudas, se enteran del asesinato de su padre y, en algún momento de la historia, vengarán, sin duda, a su padre.
De acuerdo a las versiones literarias que nos han llegado hasta nuestros días, tanto en " La Odisea" como en las tragedias griegas, Clitemnestra sigue gobernando como reina en Micenas junto a su amante. Sin embargo, el rencor profundo de su hija Electra, quién no perdona a la madre por su indecorosa conducta, por decir lo menos, espera la llegada de su hermano Orestes, quién fue enviado al extranjero después de la muerte de su padre para que éste mate a Clitemnestra y a su amante. De acuerdo a los documentos literarios antiguos de los helenos, Orestes cumplió con los deseos de su hermana al regresar ya adolescente al reino de Micenas. Se supone también que después de un cierto período de tiempo en el que es atormentado por las furias, los dioses del Olimpo se compadecen de su cruel destino y lo perdonan.
Margarite Yourcenar medita y profundiza largamente el personaje de Clitemnestra. Hay un hecho que ocurre en la vida de la reina micénica que no pasa inadvertido a la brillante escritora. ¿porqué la reina asesina y su amante nunca fueron enjuiciados y permanecieron en palacio de algún modo amparados por el silencio del pueblo?
¡Que claridad de mente y que valentía! ¿Escribir así cuando estas enamorada de un imposible?
ResponderEliminar¡Debe de ser desgarrador! Yo me acuerdo de haber escrito cartas o reflexiones cuando estaba en noviazgos tormentosos, pero después las rompí.....No me atreví a dejar constancia de esos sentimientos tan en carne viva e irreflexivos.
Espero con ansia poner mis manos sobre los ¨Fuegos de Yourcernar¨y como siempre Margarita, estoy buscando mi libro de Adriano para releerlo otra vez.....Lo malo (bueno) de seguir estudiando es darte cuenta de que puedes llegar a otros niveles y siempre descubrir algo nuevo en lo que ya leiste con anterioridad.....Ya me siento como Penélope pero en lugar de destejer, me toca ¨desleer¨de nuevo
Una idea muy generalizada es considerar que el autor "se proyecta" sobre su obra, al grado de que si le rascamos lo suficiente aparecerán los detalles autobiográficos por muchos lugares. A mí me hace pensar y repensar si es que en la historia que narra esta mujer se encuentran tan evidentes estos detalles. Es decir, ¿hasta qué grado se enriquece una narración con detalles anecdóticos y reales vividos por parte del autor y hasta qué punto éstos también pueden ser recreados, imaginados o sugeridos dentro del afán de generar un escrito como este?
ResponderEliminarSaludos, seguiremos leyendo. A ver si se me hace ir de nuevo.