miércoles, 9 de noviembre de 2011

Apolo y Dafne


APOLO Y DAFNE
La ira de Eros


"Reduce, bella fugitiva, reduce tu velocidad,
Olvida tus temores y gira tu hermosa cabeza;
Verás un amante cansado con los mejores deseos."

Prior



Soneto

Supón que de verdad Dafne murmura
en lo que llamas quejas de esta planta,
sin sospechar la dicha que suplanta
en verde luz la antigua criatura.

Siente temblar al viento mi cintura
donde se enreda el día que adelanta,
la voz multiplicada que te canta,
¡oh Apolo, esta tristeza de ser pura!

Río del aire, estremecida escala
donde la danza aprende la cadencia
y urden abeja y flor su claro juego,

te amaré, dios de miel, tortura de ala,
con la misma encendida resistencia
con que te huí mujer y árbol me entrego.

Julio Cortázar.



Alguna vez Apolo quiso competir con Eros (cupido) en el arte de lanzar flechas. Eros, molesto por la arrogancia de Apolo, ideó vengarse de él. Para ello lanzó al hermoso dios una flecha de oro, que causa un amor inmediato a quien hiere; por el contrario, hirió a la ninfa Dafne con una flecha de plomo, que causa desprecio y desdén.


El calor ha recluido en sus guaridas a las fieras, el río parece haber detenido el curso de sus aguas y ni siquiera rasgan el aire las alas de las mariposas. El sol deja caer a plomo sus rayos, penetra entre las ramas y sofoca en el bosque todo signo de actividad. Silencio. Dafne, con los ojos entornados, descansa sentada en la orilla, refrescando sus pies en la corriente del río Peneo.


De pronto, se incorpora y gira hacia atrás la cabeza. Quizá la ha alertado un ruido, el roce de una hoja, o la sensación de una mirada ardiente sobre su nuca. A unos pasos de ella, un hombre en pie la mira. Al percibir el sobresalto de la muchacha, el hombre tiende hacia ella su mano y le dice: “no temas, soy Apolo y ardo de amor por ti.”


Los pies de Dafne vuelan más veloces que el viento, se internan entre los árboles, saltan nudosas raíces, esquivan obstáculos. Si antes eran aliados de su belleza, ahora sus cabellos son un estorbo, pues se prenden en las ramas y le frenan la huída. Apolo no es menos veloz: a él no lo impulsa el miedo ni el rechazo, sino el deseo.


El descarnado e inmediato deseo de poseer a la joven espolea su cuerpo entero, le confiere energía y lo hace incansable. A Dafne se le agotan las fuerzas: sus piernas flaquean, la respiración se hace más fatigosa, sus movimientos se tornan torpes. Siente a sus espaldas el aliento del dios, las puntas de sus dedos que están a punto de aferrarla.


La ninfa dedica su último esfuerzo a pedir auxilio a su padre, el río Peneo: “Padre” – dice – “si tienes algún poder divino, ayúdame. Haz que desaparezca este cuerpo mío, puesto que es lo único de mí que desea mi perseguidor”. Y su padre, compadecido, hace que al instante broten ramas de sus dedos, raíces de sus pies, hojas de sus cabellos.


Cuando Apolo consigue al fin alcanzarla, es a un tronco leñoso, a un esbelto laurel a quien abraza, viendo su deseo burlado, dijo: “Y puesto que no puedes ser mi mujer, en verdad serás mi árbol. Siempre te tendrán, laurel, mi cabellera, mi cítara, mi aljaba.”




Nota
El árbol de laurel fue así consagrado a Apolo, y la corona de sus brillantes hojas se convirtió en el premio que recibían los mejores poetas, músicos o artistas.


Interpretación del mito, por Robert Graves

La persecución de Dafne, la ninfa de la montaña, hija del río Penco, y sacerdotisa de la Madre Tierra, se refiere, al parecer, a la toma por los helenos de Tempe, donde la diosa Dafne («la sanguinaria») era adorada por un colegio de Ménades orgiásticas que masticaban laurel.


Después de suprimir el colegio —la relación de Plutarco sugiere que las sacerdotisas huyeron a Creta, donde la diosa Luna se llamaba Pasífae — Apolo se hizo cargo del laurel, el que más adelante sólo podía masticar la Pitonisa. Dafne debía tener cabeza de yegua en Tempe, lo mismo que en Figalia; Leucipo («caballo blanco») era el rey sagrado del culto del caballo local, y anualmente lo despedazaban las mujeres desenfrenadas, quienes se bañaban después de asesinarlo para purificarse, pero no antes.




    No hay comentarios:

    Publicar un comentario

    Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.