Sándor Márai – El
último encuentro (1942) (En español: 1999)
TEMAS:
1. La proximidad de la muerte: La
vejez del presente y la mañana de la cacería en el pasado.
2. Encontrar la verdad: La
traición del pasado y la negación del presente. Se busca olvidar.
3. La amistad: Su construcción en
el pasado, la traición y el olvido de ésta para lograr la reconciliación
interior.
4. El marco temporal del Imperio
Austro-Húngaro
LOS GRANDES TEMAS
En este monólogo se reflexiona
con profundidad sobre la vida y se desmenuzan valores como la amistad, el
honor, la fidelidad. También se cuestionan la pasión y la soledad.
LA AMISTAD
Aquí se centra la historia, ¿qué es la amistad, qué implica, qué
significa? ¿Fueron amigos, son amigos? Y las respuestas van variando
conforme el general analiza lo vivido por él y Konrád. Para comenzar, la primera definición que él tuvo de niño
se la dio su padre, militar como él:
“Para mi padre la palabra
“amistad” era un sinónimo de honor”. (pág. 97)
Luego señala un elemento
importante que rara vez se menciona: en
la amistad hay atracción, entendida no como atracción sexual, si no como
cierto deslumbramiento. El amigo lo
elegimos porque “nos gusta”, detectamos una especie de imán que nos hace
acercarnos y luego quedarnos con él:
“¿Qué se esconde detrás de la
amistad? ¿Simpatía? Se trata de una palabra hueca, poco consistente, cuyo
contenido no puede ser suficiente para que dos personas se mantengan unidas,
incluso en las situaciones más adversas, ayudándose y apoyándose de por
vida…¿por pura simpatía? ¿O se trata quizás de otra cosa?… ¿Habrá tal vez
cierto erotismo en el fondo de cada relación humana?” (pág. 98).
Cuando el general intenta
profundizar en aquello que implicaría la amistad, es cuando la reflexión se
convierte en una propuesta osada, sin prejuicios ni limitaciones, en una relación amplia y generosa, y sobre todo
libre de ataduras:
“Al igual que el enamorado, el
amigo no espera ninguna recompensa por sus sentimientos. No espera ningún
galardón, no idealiza a la persona, que ha escogido como amiga, ya que conoce
sus defectos y la acepta así con todas sus consecuencias… ¿Qué valor tiene una
amistad si sólo amamos en la otra persona sus virtudes, su fidelidad, su
firmeza? ¿Qué valor tiene cualquier amor que busca una recompensa? ¿No sería obligatorio
aceptar al amigo desleal de la misma manera que aceptamos al abnegado y fiel?…
Y si uno entrega a alguien toda la confianza de su juventud, toda la
disposición al sacrificio de su edad madura y finalmente le regala lo máximo
que un ser humano puede dar a otro, si le regala toda su confianza ciega, sin
condiciones, su confianza apasionada, y después se da cuenta de que el otro le
es infiel y se comporta como un canalla, ¿tiene derecho a enfadarse, a exigir
venganza? Y si se enfada y pide venganza, ¿ha sido un amigo él mismo, el
engañado y abandonado?” (pág. 99).
Aceptarlo todo por amor al amigo,
sería lo ideal, pero el hombre no es un ser ideal, es limitado e imperfecto,
por lo tanto la amistad, que es una
relación humana, es imperfecta. Y el hombre no puede dejar de establecer
límites, los necesita como una defensa, para no sufrir. Llegado a este punto,
el general concluye:
“Porque si tú y yo no hubiéramos
sido amigos, no habrías levantado el arma contra mí aquella mañana, en el
bosque, durante la cacería. Y si no hubiéramos sido amigos, yo no habría ido a
tu casa al día siguiente, a aquella casa a la que nunca me habías invitado,
donde guardabas tu secreto, un secreto malvado e incomprensible que envenenó
nuestra amistad. Si no hubieras sido amigo mío, no habrías huido al día
siguiente de esta ciudad, de mí, de la escena del crimen, como un asesino, como
un delincuente, sino que te habrías quedado aquí, engañándome y traicionándome,
y quizás todo esto me habría causado dolor, y herido mi vanidad y orgullo, pero
no hubiera sido tan terrible como lo que hiciste por ser mi amigo. Si tú y yo
no hubiéramos sido amigos, tú no habrías regresado cuarenta y un años después…
Tú has matado algo en mí, has destruido mi vida, y yo sigo siendo amigo tuyo. Y
yo ahora, esta noche, estoy matando algo en ti, y luego dejaré que te vayas a
Londres, al trópico o al infierno, y seguirás siendo amigo mío”. (pág. 125).
LA FIDELIDAD
La misma pregunta que se plantea
el general respecto a los límites en la
amistad, la replantea respecto a la
fidelidad:
“¿Qué significa la fidelidad, qué
esperamos de la persona a quien amamos?… ¿Exigir fidelidad no sería acaso un
grado extremo de la egolatría, del egoísmo y de la vanidad, como la mayoría de
las cosas y de los deseos de los seres humanos. Cuando exigimos a alguien
fidelidad, ¿es acaso nuestro propósito que la otra persona sea feliz? Y si la
otra persona no es feliz en la sutil esclavitud de la fidelidad, ¿amamos a la
persona a quien se la exigimos? Y si no amamos a esa persona y no la hacemos
feliz, ¿tenemos derecho a exigirle fidelidad y sacrificio?” (pág. 166).
Una pregunta que queda flotando
en el aire, sin respuesta. El hombre no suele ser tan amplio y siempre se
cuelan los prejuicios. Pero la idea es interesante, es una pregunta sincera de
un hombre que está atrapado entre sus afectos, su orgullo y el deseo de que la
persona amada encuentre lo que busca.
EL HONOR
El general fue formado por un
padre militar para quien el honor lo era todo, esa fue su herencia. Y por eso el general encarna el honor en la novela.
Los códigos hay que respetarlos, al
precio que sea, y eso lo convierte en un hombre contenido. La ley moral manda
sobre el sentimiento.
Konrád es el otro extremo: el sentimiento es ciego, la pasión se
desborda y arrasa con los códigos. Por eso huye.
Y al final, será por honor,
maldito honor, que el general no vuelve
a hablar con Kristina. Ella lo hirió en su amor propio:
“Volví a casa, esperé hasta la
noche, luego me fui a la casa del bosque, y estuve esperando una señal, una palabra,
un mensaje, durante ocho años. Pero Kristina no vino… Así soy yo por
naturaleza, así me educaron, así ocurrió todo. Si Kristina me hubiese mandado
un mensaje, cualquier mensaje, su hubiera cumplido su voluntad”. (pág. 168).
LA PASION
La pasión es una bomba que revienta en las manos de los tres
personajes. Y ellos, heridos, dan manotazos de ahogados: Konrád planea matar al general, a su amigo,
para sentirse libre y amar a Kristina. En vez de matarlo, huye:
“Porque la pasión no conoce el
lenguaje de la razón, ni sus argumentos. Para una pasión, es completamente
indiferente lo que reciba de la otra persona….” (pág. 119).
Así como el general personifica el honor, Konrád personifica la pasión. El
apasionado es un ser contradictorio: ama y odia al mismo tiempo. El apasionado
no se resigna con una parte, quiere más y más, siempre busca y arriesga porque
es impulsivo. Por eso vive la amistad de una manera intensa y compleja: es tan
fuerte el sentimiento que oscila entre los extremos: atracción y rechazo al
mismo tiempo. Quiere ser como el amigo, quiere tener lo que el otro tiene, pero
no por eso deja de amarlo. Amor y dolor se mezclan y confunden.
Por eso es interesante la
autocrítica que se permite el general al final del monólogo: ¿cómo no anticipé
el fin? Cegado por su buena estrella, dichoso con su suerte, no fue receptivo a
las señales a su alrededor: no se dio
cuenta que muchas cosas suyas perturbaban a su amigo, o lo ofendían en su
pobreza. Tampoco pudo leer las señales que Kristina dejaba en su diario. No
intuyó el peligro y no pensó que dos seres apasionados, podrían desbordarse.
LA SOLEDAD
Los tres personajes terminan
solos como terminaron los padres del general. Quizás la única persona que escapa de la soledad es Nini. O no se da cuenta de
su soledad, porque no le pesa, no la sufre.
En realidad, estuvieron solos
desde siempre. La no-soledad, que es la ilusión del amor en pareja, en esta
novela no existe. El general estaba
encerrado en una actitud auto contemplativa, indiferente al mundo que lo
rodeaba. Konrád estuvo solo desde joven. La lucha de sus padres por darle un
mejor nivel de vida, los alejó de su hijo. Kristina, en la escena del sanatorio
en donde estuvo recluida su madre, se perfila como una joven solitaria. Luego
se valdrá de un diario para comunicarse con su marido, objeto que refleja una
dificultad de comunicación entre ellos. Luego Konrád la deja sola cuando huye,
su marido no le habla ni la busca, la ignora, y finalmente ella muere de
abandono y soledad.
EL AMOR
Las conclusiones del general son
contundentes: el amor debe darse entre
iguales. Sólo así será posible la comunicación plena, la complicidad de la
pareja:
“El secreto y el regalo mayores
de la vida es cuando se encuentran dos personas “semejantes”. Esto ocurre raras
veces, como si la naturaleza impidiese tal armonía mediante todas sus fuerzas y
tretas, quizás porque para la creación del mundo y la renovación del mundo es
necesaria la tensión que se forma entre las personas que no cesan de buscarse,
pero que tienen intenciones contrarias y distintos ritmos vitales.” (pág. 154).
Heinrik se enamoró de una mujer
apasionada, amante de la música. Y la historia se repitió, como la de su madre
y su padre: ellas en una orilla y ellos en la otra, no pudieron encontrarse ni
amarse aunque lo deseaban. Por eso el general llega a la conclusión que señala
en la cita anterior. Pero ésta no puede ser aplicable de manera arbitraria al
resto del mundo. Su raciocinio es el siguiente: si en mi caso y el de mis
padres, las parejas no funcionaron por las diferencias, deduzco que si uno
encuentra a una persona igual, será feliz. El dolor lo lleva a él esta
conclusión.
KRIZTINA
El personaje de Kristina, a pesar
de ser la gran ausente, está presente en
cada línea, en cada palabra, con la fuerza que debió tener en vida. Es un
personaje atractivo, arrollador, contradictorio:
“…era tan indefinible, tan
inclasificable… como si ninguna raza, ni ninguna clase la pudiera contener del
todo, como si la naturaleza hubiese tratado por una vez de crear algo único, un
ser independiente y libre, alguien que no tiene nada que ver ni con clases ni
con orígenes. Era como las fieras salvajes… (pág. 155).
Solamente una mujer muy vital y
con gran poder de seducción, puede haber sido la causante de una pasión ciega que arrasó con todos.
DIANOIA - IDEAS:
1. El reconocimiento de la
trayectoria vital en la vejez: ¿Qué hice con mi vida? ¿Cuál fue el sentido de
ésta? ¿Qué dejo incompleto?
En la vejez surgen con fuerza necesidades “intangibles” o espirituales
que, sin ser necesariamente religiosas,
tienen que ver con el sentido de la vida: la necesidad de sentido, identidad, orden, verdad, libertad y arraigo;
necesidad de oración, de soledad y silencio; de cumplimiento del deber, y de
gratitud. Como en todas las cosas humanas, éstas aparecen en conflicto entre sí. El lector deberá intentar descubrir qué necesidades espirituales o
“intangibles” mueven al protagonista, y cómo el conflicto entre ellas le da
forma a la novela.
Hay oposiciones que nos definen, y las obras literarias son un lugar
privilegiado para encontrarlas. La literatura expresa las constantes
principales de conflicto propias de la condición del hombre. Estas constantes
son cinco: el enfrentamiento entre
hombres y mujeres; entre la senectud y la juventud; entre la sociedad y el
individuo; entre los vivos y los muertos; entre los hombres y Dios (o los
dioses).
SEGUIMIENTO DEL ARGUMENTO:
1. El reencuentro
2. El pasado: el relato
3. La mañana de cacería
4. El secreto
5. La traición del amigo y la
infidelidad de la esposa
6. La huída del amigo y el
abandono a la esposa
7. La separación: La
reconciliación consigo mismo.
Es un acierto el uso de la primera persona a través de
un narrador omnisciente. Por dos
motivos:
1.-La elección del monólogo crea
una tensión dramática ascendente: el lector espera después de cada párrafo la
interrupción del amigo, Konrád, quien escucha en silencio las acusaciones del
general; pero esta interrupción no se articula.
2.-Siendo el general un hombre
viejo, su discurso tiene el ritmo reiterativo y paciente de una persona que se
encuentra al final de la vida. El protagonista es un hombre mayor que se
expresa sin prisa, sin exabruptos, sin dramatismo, sin rezagos de pudor.
LOS ESCENARIOS
Debido al cuidado con que el
autor dibuja sus escenarios, creo que es interesante comenzar el análisis desde
afuera hacia adentro. Es importante señalar como los elementos exteriores son
presentados con esmero porque cumplen
una función: son los espejos en donde se reflejan los seres que los habitan:
LA MANSIÓN Y LA CASA DEL BOSQUE
Los padres del general se
construyeron espacios propios para vivir. La
mansión fue hecha a imagen y semejanza de la madre, trajo de Francia los
tapices y el mobiliario transformando la casa en un lugar elegante, adornado
con objetos bellos y música. Cuando el
padre vio su casa transformada, se sintió atrapado y buscó reparar la falta
construyéndose una casita en el bosque. Se refugia ahí, entre armas y
trofeos de caza:
“La madre del general, la
condesa, prohibió que los cazadores entraran en la mansión… Fue entonces cuando
el capitán de la guardia imperial mandó construir la casa del bosque… Sólo
aparecía en la mansión a las horas de las comidas…” (pág. 20)
En la habitación de la madre la estufa adquiere protagonismo, es un
símbolo de su lucha contra el frío y la soledad. El general hereda la estufa y
se protege con el calor que produce de la misma manera cómo lo hacía su madre. Siente el desamparo que ella sentía.
LA CASA DEL GENERAL
La casa sufre las
transformaciones de los hombres que viven en ella. Al comienzo de la novela la casa es una prisión en donde el general
se ha recluido, su habitación parece una celda. Se encierra en las habitaciones que fueron de su madre, instalado como un
bebé en el útero materno:
“El general había nacido en la
casa, en aquella habitación…. Hacía ya décadas, al cambiarse él a esta ala del
edificio, había mandado derribar el tabique medianero y había convertido las
dos habitaciones en una sola, más grande, dominada por las sombras. Había
diecisiete pasos desde la puerta hasta la cama. Dieciocho desde la pared del
jardín hasta el balcón. Los había contado muchas veces, y lo sabía con certeza
y precisión”. (pág. 10).
Esta casa tiene vida propia, se identifica con sus habitantes y comparte
sus alegrías y sus tristezas:
“La mansión lo comprendía todo…
Comprendía también el silencio… Comprendía también los recuerdos… todas las
casa donde vive gente tocada por la pasión con toda su fuerza, se llenan de
este contenido impreciso” (pág. 27).
La casa vive también el reencuentro a su manera. Cuando el general
y Konrád terminan de cenar, el anfitrión lleva a su amigo a la parte más
íntima, abandonan el comedor para entrar
en las habitaciones privadas. El protagonista busca el escenario para la
confesión que va a hacer: alrededor del
piano (el recuerdo de su madre y Kristina), junto a la estufa, (la herencia de
su madre), y en donde están los tres sofás que antes ocupaban ellos dos y
Kristina, (la imagen de los buenos tiempos).
LAS CASAS DE KONRAD
El mejor ejemplo de que la casa
es el reflejo del alma de quien la habita, es la escena en donde el general, al
contemplar por primera vez la casa de Konrád, descubre al verdadero Konrád. La casa de su amigo le rebela dos verdades:
que Konrád es una persona distinta a quien él creía que era, y que Kristina
circulaba en esa casa como si fuera suya también. Es ahí, observando cada
detalle, cuando sospecha que su mujer tiene una relación con su amigo.
“… absolutamente todo, el jardín,
las estancias, los muebles, todo era como la casa que se organiza un artista.
En aquel momento comprendí que de verdad eras un artista. También comprendí lo
extraño que debías de sentirte entre nosotros, entre la gente normal…. Todo
esto lo comprendí allí, entre los muebles singulares de tu hogar abandonado. Y
en aquel instante entró Kristina”. (pág. 106-107)
La siguiente casa de Konrád será el trópico, que es una imagen del
infierno. Ese trópico es una metáfora
del infierno interior en que vivió consumiéndose desde que abandonó a
Kristina y al general.
LOS CONTRARIOS
En esta novela, personajes,
situaciones y escenarios, se describen
en oposición a su contrario, en un juego
de luz y sombra, de manera que el lector percibe lo que es, frente a lo que
NO es. Ejemplos de estos contrarios serían:
El general y Konrád, la juventud y la vejez, Nini y la madre del
general, el campo y la ciudad: (Viena), y dentro de la ciudad: la escuela
militar y la Viena social. Y finalmente la gran oposición, que es el eje de la
novela: los que pertenecen al mundo de la música, y los que no pertenecen a ese
mundo.
NINI Y LA MADRE DEL GENERAL
NINI:
Es la madre naturaleza que emerge
como una fuerza telúrica, una mujer que se da sin límites y que se posterga
ella misma para dar cabida a los otros a quienes acoge. Nini es transparente:
no contamina nada con su subjetividad. Ella no cuenta, su rol es estar en donde debe estar, irradiar cuando debe irradiar.
Sus dolores (la muerte de su bebé, el
haber sido expulsada de su familia) no exigen un espacio para manifestarse.
Es madre sin lazos de sangre, se
hace madre por un acto de voluntad, o amor:
“El general la observó con
curiosidad, inclinándose hacia delante. Su vida y la de ella habían
transcurrido paralelas, con el movimiento lento y ondulado de los cuerpos muy
viejos. Lo sabían todo el uno del otro, más de lo que una madre puede saber de
su hijo, más de lo que un marido puede saber de su mujer”. (pág. 17).
LA MADRE DEL GENERAL
Contrariamente a Nini, esta mujer
vive intensamente sus angustias y eso le resta energía para entregarse a su
hijo. El hecho de ser extranjera y
de haberse enamorado del hombre equivocado, la marcan anímicamente. La madre
del general es mujer antes que madre.
Nini es madre antes que nada.
Su hijo la describe así cuando
contempla su retrato:
“La joven del retrato del pintor
vienés ladeaba ligeramente la cabeza, y su mirada tierna y seria se perdía en
la nada, como si estuviera preguntando “¿Por qué?”… Aquella mujer siempre había
sido una extraña” (pág. 25).
El contraste entre las dos
maneras de atender al general de pequeño, están resumidas en esta frase:
“Durante seis días había
mantenido (Nini) al niño con su aliento. La condesa (la madre) rezaba y lloraba
de rodillas delante de la puerta”. (pág. 30).
KONRAD Y EL GENERAL
Los dos reciben una formación
militar y rigurosa desde niños. Esta educación consigue moldear al general, lo
convierte en un militar, a pesar de sus
debilidades: sufría en la escuela, tenía miedo y le subía la fiebre. Pero la educación se impone. En el caso de
Konrád no, nunca será un buen militar, él es artista.
El general crece con amor y
arropado por las circunstancias, es una planta bien regada que luego florece.
Konrád crece en una familia en donde
las estrecheces dificultan el desarrollo de las relaciones, su vida será
siempre una lucha:
“Henrik era muy hábil. Konrád
luchaba desesperadamente por encontrar el equilibrio y la seguridad, su cuerpo
carecía de la memoria de tal capacidad, de tal herencia genética. Henrik
aprendía todo con facilidad, Konrád tenía dificultades, pero retenía todo lo
aprendido de una manera desesperada, con codicia, como si supiera que aquello
era su único tesoro en el mundo”. (pág. 41).
Conformen se hacen mayores,
aumentan las diferencias entre ellos: uno
vive para disfrutar, el otro tiene una experiencia interior más intensa. Uno
gasta, el otro no tiene dinero para gastar.
“…el hijo del guardia imperial
volvía casi siempre después de media noche; llegaba de algún baile, de alguna
fiesta, y ya desde la calle veía, en la ventana de su amigo, la luz tenue, irregular
y acusadora de las velas. En la señal luminosa de aquella ventana había algo de
reproche…. Tenía la sensación de haber vuelto a engañar a su amigo”. (pág. 52).
“Konrád hablaba de sus lecturas y
el hijo del guardia imperial de las experiencias de la vida”. (pág. 56).
“Aquellas charlas nocturnas en la
casa de Hietzing se convirtieron con el tiempo en conversaciones entre maestro
y discípulo… Cuando Konrád –en un tono amistoso pero superior, divertido y sin
darle importancia al asunto- se burlaba del hijo del guardia imperial por todo
lo que éste había experimentado en el mundo, se notaba en su voz todo ese
sofoco, esa sed insaciable, ese deseo”. (pág. 58).
En el monólogo que sostiene el
general, el día del último encuentro, señala las diferencias entre los dos y cómo éstas los marcaron para actuar de
una u otra manera. Por eso le dice a Konrád:
“Ibas de caza pero sólo como
quien se resigna a un formalismo de tipo social. Cazabas con una expresión de
desprecio. Llevabas el arma de una manera descuidada, como si fuera un bastón o
una caña. No conocías esa extraña pasión, la más secreta de todas las pasiones
de la vida de un hombre… es la pasión por matar. Somos humanos, para nosotros
es ley de vida el matar. No podemos evitarlo… Matamos para defender, matamos
para conseguir, matamos para vengarnos. ¿Te ríes?… ¿Te ríes con desprecio? ¿Te
has convertido en un artista y se han refinado en tu alma todos estos instintos
bajos y brutales?… ¿Crees que nunca has matado a ningún ser vivo?
En este párrafo se evidencia la
diferencia a nivel formal, pero no en lo esencial. El general le recuerda que
no lo debe menospreciar por ser un cazador, ya que hay muchas formas de matar.
Un amigo que comete adulterio con la mujer del otro, ¿no mata de manera
simbólica?, ¿acaso actúa mejor que aquel que dispara a un animal? Para el
general la caza es un ritual, quien caza ejerce de sacerdote que celebra y
sublima así sus pasiones. Para Konrád es un acto salvaje que lo asquea.
LA MUSICA Y LOS QUE NO AMAN LA
MUSICA
La música es en esta novela una línea que separa al mundo en dos.
En realidad, el uso de la palabra “música” es una imagen que representa el
aspecto creativo o artístico del ser humano. Cuando habla con admiración de los
que aman la música, el general se refiere a aquellos espíritus que vibran con la belleza y que son capaces de
elevarse por encima de lo material. En oposición a ellos están los militares:
él y su padre.
La música, entendida así, separó
a sus padres:
“… la mujer pretendía domesticar
a las fieras con la música… El guardia imperial las ahuyentaba con cuchillos,
su esposa lo observaba desde la ventana. Había algo entre ellos que no se podía
reparar. No obstante, se amaban”. (pág. 24).
Cuando el general es un niño,
Nini lo define en relación a esta carencia:
“-Yo seré poeta- dijo él un día,
levantando la vista y ladeando la cabeza…
-¡Qué va! ¡Tú serás soldado!
(aclaró Nini). (pág. 31).
La música separa a los amigos:
“Konrád tenía un refugio adonde
su amigo no podía seguirle: la música. Era como si tuviera un lugar secreto,
sólo para él, donde nadie en el mundo pudiera alcanzarlo. Henrik tenía callos
en los oídos, le bastaba con la música cingara y los valses de Viena”. (pág.
47).
Pero la música también une a la madre del general y a su amigo
Konrád, y los separa del general y de su padre:
“La madre ejecutaba la pieza con
pasión: tocaban Polonesa-Fantasía de Chopin. Era como si todo se hubiera
revuelto en el salón. El padre y el hijo sentían, sentados en sus sillones en
aquel rincón, en su espera paciente y disciplinada, que en los dos cuerpos, en
el cuerpo de Konrád y en el de la madre estaba sucediendo algo. Era como si la
rebeldía de la música hubiera elevado los muebles…” (pág. 49).
Y por último, y quizás lo más
doloroso para el protagonista, es que la
música une a Konrád y a Kristina y los separa de él. La música será la
culpable, la que aleja al general de sus grandes amores, por eso se rebela
contra ella, como si fuera veneno. La única vez que el general pierde la calma
es cuando se da cuenta de ello, y consigue señalar la causa de su desgracia:
“Odio la música –dice con voz más
elevada y ronca: la primera vez en toda la noche que sus palabras delatan una
emoción-. Odio ese lenguaje armonioso, incomprensible para mí, que ciertas
personas utilizan para charlar, para decirse cosas inefables que no responden a
regla alguna, ni a ninguna ley: sí, a veces pienso que todo lo que se expresa a
través de la música es maleducado e inmoral”. (pág. 159).
¿Era la necesidad de saber la verdad lo que lo mantenía en pie?
Poco a poco nos vamos dando cuenta de que el general –como aquel otro, en su
laberinto[1]–
guardaba sin saberlo, otras motivaciones
más profundas.
A través del recuerdo se busca el sentido de la ruptura: Se habían
conocido a los diez años en la academia militar de Viena, habían permanecido
juntos durante su formación y temprana juventud. El matrimonio de Henrik con
Kriztina no los había separado y habían llevado una vida placentera en un
triángulo aparentemente armonioso.
Se van entrelazando en los
diálogos de las tres voces principales,
que se van asemejando: el narrador,
Henrik, y Konrad. Los tres despliegan una similar capacidad de experiencia
estética frente a la naturaleza y los objetos. Habla Konrad: “A veces, en medio de la selva, me acordaba del olor
a moho del zaguán de la casa de Hietzing. En Viena, la música y todo lo que yo
amaba, en sus piedras, en sus miradas y en los modales de sus gentes, todo
aquello se vivía como una pasión purificada por el corazón humano. Ya sabes,
como cuando las pasiones ya no duelen”.
Habla Henrik: “Estábamos solos en medio del bosque, en esa soledad
nocturna de la madrugada del bosque, de las fieras, donde uno siempre se
encuentra perdido, perdido en su vida y en el mundo, aunque sólo sea un
instante, y se siente atraído por un lugar que podría ser su casa, un lugar
salvaje y peligroso, pero que sigue siendo su única y verdadera casa: el
bosque, las aguas profundas, el escenario del mundo primitivo. Siempre sentía
esta sensación cuando iba de caza”.
Sin embargo, estas voces
similares pertenecen a personajes muy
diferentes en la vida real: Henrik, aristócrata de cuna, obligado a su
deber militar, en pleno dominio de sí
mismo, un burgués. Konrad, el soldado con alma de artista, el oscuro de piel, de origen humilde, apasionado y aventurero.
Este encuentro, en el que sólo
participan los dos ancianos, ocurre “a la luz de los candelabros”. El ambiente
refinado del salón del palacio de caza había sido preparado para que fuera
idéntico hasta en los más mínimos detalles a aquel otro “último encuentro”. Cada objeto va gatillando recuerdos. La única diferencia es la ausencia de la
mujer. Se encuentran aislados en una mansión
en la zona de los Cárpatos, en una Europa
que ha experimentado ya los horrores de la guerra. Se percibe cierta
resonancia con la obra “A puerta cerrada” de J.P. Sartre (1944), donde hablan
los muertos-vivos. Todo el diálogo los remite al pasado.
NECESIDADES INTANGIBLES DEL PROTAGONISTA:
¿Es la necesidad de verdad lo que mueve al general? ¿La venganza, la
reconciliación? ¿O hay alguna otra razón más profunda? Observamos que
aparentemente en la persona del general aparecen entrelazadas y en conflicto las necesidades de arraigo-amistad,
de identidad y de búsqueda de sentido de la vida. No hay referencia a
necesidades de orden trascendente, y veremos que tampoco es la verdad su móvil principal. Casi toda la obra parece ser
un intento desesperado del general Henrik de justificar su apasionada amistad
con Konrad, a pesar de la traición. Sin embargo, veremos que hay otra
motivación más profunda.
ARRAIGO-AMISTAD
Es evidente que para Henrik la cercanía con sus seres
queridos era su fuente de seguridad. Su “paraíso perdido” había sido la
relación de íntima dependencia afectiva de su institutriz Nini, que se mantiene hasta viejo. En una escena aparecen sentados
al borde de un acantilado, en una imagen que sugiere una comunión total: “Ya no
temía nada, ya sabía que él y Nini juntos eran más fuertes que nadie” (...).
“Estuvieron largo rato sentados así al pie de la higuera. Escuchaban el mar: su
rumor les era conocido. Murmuraban como murmuran los bosques de su patria. El
niño y la nodriza pensaron que todo está conectado en el mundo”.
Se produce más tarde el encuentro entre los dos amigos, en la
academia militar. “Konrad dormía en la cama contigua a la suya. Tenían diez
años cuando se conocieron”. “Convivieron con naturalidad, desde el primer
momento, como gemelos en el útero de su madre”. “Ellos supieron, desde el
primer momento, que su encuentro prevalecería durante toda su vida”. “El
húngaro era alto, delgado y frágil. Konrad era lento sin ser perezoso, reía
poco, era callado y estaba siempre atento”. Creció la amistad entre ellos. “En
la academia los muchachos dejaron pronto de hacer bromas sobre su amistad...
Había algo en ella, ternura, seriedad, entrega, algo de fatalidad, y todo este
resplandor desarmaba hasta a los más bromistas. La gente no desea nada con más
fervor que una amistad desinteresada. La desea con fervor, aunque sin
esperanza”. “Preparaban juntos la lista de sus pecados”.
Cuando de viejo, empieza a
encarar a Konrad acusándolo de romper esta idílica
amistad, le dice: “Había una sola y única cosa que yo no me podía explicar:
que hubieses pecado contra mí. ...en medio de una confianza y de una íntima
hermandad como la que une a los gemelos... Los dos cuerpos viven en simbiosis,
como en el útero materno... Los dos aman y odian a la misma persona”.
Los últimos capítulos son un
intento desesperado de justificar su
amistad, a pesar de lo ocurrido: “Si
tú y yo no hubiéramos sido amigos –le dijo Henrik– tú no habrías regresado
cuarenta y un años después, como el asesino, el delincuente que vuelve al lugar
del crimen. Y ahora tengo que decirte algo terrible: Tú y yo seguimos siendo
amigos”. “Tú has matado algo en mí, has destruido mi vida y yo sigo siendo
amigo tuyo. Y yo ahora, esta noche, estoy matando algo en ti, y luego dejaré
que te marches a Londres, al trópico o al infierno, y seguirás siendo amigo
mío.” (...) “Quizás en el momento en que levantaste el arma contra mí, para
matarme, nuestra amistad llegaba a su cima y adquiría una intensidad no
alcanzada durante los veintidós años de nuestra juventud”.
Incluso buscó dar una explicación extrema al intento de asesinato identificando
el odio con el amor: “todo lo había comprendido ese día de cacería. El
sentido sagrado y simbólico de matar. Matar es sensual. Es extraño, pero en
húngaro, matanza y beso son parecidos y tienen la misma raíz”. Hablando de la caza...
“sientes en tus manos un temblor ancestral, tan antiguo como el hombre mismo,
la disposición para matar, la atracción cargada de prohibiciones, la pasión más
fuerte”. “Esto mismo sentiste tú quizás por primera vez en tu vida, cuando en
aquel bosque, en aquel punto de acecho, levantaste el arma y apuntaste para
matarme”. Continúa Henrik hablando de esa mañana: “La realidad era que tú me
odiabas, que me habías odiado durante veintidós años, con una pasión cuyo
fervor caracteriza sólo las relaciones más intensas, como...sí, como el amor...
¿Por qué me odiabas?”.
Para Henrik había una sola cosa que los distanciaba: “Konrad tenía un refugio adonde
su amigo no podía seguirle: la música.
Era como si tuviera un lugar secreto,
sólo para el, donde nadie en el mundo pudiera alcanzarlo”. Muy fugazmente, y
casi al final de la obra, por fin sale de su corazón el dolor ante la distancia
que sentía con sus seres amados: “Mi madre, tú y Kristine estáis en la otra
orilla, donde no puedo llegar”. Apunta hacia un culpable: “Odio la
música...odio ese lenguaje armonioso, incomprensible para mí, que ciertas
personas utilizan para charlar, para decirse cosas inefables...”.
IDENTIDAD:
Gran parte de la novela es un
repaso repetitivo de los límites entre
él y su amigo. Parece que necesita afirmar una y otra vez “Quién soy yo, quién eres tú, y qué
distancia hay entre los dos”. Atribuye a Konrad toda pasión oscura, desbordante y tormentosa. “Tú eras el
pariente de Chopin, el misterioso, el orgulloso. Pero en el fondo de tu alma
habitaban una emoción convulsa, un deseo constante, el deseo de ser diferente
de lo que eras. Es la mayor tragedia con que el destino puede castigar a una
persona. Tenemos que conformarnos con lo que somos... pero tú no has podido
soportarlo”. Uno tras otro van cayendo los juicios
negativos sobre el amigo, sin apenas atisbar su responsabilidad en la
ruptura. Vemos una constante proyección sobre Konrad de todo aquello que no quiere reconocer dentro de sí. Al
mismo tiempo, busca poseerlo desesperadamente.
LA VERDAD:
No parece ser ésta la necesidad más relevante. Tuvo oportunidad de
saber la verdad. Había guardado durante esos cuarenta años el diario de vida de
su esposa. Una vez frente al amigo, prefirió lanzarlo al fuego y quedarse
con su propia versión. Nadie que quiere saber la verdad espera cuarenta años.
Más bien al contrario, ¿no habría más bien un intento novelesco –apasionado– de
crear una tremenda tensión? “Las personas que entregan su alma y su destino a
la soledad no tienen fe. Sólo esperan el día o la hora en que puedan dilucidar
todo lo que les ha conducido a la soledad con las personas que son responsables
de ello.”
BÚSQUEDA DE SENTIDO:
Un concepto tan abstracto como el
“sentido de la vida” se traduce finalmente en el relato personal
e íntimo que cada persona elabora con los acontecimientos más relevantes de su
vida. Su objetivo es encontrar aquello por lo que valió la pena vivir.
Esta necesidad era un motor muy fuerte en la narración del general:
“Uno siempre responde con su vida entera a las preguntas más importantes.
¿Quién eres? ¿Qué has querido de verdad? ¿Qué has sabido de verdad? ¿A qué has
sido fiel o infiel?”
Se necesitan varias lecturas para
darnos cuenta de que el general, más que encarar la verdad, o reconciliarse con
su amigo, necesitaba contar su propia historia.
Porque en este contar él va buscando una
reconciliación interior, y una razón para justificar su vida, necesidades
que se hacen acuciantes al término de la vida.
Hay pistas que indican que el general, tan recto e inflexible
exteriormente, ocultaba un alma apasionada, un temperamento artístico. Una de ellas es su propia voz narrativa.
Y además el narrador omnisciente, que sí sabía quién era el general, nos lo
sugiere. Así describe la mansión en que vivía Henrik: “En los picaportes se
sentía el temblor de unas manos de antaño, el fulgor de momentos pasados,
llenos de duda, cuando aquellas manos se atrevían a abrir una puerta. Todas las casas donde vive gente tocada por
la pasión con toda su fuerza se llenan de este contenido impreciso”.
El momento clave lo encontramos cuando el general, después de habernos
narrado su propia versión de los hechos, finalmente le pregunta al amigo:
¿“Crees tú también que el sentido de la vida no es otro que la pasión?... ¿Y
que si hemos vivido esa pasión no hemos vivido en vano? ¿Y que quizás no se
concentre en una persona en concreto, sino en el deseo mismo?”
–“Sabes que es así” responde
Konrad.
CODA:
La proximidad de la muerte hace de marco para esta revisión de la
“trayectoria vital” en que el protagonista va expresando sus necesidades de
encontrar un sentido: la búsqueda de la
verdad va derivando en un intento desesperado de salvarla amistad a pesar de la
traición, para terminar finalmente en una reconciliación interior. Después
de cuarenta años el general logra
reconocer como suya toda aquella pasión amenazante que proyectaba en Konrad.
De esta manera logra, en cierta forma, aceptar y perdonar a su amigo, al reconocer
dentro de sí una naturaleza semejante. En mi opinión, esto explicaría el “saborear una copita” mientras compartían el
terrible secreto. En esta búsqueda de sentido y de identidad –un ejercicio de
reminiscencia al final de la vida– hecha en forma de un relato apasionado se
revela en él su propio ser de artista. Son necesarias numerosas lecturas
para desentrañar la enorme tensión de esta obra, que nos dispara en múltiples
dimensiones. En este sentido, se confirma que es un clásico: “una forma significativa
que te lee”, en palabras de George Steiner.
[1] El
general en su laberinto es una novela del escritor colombiano y Premio
Nobel de Literatura Gabriel García Márquez. Se trata de una novela histórica
que recrea los últimos días de Simón Bolívar, uno de los principales líderes de
los procesos de independencia política desarrollados en América del Sur en el
primer cuarto del siglo XIX. Publicado en 1989, el relato se centra en el último
episodio protagonizado por Bolívar: el viaje que le llevó de Bogotá a la costa
caribeña de Colombia para intentar abandonar América y exiliarse en Europa. En
la novela, que se puede encuadrar en el subgénero narrativo de las novelas de
dictadores, "la desesperanza, la enfermedad y la muerte inevitablemente
superan al amor, la salud y la vida". Rompiendo con la tradicional visión
heroica de Bolívar, ofrece un retrato del libertador cercano al patetismo y
subrayando los rasgos que acompañan a su prematura vejez: físicamente enfermo y
mentalmente exhausto. La novela explora los laberintos de la vida de Bolívar a
través de la narración de sus recuerdos.
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