Desde una de las torres de la famosa catedral gótica, un anciano con gorro frigio y capa, el alquimista, observa el mundo. Iglesias y museos como el de Cluny desvelan secretos en el mapa parisiense.
1. LA BARCA DE ISIS
En 1905, durante la construcción del metro parisiense, bajo los antiguos fosos de la Bastilla se encontró una estatua de Isis. La gran diosa negra cuyo culto expandieron las legiones romanas hasta las fronteras del imperio estaría en la etimología de la ciudad (Par-Isis, la barca de Isis). Lo cierto es que la isla de la Cité, vista desde el cielo, se parece a las barcas que en los albores de la historia surcaban el Nilo, en la “tierra negra” donde nacieron Hermes Trismegisto y el arte de transmutar en oro los metales viles.
En 1905, durante la construcción del metro parisiense, bajo los antiguos fosos de la Bastilla se encontró una estatua de Isis. La gran diosa negra cuyo culto expandieron las legiones romanas hasta las fronteras del imperio estaría en la etimología de la ciudad (Par-Isis, la barca de Isis). Lo cierto es que la isla de la Cité, vista desde el cielo, se parece a las barcas que en los albores de la historia surcaban el Nilo, en la “tierra negra” donde nacieron Hermes Trismegisto y el arte de transmutar en oro los metales viles.
La antigua diosa egipcia fue transformada en el siglo XII en virgen negra, y la cripta en la que se le rendía culto puede ser visitada en el subsuelo de la isla, frente a la catedral de Notre Dame. Allí, delante de la prodigiosa fachada donde se reunían los alquimistas cada sábado.
2. FULCANELLI Y LA CATEDRAL
Fulcanelli, el último alquimista célebre, dedicó su vida y su libro más imperecedero a desvelar el misterio cifrado en la catedral de Notre Dame. Su propia identidad está rodeada de misterio: para algunos, se trata de un oficial de ingenieros que colaboró con Eugène Emmanuel Viollet-le-Duc en la restauración de Notre Dame; para otros, del propio Jean-Julien de Champagne, que firmó las ilustraciones de El misterio de las catedrales. Cuentan que murió en 1932, en la buhardilla del 59 bis de la Rue de Rochechouart, cerca de la Gare du Nord, aunque muchos de los hechos relatados en sus obras ocurren después de la II Guerra Mundial, lo que alimenta la fantasía de que consiguió el elixir que brinda la vida eterna, cuya receta leen los iniciados en la fachada de la catedral.
Fulcanelli, el último alquimista célebre, dedicó su vida y su libro más imperecedero a desvelar el misterio cifrado en la catedral de Notre Dame. Su propia identidad está rodeada de misterio: para algunos, se trata de un oficial de ingenieros que colaboró con Eugène Emmanuel Viollet-le-Duc en la restauración de Notre Dame; para otros, del propio Jean-Julien de Champagne, que firmó las ilustraciones de El misterio de las catedrales. Cuentan que murió en 1932, en la buhardilla del 59 bis de la Rue de Rochechouart, cerca de la Gare du Nord, aunque muchos de los hechos relatados en sus obras ocurren después de la II Guerra Mundial, lo que alimenta la fantasía de que consiguió el elixir que brinda la vida eterna, cuya receta leen los iniciados en la fachada de la catedral.
A uno y otro lado del gran pórtico se suceden dos series de 12 medallones y 12 figuras que representan distintos elementos y fases de la operación alquímica. Un caballero con armadura y lanza que protege el atanor (el horno donde se prepara la cocción); el cuervo, símbolo de la putrefacción necesaria para la separación de lo puro y lo impuro que subyacen en un mismo compuesto; un hombre que sostiene un atanor abierto y, en su mano derecha, la piedra… En lo alto, allí donde vivía el jorobado de Victor Hugo, podemos observar, en el ángulo de la torre septentrional, rodeado de quimeras, el impresionante relieve de un anciano con gorro frigio y capa, que se apoya con una mano en la balaustrada y con la otra se acaricia la barba: el alquimista, que escruta e interroga la evolución de la obra.
En el otro extremo de la isla se sitúa la Sainte Chapelle, erigida entre 1245 y 1248 para guardar las reliquias de la Pasión. Sus maravillosos vitrales fueron realizados por procedimientos alquímicos. El preferido de Fulcanelli es el de la Matanza de los Inocentes, alegoría que cifra la muerte de la materia prima en manos del mercurio, para su posterior resurrección.
3. EL LEGADO DE FLAMEL
Los masones medievales grabaron los símbolos de la doctrina hermética en los muros de las catedrales, que ejercieron su influencia sobre otras muestras de la arquitectura civil y religiosa: en la rive droite, detrás del Louvre, la iglesia de Saint-Germain l’Auxerrois, que sorprende con sus aterradoras gárgolas y una sugerente escultura de María la Egipcia; poco más al este, la de Saint-Merri y la de Saint-Martin-des-Champs. De la antigua iglesia de Saint-Jacques de la Boucherie hoy sólo queda la torre donde partían peregrinaciones a Santiago de Compostela. A pocos metros de la torre se cruzan dos calles con el nombre de Nicolas Flamel (quien encargó en 1389 la ejecución del pórtico de Saint-Jacques) y de su mujer, Perrenelle. Ocho calles más al norte, en el número 51 de la Rue de Montmorency, una placa escéptica reza: “Aquí vivió Nicolas Flamel, un rico burgués parisiense, feligrés de Saint-Jacques de la Boucherie, al que una leyenda tenaz quiere convertir en alquimista en busca de la piedra filosofal y del modo de convertir el plomo en oro”. Nadie niega, sin embargo, que Flamel dedicó toda su fortuna a la construcción de albergues para mendigos, hospitales y el cementerio de los Inocentes, en cuyo frontispicio hizo grabar un jeroglífico con las claves de la ciencia de Hermes, que él aprendió, según cuenta en su críptica y deslumbrante obra, del maestro Canches en León.
Los masones medievales grabaron los símbolos de la doctrina hermética en los muros de las catedrales, que ejercieron su influencia sobre otras muestras de la arquitectura civil y religiosa: en la rive droite, detrás del Louvre, la iglesia de Saint-Germain l’Auxerrois, que sorprende con sus aterradoras gárgolas y una sugerente escultura de María la Egipcia; poco más al este, la de Saint-Merri y la de Saint-Martin-des-Champs. De la antigua iglesia de Saint-Jacques de la Boucherie hoy sólo queda la torre donde partían peregrinaciones a Santiago de Compostela. A pocos metros de la torre se cruzan dos calles con el nombre de Nicolas Flamel (quien encargó en 1389 la ejecución del pórtico de Saint-Jacques) y de su mujer, Perrenelle. Ocho calles más al norte, en el número 51 de la Rue de Montmorency, una placa escéptica reza: “Aquí vivió Nicolas Flamel, un rico burgués parisiense, feligrés de Saint-Jacques de la Boucherie, al que una leyenda tenaz quiere convertir en alquimista en busca de la piedra filosofal y del modo de convertir el plomo en oro”. Nadie niega, sin embargo, que Flamel dedicó toda su fortuna a la construcción de albergues para mendigos, hospitales y el cementerio de los Inocentes, en cuyo frontispicio hizo grabar un jeroglífico con las claves de la ciencia de Hermes, que él aprendió, según cuenta en su críptica y deslumbrante obra, del maestro Canches en León.
Un cronista del siglo XVIII aseguró haberlo visto en la Ópera de París con su mujer, Perrenelle, cuatro siglos después de su presunta muerte, y una leyenda cuenta que al levantar su lápida no se hallaron los restos. La lápida de Flamel puede descifrarse en el Museo de Cluny. Este museo alberga también la serie de tapices medievales La dama y el unicornio, que según los hermetistas no es, o no es sólo, una interpretación alegórica de los sentidos sensoriales, sino también de la labor alquímica: la dama lleva una bandera con tres medias lunas que representan la fracción de mercurio recogido al fin de la primera operación, tres veces inferior que la totalidad del mismo al principio del proceso…
Fulcanelli, Jean-Julien de Champagne (a menos que fueran el mismo), René Schwaller (para algunos, el verdadero autor de las obras adjudicadas a Fulcanelli) y los hijos de Ferdinand de Lesseps solían reunirse cerca de allí, en el número 76 de la Rue de Rennes, en la Livrairie du Merveilleux. Su dueño, Pierre Dujols, poseía un fichero único de ciencias ocultas. La mítica librería ya no existe, pero los entendidos aseguran que en las librerías esotéricas cercanas a la plaza de Saint-Michel pueden realizarse “buenos contactos”.
4. EL PÉNDULO Y LA PIRÁMIDE
Los herederos de los templarios realizaban sus reuniones secretas cerca de la casa de Flamel, en el sótano del Conservatoire des Arts et Métiers, junto al gigantesco péndulo de Foucault (que hoy se encuentra en el Panteón); al menos según la imaginación de Umberto Eco. Igualmente delirante y verosímil a un tiempo es la idea de Dan Brown: el Santo Grial está enterrado en el vértice inferior de la pirámide del Louvre inaugurada en 1989. Transparente y enigmática, esta pirámide de reminiscencias egipcias está destinada a exaltar la imaginación con el mismo magnetismo que la gótica fachada de Notre Dame.
Los herederos de los templarios realizaban sus reuniones secretas cerca de la casa de Flamel, en el sótano del Conservatoire des Arts et Métiers, junto al gigantesco péndulo de Foucault (que hoy se encuentra en el Panteón); al menos según la imaginación de Umberto Eco. Igualmente delirante y verosímil a un tiempo es la idea de Dan Brown: el Santo Grial está enterrado en el vértice inferior de la pirámide del Louvre inaugurada en 1989. Transparente y enigmática, esta pirámide de reminiscencias egipcias está destinada a exaltar la imaginación con el mismo magnetismo que la gótica fachada de Notre Dame.
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