1. LA METAMORFOSIS
La
metamorfosis narra la historia de Gregorio Samsa, un
comerciante de telas que vive con su familia a la que mantiene con su sueldo,
quien un día amanece convertido en una criatura no identificada claramente en
ningún momento, pero que tiende a ser reconocida como una especie de cucaracha
gigante. La obra ha tenido numerosas
interpretaciones: entre las más obvias están las referidas al trato de
una sociedad autoritaria y burocrática hacia el individuo diferente, donde este
queda aislado e incomprendido ante una maquinaria institucional abrumadora y
monótona que ni él comprende ni ésta lo comprende a él. Otros temas son la
soledad de las relaciones rotas y las esperanzas desesperadas y poco realistas
que crea tal aislamiento.
Algunos autores han
querido ver también en esta historia una alegoría de las diversas actitudes que
toma el ser humano ante la enfermedad grave e irreversible y cómo a pesar de
todo, la vida continúa.
Los escritos de Kafka
pronto comenzaron a despertar el
interés del público y a obtener alabanzas
por parte de la crítica, lo que posibilitó su pronta divulgación, hasta
el punto de que marcaría el proceso
posterior de la literatura del siglo XX. En su obra, a menudo el
protagonista se enfrenta a un mundo complejo, que se basa en reglas
desconocidas, las cuales nunca llega a comprender. El adjetivo kafkiano se utiliza precisamente
a menudo para describir situaciones similares. Sus temas son recurrentes: el
conflicto generacional entre padres e hijos, la imposibilidad de realizarse
como individuos en una sociedad gobernada por el azar y la relación del hombre
con un poder absurdo, anticipo del horror de los totalitarismos que surgiría
poco después en Europa.
La
mayoría de los escritores y críticos del siglo XX han hecho referencias a su
figura. Ha habido multitud de estudiosos que han intentado
(e intentan) encontrarle sentido a la obra de Kafka, interpretándola en función
de todos los puntos de vista posibles: filosófico, literario, psicoanalítico,
religioso o sociológico. En cualquier caso, se trata de una de las figuras
capitales de la literatura y la cultura contemporáneas.
2. TEMAS DE LA
METAMORFOSIS
Pese a su brevedad, La metamorfosis es una obra compleja. En
su libro The Commentator's Despair (La
desesperación del comentarista) Stanley Corngold da cuenta de más de 150
interpretaciones.
La obra reúne un
sentido “social” y otro existencial: por un lado, expresa la visión que Kafka
tenía de la sociedad como un poder anónimo, sin forma, que oprime y aplasta al
individuo. Por otro, recoge también su concepción pesimista de la existencia.
Ambos aspectos se integran en el carácter autobiográfico de la obra.
2.1. Carácter
autobiográfico
Tradicionalmente se
interpreta la obra de Kafka, y en especial La Metamorfosis, como un trasunto de
la vida de su autor. Y es que, en efecto, son numerosos los aspectos que se
pueden reconocer: el padre autoritario, los empleos, el cuidado por parte de su
hermana cuando enfermó de tuberculosis, el ya aludido aspecto repulsivo con que
Kafka se veía a sí mismo y hasta la frase que dedicó una vez, al joven Franz,
su padre: "eres un bicho" le dijo, expresándole su desprecio. Como
sabemos, la Carta al padre será muy reveladora en este aspecto. También la
propia ideología de Kafka está presente en la obra: para Kafka, gran defensor
de las clases obreras y de las ideologías socialistas, la realidad burguesa de
principios del XX y la lucha por el éxito económico, social y político del
capitalismo, no eran más que una degradación del hombre, una manifestación del
erróneo camino en el que el éste se había encarrilado.
2.2. Individuo y
sociedad
La autoridad
Uno de los motivos que
se han señalado como fundamentales en la obra del checo es el de la humillación del hombre ante un poder
autoritario y veleidoso que, con la relación jerárquica que establece,
lo somete y degrada. Esta autoridad se manifiesta en la obra de formas
diversas.
Por un lado, el sistema
social inclemente y autoritario se materializa en la figura del apoderado del almacén para el que trabaja
Gregorio; este personaje se presenta, por orden del jefe, en casa del
protagonista apenas lo echan de menos. El jefe de Gregorio es duro y exigente;
sus compañeros, apenas unas figuras fugaces: los otros comerciantes con los que
tiene un trato de lo más superficial; el apoderado que viene a buscarlo, un
impertinente que ni por un momento siente compasión por Gregorio, al que aún
todos creen simplemente algo enfermo, ni trata de ayudar a un empleado que, por
lo que sabemos, es un trabajador modélico. Cuando Gregorio se muestra en su
horripilante nuevo estado, el apoderado huye despavorido y ya nada volveremos a
saber de él: si Gregorio no está en condiciones de trabajar, entonces ya
simplemente se esfuma para ellos: nadie pregunta por él, nadie se interesa,
nadie se ofrece a echar una mano a la familia en apuros.
La familia Samsa, a
pesar de sufrir bajo el yugo autoritario de otros, no resulta menos clemente
con el personal que la sirve: si bien se muestra relativamente amable con la
primera criada, despidiéndola
cuando ésta lo solicita con lágrimas en los ojos, no tiene sin embargo
contemplación alguna con el personal sucesor, al que trata con bastante
desprecio. Del mismo modo, la madre, la hermana y el padre se muestran
ridículamente solícitos con los inquilinos
que habrán de acoger en la casa, a los que tratan con indigno servilismo.
Por otro lado, el padre de Gregorio se muestra
en principio como una figura indolente que no siente ningún reparo por engordar
en su sofá mientras el hijo se desloma cada día por proporcionar a la familia
una situación económica favorable, lo cual incluye asumir las deudas contraídas
con anterioridad por el padre, tras la quiebra del negocio que regentaba.
Gregorio descubrirá que
incluso estaba haciendo engrosar unos ahorros que sus padres habían empezado a
acumular, sin avisarlo y sin tener en cuenta, como él mismo dice que, con ese
dinero, Gregorio podría haberse librado antes de la carga de las deudas. Pero
Gregorio no se queja y, humildemente, lo acepta. Poco después veremos al padre
vestido con su uniforme de
botones dorados. Sigue mostrándose con rasgos caricaturescos, con su panza y su
obstinación en permanecer en la sala de estar a pesar del sueño, cada noche;
aunque, por otra parte, ese uniforme subraya la autoridad de que está investido
como cabeza de familia. El uniforme es de conserje, pero evoca otros uniformes
de personas más poderosas que él y, sin embargo, probablemente no muy distantes
en cuanto a valores y actitudes ante la vida.
Algunos elementos más vendrán a ser simbólicos de la autoridad que
se ejerce sobre el individuo, a lo largo de la historia: las puertas con llave,
por ejemplo, que Gregorio no posee la habilidad de abrir o cerrar, dependiendo,
una vez más, de la voluntad de los otros para moverse libremente.
Sociedad y soledad
La soledad que angustia
y que austeramente soporta el personaje no se reduce al ámbito familiar:
Gregorio confiesa no tener amigos (apenas conocidos); sus compañeros de trabajo
(el jefe, otros viajantes...) son apenas sombras que pasan con indiferencia por
su vida y que probablemente ni siquiera conocerán su nombre; el único amor del
personaje es "una señorita a la que había cortejado sin entusiasmo".
Pero Gregorio no es el único que está solo: la familia no tiene a quién acudir;
es más: ni siquiera se plantea esa posibilidad de recabar ayuda o apoyo. Las
sirvientas son simples empleadas que, como vienen, se van (y constituyen, al
mismo tiempo, un escalón aún más bajo de la autoritaria sociedad). La familia
(en especial los miembros femeninos) tiende a abrazarse, aterrorizada o
exhausta, a medida que avanza la tragedia: madre e hija llevan a rastras al
transido padre; el padre se sitúa delante de la hija, con los brazos abiertos,
para "protegerla" del insecto; la hija solloza en brazos de la madre:
unos y otros se sostienen físicamente ante la desgracia; sin embargo, no puede
decirse que, salvo en unas pocas ocasiones, nos conmuevan esas muestras de
afecto, que apenas puede llamarse cariño: en general predomina el silencio, el
aislamiento, la soledad a la que de antemano parecen haberse rendido todos los
personajes de la novela.
Egoísmo
En todo momento, desde
las primeras páginas, pesa sobre los personajes la necesidad de encontrar una
fuente de ingresos que sustituya el sueldo de Gregorio. Éste dedica al trabajo
sus primeras apesadumbradas reflexiones, preguntándose cómo sobrevivirán los
suyos si él no se levanta para continuar su rutina. Pronto se translucirán
algunas mezquindades cuando al joven Samsa le sea revelado el tesoro de los ahorros
que se habían hecho a sus expensas y sus espaldas (aunque, como sabemos, el
bueno de Gregorio perdonará y aún se alegrará de que se haya tomado esta
disposición). El resto de miembros de la familia no será ajeno a esta misma
preocupación, y pronto todos, desde el padre hasta la hermana, tendrán que
arrimar el hombro.
La mezquindad se
advierte en la falta de agradecimiento hacia Gregorio y en la ocultación que se
le había hecho de los ahorros, a pesar del evidente sobreesfuerzo que para éste
suponía tener que cargar con deudas antiguas de sus progenitores; hay
mezquindad oculta bajo la facilidad con que todos encuentran trabajo y
comienzan a desempeñarlo: se deja ver que, si no lo hicieron antes de la
transformación, para descargar al joven de esa responsabilidad, fue por pura
molicie y egoísmo, y sólo cuando la necesidad aprieta, ellos se avivan.
Por último, también los
inquilinos, al descubrir la presencia de Gregorio, que no parece asustarles ni
ofenderles lo más mínimo, aprovechan la ocasión para declararse (falsamente)
escandalizados y declarar su intención de no pagar ni un céntimo a sus caseros
(incluso, sugieren la posibilidad de demandarlos para obtener beneficio).
2.3. Sentido
existencial
La condena
La condena, impuesta en
el protagonista desde el inicio de la obra, resalta el carácter dramático del
personaje. La primera frase de la novela no es sino la conclusión definitiva,
el sumo castigo infligido con el hombre. Se puede interpretar el hecho de que
la obra inicie con este veredicto como que el ser humano desde su origen ya
está condenado, la existencia es en sí, una condena.
Gregorio, al verse
convertido en un escarabajo, reacciona con cierta indiferencia que denota la
aceptación del nuevo estado, parece no cogerle por sorpresa su
transformación; víctima de la
existencia, el hombre prevé su maldición, asumiendo el inexorable destino que
le aguarda. En un primer momento, Gregorio parece asombrarse ante su horrendo
estado, pero de nada le vale intentar reprimirlo, es consciente de su
desgracia, intuye los motivos y nada puede hacer ya para volver atrás. La única
salida que le queda es la aceptación.
El cargo imputado sobre
el condenado no es otro que el de existir. Sin embargo, Gregorio se empeña en
buscar algún otro motivo, como el asfixiante ritmo de vida que lleva, el
levantarse tan pronto todos los días, o el haberse quedado esa misma mañana
demasiado tiempo cavilando tonterías. Estos motivos podrían ser una
manifestación del acelerado ritmo de vida occidental, un ritmo desquiciante y
exagerado que mantendría sujetas a unas sacrificadas clases medias en un
sistema anti-humano, un mecanismo engrasado a base de abusos, de injusticias y
de sistemas coercitivos que encadenan al individuo.
La culpa
De las cábalas y explicaciones
que elabora Gregorio para intentar explicar su estado, se puede entender una
cierta carga de culpabilidad, responsable de su existencia, culpable por haber
venido al mundo, sumiso ante la condena por convicción y no por obligación. El
hombre es arrojado al mundo involuntariamente, exiliado en un cuerpo, atrapado
por la razón, y culpabilizado pese a su inocencia.
La vergüenza
Uno de los aspectos más
dramático de la actitud de Gregorio es la vergüenza. Una vergüenza que siente
cuando se ve convertido en escarabajo, cuando ve que su propia madre se
lamenta, entre lágrimas, al ver a su hijo convertido en un monstruo. La
decepción de sus seres queridos le atormenta, sin mediar palabra se convierte
en el enemigo o, más bien, en el punto de mira, en el objetivo sobrante. Una
lacra a erradicar que, por su ineficacia, no puede eliminarse a sí misma.
Gregorio ya no quiere
salir nunca más de su habitación, ve como todo su mundo se desvanece ante su
impotencia. Esta vergüenza existencial anula la voluntad de Gregorio,
sumiéndola en un pozo de incomprensión y de desesperación, Gregorio ya no puede
elegir su destino, su familia elige por él, se convierte en un objeto inútil al
cuál hay que mantener, una carga, un engendro cosificado y privado de su
libertad, el personaje está totalmente encadenado a una realidad insoportable
cuya posibilidad de existir se desvanece progresivamente, diluyéndose en un
cuerpo sin alma.
La muerte
Para el
existencialista, la muerte física no se corresponde con la muerte moral (por
así decirlo). Gregorio ya estaba muerto antes de que su corazón de insecto
dejara de latir, había vivido muerto. Finalmente, Gregorio muere; muerte
salvadora, muerte de sosiego, de calma... Sin embargo, de entre esta nube de
tranquilidad, rebrota el germen del horror, la existencia vuelve a brotar en la
última página, con la esperanza de la hermana, con la introducción de una nueva
presa en la jaula de la existencia. El desastre vuelve a comenzar.
Autocomplacencia
Frente a los demás
personajes, Gregorio es presentado como un ser lleno de virtudes, a pesar de la
apariencia repulsiva que adquiere con su metamorfosis. El protagonista, que, a
pesar de estar presentado por un narrador extradiegético, omnisciente, podemos
relacionar fácilmente con su autor, acumula un buen número de virtudes que
contrastan con la mezquindad de los otros: Gregorio es paciente, humilde,
comprensivo, considerado e infinitamente generoso: entregó todos sus esfuerzos
y todas sus horas, mientras pudo, al bienestar de su familia, sin pedir nada a cambio;
guardaba una dadivosa sorpresa para su hermana, y casi le pesa más no poder
llevarla a cabo que su propia desgracia, que soporta con estoicismo ejemplar.
Esta obra nos pone ante
los ojos de forma sobrecogedora la necesidad de fundar con quienes nos rodean,
sobre todo en la familia, relaciones personales que nos permitan desarrollarnos
normalmente y ganar autoestima. Así se evita que alguien, por no poder crear un
tejido de relaciones auténticas, bloquee su desarrollo personal y se vea
envilecido hasta considerarse como un vil insecto. Gregorio Samsa no fue nunca maltratado,
vejado, humillado, pero él se vio reducido a mero medio para el sostenimiento
económico de la familia. El protagonista desaparece de la escena cuando se
rompe el débil hilo que lo unía al mundo: el afecto hacia su hermana y la
voluntad de ayudarla.
Sabemos, por la
biografía de Kafka, que éste vivió el período de la infancia en una gran
soledad. Este desajuste entre la sordidez de la vida cotidiana y su vocación
profunda despertó en su interior un sentimiento de desesperación, alumbró en su
mente la idea del suicidio y lo llevó paulatinamente a la enfermedad y la
muerte prematura. No existe una causa para la transformación de Gregorio en un
insecto. Gregorio despierta una mañana convertido en escarabajo de una forma
absurda e inexplicable, sin embargo Gregorio no se cuestiona nunca el
"porqué", no trata de encontrar una solución, ni una causa,
simplemente lo acepta con resignación, con una especie de desidia evidente que
configura un absurdo existencial contra el cual no podemos luchar. Sin embargo
el insecto no es elemento relevante, sino que se convierte en un símbolo de la insignificancia
de la existencia humana.
3. ASPECTOS FORMALES Y
ESTILÍSTICOS
La aterradora pesadilla
de Gregorio Samsa es narrada por Kafka con total objetividad y detallismo, rasgos que también encontramos en el
resto de sus obras. Esa minuciosidad descriptiva, según Walter Benjamin, es
“una forma de ir dislocando la existencia a base de registrar pequeños signos,
indicaciones y síntomas de desplazamientos” que generan angustia y
desorientación. Es decir, el narrador va dándonos indicios que van provocando
en nosotros angustia.
La objetividad se
manifiesta en el narrador: tercera
persona omnisciente. Sin embargo, Kafka escribe desde la perspectiva del personaje protagonista. De este
modo, se confunde enteramente con su criatura: el novelista desaparece, queda
solo el personaje ante un mundo absurdo con el que tiene perdida la batalla de
antemano.
Ni siquiera se molesta
en describirnos a su creación ni el entorno en que se desenvuelve: Gregorio es
descrito después de operarse su transformación, cuando es imprescindible para
el relato, pero no antes. Todo ello no hace sino agudizar en nosotros la
angustia y la indefensión que desea transmitirnos.
La
acción se desarrolla en tres partes, que se corresponden
con la estructura tradicional:
·
El
planteamiento incluye la mañana de la transformación
de Gregorio y las reacciones de su familia y empresa.
·
El
nudo es la narración de la vida cotidiana de Gregorio,
ya convertido en insecto, y los esfuerzos de todos por adaptarse a la nueva
situación.
· El
desenlace explica el rechazo final de la familia
y la muerte de Gregorio. En él podemos distinguir un clímax -la muerte de Gregorio-
y un posterior anticlímax: el alivio de su familia, que deja en el lector una
sensación especialmente cruel y desagradable.
El
relato trascurre de manera lineal, sin digresiones ni
flashbacks que la interrumpan. El
marco escénico es un espacio cerrado,
opresivo: el cuarto de Gregorio, que va perdiendo además sus elementos humanos
al tiempo que el protagonista. La casa familiar y la calle completan el
escenario.
En cuanto al estilo, es
ajeno a toda retórica o embellecimiento superfluo. Narra de una forma directa, sin rodeos, centrándose
en el mensaje que intenta comunicar, para el que, dada su fuerza humana, no
necesita adornos. En el texto predomina
el estilo verbal sobre el nominal, debido al dinamismo con el que
transcurre la obra y a la escasa importancia que se le concede a la descripción
minuciosa del entorno: cotidiano, vulgar, de sobra conocido por cualquier
lector. La atención se dirige en exclusiva hacia las acciones y los personajes.
La sintaxis es, en general, compleja. En cuanto a los
procedimientos discursivos, predomina
la narración, complementada por diálogos
y descripciones. Como
contrapunto, aparecen las reflexiones
de Gregorio.
No son abundantes las
figuras retóricas. Destacan las hipérboles,
las interrogaciones retóricas
y, especialmente, el simbolismo:
además del valor simbólico del propio relato, muchos elementos adquieren
también ese mismo valor: las llaves, el reloj, la manzana, el clima...
Es importante señalar
la importancia que lo onírico
tiene para el autor: el sueño desempeña un papel fundamental en su obra. Sus personajes
se encuentran muchas veces – como Gregorio, en este caso, pero también Josef
K., en El proceso, y el agrimensor
K., en El castillo,- en una situación
que, por lo absurda, parece soñada aunque es real. En una ocasión, su amigo
Janouch se refirió a La metamorfosis
como “un sueño terrible”, a lo que Kafka respondió enigmáticamente: “El sueño
revela una realidad que es mucho más fuerte que la imaginación. Esto es lo
terrible de la vida, lo trágico del arte”.
4. ORIENTACIONES PARA
EL COMENTARIO CRÍTICO
En el caso de La metamorfosis os propongo algunas
cuestiones, que podéis utilizar en conjunto o elegir alguna o algunas de ellas.
1. La más importante
(relativa a la relación “con otras manifestaciones artísticas”), es el papel de Kafka como precursor del
existencialismo. El existencialismo es una de las corrientes filosóficas
y literarias más importantes del siglo XX. Se caracteriza por la idea de que la
única realidad del hombre es su existencia: por tanto, el hombre es un ser
abocado a la muerte y la vida es absurda, porque carece de un sentido
trascendente. Esto conlleva un sentimiento de angustia y desolación.
El existencialismo
alcanza su máxima importancia tras la Segunda Guerra Mundial, en Francia, con
autores como Sartre y Camus.
Algunos de los temas o
símbolos de estos autores están directamente vinculados a Kafka, y
especialmente a La metamorfosis: es
el caso de la náusea sartreana, o el extrañamiento del protagonista de El extranjero de Camus, que recuerdan a
la inexplicada transformación de Gregorio Samsa y su aislamiento familiar y
social. Ideas y sentimientos como la culpa, la vergüenza, la condena o el
absurdo, típicos del existencialismo, se encuentran ya en Kafka y otros autores
como Pirandello, Musil o Broch.
2. También puede relacionarse a Kafka con movimientos de vanguardia
contemporáneos: la
importancia de lo onírico, la sensación vivir un sueño -una pesadilla, más
bien-, recuerdan a los planteamientos del surrealismo.
Por otra parte, su deformación de la realidad hasta extremos grotescos es
similar a la estética del expresionismo,
movimiento al que ha sido frecuentemente vinculado.
3. Otro aspecto
interesante, y que revela la pervivencia de la obra de Kafka lo constituyen las
adaptaciones de sus libros al cine.
Sus obras principales han sido llevadas a la pantalla, alcanzando su punto máximo
con El proceso (1962) de Orson
Welles. El punto de partida de este film es una adaptación ilustrada del cuento
Ante la ley. Una vez concluida la narración Joseph K se despierta y empieza un
viaje delirante por una pesadilla, donde es condenado antes de ser juzgado. La
acción acusadora, sistemática y generalizada, se convierte en la base del poder
judicial. Y la presencia de Kafka, de lo kafkiano, se registra también en numerosas películas que no son adaptaciones
de sus novelas: Los pájaros,
de Hithcock, ¡Jo, qué noche!, de
Scorsese o Brazil, de Terry Gilliam,
son ejemplos de ello. Y el propio
Kafka aparece como personaje –en tareas de detective-, en la película Kafka de Steven Soderbergh.
4. Kafka anticipa los totalitarismos de los veinte y treinta. A
partir de 1914, el siglo XX (es decir los años transcurridos desde el estallido
de la primera guerra mundial hasta el hundimiento de la URSS), el hombre asiste
a un escenario cuyo horror y crueldad, tienen proyecciones antes desconocidas.
Al mismo tiempo las burguesías nacionales observan asustadas la gestación del
socialismo, mientras el capitalismo debe transformarse, para sobrevivir, en los
imperios que terminan de dividirse el mundo. El mundo adquiere una nueva perspectiva
política, social, económica y por consiguiente su cultura (en especial la
europea) entra en crisis. Paralelamente, las monarquías acusan un retroceso después
de 1920, cediendo en parte su espacio a las experiencias fascistas y
totalitarias. En este contexto de crisis debe enmarcarse la vida y la obra de
Kafka. Leer a Kafka es descubrir que las cosas no son tal como las queremos,
como las creemos o imaginamos, es constatar la visión de un mundo que no controlamos
sino que por el contrario nos controla. Y donde la función del estado es
vigilar y castigar, ya que la culpa del sujeto es siempre indudable.
5. Por último, es
interesante también señalar lo que tal vez sea la prueba más concluyente de la
enorme influencia de Kafka en la cultura posterior: la adopción y el uso del adjetivo “kafkiano”. Este término
se aplica a las situaciones absurdas y complicadas, por referencia al universo
angustioso y opresivo descrito por este autor. Es la definición de las
situaciones que viven Gregorio Samsa, al amanecer transformado en insecto, o de
Josef K., juzgado y condenado en El proceso por un crimen que no conoce, o el agrimensor
K., contratado en El castillo para un trabajo que nadie le explica. En la
actualidad esta palabra se usa para designar situaciones que encierran un
componente absurdo y a la vez angustioso, especialmente en las relaciones de
los individuos con el poder, que lo somete sin sentido ni explicación. Son
círculos viciosos, en los que la persona no encuentra salida a su situación. Pocos
nombres propios se han convertido en adjetivos calificativos a lo largo de la
historia de la cultura: homérico, dantesco, pantagruélico, quijotesco, y por
supuesto kafkiano.
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