A partir de los años cincuenta y sesenta, enmarcados en el siglo XX, en Latinoamérica se originaron una serie de novelas de mucha relevancia, que se caracterizaban por un inmejorable valor artístico y que gozaban de ser catalogadas como muy originales y singulares.
En las décadas siguientes, hablamos de los años sesenta a setenta, aparecieron brillantes autores hispanoamericanos, tales como Ernesto Sábato (“Sobre héroes y tumbas”, 1961), Carlos fuentes (“La muerte de Artemio Cruz”, 1962), Mario Vargas Llosa (“La ciudad y los perros”, 1962), Alejo Carpentier (“El siglo de las luces”, 1962); Julio Cortázar (“Rayuela”, 1963), Gabriel García Márquez (“Cien años de soledad”, 1967), José Donoso (“El obsceno pájaro de la noche”, 1969), entre otros.
Estas novelas alcanzaron gran preponderancia a nivel internacional y sus autores gozaron de mucha popularidad y reconocimiento, tanto de parte de la crítica como del público.
Este inesperado interés y éxito logrado por estos escritores narrativos, produjo que se empezara a hablar de un “boom latinoamericano”, que significaba que en este lado del mundo se estaba produciendo un auge de la literatura, especialmente del género narrativo. Este auge, además del reconocimiento internacional, implicó una renovación en el mundo de las letras, esto porque los autores rompían con los esquemas traídos desde la tradición y estaban influenciados por las corrientes del vanguardismo.
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