sábado, 12 de mayo de 2012

Amos Oz: "No digas noche"

Amos Oz [1] : No digas noche


“El que tiene un poco de piedad, encontrará piedad por todas partes.”



1. El asunto:

Esta obra nos revela un Amos Oz relajado, concentrado en el mundo íntimo y envolvente de una pareja ya madura, aunque con una cierta distancia de edad entre ellos, y a la vez nos habla de la vida cotidiana en un pequeño pueblito junto al desierto, con las pequeñas e insignificantes historias de sus habitantes: tenderos, oficinistas, empleados, profesores, estudiantes, jubilados, etc., sus costumbres y relaciones mutuas: amores, odios, rencillas, bodas, entierros. Sin entorno político -que sólo se intuye como una nebulosa alrededor- la novela discurre como si sucediera en cualquier otra parte del mundo, es decir, no importa dónde, porque su centro gravita en la relación de la pareja protagonista, y sus vínculos con los habitantes de pueblo y fuera de él.

Desde esta perspectiva Teo y Noa forman una pareja interesante. Él, a sus más de sesenta años, es un personaje bien conocido en Tel Keidar, la pequeña ciudad donde viven, construida hace pocos años en medio del desierto del Neguev. Combatió a los ingleses durante el Protectorado y participó en las guerras entre árabes e israelíes, ocupó diversos cargos en la administración de Israel y no le faltan contactos e influencias. Ahora, aparentemente retirado, pasa buena parte de su tiempo contemplando el desierto.

Noa, 15 años más joven que él, es profesora de literatura en el instituto local y, en apariencia, una destacada activista de cualquier causa que despierte su sensibilidad, en parte por su carácter apasionado, en parte por escapar de la sombra de Teo y demostrar que es alguien por sí misma.

Sereno, organizado, pragmático, protector, Teo no puede ser más distinto de Noa, vehemente, impulsiva e independiente. Ambos se mueven continuamente por la delgada línea que separa el equilibrio del choque frontal. Se quieren, es cierto, y se complementan perfectamente: cada uno tiene justo lo que le falta al otro. Pero, quizá por haber iniciado su relación a una cierta edad tras años de soledad –viajando por Latinoamérica él, ella cuidando de su padre anciano y enfermo– necesitan continuamente definir su propio espacio.

Viven un amor tranquilo, sin hijos, aderezado por los personajes que giran a su alrededor: un chistoso maduro con ínfulas de galán, la alcaldesa de mano firme y decidida, el zapatero que perdió a su mujer y a su hijo en un atentado, el autor de la columna “la voz que clama en el desierto” del periódico local, los inmigrantes rusos a quien Teo presta su ayuda, y la estudiante que pasa con Noa cada vez más tiempo antes de su ingreso en el ejército, y con la que en ocasiones habla del amor.

“Nadie sabe nada acerca de los demás. Y menos que nada cuando se trata de amor. El amor, según su opinión, era realmente un estado destructivo. Dos extraños que de pronto se ven, no es que se vean, se huelen, y en un abrir y cerrar de ojos quedan más unidos que una hermana y un hermano…Y muchas veces se trata de dos que no son amigos ni conocidos ni compañeros, sólo están enganchados el uno al otro aunque el mundo se derrumbe a su alrededor…Quizás deberían inventar, también para estos casos, alguna terapia de desintoxicación.”


2. Los personajes:

No digas noche es una novela de corte intimista, para disfrutarla poco a poco. Su lento ritmo, su tempo lento -podría ser un adagio- permite disfrutar de la cotidianeidad de cada momento.

Noa, la co-protagonista, es una mujer que encierra dentro de sí un deseo de proyectarse en los demás, una necesidad de apasionarse por algo, y a la vez sensata, culta, que tras una vida de enclaustramiento junto a su inválido padre, renace de sus cenizas al morir éste, y comienza una serie de trabajos y actividades que finalmente la conducen a Sudamérica, donde acaba por conocer a Teo, un maduro ingeniero, independiente, ave solitaria, inteligente, que cae finalmente subyugado ante el encanto de esta mujer, después de años de soledad selvática. Pero tras una serie de encuentros fuera de Israel (el país natal de ambos), ambos deciden finalmente retornar a sus orígenes y se instalan primero y por corto tiempo en una población costera israelí y finalmente en un pueblo limítrofe con el desierto. Y a partir de ahí desarrollan una vida predecible, casi minuto a minuto, durante años.

Pero, de pronto, surge una incidencia, una complicación inesperada: un alumno de Noa, prácticamente desapercibido por ella, se suicida por sobredosis. A partir de ahí, se inicia un proceso que complica la vida de Noa y de Teo, en general del pueblo, ya que revoluciona la opinión pública y crea una serie de conflictos alrededor, que hacen que la vida tranquila y sedentaria de la pareja se tambalee. Noa se toma muy apasionadamente el llevar adelante un proyecto que nadie desea, y que ni ella misma sabe muy bien qué razón interna la motiva a abrazar esa causa con tanta fuerza. Culpabilidad encubierta, antiguos recuerdos familiares, ausencia de hijos, en fin, el caso es que se lanza a una serie de actividades y de relaciones con personas de las cuales también vamos conociendo sus vidas, como la del padre del chico fallecido, que cuenta una preciosa historia sobre su infancia en Nigeria, con un chimpancé adoptado al que llegan a considerar uno más de la familia y finalmente han de volver a abandonarlo en la selva donde lo encontraron. O cómo relata Teo el encuentro de Noa con el autoestopista irlandés en plena lluvia y su reacción, desproporcionada e inesperada incluso por ella misma. La relación de Noa con Tel, desconcertante para Teo, aunque acaba por engullirla, convirtiéndola en rutinaria, como la lectura del periódico por las mañanas o la escucha de Radio Londres por las noches. O los paseos por el desierto, deliciosamente cálidos, a veces misteriosos, a veces angustiosos.

Teo, que, por su edad y trayectoria vital ha llegado ya a una situación de estabilidad, es el pilar en que, inconscientemente, se apoya Noa. Ella no quiere reconocer esa deuda, pero la tiene. No quiere necesitarlo, pero lo necesita. Y quizás se embarca en el proyecto enloquecedor para tratar de desligarse de la atadura que la une tan fuertemente a Teo. Sin embargo, el proyecto no acaba de cuajar, todo son problemas y Noa deja de interesarse cuando Teo, que era el que se mantenía al margen, por expreso deseo de ella, empieza a tomar cartas en el asunto y a considerarlo casi como propio. Lentamente, las cosas van volviendo a su cauce anterior, las rutinas, y se van sustituyendo unos objetivos por otros, aunque ya sabemos que van a seguir siendo proyectos, que van a quedar flotando en el aire seco del desierto, que los personajes van a seguir su inercia vital y que todo va a ser lo mismo.

No es ésta una novela sobre héroes, ni sobre grandes personajes, o gente importante. Es una novela sobre relaciones humanas cotidianas, sobre lo que podría haber sido pero no fue. Más que pesimismo, yo diría que de esta obra se desprende como una cierta nostalgia, una ternura para con el ser humano, una indulgente mirada sobre lo que significa la humanidad, sobre la contraposición entre los grandes proyectos y las insignificantes cosas que finalmente llevamos a cabo en nuestra vida diaria, sobre las relaciones humanas básicas, la soledad y el amor.

Los personajes son tratados desde la intimidad, la ternura y la indulgencia. La exclusión del mundo exterior acentúa el tono melancólico y el ritmo pausado: el tratamiento de la soledad y el final. Un tanto descorazonador. Se nota que el autor se retrata un poco, y lo vemos algo hundido, con las ilusiones juveniles ya lejanas y con severas sospechas de que las cosas van a seguir así por largo tiempo, que los humanos no tenemos remedio.


3. Miradas distintas.

Amos Oz, con un estilo directo y sincero, muestra su gran capacidad para crear personajes muy humanos, invitando al lector a participar de la intimidad de una pareja madura que, a pesar de la edad y del camino ya recorrido, aún están buscando su lugar frente al otro.

La peculiaridad de esta historia es que, aparte de algunos capítulos dedicados a describir Tel Keidar y sus habitantes, está contada en primera persona alternativamente por sus dos protagonistas. A lo largo de los días que ocupa la narración, el lector tendrá dos versiones de una misma velada o de un recuerdo común. Incluso en los lances más cotidianos, es interesante observar cuán distintas son las visiones de Noa y Teo; cómo lo que para uno carece de importancia, es trascendental para el otro. Oz maneja hábilmente estos puntos de tangencia, caracterizando a los personajes al remarcar qué capta la atención de cada uno de ellos.

En un principio el texto se centrará en la convivencia de la pareja, en sus encuentros y desencuentros, en la tensión que sus diferencias de carácter proyectan sobre su vida común. Lentamente el foco se va desplazando hacia el proyecto del centro de rehabilitación y las distintas actitudes con que ambos lo afrontan (o dejan de hacerlo). Por el camino el lector irá conociendo la historia de Teo y de Noa, y la de otros habitantes de la pequeña ciudad donde viven. De este modo, además de mostrar al lector cómo se ven el uno al otro en el momento de la narración, Oz le permite conocer la versión de cada uno de ellos de los días en que se conocieron en Latinoamérica, ocho años atrás, tan importante para entender su relación actual.

El proyecto del centro de rehabilitación va a comprometer el precario equilibrio que ambos han logrado alcanzar. Ella lo afronta como algo personal, una ocasión de ajustar cuentas con errores pasados y de afirmar su independencia y su capacidad. Por su forma de ser,su enfoque sobre el proyecto es completamente emocional; no le basta con llevarlo a cabo, tiene que hacerse a su manera, sin concesiones ni soluciones de compromiso, y sin ayuda. Y, sobre todo, tiene que hacerse sin ayuda de Teo, que en el resto de facetas de su vida ejerce de padre omnipresente, siempre comprensivo y condescendiente con los fallos y debilidades de ella.

El problema es que precisamente es Teo la persona perfecta para encargarse del proyecto y conseguir que salga adelante, a pesar de la oposición de los vecinos y de la Administración, por su experiencia como planificador y por sus contactos. Y además, todo el mundo lo sabe. Teo es consciente del efecto que su entrada en el comité tendría para Noa, por eso se limita a observar y a esperar. Pero su actitud también saca de quicio a Noa, que lo imagina esperando paciente a que ella fracase para acudir a salvarla de nuevo.

“Desde el principio supo que yo era demasiado pequeña para sacar adelante esta iniciativa…Se mantiene al margen, y de momento, intenta no entrometerse, por puro tacto. Así se comporta un adulto, dejando que el infante escale según su voluntad, aunque, sin que el niño se dé cuenta, se ubica en el pinto preciso con los brazos extendidos, cerca de las caderas del niño, por detrás, para poder cogerlo si llega a caerse.”

Esta historia es el pilar central alrededor del cual Oz levanta un entramado relaciones personales, un pequeño universo de vidas apenas esbozadas (el amigo de Noa, interpretando continuamente un papel de seductor que él mismo no termina de creer; la alcaldesa, pragmática y endurecida, ya de vuelta de todo; el zapatero, que perdió a su mujer y a su hijo en un atentado; la chica que limpia la oficina de Teo y su familia, emigrantes del este de Europa recién llegados a Israel), perdido en medio de un desierto siempre presente, hermoso y amenazador como la promesa de una nueva vida.

4. Las voces.

Hay tres narradores: Noah, Teo y un externo que hace su aparición para comentar situaciones importantes y así complementar la historia. Teo es un hombre que refleja esa calidez, ese padre-amante, ordenado y meticuloso, que busca satisfacer y cuidar de la mujer que ama. Noa, la mujer-niña, que también ama y se deja querer por el hombre que ha encontrado. Ella es independiente e inmadura, mientras que él quiere protegerla sin acoso, aunque con su afán por no discutir, permite que las decisiones atropelladas de su mujer vayan demasiado lejos, por lo que al final el "tendríamos que haber luchado" y demás observaciones, no logran contrarrestar las razones objetivas que se fueron dando a lo largo de la trama.

El hubiera no existe, y si desde un principio faltó el compromiso real, los lamentos ya no sirven de nada.

En cuanto a la forma técnica, la narración está dividida en capítulos alternando las dos primeras personas (Noa y Teo), que nos van contando sus respectivas versiones de su común vivir, y algunos capítulos en tercera persona, un hipotético narrador externo que hace de nexo entre los demás. Así, conocemos sus distintas reacciones, a veces completamente dispares o contrarias, ante los mismos hechos, a la vez que, ya en clave subjetiva, nos sumergimos en sus sueños, sus pensamientos más profundos, sus recuerdos.

Oz nos deja vivir en primera persona, las mismas acciones del día a día desde los distintos prismas de Teo y Noa. Podemos percibir la vida de una pareja a través de sus propios sentidos. Intenta que lo veamos tan de cerca, que la narración se realiza en primera persona por ambos protagonistas.

Otra característica que ha llamado mi atención es la ausencia de diálogos estructurados. El autor los integra, sin guiones, a la narración, sin que esta pierda un ápice de belleza. Y nos deja a lo largo de la novela momentos tan deliciosos como este:

“Ahora, en medio de un silencio total, es como si todo se hubiera detenido; hasta los planetas parecen haber dejado de moverse por cansancio. Y da la impresión de que siempre será noche. Que todas las estrellas son tragaluces minúsculos en el selo del piso de arriba, estalactitas que brillan con las llamas que arden al otro lado del firmamento. Si se levanta el telón, la tierra se inundará de esplendor y todo se aclarará. O arderá.”

Se trata de un libro cálido, introspectivo y luminoso. Me encantaron las metáforas sobre luces, sombras y reflejos que aparecen -sobre todo- en la primera parte del libro, intercaladas con el polvo translúcido y el calor sofocante.

“Hay una luz plateada fina y fresca por toda la tierra.”

En un territorio hostil, la vida se manifiesta por todas partes: montañas, tierra, agua, polvo, piedras, que se unen a las vivencias de los personajes, quienes tratan de encontrar sentido a su existencia.

Un relato muy afectivo, humano e incluso intenso dentro de dentro de la calma que, entre otras cosas, el mismo entorno proporciona. El cariño se compone de momentos que, fundiéndose en lo cotidiano, tienden a desaparecer para después reconstruirse; el vaivén y los defectos propios de la misma vida.



[1] Amos Oz (Jerusalén, 4 de mayo de 1939), nacido Amos Klausner, es un escritor, novelista y periodista israelí, considerado como uno de los más importantes escritores contemporáneos en hebreo. Premio Israel de Literatura (1988); Premio Goethe de Literatura (2005) por su libro autobiográfico Una historia de amor y oscuridad; y candidato varios años consecutivos al Premio Nobel de Literatura. Fue uno de los fundadores del movimiento pacifista israelí Shalom Ajshav. Es profesor de Literatura en la Universidad Ben-Gurión de Beer Sheba, en el Néguev y miembro de la Academia Europea de Ciencias y Artes. En 2007 recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Letras.

Descendiente de una familia de emigrantes rusos y polacos. Hijo de Yehuda Arie Klausner, intelectual sionista de derecha y de Fania Mussman. Sus padres huyeron en 1917 de Odesa a Vilna, y de allí al Mandato Británico de Palestina en 1933. Su madre se suicidó cuando él tenía 12 años.

En 1954, Oz entró en el kibutz Julda. Desde entonces se le conoce por su nombre actual. Mientras estudiaba Literatura y Filosofía en la Universidad Hebrea de Jerusalén, entre 1960 y 1963, publicó sus primeros cuentos cortos. Estudió también en la Universidad de Oxford. Desde 1991 es miembro de la Academia del Idioma Hebreo.

Participó en la Guerra de los Seis Días y en la Guerra de Yom Kipur y fundó en los 70, junto a otros, el movimiento pacifista Shalom Ajshav ("Paz Ahora").

Ha escrito 18 libros en hebreo y alrededor de 450 artículos y ensayos. Sus obras han sido traducidas a más de treinta lenguas, entre ellas el español.

En su libro Las voces de Israel, se encuentra una entrevista de un extremista de derecha israelí que varios autores como Israel Shamir han relacionado con Ariel Sharón. Según el periódico francés Le Monde Diplomatique, la entrevista no sería de Sharon.

Oz es uno de los intelectules más eminentes de la izquierda israelí y pronuncia sus opiniones contra los asentamientos israelíes en los territorios palestinos, tal como sus opiniones social demócratas y pacifistas en varios periódicos israelíes como Ha'aretz y Yedioth Ahronoth. Es un miembro del partido social demócrata pacifista Meretz. Condenó algunas operaciones de las Fuerzas de Defensa Israelíes durante el Conflicto de la Franja de Gaza de 2008-2009 y las llamó crímenes de guerra. (http://es.wikipedia.org/wiki/Amos_Oz)

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