jueves, 23 de diciembre de 2010

Fulcanelli: "El misterio de las catedrales"


El azufre, la sal y el mercurio de los alquimistas representan los distintos elementos de la psique humana. De la misma forma el recipiente en el que se mezclan, conocido como Athanor, simboliza el propio hombre. Siguiendo este ejemplo el fuego en que se deposita, denominado "Incendium amoris", simboliza la fuerza transformadora del calor del amor espiritual. Durante el experimento veremos que las sustancias se vuelven, inicialmente, negras, es la putrefacción de la que hablan los místicos, el estadio de purificación; después se vuelve blanca y se transforma en plata, es el estadio de iluminación del alma; finalmente se vuelve roja y se transforma en el preciado metal del oro, un elemento que es más que un noble metal, es el oro espiritual, la conclusión de la Magnum Opus que corresponde al estado unitivo místico.

La simbología alquímica tiene un poderoso contenido espiritual. Esta simbología la encontramos en todos los alquimistas. Fulcanelli decía que "... el espíritu popular, impregnado por completo de misticismo oriental, se complacía en los jeroglíficos, el velo simbólico, la expresión alegórica". Pero se trata de una simbología que entraña un poderoso mensaje secreto, como aquel que un ángel en sueños, vestido de blanco, muestra a Nicolás Flamel un grueso libro de tapas de cobre al tiempo que le dice: "Mira este libro del que no comprendes nada, ni tú ni los demás. Un día verás en él lo que nadie puede ver".

En la alquimia el azufre, padre de los metales, es el elemento masculino, activo y fijo; el mercurio, que por su parte es la madre, es el elemento femenino, pasivo y volátil; y la sal o el arsénico se convierte en el Espíritu Universal, hijo de los dos primeros elementos.

El azufre y el mercurio, en el sentido alquímico, no tiene nada que ver con las sustancias químicas del mismo nombre, son pues principios, símbolos que se refieren principalmente metálica para el azufre, combustibilidad y color para el mercurio. En este contexto el tercer elemento no es otra cosa que el principal agente de la transmutación metálica.

El argot alquimista y el bestiario alquímico.
El argot alquimista también constituye todo un vocabulario cargado de simbolismo, así los alquimistas llaman magisterio a sus trabajos, habiendo el "magisterio" de los pesos para aumentar la tara de un cuerpo sin afectar su volumen; "magisterio" de la calidad, para purificar y limpiar el metal de todo lo nocivo; y el "magisterio" de los principios que permite conocer lo esencial de un cuerpo con la ayuda de la descomposición de este.

Por otra parte estará la gran obra alquímica que lleva a la fabricación de la piedra filosofal que transformará y transmutará; la putrefacción que hará que nazca un nuevo elemento partiendo del negro, pasando luego al verde y el amarillo, hasta llegar al blanco donde se alcanza la purificación. Así, al final del gran magisterio o quintaesencia, se puede preparar el polvo de proyección, que es el agente efectivo de la transmutación en oro o crisopeya.
En realidad todo el secreto de los alquimistas está en disolver y coagular, ya que en este proceso la materia se transforma gracias al fuego o los ácidos. Y donde la piedra filosofal es el agente de la transmutación de los metales por medio del polvo de proyección, el elixir de la larga vida es el agente de la transmutación del alquimista en inmortal. Porque la piedra y elixir son una misma cosa con formas diferentes

Hay un bestiario alquímico, ya que también los animales tienen un simbolismo destacado entre los alquimistas, así el cisne es símbolo de la Obra al blanco; el cuervo, símbolo de la Obra al negro o en estado de putrefacción; el pavo real, es el estado de la materia de la Obra en el momento en que los colores de la cola del pavo real se manifiestan en la superficie; el dragón alado, es el mercurio de los Sabios o materia volátil; el águila es el símbolo de la sublimación o disolución de la materia; el león es el símbolo de la parte fija de la Obra, de la materia en sus diferentes estados, y si no tiene color simboliza el Azufre de los Sabios u Oro; la serpiente coronada, es el agente catalizador de la unión del azufre y el mercurio.

Los textos alquímicos se convierten en un galimatías de signos herméticos, símbolos y expresiones que sólo los adeptos llegaban a comprender. Así, cuando el gran adepto árabe Djabir ibn Hayyan, conocido como Geber, escribe: "Traedme los seis leprosos para que los cure", no quiere decir que está tratando a seis enfermos y que los va a medicar, lo que quiere decir y que bien interpretan los adeptos es "Traedme los seis metales viles para que los transforme en oro". Como vemos, toda una doble lectura material y espiritual.

En algunos signos alquímicos, los astros también representaban un papel determinante, y en todos sus trabajos los alquimistas tenían muy en cuenta su posición en el cielo, sus conjunciones, sus ocultaciones, las puestas de sol y los amaneceres y todo lo relativo a su situación. Así Ripley explica: "es preciso comenzar al ponerse el sol cuando el marido Rojo y la esposa Blanca se unen en el espíritu de la vida", párrafo cargado de simbolismo al que añade: "...desde Occidente avanza por entre las tinieblas hacia el Septentrión; altera y disuelve al marido y a la mujer, entre el invierno y la primavera... /... a través de los colores variados hacia el Oriente, donde se muestra la Luna llena".

En otro texto, refiriéndose a la piedra filosofal Ripley utiliza el simbolismo animal al explicar:"...en primer lugar el león verde, que un líquido espeso que hace salir el oro escondido en las materias innobles; el león rojo, que convierte los metales en oro: es un polvo de un rojo vivo; la cabeza del cuerno, llamada también la vela negra del navío de Teseo, depósito negro que precede al león verde y cuya aparición al cabo de cuarenta días promete el éxito de la obra: sirve para la descomposición y para la putrefacción de los objetos de los que se quiere obtener el oro".

El misterio de las catedrales
Para Fulcanelli las catedrales eran un lugar de reunión usado por gente muy especial cuyos fines eran distintos a la estricta observancia religiosa ortodoxa que se basaba en misas, funerales, matrimonios y otros actos religiosos.

A través de sus dos únicos libros Fulcanelli revela detalles de gran importancia en numerosos templos. Por ejemplo, señala que el bajorrelieve en el capitel de una gran columna de la nave de Notre Dame de Estrasburgo - representando un cerdo que lleva un acetre, asnos con hábito sacerdotales y una zorra encerrada en una urna portada por unos monos como ofrenda -, no es una procesión satírica y blasfema, sino la Procesión del Zorro. Fiesta medieval de significado esotérico. Este y otros muchos detalles llevaron a Fulcanelli a concluir que las catedrales góticas estaban cargadas de filosofía expuesta de una forma arcana.
Fulcanelli advertía que, pese a muchos fragmentos que habían sido reformados, las catedrales seguían conservando simbolismos originales con secretos arcanos en los rosetones, en los arcos en punta, en las gárgolas y en muchos bajorrelieves.

Para Fulcanelli el gótico es una clave fonética cabalística, cuyo significado es jerga, un lenguaje particular de toda una serie de individuos que quieren transmitir un secreto a través de los siglos. Un secreto transmitido por los albañiles masones, con restos de otros lenguajes como los dialectos gitanos, el picardo y el antiguo provenzal.

Veamos brevemente, algunos aspectos importantes que Fulcanelli identifica en las catedrales.
Inicialmente para el desaparecido alquimista, la planta cruciforme de las iglesias góticas con es sólo una alusión a la cruz de Cristo, sino también al crisol alquímico, que en el antiguo francés arcaico se denominaba "cruzol". Por otra parte la materia primera del alquimista sufre un proceso similar al de Cristo: tortura, muerte, resurrección y transformación. Un detalle, la planta cruciforme es también la representación de los cuatro puntos cardinales o los cuatro elementos del alquimista. Con el ábside elíptico de las catedrales, la planta cruciforme se convierte en la "crux ansata" egipcia, símbolo de la vida universal encerrada en la materia.
Fulcanelli también prestó especial interés a la decoración de los suelos, concretamente a los laberintos de mosaico de las iglesias de Sens, Reims, Auxerre, Saint-Quentin, Poitiers y Bayeux; en estos laberintos ve el emblema de los principales tropezadores de la gran obra: el orden y el método.

El mismo laberinto de Chartres, no puede considerarse como un laberinto, ya que sólo tiene un camino que conduce al centro, un camino determinado y no otro que, además, debe ser seguido según un ritual que se convierte en una especie de danza sagrada. Si se sigue entendiendo esta finalidad, manteniendo el ritmo y el ritual, se llega al centro con una apertura de la intuición hacia las leyes y armonías naturales; ya que algo actuará sobre el que camina por el laberinto.

Al tratar del tema de la orientación de la mayoría de los templos, Fulcanelli destaca que el ábside, está cara al sudeste, la entrada hacia el norte, el crucero señalando el nordeste y el sudoeste. Todo esto induce al visitante a seguir un camino simbólico y ritual, ya que, entrando por el oeste, se colocan frente al sol naciente (este), es decir, simbólicamente hablando, salen de la oscuridad para entrar en la luz.

En cuanto a los rosetones, los tres de cada brazo crucero y el del porche de la entrada principal, están situados de esta manera para crear un efecto de luz para demostrar las progresiones de los colores de la gran obra. Así, como el sol se mueve de este hacia oeste, tenemos que el rosetón del nordeste está oscuro (el nigredo o putrefacción); el rosetón del sudeste capta de lleno el sol del mediodía (el blanqueo y la regeneración), y el rosetón del noroeste recibe el resplandor del sol poniente (enrojecido como la perfección final).

Para Fulcanelli el rosetón central de los pórticos de las catedrales significa la rueda, la naturaleza circular o cíclica de la gran obra, la repetición de ciertos procesos; así identifica la rosa de seis pétalos con la estrella de seis rayos, el hexagrama o el sello de seis punta de Salomón.

Luego están las vírgenes negras, que para Fulcanelli derivan de la diosa egipcia Isis. La Virgen representa en el simbolismo hermético la tierra virgen que el alquimista debe elegir para la gran obra. Así, Isis fue la gran Diosa-Virgen Madre que parió toda la naturaleza, como la materia en la vasija del alquimista que, una vez tratada, dará origen a una nueva sustancia en el curso de la gran obra.

El mensaje encontrado por Fulcanelli en las catedrales es, en ocasiones, tremendamente impresionante, ya que, por ejemplo, en Notre Dame de París, identifica a san Cristóbal portador del niño Jesús, como Chrysopher el que transporta oro. Y el pilar que divide el vano del gran pórtico de Notre Dame, contiene la figura de la alquimia personificada en una mujer. Vemos esta imagen tocando las nubes con la cabeza, sentada en un trono, en la mano izquierda con un cetro (signo del poder real) y en la derecha dos libros, uno de ellos abierto, simbolizando la enseñanza exotérica, el otro cerrado simbolizando la enseñanza esotérica y la escalera de nueve peldaños que se apoya en el pecho de la mujer. Ello no es otra cosa que las nueve operaciones sucesivas de la Obra.

Fulcanelli es revelador y especialmente observador en todos los detalles de las catedrales, ya que sabe encontrar en la catedral de Amiens una gran cantidad de símbolos alquímicos en, nada menos, que el escudo de esta catedral.
No cabe duda que Fulcanelli era un gran conocedor de todo el proceso de los procedimientos alquímicos, ya que a través de los símbolos esculpidos revela su significado con los diferentes colores, pesos y temperaturas necesarios para llevar adelante la gran transformación que busca el alquimista.

sábado, 11 de diciembre de 2010

NOTRE DAME Y LOS ALQUIMISTAS: A PROPÓSITO DE "NUESTRA SEÑORA DE PARÍS" DE VÍCTOR HUGO

Desde una de las torres de la famosa catedral gótica, un anciano con gorro frigio y capa, el alquimista, observa el mundo. Iglesias y museos como el de Cluny desvelan secretos en el mapa parisiense.

1. LA BARCA DE ISIS
En 1905, durante la construcción del metro parisiense, bajo los antiguos fosos de la Bastilla se encontró una estatua de Isis. La gran diosa negra cuyo culto expandieron las legiones romanas hasta las fronteras del imperio estaría en la etimología de la ciudad (Par-Isis, la barca de Isis). Lo cierto es que la isla de la Cité, vista desde el cielo, se parece a las barcas que en los albores de la historia surcaban el Nilo, en la “tierra negra” donde nacieron Hermes Trismegisto y el arte de transmutar en oro los metales viles.
La antigua diosa egipcia fue transformada en el siglo XII en virgen negra, y la cripta en la que se le rendía culto puede ser visitada en el subsuelo de la isla, frente a la catedral de Notre Dame. Allí, delante de la prodigiosa fachada donde se reunían los alquimistas cada sábado.

2. FULCANELLI Y LA CATEDRAL
Fulcanelli, el último alquimista célebre, dedicó su vida y su libro más imperecedero a desvelar el misterio cifrado en la catedral de Notre Dame. Su propia identidad está rodeada de misterio: para algunos, se trata de un oficial de ingenieros que colaboró con Eugène Emmanuel Viollet-le-Duc en la restauración de Notre Dame; para otros, del propio Jean-Julien de Champagne, que firmó las ilustraciones de El misterio de las catedrales. Cuentan que murió en 1932, en la buhardilla del 59 bis de la Rue de Rochechouart, cerca de la Gare du Nord, aunque muchos de los hechos relatados en sus obras ocurren después de la II Guerra Mundial, lo que alimenta la fantasía de que consiguió el elixir que brinda la vida eterna, cuya receta leen los iniciados en la fachada de la catedral.
A uno y otro lado del gran pórtico se suceden dos series de 12 medallones y 12 figuras que representan distintos elementos y fases de la operación alquímica. Un caballero con armadura y lanza que protege el atanor (el horno donde se prepara la cocción); el cuervo, símbolo de la putrefacción necesaria para la separación de lo puro y lo impuro que subyacen en un mismo compuesto; un hombre que sostiene un atanor abierto y, en su mano derecha, la piedra… En lo alto, allí donde vivía el jorobado de Victor Hugo, podemos observar, en el ángulo de la torre septentrional, rodeado de quimeras, el impresionante relieve de un anciano con gorro frigio y capa, que se apoya con una mano en la balaustrada y con la otra se acaricia la barba: el alquimista, que escruta e interroga la evolución de la obra.
En el otro extremo de la isla se sitúa la Sainte Chapelle, erigida entre 1245 y 1248 para guardar las reliquias de la Pasión. Sus maravillosos vitrales fueron realizados por procedimientos alquímicos. El preferido de Fulcanelli es el de la Matanza de los Inocentes, alegoría que cifra la muerte de la materia prima en manos del mercurio, para su posterior resurrección.

3. EL LEGADO DE FLAMEL
Los masones medievales  grabaron los símbolos de la doctrina hermética en los muros de las catedrales, que ejercieron su influencia sobre otras muestras de la arquitectura civil y religiosa: en la rive droite, detrás del Louvre, la iglesia de Saint-Germain l’Auxerrois, que sorprende con sus aterradoras gárgolas y una sugerente escultura de María la Egipcia; poco más al este, la de Saint-Merri y la de Saint-Martin-des-Champs. De la antigua iglesia de Saint-Jacques de la Boucherie hoy sólo queda la torre donde partían peregrinaciones a Santiago de Compostela. A pocos metros de la torre se cruzan dos calles con el nombre de Nicolas Flamel (quien encargó en 1389 la ejecución del pórtico de Saint-Jacques) y de su mujer, Perrenelle. Ocho calles más al norte, en el número 51 de la Rue de Montmorency, una placa escéptica reza: “Aquí vivió Nicolas Flamel, un rico burgués parisiense, feligrés de Saint-Jacques de la Boucherie, al que una leyenda tenaz quiere convertir en alquimista en busca de la piedra filosofal y del modo de convertir el plomo en oro”. Nadie niega, sin embargo, que Flamel dedicó toda su fortuna a la construcción de albergues para mendigos, hospitales y el cementerio de los Inocentes, en cuyo frontispicio hizo grabar un jeroglífico con las claves de la ciencia de Hermes, que él aprendió, según cuenta en su críptica y deslumbrante obra, del maestro Canches en León.
Un cronista del siglo XVIII aseguró haberlo visto en la Ópera de París con su mujer, Perrenelle, cuatro siglos después de su presunta muerte, y una leyenda cuenta que al levantar su lápida no se hallaron los restos. La lápida de Flamel puede descifrarse en el Museo de Cluny. Este museo alberga también la serie de tapices medievales La dama y el unicornio, que según los hermetistas no es, o no es sólo, una interpretación alegórica de los sentidos sensoriales, sino también de la labor alquímica: la dama lleva una bandera con tres medias lunas que representan la fracción de mercurio recogido al fin de la primera operación, tres veces inferior que la totalidad del mismo al principio del proceso…
Fulcanelli, Jean-Julien de Champagne (a menos que fueran el mismo), René Schwaller (para algunos, el verdadero autor de las obras adjudicadas a Fulcanelli) y los hijos de Ferdinand de Lesseps solían reunirse cerca de allí, en el número 76 de la Rue de Rennes, en la Livrairie du Merveilleux. Su dueño, Pierre Dujols, poseía un fichero único de ciencias ocultas. La mítica librería ya no existe, pero los entendidos aseguran que en las librerías esotéricas cercanas a la plaza de Saint-Michel pueden realizarse “buenos contactos”.

4. EL PÉNDULO Y LA PIRÁMIDE
Los herederos de los templarios realizaban sus reuniones secretas cerca de la casa de Flamel, en el sótano del Conservatoire des Arts et Métiers, junto al gigantesco péndulo de Foucault (que hoy se encuentra en el Panteón); al menos según la imaginación de Umberto Eco. Igualmente delirante y verosímil a un tiempo es la idea de Dan Brown: el Santo Grial está enterrado en el vértice inferior de la pirámide del Louvre inaugurada en 1989. Transparente y enigmática, esta pirámide de reminiscencias egipcias está destinada a exaltar la imaginación con el mismo magnetismo que la gótica fachada de Notre Dame.

jueves, 2 de diciembre de 2010

"EL RELATO MÁS HERMOSO DEL MUNDO" DE KIPLING Y LA METEMPSICOSIS


“El relato más hermoso del mundo” narra la amistad entre un escritor maduro y un aspirante a poeta de veinte años, sin la experiencia, las lecturas ni el talento, necesarios para ser lo que cree ser. Sin embargo, el protagonista detecta en él una especial intuición para imaginar aventuras en el mar (esclavos griegos, guerreros vikingos…) con todo lujo de detalles históricos, esto le lleva a fascinarse por la imaginación de su amigo más y más, hasta la felicidad de un descubrimiento y la amargura de una decepción.

La importancia del relato está unida a la filosofía oriental: a metempsicosis.  ¿Cómo es posible que un chico tan joven, que apenas ha leído, pueda narrar aventuras históricas con tanta facilidad y detalle? Metempsicosis es un término griego , perteneciente a los órficos y a los pitagóricos. Fue usado para designar las mutaciones póstumas que sufren ciertos elementos psíquicos del hombre que se disocian y pueden pasar entonces a otros seres vivos, léase hombres o animales. Estos elementos pueden contribuir a dar la ilusión de una acción real de los muertos; de una manera análoga, pueden también, en algunos casos, dar la ilusión de una reencarnación.

Estos elementos comprenden todas las imágenes mentales que, al resultar de la experiencia sensible han formado parte de la memoria y la imaginación: estas facultades, o más bien estos conjuntos, son perecederos, es decir, sujetos a disolverse, porque al ser de orden sensible son dependencias del estado corporal.

Debe ser distinguida de otros dos términos al menos, que tienen una significación totalmente diferente. Estos son transmigración y reencarnación. La reencarnación ocurre cuando un ser que ya ha estado incorporado retoma un nuevo cuerpo, es decir, vuelve al estado por el que ya ha pasado; por otra parte, se admite que eso concierne al ser real y completo, y no simplemente a los elementos más o menos importantes que hayan podido entrar en su constitución, en lo que se diferencia de la metempsicosis. En cuanto a la transmigración de las almas, es una doctrina hinduista (tampoco es ajena al budismo) que se suele relacionar con la reencarnación en apoyo a la supuesta antigüedad de esta última. En este caso el implicado es el ser real, pero no se trata para él de un retorno al mismo estado de existencia, es, al contrario, el paso del ser a otros estados de existencia, que están definidos por condiciones enteramente diferentes de aquellas a las cuales está sometida la individualidad humana; quien dice transmigración dice esencialmente cambio de estado.

El término se utiliza como leitmotiv en la novela Ulises, del escritor irlándes James Joyce. También aparece en la novela Ana Karenina de León Tolstói. Edgar Allan Poe hace referencia a ella en algunas de sus obras, incluso uno de sus cuentos se titula “Metzengerstein”. Eduard Raban utiliza el concepto explícitamente en el segundo acto de Los Enemigos, su versión restaurada del drama inmortal de Jaromir Hladík: la idea de transmigración del alma es utilizada como punto de partida al proceso de anamnesis que le permite concebir la multiplicidad de almas enfrentadas que puede albergar un solo cuerpo. Rudyard Kipling, en "El mejor relato del mundo", aborda con maestría las vivencias de un ciudadano en otros cuerpos.

 La historia forma parte de Many Inventions (1893). En ella R.Kipling mezcla, quizá sin saberlo, los dos ingredientes más agrios de la pócima que la vida formuló para él: la paternidad y la incomprensión.  Es en este sentido que existe un vínculo intenso y misterioso entre la vida de Kipling y la paternidad. Una de sus caras literarias era la de educador; aquella parte de sí sentía el deber de predicar la belleza y la asunción del propio destino. Como hombre sensible, su vida y obra quedaron marcadas por una infancia escindida entre dos continentes y dos progenitores. Su razón se quedó con la madre y con Inglaterra, pero sus emociones estaban ligadas a la India y a su padre. Ya entrado en la madurez se casó y tuvo un hijo y una hija. Su primogénito, John, murió en la Primera Guerra Mundial.

Borges dijo de él: “La esencial grandeza de Kipling ha sido oscurecida por algunas circunstancias adversas. Kipling reveló el Imperio Británico a una Inglaterra indiferente y quizá un poco hostil. Wells y Shaw, socialistas, miraron con alguna extrañeza a ese imprevisto joven que les mandaba un vago Indostán y que predicaba que el Imperio es el deber y el fardo del hombre blanco. Fatalmente incurrieron en el error de juzgar a ese hombre genial por sus opiniones políticas. Ese mal ejemplo tiene hoy muchos seguidores: es normal oír hablar de literatura comprometida.”

RUDYARD KIPLING: "EL RELATO MÁS HERMOSO DEL MUNDO"

(Bombay, 1865 - Londres, 1936) Narrador y poeta inglés, controvertido por sus ideas imperialistas y uno de los más grandes cuentistas de la lengua inglesa. Pertenecía a una familia de origen inglés (su padre, John Lockwood Kipling, era pintor y superintendente del Museo de Lahore), y pasó en la India los primeros tiempos de su infancia. A los seis años fue enviado a Inglaterra, donde estudió en el United Services College de Westward Ho, en Devonshire, ambiente que luego describió en la novela Stalky C.
Vuelto en 1882 a la India, se dedicó al periodismo en calidad de subdirector de The Lahore Civil and Military Gazette y, después, entre 1887 y 1889, de The Pioneer. A los veintiún años publicó su primer libro, Departmental Ditties (1866), colección de versos de circunstancias, y a los veintidós el primer volumen de narraciones, Cuentos simples de las colinas (1887), al que siguieron, en 1888-89, otros seis: “Tres soldados”, “Bajo los cedros deodaras”, “El rickshaw fantasma”, “La historia de los Gadsby”, “En blanco y negro” y “El pequeño Guillermo Winkie”.
En tales relatos, situados en el ambiente de la vida india según podía entenderla un inglés y escritos en un lenguaje directo y vigoroso que recuerda la jerga militar, Kipling reveló un agudo espíritu de observación, capacidad inventiva y una habilidad especial en la descripción de tipos característicos de oficiales y muchachos inspirados en la realidad inmediata. El estilo rápido y escueto, el tono rudo y frecuentemente cínico, y el crudo realismo ofrecen un sabor de experiencia vivida, con matices de anécdota narrada bajo las tiendas de un campamento de soldados en el curso de las prolongadas velas nocturnas.
Luego de un largo viaje por el Japón y los Estados Unidos, que relató en una serie de cartas (Letters of marque) publicadas en The Pioneer y más tarde en los dos volúmenes de De mar a mar (1889), escribió otra serie de narraciones indias para The Macmillan's Magazine, reunido luego en Peripecias de la vida (1891). En Inglaterra publicó también una colección de baladas, Canciones de cuartel (1892), que, junto con los versos siguientes de Siete mares (1896) y de Las cinco naciones (1903), inspirados en las épicas empresas de la estirpe anglosajona y en sus fieles centinelas esparcidos por todos los lugares de la Tierra, su poderío industrial y colonial y sus glorias marineras, hizo de Kipling el poeta del triunfante imperialismo británico de la época victoriana.
Luego de haber intentado sin demasiado éxito la novela en La luz que se apaga (1891), realizó otros largos viajes a Estados Unidos, Australia y Sudáfrica. En 1892 contrajo matrimonio con Caroline Starr Balestier, de Nueva York, y se estableció con ella en Battleboro, en Vermont, donde vivió cuatro años y compuso varias obras que revelan el influjo americano, en la exaltación de la vida primitiva y del retorno a la naturaleza: Invenciones varias (1893), El libro de la jungla (1894), El segundo libro de la jungla (1895) y Capitanes intrépidos (1897).
En El libro de la jungla y su continuación presenta un mítico mundo animal, regulado por las férreas leyes de la fuerza, donde Mowgli, el cachorro humano, es acogido fraternalmente y encuentra de nuevo las huellas de una afinidad y una simpatía atávicas; se trata de la primera obra maestra de cuantas escribiera Kipling para muchachos. A ella siguieron más tarde Precisamente así. Historias para niños (1902) y las delicadas leyendas, llenas de humor y lirismo sutil, reunidas en Puck (1906) y Recompensas y hadas (1910).
Vuelto a Inglaterra en 1896, se estableció definitivamente en una localidad de Surrey, donde permaneció -excepto en el curso de un viaje a América y de otro realizado a Sudáfrica durante la guerra anglo-boer- hasta su muerte. En 1907 obtuvo el Premio Nobel y en 1926 la medalla de oro de la Royal Society of Literature.
Sus últimas obras son colecciones de relatos y de textos diversos escritos con ocasión de la primera Guerra Mundial. Las más importantes son Debits and Credit (1926) y Limite and Renewals (1932). La obra maestra de Kipling es Kim (1901), en la que a través del hilo conductor de las aventuras de un muchacho ofrece un cuadro clásico de los aspectos más pintorescos de la India. Así como la producción poética de nuestro autor ha perdido gran parte de su interés debido a su carácter excesivamente declamatorio y circunstancial, en sus textos narrativos, en cambio, se da todavía, como dice Henry James, "la magia irresistible de los soles tórridos, de los imperios sometidos, de las religiones salvajes y de las guarniciones inquietas".

If
If you can keep your head when all about you
Are losing theirs and blaming it on you;
If you can trust yourself when all men doubt you,
But make allowance for their doubting too;
If you can wait and not be tired by waiting,
Or, being lied about, don't deal in lies,
Or, being hated, don't give way to hating,
And yet don't look too good, nor talk too wise;


If you can dream - and not make dreams your master;
If you can think - and not make thoughts your aim;
If you can meet with triumph and disaster
And treat those two imposters just the same;
If you can bear to hear the truth you've spoken
Twisted by knaves to make a trap for fools,
Or watch the things you gave your life to broken,
And stoop and build 'em up with wornout tools;

If you can make one heap of all your winnings

And risk it on one turn of pitch-and-toss,
And lose, and start again at your beginnings
And never breath a word about your loss;
If you can force your heart and nerve and sinew
To serve your turn long after they are gone,
And so hold on when there is nothing in you
Except the Will which says to them: "Hold on";

If you can talk with crowds and keep your virtue,
Or walk with kings - nor lose the common touch;


If neither foes nor loving friends can hurt you;
If all men count with you, but none too much;
If you can fill the unforgiving minute
With sixty seconds' worth of distance run -
Yours is the Earth and everything that's in it,
And - which is more - you'll be a Man my son!


Si
"Si puedes mantener la cabeza cuando los otros
Han perdido la suya y están culpándote,
Si puedes confiar en ti cuando los demás dudan,
Pero a la vez, eres indulgente con sus dudas;
Si puedes esperar y no te cansas por esperar,
O, siendo mentido, no te entregas al odio,
Y, aun así, no presumes demasiado ni hablas demasiado sabiamente.

Si puedes soñar y no permites que tus sueños te gobiernen;
Si puedes pensar y no haces de tus pensamientos tus aspiraciones;
Si puedes enfrentarte al Triunfo y al Desastre
Y tratas a esos dos impostores como si fuesen lo mismo,
Si puedes soportar que la verdad que has dicho
Sea retorcida por bellacos para ser convertida en una trampa para necios,
O, al contemplar como se rompen las cosas por las que diste la vida,
Te inclinas a rehacerlas con herramientas gastadas.
Si puedes hacer un montón con todas tus ganancias
Y arriesgarlas en una jugada a los dados,
Y perderlas, y empezar otra vez desde el principio
Y no rechistar nunca acerca de tus pérdidas,

Si puedes forzar tu corazón, tu nervio y tu fuerza
Para que te sirvan aun después de que se hayan ido
Y te sostienes cuando ya no queda nada en ti
Excepto la Voluntad que te hace decir: "Resiste"
Si puedes hablar a las masas y conservar tu virtud
O caminar entre reyes sin perder el contacto con la gente,
Si ni los enemigos ni tus amigos pueden dañarte,
Si todos los hombres cuentan contigo, pero ninguno de ellos demasiado;

Si puedes llenar el inexorable minuto
Con el equivalente a sesenta segundos de distancia recorrida,
Tuya es la Tierra y todo lo que hay en ella,
Y, lo que es mas, ¡serás un Hombre, hijo mío!"