lunes, 30 de enero de 2012

Martín Luis Guzmán: Su vida y su obra tejida al "Ateneo de la juventud"







El 22 de diciembre de 1976, a los 89 años de edad, murió en su oficina en la colonia Juárez de la ciudad de México uno de los más certeros narradores y cronistas de la Revolución mexicana. Martín Luis Guzmán realizó a través de sus obras un análisis profundo y sin concesiones sobre la Revolución y sus contradicciones. Retrato como pocos la degradación y descomposición de un sistema que se afianzó en el poder al término de la lucha armada, cuyos miembros construyeron una nueva forma de legitimación y de ejercicio del poder. El escritor, nacido en Chihuahua en 1887, logró con su obra desentrañar estos mecanismos de la política mexicana, comprendió la brutalidad del régimen revolucionario que había dejado atrás las reivindicaciones populares y los postulados iniciales de la lucha.
Martín Luis Guzmán conoció desde adentro la lucha revolucionaria; en el ejército villista alcanzó el grado de coronel. Después de un exilio de 1923 a 1937, regresa a México y “ coadyuvó a forjar una tardía unidad de los líderes de las distintas facciones revolucionarias, fundamento de la Revolución institucionalizada y sus actos de ecumenismo revolucionario” (Beatriz Alcubierre Moya y Jaime Ramírez Garrido, “Martín Luis Guzmán: a la sombra de la Revolución”, Revista Nexos, diciembre 2011).
Con un incansable trabajo intelectual, como diplomático, político, funcionario y escritor, Martín Luis Guzmán se consideraba a sí mismo un periodista ante todo. Sus obras literarias incluyen El águila y la serpiente (1926), Filadelfia, paraíso de conspiradores (1938), Memorias de Pancho Villa (1951),Muertes Históricas (1958) y Febrero de 1913 (1963). Su obra más célebre es La sombra del caudillo, escrita en 1929. En ella narra, con personajes ficticios, un suceso real: el asesinato del general Francisco R. Serrano. Este general revolucionario se lanzó por la presidencia de la República en 1927, provocando una disputa con el general Álvaro Obregón, quien pretendía suceder a Plutarco Elías Calles. La decisión de Obregón de buscar un segundo periodo en el cargo, vulneraba el principio de no reelección que fue la bandera del movimiento revolucionario de 1910. Con un reflejo fiel en la realidad, los personajes de la novela retratan de manera descarnada el entramado político y las traiciones al interior de la “familia revolucionaria”.
En 1958, el autor recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes en Literatura y Lingüística. Paradójicamente, dos años después La sombra del caudillo sería llevada al cine, permaneciendo “enlatada” durante 30 años debido a la censura. El sistema no tenía miedo al restringido círculo de lectores, pero sí a un medio que podía alcanzar un mayor número de personas como lo es el cine; por un lado reconocía la labor de Martín Luis Guzmán y por el otro silenciaba la crítica.
El poeta José Gorostiza, en ocasión del cumpleaños 80 de Martín Luis Guzmán, describió al intelectual como un hombre en el cual “coinciden tres personas: el revolucionario, el escritor y el hombre de acción”.
En 1959 es nombrado por el presidente Adolfo López Mateos como presidente de la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos (Conaliteg). En su juventud, Martín Luis Guzmán perteneció al Ateneo de la Juventud, parte de esta experiencia la retoma en su puesto vitalicio al frente de la Conaliteg, recuperando además la experiencia de José Vasconcelos al frente de la SEP. Los libros de texto cumplieron con una doble función, por un lado pretendían otorgar la misma posibilidad a todos los niños de acceder a los libros, sin importar clase social ni procedencia geográfica; por el otro, siriveron como un medio para controlar a las escuelas privadas, especialmente las de corte religioso.
Una figura fundamental en la vida de Martín Luis Guzmán fue Pancho Villa, en gran parte el imaginario popular retoma el retrato que de él hiciera el escritor en El águila y la serpiente y Memorias de Pancho Villa. En cierta medida, el veterano villista fue responsable de la reivindicación de la figura del “Centaruo del Norte” y de su entrada oficial al “panteón de héroes revolucionarios”. Un mes antes de morir estuvo presente en el homenaje a Francisco villa con motivo del traslado de sus restos mortales al Monumento a la Revolución, donde finalmente descansaría el caudillo norteño al lado de otros revolucionarios; en el mausoleo Villa comparte con su respetado Francisco I. Madero y con su declarado enemigo Venustiano Carranza.
El escritor chihuahuense tuvo una prolífica carrera en el ámbito público, además de los puestos y reconocimientos que ya hemos mencionado, funada la editorial Ediapsa en 1939; funda y dirige, hasta su muerte, la revisa Tiempo de México; fue secretario de la Universidad Nacional de México y director de la Biblioteca Nacional; representa a México como embajador ante la ONU (1953 a 1958); y senador de la República en 1970. En 1940 es nombrado miembro correspondiente de la Academia Mexicana de la Lengua, y en 1954 es nombrado miembro de número. La Universidad Autónoma del Estado de México lo nombra en 1958 rector honoris causa y, el mismo año, la Universidad de Chuihuahua le concede el doctorado honoris causa. Un año después López Mateos le otorga el Premio Literario Manuel Ávila Camacho.
Como periodista, en 1908, trabajó en la redacción del periódico El Imparcial; fue fundador de diarios como El debate, Ahora y Luz. Durante toda sus vida fue colaborador constante de diversos diarios y revistas.
El aniversario luctuoso número 36 de la muerte de Martín Luis Guzmán, es un pretexto idóneo para acercarse a este autor, que junto con Mariano Azuela, es considerado fundador y pionero de la novela revolucionaria.

Yo nací en un país donde la luz y las tinieblas, el calor y el frío viven en un concierto eterno. En mi patria se conoce la nieve porque se le ve brillar lejos en las montañas, y se sabe de los ardores del sol porque con sólo tender la mano vienen hasta ella los frutos, ricos y sápidos, de la zona tropical. Pero no encendemos allí chimeneas ni nos hacen falta los ventiladores. El fresco de la noche hace más amable la intimidad de la casa: el de la mañana invita al momento y a la vida. Aquí en cambio el clima es rudo y lleno de desazones.

Un párrafo escrito a mano. Finalizando el otoño, seguramente. Una estación del año sin reposo melancólico, con cielos aburridamente pardos, tristes, a orillas del río Hudson. Y nos gusta imaginar, en esta lectura lejana, como los lejanos lectores que hoy somos, que Martín Luis Guzmán estaba en Nueva York, principalmente triste y extrañando mil cosas que nunca supo que le importaban tanto, cuando escribió aquel texto. Y después confesaba, casi con desamparo, que en el lugar donde estaba, al llegar un día frío todo se volvía recogimiento. “Tarda la luz en llegar, las ventanas no se abren. […] Todo es silencio y nadie llama a los teléfonos, nadie toca los timbres ni las campanas. Las mujeres no charlan ni parlotean los niños.” A orillas del río Hudson, escribe, el invierno quiere cubrirlo todo, extender un manto sordo sobre la tierra y traer sus tempestades silenciosas.

Escritores y exilio, elucubra el pensamiento en primera instancia. O bien: literatos en el extranjero. Federico García Lorca y su Poeta en Nueva York, José Juan Tablada y las mujeres en la Quinta Avenida —tan cerca de sus ojos y tan lejos de su vida—; Silvestre Revueltas y hasta el mismo Octavio Paz recomendando —en inglés— no cruzar el parque de noche y entonces repasar a todos los que estuvieron en la ribera de ese río. (Después, es cierto, es inevitable pensar en Augusto Monterroso llorando a orillas del río Mapocho, riéndose de sí mismo mientras sufre el exilio en Chile y develando, a quien lo quiera oír, las tres cosas más importantes en el mundo para un latinoamericano que un día será escritor. A saber: las nubes, escribir y, mientras puede, esconder lo que escribe.)

Pero Martín Luis Guzmán fue un caso diferente. Nacido en la capital de Chihuahua en 1887, no había cumplido un año de edad cuando su padre, militar de carrera, fue trasladado a la Ciudad de México como instructor de caballería en el Colegio Militar. En Tacubaya, todavía un suburbio de la ciudad, se conjugaban el ideal rústico de la provincia y los destellos iniciales de modernidad. Sus primeros estudios fueron en una escuela de religiosos; la enseñanza tipo confesional incluía rezar el rosario cuatro veces al día, aprendizaje profuso del catecismo y una muy activa participación en los ritos religiosos. Su madre —dicen las malas lenguas de ciertos biógrafos— estaba fascinada con la temprana vocación sacerdotal que parecía tener su hijo y que ella acariciaba.

Su padre le prohibió ir a misa. El pequeño Martín intentó varias veces burlar la vigilancia paterna. Era un militar duro y autoritario, pero no idiota. Decidió mostrarle a su hijo una opción que lo abriera a mundos nuevos y llenos de maravilla: los libros y la lectura. Por sus manos —dicen idealistas biógrafos— pasaron cuentos infantiles, obras de los románticos mexicanos, poemas, novelas, ensayos y todo texto que tuvo al alcance de la mano. Al entrar a la adolescencia, como era lógico, la visión de la vida para Martín Luis Guzmán estaba pintada de colores inimaginables, coronada de reflexiones profundas y sustentadas en una admirable capacidad de observación. De mucho hubo de servirle.

Antes de que Porfirio Díaz cayera, Martín Luis Guzmán ya había estudiado en la escuela de Francisco Javier Clavijero —laica y gratuita— con el método implementado por Enrique Rébsamen, había editado semanalmente su periódico La Juventud, se había graduado de la Escuela Nacional Preparatoria, protestado junto a los integrantes del Ateneo de la Juventud para exigir una educación científica y filosóficamente abierta, y entrado en contacto con Pedro Henríquez Ureña, Alfonso Reyes, Antonio Caso y José Vasconcelos. Cuando estalló la Revolución tenía 23 años.

Una tragedia, además de la que comenzaba a vivir el país, habría de marcarlo, otra vez, para cambiar su rumbo. El Coronel Martín Luis Guzmán y Rendón, su padre, tuvo que combatir al lado del ejército federal y murió por heridas de combate en el cañón de Malpaso, al frente de una partida porfirista, apenas un mes después de lanzado el grito contra la reelección de Madero. El escritor fue testigo de la agonía. Y tuvo que ver a su padre herido y derrotado. Otros biógrafos —los conmovidos y sensibleros— dijeron que así como le mostró a su hijo el mundo literario, Martín Luis Guzmán y Rendón, antes de morir, dijo a su hijo que los revolucionarios no eran mala yerba, le pidió tomar las armas y le mostró el sendero político a seguir. La escena pudo haber sido desgarradora pero Martín Luis Guzmán nunca compartió la visión ni las creencias de su padre, no veneró su memoria y lo volvió un afectuoso enemigo en sus recuerdos. Eso sí: se adhirió al maderismo, participó en las manifestaciones que exigían la renuncia de Díaz, denunció a los golpistas en los aciagos días de la Decena Trágica, describió el horrendo asesinato de Francisco I. Madero en el periódico El Honor Nacional y finalmente se integró a las filas de Francisco Villa. En ellas, paradójicamente y como su padre, llegó a ser coronel.

Como apunta Christopher Domínguez, bien puede ser que Martín Luis Guzmán haya ido a la Revolución Mexicana como Stendhal a la campaña de Rusia, para tomar nota literaria de las jaurías humanas. Y es que material no le faltaba, fuentes fidedignas tampoco y su propia mirada —unida a su prosa impecable— fueron suficientes para escribir magníficas novelas como El águila y la serpiente, La sombra del caudillo y Memorias de Pancho Villa.

Ante el triunfo de Victoriano Huerta, Martín Luis Guzmán se vio obligado a huir con destino al norte. La división que surgió entre los jefes revolucionarios y un fallido encargo de entrevistarse con Carranza en la Ciudad de México lo hicieron prisionero en 1914. Un año después, en 1915, partió al destierro voluntario. Su primer destino fue España, donde no tenemos noticia de que encontrara un río por compañero. En aquel país escribió y publicó su primer libro: La querella de México. La obra comenzaba con una introducción muy clara:
Estas breves notas forman parte de una obra donde se estudian, a la luz de la historia, las cuestiones palpitantes de México y las figuras de la última revolución. Dos motivos me obligan a no dar a la estampa la mayor parte de la obra mencionada: primeramente, el haber yo participado en la Revolución misma; en segundo lugar, mi deseo de suspender, por ahora, todo juicio sobre personas, salvo en los casos indispensables. Como trato de exponer un mal, hago momentáneamente abstracción de las cualidades del pueblo mexicano y sólo me ocupo de algunos de sus defectos.
Así, sin piedad y sin ambages salió a la palestra el primer libro de este escritor que habría de ser considerado “el escultor de la prosa” y el más inteligente transformador de la novela de la Revolución Mexicana.

Su móvil exilio lo trasladó a Nueva York. Ahí concibió su segundo libro, A orillas del Hudson, volumen compuesto mayormente de textos escritos en suelo yankee y publicados por dos periódicos mexicanos: La Revista Universal y El Gráfico.

Aquel nuevo libro y aquella nueva experiencia podrían haber inspirado a Saramago cuando escribió: “Las palabras son sólo piedras puestas atravesando la corriente de un río. Si están allí es para que podamos llegar al otro margen, el otro margen es lo que importa”. Y muy ciertamente aquel nuevo río lo llevó a desembocar en una manera de escribir que logró descubrir la realidad de la patria usando una visión interior. De alguna manera trascendental, metafóricamente sensorial, pero esperanzadamente realista. El caudillo y su sombra; las balas que fueron una fiesta; el recuerdo grande, doloroso y antiheroico de su héroe Pancho Villa, de una vida completa, larga, sin abandonar la pluma. Más allá de los éxitos, de su ingreso en la Academia, del novelesco papel de haber sido el autor más largamente censurado —y enlatado— de México; más allá de todo eso, tenemos el río de su recuerdo que —como todo río que se respete— nunca es el mismo cada vez que nos baña. Y otra vez sus palabras desde orillas del Hudson: “Una cosa es ir tajando las olas y desafiar y dominar el viento; otra es nadar haciendo que el cuerpo resbale sobre la masa del agua”.


Revolución / Amor y odio en el Ateneo de la Juventud:

El Ateneo de la Juventud vio la luz primigenia el 28 de octubre de 1909. Como lo afirma Álvaro Matute, no se trató solamente de una asociación cultural, por lo que diversifica su caracterización, llamándolo asimismo generación y grupo. Aunque el matiz generacional puede ponerse a discusión si se atiende a la discrepancia de edad entre algunos de sus integrantes (Luis G. Urbina nació en 1864, mientras que Antonio Caso, en 1883), como grupo, no queda duda sobre su clasificación. En este sentido, las relaciones establecidas entre sus miembros rebasaron los ámbitos de la difusión del saber y del conocimiento y se convirtieron, al paso de los años, en vivencias que exteriorizaron encuentros y desencuentros, como los que cotidianamente ocurren entre todos los seres humanos. Por tanto, en un conjunto tan diverso de personalidades, con talentos innegables, no es extraño que las fricciones, entrelazadas con el engranaje del rumor y del cuchicheo, marcaran el derrotero del proceso de forja de amores y odios difíciles de superar.
Entre el grupo de amigos que inició la aventura ateneísta, destacan nombres que hoy se recuerdan rodeados de cierta mitificación que los ubica en el pedestal de la historia, como si hubieran sido estatuas de bronce que, una vez fundidas, negaran su naturaleza humana. Martín Luis Guzmán, Alfonso Reyes, Pedro Henríquez Ureña y José Vasconcelos forman un cuarteto que se distinguió por generar entre ellos una suerte de relaciones “peligrosas”, en las que sus caracteres, diversos y particulares, afloraron en defensa de sus posturas personales.
Una vez superado el lapso revolucionario maderista, Martín Luis Guzmán representó una figura de conciliación. El presidente Madero, mediante otro ateneísta, Alberto J. Pani, le solicitó que intercediera, en atención a la amistad que tenía con Alfonso Reyes, para buscar que su prominente padre, don Bernardo, no continuara con la conspiración que fraguaba para derrocar al líder de la Revolución de 1910. Como la historia lo confirmó, esa estrategia maderista, que quiso involucrar a los amigos ateneístas, no resultó satisfactoria.
Otra relación de amistad conflictiva de Martín Luis Guzmán fue la establecida con la figura tutelar del ateneísmo, Pedro Henríquez Ureña. Durante esos años, la correspondencia con Pedro fue constante. Alojado en Washington, D. C., el 11 de mayo de 1915, Henríquez utiliza un acento parco para justificarse por la escasa respuesta a las cartas de Guzmán remitidas con anterioridad, que acompaña con una reflexión que ejemplifica cierto desencanto ante el alejamiento, temporal y espacial, que se había dado entre los amigos ateneístas. Lacónico, Henríquez Ureña no perderá la oportunidad para hacer sentir menos a Guzmán, quien quizá no se ofendía tanto por los ataques abiertos que le remitía el dominicano, pues los tomaba como consejos de un amigo. En este tenor se halla lo siguiente: “Es wise el plan vuestro de quedaros en Madrid. No creo fácil ya para Acevedo el trasladarse a Santo Domingo. Pero ¿de qué pensáis vivir allí? No me explico”. Consideración que menosprecia la capacidad de Guzmán para ganarse el sustento.
La relación entre Guzmán y Henríquez Ureña no terminó bien. Una vez que Guzmán se exilió tras su participación en la rebelión delahuertista, Pedro le comenta a Alfonso Reyes, el 17 de enero de 1924, al referirse a la “inmoralidad” en México: “Martín es un ejemplo: la Secretaría de Hacienda, con De la Huerta, le regalaba 18 000 para El Mundo; Pani se la suprimió. Patrocinaba negocios de la familia de Victoriano Huerta, cobraba dinero por cartas de recomendación; por fin vendió El Mundo a los callistas, la víspera de su huida, y ahora resulta que vendió máquinas y linotipos que no eran suyos. Ahora, viendo perdida la causa de De la Huerta, dejó los Estados Unidos y va para Europa. Ten mucho cuidado con él”. Los lazos de fraternidad, si alguna vez los hubo, nunca se recuperaron.
Por último, cabe destacar un ejemplo de la relación de Guzmán con otro ateneísta primordial, José Vasconcelos. Una vez fuera del país, arrojados por las circunstancias del movimiento armado, quienes después serán considerados como las plumas magistrales del periodo revolucionario establecieron comunicación epistolar. Un punto en común que se refleja en su correspondencia es el sentir anticarrancista que ambos amigos manifestaban. Don José corrobora el sentimiento compartido: “Creo, como tú, que la situación seguirá estática mientras la manejen dos imbéciles malvados como Wilson y Carranza”. A pesar de ello, el alejamiento se dará por una cuestión íntima.
En Perú, Vasconcelos no estaba con su esposa, sino que se había retirado a esas tierras lejanas acompañado de su amante, Elena Arizmendi, a quien nombró como “Adriana” en su obra autobiográfica. Allí expresó: “Me carteaba en aquella época con un amigo íntimo, a quien designaré en este relato con el sobrenombre que le puso Villarreal más tarde: Rigoletto, por causa de una ligera corcova en la espalda y por las malas pasadas que nos jugó a los dos, de diferente manera. Rigoletto era de rostro muy atractivo, con fulgor de inteligencia y malicia en su mirada de ojos azules, bajito de cuerpo, blanco, más bien robusto. Nos tratábamos con gran intimidad y Adriana lo sabía. Sin embargo, no se me había ocurrido escribirle a propósito del viaje de Adriana a Nueva York. […] Nunca escribí acerca de ella a mis amigos, ni a los amigos comunes”, aseveración que puede considerarse falsa, si nos atenemos a las palabras que efectivamente escribió a Guzmán el 18 de octubre de 1916: “Querido Martín: ¿Por qué no me escribes? Les he escrito yo, he estado muy solo, sin un amigo […]. La víbora que durante algunos años traje enmarcada en el corazón por fin se ha desatado y se fue, pero me ha dejado veneno”.
Con tal aseveración, no extraña que Guzmán haya aprovechado para probar las mieles del amor de “Adriana”, a riesgo de salir también envenenado. Lo cierto es que la amistad se fracturó definitivamente, y el paso de los años no logró resarcirla.
Martín Luis Guzmán falleció a los 89 años de edad, el 22 de diciembre de 1976. Fue el último ateneísta. A pesar de sobrevivir por 30 años a Henríquez Ureña y por 17 a Vasconcelos y Reyes, no se refirió a ellos con denuestos o agravios una vez que desparecieron físicamente. Al contrario, después de sus respectivas defunciones, se expresó siempre de manera encomiosa sobre los amigos que se le adelantaron.
Las polémicas protagonizadas por ellos en vida ya son parte del pasado. Hoy las trajimos a colación sólo para enunciar que los personajes de la historia no deben ser considerados héroes o villanos, sino solamente hombres y mujeres con luces y sombras, de carne y hueso, que patentizan sus emociones y pasiones en el mundo de la acción.



sábado, 28 de enero de 2012

Martín Luis Guzmán: "La sombra del caudillo"


sombra caudillo
Martín Luis Guzmán en su narración recrea una etapa de la historia política de México en los turbulentos años veinte, la sucesión presidencial y la carrera por llegar a ella de los contendientes, Hilario Jiménez e Ignacio Aguirre. La inminente sucesión al poder está casi por decidirse, pero depende más de la aprobación del Caudillo que de la decisión democrática del pueblo.
El autor estructura su relato en seis partes llamadas libros, que a su vez están divididas en capítulos, donde el lenguaje directo, sencillo y sin rebuscamientos nos lleva a las escenas de la historia sin mayores embrollos.
Martín Luis Guzmán deja observar en La sombra del caudillo, un estilo equilibrado porque no sumerge al lector en excesos lingüísticos, en cambio va al punto de los hechos que relata. De tal forma que nos encontramos frente a una novela de fácil, amena e interesante lectura.
Merece la pena destacar que el suceso que se aborda en la novela, de por sí es de trascendencia por el significado político en nuestro país, pero ese sólo hecho representa un reto cuando de contarlo se trata a través de la literatura. Estructurar, adecuar y matizar en la narrativa un acontecimiento como el que nos relata el autor, ha implicado retomar del testimonio personal y de la noticia de los diarios, el hecho por sí mismo, para narrarlo con templanza y mesura, pero sin dejar de lado el interés.
La pluma de Martín Luis Guzmán, nos ha dado un testimonial histórico, en una novela atrevida –no sólo en el momento de su publicación-, sin que ello suponga que en la actualidad esté fuera de lugar la crítica aguda que en ella encontramos hacia los principales actores de la política en México. Desafortunadamente en mucho no se ha cambiado.
Precisamente, en esta obra desfilan personajes inmersos en el ambiente político de la época, ellos enarbolan los principios de la Revolución y en nombre de ellos actúan, califican y descalifican a sus opositores; sin embargo, vemos en ellos a personajes incongruentes con esos principios, incongruentes entre aquello que magnifican y lo que hacen.
En momentos los diálogos entre los personajes y sus respectivas reflexiones, se vuelven esa crítica al sistema político mexicano y a sus principales actores; una crítica que conlleva la realidad social de las mayorías que padecen los estragos de la pobreza, pero que continúan con la esperanza de que sus líderes políticos los lleven hacía un horizonte mejor, por eso acceden una y otra vez a sus promesas.
El pueblo, representado en la novela por esos anónimos indígenas acarreados, nos dejan observar, que aunque el país tiene depositado el poder en un caudillo, el pueblo parece sufrir una suerte de orfandad.
En este relato hay víctimas y victimarios, pero nunca héroes –aunque algunos de los personajes así se consideren-, se trata de hombres que viven el día a día guiados por un objetivo y apegados a las circunstancias que se van entretejiendo. Como se ha dicho no hay héroes, pero se percibe en personajes como el mismo caudillo, Hilario Jiménez o Ignacio Aguirre, esa convicción de ser por instantes el todopoderoso de la política.
Existen en la novela personajes analfabetas, oportunistas, arribistas y algunos letrados, pero casi todos motivados por el poder directa o indirectamente. Es una historia también de traiciones, conveniencias y corrupción llevados a sus últimas consecuencias.
De cualquier modo para los protagonistas siempre habrá justificación de sus actos, así lo hace ver Remigio Tarabana frente a Ignacio Aguirre:
“La calificación de los actos humanos no es sólo punto de moral, sino también de geografía física y de geografía política. Y siendo así, hay que considerar que México disfruta por ahora de una ética distinta de las que rigen en otras latitudes…”
Con esta ética los personajes de La sombra del caudillo existen, por eso Martín Luis Guzmán nos proporciona en su obra la visión sobre la Revolución, desde la cúpula del poder y que en actores políticos de la talla de un Catarino Ibáñez, se traduce en su convicción de ser el claro ejemplo de que la Revolución sí ha hecho justicia, por lo menos a sujetos como él que posee una riqueza ambicionada desde su juventud humilde; y ya como gobernador, puede compartir entre los menesterosos un bocado, aunque sea una dádiva.
Es así que la pluma de Martín Luis Guzmán nos relata un suceso de la historia con precisión verbal, nada sale sobrando en su narración; las escenas las va pintando con verisimilitud y a detalle, para transportarnos a la época y permitir asomarnos a ese momento de nuestra historia a través de la literatura.

Poesía Irakí Contemporánea (Antología)





1. ABDULHADI SADOUN (Irak, 1968)

Peces muertos
Los peces muertos de la fuente,
¿acaso sienten su frío caído de lo alto?
¿acaso miran con asombro mi nuevo traje
ceñido como un cinturón
de tela revuelta por las aves del viento?

Cada día, en el autobús,
cruzo cerca de ellos.
El hombre de siempre,
inclinado sobre la fuente
pule sus escamas de piedra.
Los peces muertos,
¿en qué piensan
si no pueden nadar?

Nuestros caballos
Nuestros caballos
de cola
y madera
y clavos
eran conducidos.
Pero ahora nos patean.
¡Ay de este sopor!

Nuestros caballos
de cola
y madera
y clavos,
nos deshacen
costilla tras costilla.

El hotel “Borges”
En sus esquinas hay cuerpos de toros,
algunos con cabezas humanas.
Y en sus dormitorios
todavía criados medievales.

Es el hotel que tiene su nombre.

Viajero, llego a la esquina de los toros
y sin aliviar mi fatiga,
sin esperar otro naufragio,
descubro que lo llaman Borges,
ofrece el nombre.

Es su hotel, Borges,
se esquina en la antigua Lisboa,
está allí
aunque nada saben
de su nombre.
Cuidan la estatua de Ricardo Reis
o su sombrero
mientras hablan;

quizás imaginen
que mis gafas
son como las de Ricardo Reis.

El peligro, dicen, cuando avanza
no distingue.
Ellos no ven la arteria de sus manos
luchar contra el relámpago
en las habitaciones del relámpago,
donde las señoritas dicen “señor”
y los ascensores aguardan nuestros pasos,
quietos como unicornios domesticados.

Puede que todo se le parezca
menos este hotel
que nombran Borges.

A cada momento
me ilusiona que pueda entrar
o salir,
pero se trata solo de unas habitaciones misteriosas,
de un edificio que se acoda en el viento,

Borges con una máscara diferente.
Una placa de cobre a la entrada,
encima del edificio,
es quien señala su nombre.

No he vivido en este hotel,
cruzo con pasos tranquilos
pensando en los sueños de la próxima noche
o la siguiente.

Al fin del viaje,
esquivando a los porteros,
su largo camino,
veo a María Kodama, el pelo de plata,
atraviesa el umbral.
La llamo arqueando los dedos.

-Acércate, también, dice,
quizás viene enseguida,
quizás te vea.

Pero él no entiende
de los edificios
ni de las esquinas,
aunque una placa de cobre
aquí arriba
señale su nombre.

Abdulhadi Sadoun nació en Bagdad, Irak, en 1968. Poeta, narrador, traductor hispanista y guionista de cine. Desde 1997 codirige la revista y publicaciones de ALWAH, la única revista cultural en lengua árabe en el territorio español dedicada a las letras árabes, especialmente, la literatura del exilio. Es redactor cultural de la revista mensual “Amanecer”, en lengua española. Es autor de los siguientes libros (En lengua árabe): El día lleva traje manchado de rojo Damasco, 1996; Encuadrar la risa, Madrid, Alwah, 1998; No es más que viento, Madrid: Alwah, 2000 y Plagios familiares, Jordania, 2002. Algunos de textos han sido traducidos al alemán, francés, inglés, italiano, persa, kurdo y euskera. Sus textos aparecieron en dos antologías selectas de poetas extranjeros en España y Gran Bretaña. Así como en castellano publicó una selección de sus poemas bajo el titulo: Peces muertos, Ed. Fumarola, Madrid, 2002. Coautor de dos libros en castellano: La vuelta del viejo a su juventud, cuentos eróticos árabes (Hiperión, 2003) e Irak: Un mar de mentiras (Olivum, 2003). Traductor del castellano al árabe de los siguientes libros: Antología de cuentos hispanoamericanos, 1998; Antología de poesía española moderna, 2000; El Lazarillo de Tormes, 2001; Canciones para Altair, Rafael Alberti/, 2002; Corazón tan blanco, Javier Marías, 2002; Antología Poética, Vicente Aleixandre, 2003; Virtudes del pájaro solitario, Juan Goytisolo, 2003. Reside en Madrid desde 1993.




2. MUHSIN AL-RAMLI (Irak, 1967)

No a liberar Irak de mí
Esta tinta derramada en vuestra prensa
es la sangre de mi país.
Esta luz diluviada de vuestras pantallas
es el brillo de los ojos en los niños de Basora.
Éste que está sollozando en la oscuridad de su exilio
soy yo;
Huérfano después de que hayáis matado a mis padres: Tigris y Eufrates;
Viudo después de que hubierais crucificado la pareja de mi alma: Irak
Oh... por ti, tierra mía: crucificada de entre las regiones.

Ay... de vosotros, señores de la guerra
Escuchadme:
No a la fiesta de los ejércitos en el tejado de mi casa.
No al verdugo que habéis plantado o al que vais a plantear.
No a vuestra libertad caída sobre las cabezas de mi gente en bombas
No a liberar Irak de mí o a mí de él.
Yo soy Irak.

Mis hierbas son las letras y sé lo que quiero.
Dejadme a mí mismo, a mi rabel y a vuestra ausencia.
Volved a vuestras películas detrás del océano.
Dejad para mí lo que queda
de los minaretes, de los mausoleos de mis ancestros,
de las tumbas de mi familia ...
Y bebed de las copas del petróleo hasta que os saciéis.

Robad la miel del azufre y la arena del desierto.
Llevad con vosotros vuestros clientes.
Llevaos al dictador con cada parte de vosotros que ha comprado con mi sangre.
Llevad lo que queráis y marchad,
dejadme sólo
con lo derribado de los sueños de mi hermana,
con el incendio de las palmeras en las orillas de Mesopotamia,
con los huesos de mi padre
y el té de la merienda.

Dejadme sólo
con las canciones tristes del sur,
con la danza degollada del norte
y con el pavo real de los Yasidíes.
Dejadme sólo
curando las heridas de mi tierra Irak
Sólo...
igual que María...
sólo con mi solitario...
Mi país: el crucificado de entre las regiones.
Sabré cómo animar su resurrección.

Sabrá cómo renacer de su ceniza.
¿Acaso habéis olvidado que él es el creador del Fénix?
Ay, un infierno, para vosotros señores de la guerra
Escuchadme:
No asustéis a las nubes de Bagdad con vuestros aviones.
No sembréis soldados en nuestro jardín.
No quitéis la chilaba a mi madre.
No. Grito no a liberar Irak de mí o a mí de él.
Yo soy Irak.
Las aldeas han florecido de mi abrigo, y sé lo que quiero.
Dejadme a mí mismo, a mi familia y a vuestro olvido.

De un Lorca a otro
Lo que estaba se ha llevado lo que queda...
y me despedí de Irak

Abandoné las comisarías, los cementerios.
Crucé las murallas de fusiles
y las farmacias vacías.
He sido duro con el jardín de las manos en despedida
y con las lágrimas de las chicas que se quedaban atrás
porque mi llanto, delante de mí, es largo
y mi mapa es un bastón de ciego.
Mi corazón es un cementerio lleno de seres queridos
y mi medicina está allí... allí,
con los gitanos de Andalucía.
Crucé países, muchas ciudades
y conviví con pueblos deprisa
porque Granada estaba esperándome,
Y yo a ella;
Porque Lorca posa su mirada
sobre las agujas del reloj y los olivares.
Mi amigo, mi hermano, está esperándome
desde nuestros primeros cuadernos.
Sollozaré entre sus brazos.
Mojaré su camisa bordada de canciones.
Le contaré todo lo que ha hecho el verdugo
en los dos ríos, en las palmeras
y en los amigos.
Le describiré la cuerda con la que ahorcaron a Hassan Mutlak,
y la máquina de picar almas y carne iraquíes.
Pero he encontrado su casa vacía
a excepción de su sillón, vibrando,
entre la ventana y el poema.
Llamé: Lorca. Lorca.
Oh, secreto de la insistencia de mi madre en fumar, a pesar del asma.
¿Dónde estás?
Amigo mío y socio mío en la inocencia.
¿Dónde estás?
Nada, excepto su sillón, vibrando,
entre la ventana
y el piano.
Seguí llamando
hasta que apareció su vecina, una gitana,
y dijo:
Tu amigo nos dejó lo que queda.
Se ha despedido de su sillón... ahora
te describiré el pañuelo con el que le taparon los ojos
después de su última mirada al reloj, esperándote.
Te cantaré su último poema;
su último respiro.
Los disparos se agitaron y
nos retorcimos en
la torcedura...
El llanto en todas las partes...
Todas las partes son llanto.
Nuestras manos han señalado
a las nubes
y a la alta perplejidad.

«He venido a Granada
buscando a Lorca.
Tal vez...
para que escribiera sobre los asesinados de mi familia.
Pero... le encontré asesinado».

Muhsin Al-Ramli nació en Irak el 7 de marzo de 1967. Poeta, novelista, dramaturgo, narrador, periodista y traductor. Licenciado en Filología Española por la Universidad de Bagdad, 1989. Doctorado en Filosofía y Letras y Filología Española, por la Universidad Autónoma de Madrid en 2003. Tesis: “Las huellas de la cultura islámica en el Quijote”. Libros publicados: Regalo del siglo que viene, Amman, 1995; En busca de un corazón vivo, Madrid, 1997; Hojas lejanas del Tigris, Amman, 1998; Migajas esparcidas, El Cairo, 1999; Las felices noches del bombardeo, El Cairo 2003; y Todos somos viudos de las respuestas, Madrid 2003. Ha traducido al árabe algunas obras de Miguel de Cervantes, Lope de Vega y José de Espronceda, entre otros. Recibió el Premio de los Escritores Jóvenes, Bagdad, 1988, por su relato El último encuentro con un amigo y el mismo premio en 1989, por su relato Un accidente de copia. Ha trabajado como periodista en Irak, Jordania y España. Desde 1992 es miembro de la Asociación de traductores iraquíes. Ha realizado conferencias sobre la literatura iraquí, la literatura árabe, la traducción y El Quijote. Fundador, editor y codirector de la revista cultural ALWAH desde 1997 (la única revista cultural árabe en España). Algunos de sus textos han sido traducidos al inglés, español, alemán, catalán y kurdo. Sus palabras: «En mi país, la poesía no se considera un complemento o un lujo sino una necesidad. No es sólo un medio de expresión sino que se convierte en una experiencia viva y, aún más, en una extensión de la propia vida. Gracias a la poesía, la persona vive lo que no le ha sido permitido vivir. La poesía enriqueció a Irak más que el petróleo, que más bien le ha traído catástrofes. La península de Arabia e Irak son los únicos lugares del mundo en el que se festejaba el nacimiento de un poeta porque se convertiría en portavoz de la tribu. Las leyes, la enseñanza, la historia, se escribían en verso. Todavía hoy en mi pueblo las cartas se escriben en verso. Es el único país del mundo en que existió un mercado de poesía, el de Mirbad, en Basora, al que acudía la gente de lugares muy lejanos a comprar, (especialmente los enamorados), vender, aprender o criticar.»




3. FADHIL AL-AZZAWI (Irak, 1940)

Fraternidad
En una torre
que trepa el cielo
dentro de una cerrada habitación
de cristal
un esqueleto se sentó muy cerca mío
y colocó su mano sobre mi hombro,
murmurando:
“Tú eres mi hermano,”
luego me entregó una mariposa
que volaba hacia la llama.

Descendiendo en la oscuridad
trastabillando en los escalones
el mundo vino a mí y colocó su corazón
en la palma de mi mano.
Me quemó los dedos
como una brasa
envuelta en cenizas
y salpicada con sangre humana.

Una tregua permanente
entre el hombre y todo lo anterior a él.
Una tregua permanente
entre el viento y el árbol.

Apaga el fuego,
deja que la mariposa regrese a su flor.

En cautiverio
Desde una vieja canción folklórica
dos esclavos cayeron sobre el tejado
de nuestra casa en Bagdad.
Ellos estaban atados espalda a espalda
con una soga,
vestían desgarradas ropas blancas,
y lloraban.

Creo que estaban aguardando un barco tripulado por piratas.
Creo que estaban observando un horizonte de árboles.
Creo que estaban imaginando una isla distante.

Cuando subí al techo y los liberé de sus ataduras
estallaron en llamas en mis manos
transformándose en cenizas.

En la corte de honor
En uno de mis poemas incompletos
un verso desafió a otro
arrojándole un guante al rostro-
invitándolo a un duelo
en la Corte del Honor.

Al final de la pelea,
como muchas veces sucede,
uno de mis versos estaba muerto
el otro sangraba sobre la página.
Como yo no deseaba
verme involucrado en un laberinto de investigaciones criminales
entre preguntas y respuestas,
preferí entonces lavar su sangre de mis manos
y me deshice de todo el poema.

La fiesta
No faltaba nadie
Caín estaba en la cocina afilando su cuchillo
y Noé sentado en la sala de estar
miraba por televisión el informe meteorológico.

Todos llegaron en sus automóviles
y desaparecieron en el largo pasillo
que guiaba hacia el rumor de la fiesta.

Nuestra inmaculada dama bailaba
en el círculo central
exponiendo sus tesoros
a través de las transparencias de su vestido.
Nos sentamos junto a los otros invitados
y apuramos las copas hasta las heces.

Al final de la velada
en el regreso a nuestros hogares,
le entregamos al ciego su perdido bastón
y al asesino su hacha sangrienta.

Fue una fiesta,
como cualquier otra fiesta.

Visión sobre un ómnibus
Mientras viajaba en ómnibus
entre esta vida y el más allá
de un brinco subió el ángel Gabriel-
Tenía un sombrero sobre la cabeza,
ladeado sobre la frente-
Vestía un saco ancho,
se parecía a uno de aquellos fugitivos
en las veredas del zoológico de Bahnhof.*
Subió sin pagar su boleto,
y se sentó en el asiento contiguo al mío.
Al igual que un turista norteamericano
simuló que miraba a través de la ventanilla.
Durante el trayecto me dio un codazo en la cintura
y comenzó a recitar sus nuevos versos santos
a un grabador que sostenía en la mano.
Su voz monótona me provocó nauseas
y me incorporé tratando de huir,
pero me atrapó y me lanzó hacia mi asiento,
luego presionó el cañón de su arma en mi pecho
y me dijo amenazante:
“La próxima vez, Oh profeta, apretaré el gatillo.
Ahora recita. Recita en el nombre de tu Dios que te creó.”

* Estación de ferrocarril en Berlín

Desfile silencioso
Coloco mis manos en mis bolsillos raídos,
y camino por la calle,
y allí los veo, ojos detrás de las vidrieras
de los comercios y cafés,
que me miran sospechosamente,
luego salen velozmente a la calle y me siguen.

Deliberadamente me detuve a encender un cigarrillo
y me di vuelta, como alguien que le da la espalda al viento,
para poder capturar una imagen de ese desfile silencioso:
ladrones, reyes, asesinos, profetas, poetas
aparecían desde todos los rumbos
para caminar a mis espaldas
aguardando que les hiciera una señal.

Sacudí mi cabeza asombrado
y continué caminando mientras silbaba
la tonada de una canción popular,
pretendiendo que era un actor en una película
y que lo único que tenía que hacer era caminar para siempre
hasta el amargo final.

Cómo escribir un poema mágico
Si tienes, al menos, nervios de acero
y buenas intenciones
no hay nada más fácil que escribir un poema mágico.
No es demasiado difícil, te lo aseguro.
Toma una soga y átala a una nube
y deja que uno de sus extremos se balancee,
luego como hacen los niños escálala hasta el final,
una vez arriba, nos la arrojas nuevamente
y permitirás que intentemos hallarte –en vano-
en cada poema.

Despedida
En soledad camina hacia el cadalso.
Las manos a la espalda, esposadas, siete fusiles apuntándole.
Él pensó en quienes podrían llorar silenciosamente sobre su cadáver.
Él soñó acerca del sol luego de su partida, y en los pájaros y en los ríos
y en... y en...
Y observó la palmera datilera penetrada y sacudida por el viento.
Vio una nube: “Quizás llueva después de mi muerte.”
Descubrió un narciso oculto en los pastos detrás de la cerca:
“Un hombre lo recogerá y se lo dará a una muchacha feliz
que al abandonar el parque lo dejará olvidado sobre un banco.”
Él estiró su mirada hacia el rompiente amanecer. Estaba solo.
Cuando ascendió los peldaños de madera
una paloma que dormía sobre el cadalso
se sobresaltó y desapareció batiendo sus alas.

La vida con las ratas
Acurrucados en la oscuridad,
comimos de una olla apoyada sobre periódicos desparramados sobre el piso.
Las ratas saltaron para quitarnos la comida de nuestros dedos
luego se colocaron frente a sus madrigueras
preparándose para un nuevo ataque.
En las noches frías
se ocultaban entre nuestros muslos y piernas
hasta aquel día en que vimos a una rata gigante en un bosque
arrastrando a una muchacha sollozante de una soga que le envolvía el cuello.
En la mañana, mientras escuchábamos el gorjeo del ruiseñor en el árbol,
cargamos nuestro orín en barriles
y lo volcamos en la zanja frente a la estación de policía.
regresamos con el desayuno que había preparado la esposa de un policía
a la que en nuestros sueños habíamos amado una y mil veces.

Al caer la tarde
nos llamaron de uno en uno por nuestros nombres
y nos colgaron por los hombros de los ventiladores de techo
hasta que las ratas comenzaron a caer
de los pliegues de nuestras ropas
aullando debido a los latigazos.

Luego de algunos años o quizás siglos
vi a aquel a quien dejé abandonado en las oscuridad del foso:
era nuevamente un niño, como siempre vestía pijamas.
Él elevó su cabeza y me observó un rato largo
luego rápidamente siguió su camino.
Creo que me ha olvidado en el innumerable acontecer de la vida.

Atravesando el valle desolado
Este valle desolado esta poblado de ladrones
sin embargo lo atravieso solo.
No le temo a nadie
pues no llevo ni oro ni plata en mi montura.

Este valle desolado se extiende frente a mis ojos
moteado con piedras que bajo el sol brillan como espejos.
Arrastro detrás mío a mis mulas
y en soledad canto alegremente.

En este valle la lluvia cae a cántaros.
No existen cuevas para darme abrigo
y no poseo una carpa.
Si se produce una inundación y la represa estalla
¿ Quién será el que me rescate en su bote bamboleante ?
No obstante, continúo mi camino sosteniendo en mi puño
la brasa ardiente de mi corazón.
Ofrezco las llamas de mi fuego a la madera del mundo.
Me siento a la mesa con fantasmas quienes cenan conmigo.

Atravieso este valle en soledad
y dejo que el viento sople a mis espaldas.

Escúchame Noé
¡Escúchame Noé!
Con mis frágiles brazos
hemos construido
nuevas y más altas represas
para contener futuras inundaciones.

Cada vez que se hundía una nave
los carpinteros construían una nueva.
Sólo las memorias del futuro
habrán de mantener con vida la esperanza.

A través de los siglos
hemos escuchado en todos lados
los lamentos de los ahogados.

Nuestro propio milagro:
siempre hemos logrado sobrevivir.

Una estatua en la plaza
Sueño que soy una estatua
en una plaza que lleva mi nombre,
por lo tanto trato de parecerme
/a un general en combate
acopiando el dolor de sus víctimas
y las flores para sus funerales,
y en las noches hablo del olvido y el perdón
justificando la confianza que en mí
depositó la humanidad.

Opino que sería mejor elevar mi sombrero
alabar al sol que ilumina la tierra
y permitirle a mi estatua descender de su basamento
para incorporarse a un batallón de ángeles
que regresan del exilio
con una jaula llena de ruiseñores
que una vez atraparon en una isla desierta.

“ Libera las aves,” dice mi vida.
“Déjalos volar sobre las cabezas de los caminantes,
otorgándote las memorias de toda la eternidad.”

La chimenea
Una chimenea sopla humo al viento,
en ocasiones sopla sueños,
en ocasiones tristeza,
también sopla los restos de unos hombres en una habitación
que narran historias del pasado.

La chimenea sopla el silencio de una mujer
mientras ella descansa en los brazos de un hombre
/que recuerda una ciudad aterrorizada
doblegada en el desierto
la que sopla sus propios recuerdos hacia la distancia.

Una chimenea nos sopla día a día
en la noche de otro cielo
hacia la lejanía, hacia el viento.

Malentendido
El poeta se paró en el podio
y se presentó:
“¡Mis poemas son aves!”
Las aves flotaron sobre nuestras cabezas
y cantaron: “¡Somos poemas!”

Por lo tanto podría decir
que ayer, en un café, escribí un ave
y que antes de ese acto, en una taberna lírica,
me comí un poema.
En un planeta que muere
El aire en la habitación está viciado,
pero nadie abre las ventanas.
Llevamos nuestros libros en la mano izquierda,
pero nadie requiere nuestro perdón.
El cadáver está tendido en el sótano
y sin embargo nadie llora muerte.

Tuvimos que descubrir nuevamente el fuego
antes de cruzar nuestro valle en la noche.
Tuvimos que pagar facturas impresionantes
antes de dar a luz a bebés felices
en tubos de laboratorio.
Deberíamos de haber consolado a nuestros ancestros Neandertal
antes de haberlos confinado
en las montañas.

No existe ninguna esperanza
de que algún día podamos regresar
a los bosques.

Alienígenas en un OVNI
me saludan desde la ventanilla.
Innumerables planetas y galaxias
desde siempre han aguardado
impacientemente
mi arribo.

¿Qué es lo que estoy haciendo aquí?

Confieso que he vivido mi vida
Confieso que he vivido mi vida:
he saboreado tantas cosas
y he olvidado tantas miles más.
He amado mujeres, no recuerdo el número
de cuántas de ellas lloraron sobre mi pecho.
Hallé amigos para los buenos tiempos
y también para los malos.
He vivido entre víctimas olvidadas
y en las celdas de las prisiones mi piel conoció
el látigo de los verdugos.
Me mantuve de pie frente a jueces injustos
que me acusaron de estar enceguecido por el amor.
Deambulé de desierto en desierto
y armé mi carpa en el mundo de la fantasía.
Dejé que mi caballo bebiera las aguas del al-Kawthar.
Dormí entre ladrones en las riberas del Tigris
y alguna vez viví en los palacios de reyes.
Viaje a diversas ciudades, nadando en la oscuridad.
Me senté al sol y caminé en la nieve,
mudándome de una tierra a la otra,
cambiando un par de zapatos por otro.
A mi paso he quemado muchos puentes
y navegado mares que nunca podían ser atravesados.
En el tiempo de la sequía sembré semillas
en el valle de las lluvias.
En la oscuridad encendí miles de velas,
bajo la luna naciente
suspiré como un viejo enamorado.
Vagué entre continentes.
¿ Cuántas veces en mis sueños construí palacios de papel ?
¿ Cuántas veces he intercambiado realidades por ilusiones ?
He dicho la verdad y también he mentido.
He dudado un poco y creído otro poco.
He fumado cigarrillos de todas las marcas,
en los bares bebí el vino de las mejores cosechas
y escribí los poemas de mi vida.
Me he reído mucho en este mundo.
He llorado mucho en este mundo.
He pasado como una luz en la noche.
He estado aquí y he visto,
me he quedado y he partido.
Confieso que he vivido mi vida.
Una noche con el vampiro
En una taberna en Transilvania
-al atardecer-
conocí a un hombre delgado
que llevaba sombrero de copa
y vestía una capa de seda negra.
Se presentó como el conde Drácula y me dijo
que recién había abandonado su féretro acolchado
para cazar bellas y jóvenes muchachas
que regresaban de las discos a sus hogares.

Por supuesto, no le creí palabra.

Él me invitó a su sótano
para beber una copa de vino tinto
en honor de su creador
el irlandés Bram Stocker.

Cuando se sacó el sombrero
y me sonrió forzadamente
vi las arañas moviéndose en su cabellera
y la sangre que goteaba de sus colmillos.

Aún no entiendo como logré huir de él,
ni recuerdo con que palo espanté a sus lobos,
que me persiguieron por las calles.

Me pregunto ¿ Fue el profesor Van Helsing
quien me impulsó a huir del conde ?
¿ Hubo alguien que me colocó al cuello una ristra de ajos?
¿O fue la bella Lucy, transformada en un murciélago negro
la que guió el regreso del conde, cubierto por un manto de niebla,
a las ruinas del castillo?

Todo lo que puedo recordar ahora
es que cuando desperté
descubrí que había pasado esa noche horrible
tendido en posición fetal en el sofá del living
y Drácula todavía aullaba desde la pantalla del televisor
mientras ardía bajo el rayo de sol que se filtraba por la ventana.

Ceniza
Ojos parpadeantes
en algún sitio
aquí y allá, entre los árboles,
observandonos con curiosidad
mientras vamos y venimos
en ese lugar
donde algo
a nuestro alrededor se quema.

Es la ceniza
que denominamos
Vida
en ocasiones
Muerte.

Beduinos
Tres beduinos en un desierto
cargan bolsas atadas a sus hombros,
caminan uno detrás del otro
encorvados hacia la eternidad
como soldados derrotados.
Tres beduinos en el desierto
caminan en silencio,
el viento que sopla de tanto en tanto
borra sus huellas.
Demasiada agua corría en los ríos

Observando las olas
me senté en la ribera
mientras en la jungla estallaban
los incendios que me dejaron sus cenizas.

Ustedes sabrán que todos los botes que abordamos
fueron hundidos por la tormenta
y las olas nos arrastraron
hacia los confines de la tierra.

¿ Qué importancia tiene si
construimos nuestras nuevas casas
bajo las aguas?

Créanme, no me entristeceré ni me lamentaré
si el cabello se me cae,
tampoco si percibo que el tiempo
cargando su horrible guadaña,
llega como un médico astuto
que ha venido a arrancar el último de mis molares,
nada de ello me importunará
si mis amigos me quieren por lo que soy
y yo todavía puedo amar con todo mi corazón.

Sé que seguiré siendo por siempre joven.
Sólo el exilio envejece.

Eventos
Existen cosas que siempre suceden:
una guerra puede ser declarada sorpresivamente
un niño puede nacer en una cueva
un corazón solitario podrá romperse.

¿Debo olvidar todo eso?

Existen cosas que siempre fluyen:
el agua en el río
el vino en las tabernas
también las lágrimas y la sangre.

¿Puedo detener todo eso?

Existen cosas que siempre añoramos:
un verso que aprendimos de memoria
un paraguas olvidado en un bar
una mujer de la cual nos enamoramos apasionadamente
¿Puedo ser feliz con todo eso?

Y, si nada de ello sucede,
si mi billete de lotería no saca el premio mayor
o si no hallo un tesoro enterrado en mi jardín
o si no realizo ese viaje a la luna,
digo a modo de ejemplo
y me pregunto si debo estar triste a causa de ello.

Finalmente todo salió bien
¿Qué cosas esperamos?
Finalmente todo salió bien.

La luna desapareció repentinamente
y los amantes regresaron al hogar,
también finalizaron todas las guerras
y llevamos los cadáveres al cementerio.
Las manos manchadas en sangre
fueron lavadas en el río.
Las nubes que oscurecían el firmamento
fueron arrastradas por los vientos.

Mientras nos congelábamos en la parada de buses
esperando el último servicio de la noche, vimos como este
no se detuvo perdiéndose velozmente en la oscuridad.
Entonces lo único que podíamos hacer
era caminar a casa bajo la vía láctea.

¡En la noche nunca confíes en la noche!
¿ Qué estamos esperando en este lugar?

Guía
Un millar de años de viajes
y nadie ha llegado
a esa ciudad.

Dejamos las puertas
abiertas a las ventanas
e incendiamos
todos los continentes.

El gorrión ciego
nos guiará
a la fuente del agua.

A cada uno su propio árbol

Frente a mí
el desierto arrastraba sus arenas,
y mi caballo en el establo
relinchaba cansadamente.

Entonces cargué mis pocos enseres
y me dirigí hacia los lejanos valles del futuro
para sembrar mis semillas.
¡Nunca le digas a un viajero que regrese!
Lo que ha abandonado detrás suyo es suficiente.

El ojo se enciende con la espuma del mar,
al tiempo que una nube le pone un velo a la luna.

A cada uno su propio árbol,
el cual algún día
le brindará el fruto de su vida.

La canción de la joven esclava que aguarda
En una celda cerraron la puerta detrás de mí,
una joven esclava salió del muro.
Me entregó la llave de oro a su corazón
y desapareció
dejando en mi boca
un beso desesperanzado.

Años, largos años pasaron,
antes de que lograra abrir esa puerta
y poder al fin salir.

Allí en esa puerta la vi
de pie,
esperándome
en silencio.

Fadhil Al-Azzawi nació en Kirkuk, norte de Irak, en 1940. Es uno de los más destacados poetas y escritores del mundo árabe. Ha publicado trece libros de poesía, siete novelas, un libro de relatos breves, dos libros de crítica y memorias y varias traducciones de obras literarias del alemán y del inglés, al árabe. Ha editado diversos periódicos y revistas y fundó la revista de poesía “Shi’r 69”. Participó en la generación vanguardista irakí de los 60’s. Su obra temprana fue criticada y laureada con gran entusiasmo. Ampliamente leída en inglés, su escritura mezcla la tradición literaria árabe con el modernismo y postmodernismo occidental. Estudió Literatura Inglesa en la Universidad de Bagdad. En 1977 dejó Irak para obtener un PhD en periodismo cultural de la Universidad de Leipzig en Alemania. En 1980 fundó en Beirut, con otros escritores iraquíes, “La Unión de Escritores Iraquíes Democráticos en el Exilio” y tomó parte en la edición de la revista “Al-Badeel”. Algunos de sus libros, traducidos al inglés: In Every Well a Joseph is Weeping (En cada pozo un José está llorando), poesía, 1996; Miracle Maker: Collected Poems (Fabricante del milagro, poemas completos), 2003; The Last of the Angels (El último de los ángeles), novela, 2008; Cell Block Five (Cinco bloques de celdas), novela, 2008. Al decir de Jaacó Schoonhove, refiriéndose a la obra de Fhadil Al-Azzawi, “El papel de la poesía es confrontar las mentiras y el fraude. Quita las máscaras de los rostros de aquellos que venden falsas ilusiones, revelando la verdad oculta bajo un montón de slogans comerciales repetidos. Desde el fondo del profundo océano, la poesía rescata los tesoros de la palabra hablada. Pone conocimiento sobre la ignorancia, decencia sobre la barbaridad, distinción sobre la generalización, memoria sobre la amnesia, y sobre todo, creatividad sobre el monótono trajín diario… Un poeta siembra duda y confusión, derriba los valores establecidos, no para demostrar su punto de vista sino para acceder a la verdad de la vida. Es la imaginación del poeta la que habla a nuestra alma, a nuestro ser esencial, para devolverle la variedad de colores y formas que solo la poesía puede evocar…”


4. BASSEM AL MERAIBY (Irak, 1960)

La boca de cada mujer bella me debe un beso
La boca de cada mujer bella me debe un beso
Y cada nombre pintado con el azul de la feminidad
Tengo que tocarlo
Tengo que adivinar la música dormida en las letras tiernas

Yo soy el campesino del rocío en los espejos de las rosas
Con un corazón tan despierto como el de un gallo
Yo canto tu nombre en el alba de los idiomas

Mi padre
Quizás mi padre
es el aroma de la tarde regado en las aldeas
y la fragancia del amanecer goteando en calma
lavado por el canto de los gallos
y el sonido distante de un trabajador que tose en el barro
y el despertar de las mujeres a las cocinas de la mañana
y el regreso del verde en el paisaje lejano.
Quizás mi padre es la sangre que enciende la noche con canciones
y el humo que se eleva de las casas de huéspedes
y el fluir del Éufrates a través de las goteras en los viaductos
Y mi padre...
la canción temblorosa golpeando la puerta de la princesa

Y mi padre... un minarete
elevando su corazón con un cántico anhelante
y una copa inquieta
y una mano soñadora con barro sollozando
y mi padre de un exceso de añoranza,
encadena su alma a las profundidades del Éufrates
y le canta a la tierra de la caña de azúcar
mi padre,
una chispa en la historia de la fatiga.

Oigo al hacha
Oigo los ecos del hacha entre los árboles
oigo al pasado grabado en la piedra
oigo a los días caer como lágrimas
Pellizco mis palabras
y oigo el fluir de tu sangre
como una música herida que no tiene fin
Traducciones de Esteban Moore

La imagen del lobo en la luna
La imagen del lobo está en la luna
Y el viento ha borrado todo;
Sólo se oye la música del abismo
Y la arena es los únicos pasos posibles;
La noche que aparece por debajo de la nieve,
La cruza el único hombre de la ciudad
En busca de un farolillo;
El hombre y la noche
Son viejos amigos,
Se acompañan y se ayudan
Como dos ciegos,
Y van caminando en busca de un farolillo
Colgado en la puerta de una taberna

Bassem al meraiby nació en Irak. Estudió actuación y dirección de teatro en la Academia de Bellas Artes en Bagdad. Ha publicado nueve colecciones de poemas y con la primera de ellas Al- Atil an alwardah (Desempleado de flores) (publicada el año 1998 en Londres) ganó el premio Yusuf Al Khal de poesía. Está interesado en América Latina, política y culturalmente, por lo que ha escrito más de un artículo sobre el tema, entre ellos “Latinoamérica es un panorama de imaginación y sangre”. Trabaja en prensa cultural. Ha escrito ensayos culturales, políticos y obras de teatro. Es el editor responsable de la revista de poesía “Malamih”. Sus poemas han sido traducidos en varios idiomas como el inglés, el sueco, el persa, el polaco, el alemán y entre otras. Vive en Suecia. Sus colecciones de poemas son: Desempleado de flores, 1988; Palabras luego palabras, 1997; La imagen de la tierra, 1997; La tierra amarga, 1998; Cielo con sólo un pájaro, 1999; Más que un trance, 2003; Bloodcracy, 2004; Sombras y mascaras, 2007; Ningún espacio para nosotros, 2008; Festival, poemas para niños, 1986; Luna, sol, estrellas, poemas para niños, 1989. Otras de sus obras son: El banco del dolor, artículos culturales y políticos, 2004; Poesía como luz y tiniebla, opiniones acerca de la poesía y los poetas, 2008: // “El poema ¿es la pregunta o la respuesta del poeta? // ¿El poema es la respuesta del poeta a las preguntas existenciales?... ¿O es la gran pregunta que él lanza al rostro de la vida? // Todo poema es una pregunta y una respuesta / Cada poema en su sentido más profundo es como la actitud vacilante de las estrellas / acerca de su eterna y misteriosa existencia. // Recuerdo las siguientes preguntas en un poema anterior / Al final de cada poema / una mujer misteriosa me pregunta: / ¿Quién eres? / ¿Quién eres? Luego de cada poema / me pregunto o me contesto / ¿Quién soy? / ¿Quién soy? // Pero, lo que el poeta conoce con certeza, es el peligro que encierra su elección en un mundo de creciente ferocidad. Entonces el poema está desnudo frente a todos los arsenales del terror, de la degradación y de las armas. Al extremo que la pregunta parece ser turbulenta y sin embargo expresa la inmensa potencia del poema y la fuerza de su fe; cuando éste se transforma en la otra cara del sueño. / El sueño acerca de un sueño donde el mal es obstruido, esto representa el gran poema de la humanidad. No existe nada, nada más fuerte que esta fe o al menos nuestra apuesta por ella, apostar al poema, un poema que sueñe al mundo en el mundo, que se expanda y crezca al igual que un bosque surgiendo sobre un bosque de armas letales... En medio del delirio venenoso que rodea, desde todas las direcciones, al organismo, el poema se alza como el lenguaje de la claridad....el lenguaje que le pertenece al alma, un alma que no puede reconciliarse con un mundo que se desliza hacia la destrucción. El poema es el silencio que permanece más allá del lenguaje...y el válido lenguaje luego del silencio.”


5. SAADI YOUSEF (Irak, 1934)

El lenguaje del ave totano

Cuando dijimos: nos hemos alejado de las palmeras, los mares aplaudieron con pájaros y olas. Había un cielo celeste bajo nuestras pestañas. Lo imposible no ha de ser el camino a la taberna de la orilla. La camisa que palpitaba al viento era nuestra enseña de estrellas. Nos aproximamos a la fantasía hasta rozar el pórtico y su copa, y tendimos el tapiz de las acequias para congratularnos con la noria.

No es justa la tierra, trasnochemos con las preguntas del mar en la noche y al alba anclemos los puertos. Todavía hay escarcha en los atracaderos y los cafés se adornan orgullosos con ropajes de peces saltarines y de redes. El musgo todavía reverdece sobre la roca y la copa tiene café con alcohol. En la lejanía, en una oscura llovizna, aparecen las barcas de pesca y en las cercanías, un gorro que flota.

No nos acostumbramos al mar. Aquellos desiertos nos hacen señales en la sangre como pañuelos. En el sosiego del sueño despiertan para poblar nuestros sueños y dicen: ¿Hacia dónde es esa huida? Por sorpresa vislumbramos una caravana de camellos que caminan sobre el agua, oímos los cascabeles, pero nos refugiamos en la quietud de la fantasía y después nos enrollamos el manto como un turbante. Somos marineros con turbantes. Camelleros en los mares. Un duro retiro.

¡Dios de los arrabales! Nos has conservado el lenguaje del ave totano, y el grito del pájaro: ¡shilú! ¿Por qué en un instante se transforman las ciudades en una nube?

¡Dios de los arrabales! ¿Es mucho pedir tener una casa? A los animales salvajes les has otorgado el derecho al sueño cuando cae la noche, a las plantas les has concedido la languidez, y a los pájaros, la calma del bosque en la bendición de la tarde. Padre mío, Dios de los arrabales, tenlo presente, no te has equivocado.

Hemos envejecido, y nuestros nietos se deslizan unas veces sobre la nieve y otras sobre la arena. Y nuestros hijos son asesinados. Las batallas están perdidas, Dios mío. ¿No podrías impedirlas? Tú eres el Todopoderoso, ¿nos hallamos, pues, fuera de tu poder? Hoy, una cosa, mañana, otra, y pasado mañana... ¿Comienza la oración? Estoy en casa ahora, en un pueblo inglés. Cae la nieve, el gato maúlla y mi vino está en la tinaja.

La tierra es nuestra morada, de nosotros, sus hijos. Se decía: Quien cultive la tierra sacará provecho. ¡Cuánto trabajamos hasta ulcerársenos la piel! ¡Cuánto se cansó la tierra! Quizá huyó aquel ángel, quizá convenció a las criaturas de que rezaran. Nuestro pueblo estaba sobre el agua. Nuestras chozas eran de caña y de barro; nuestras ropas, burdos tejidos. Es la tierra. Pero nuestros gritos estaban en los límites del canto, y nuestras estaturas eran elevadas.

¿Volverá a nosotros la tierra? Di: Volveremos nosotros a la tierra. Las palmeras del firmamento tienen la copa morena, morena, morena. Estrella de las alturas: te quiero, morena. Me hallo aquí, en extraños arrabales. Mi casa no es mi casa. Mi gente no es la gente. ¡Desciende, tarde! ¡Hunde tus copos de nieve, frío, bajo los huesos! La ciudad lanza sus luces desde lejos. Paz a nuestro candil en la oscuridad. Paz a quien responda al saludo.

A unos visitantes occidentales
Nos preguntamos, por Dios, por qué habéis venido hasta nosotros;
somos pobres
y bandoleros
y pescadores de un pez que no satisface nuestras necesidades diarias
y polinizadores de palmeras, a veces.

Nuestras casas son
lana,
o caña,
o barro con techos de hoja de palmera, a veces.

Nuestra ropa
es una,
sin colores,
ni cortes ni formas, sin cinto...
Incluso estamos desnudos, a veces.

Entonces,
por Dios, ¿por qué habéis venido hasta nosotros?
¿Os gustan, de verdad, las palmeras y el desierto?
¿Os gustan las casas de lana,
y nuestra ropa,
y el barro techado?

No nos queda,
a nosotros, los desollados, más que mostrar la blancura de los huesos.

No os damos,
os rogamos...

Visitación
La nieve cae sobre el cactus, luego un llanto y un café, una estrella
y campamentos, la túnica del sacerdote alquilada por lobos.
Zapatos hechos de cuero fino. Cómo se estremecen las tortugas en
las playas de Hadramout? La luna plena gime
desde el fondo del río... y las muchachas gritan
en su arrebato. No necesito una bala. Mi única fortuna
en este mundo es el muro tras mi espalda. ¡Qué verde
el pasto en las estepas de Shahrazour! Vi una soga
suspendida. ¿Dónde está Yousef? Estaba en los mercados
de Timbuktu... y trabajaba. Una noche
un barco nos condujo a través de las hondonadas de Djibouti.

Mogadishu lanza carne de cordero a los tiburones. No tengo
destino. Tengo un gato que últimamente comenzó a
contarme la historia de mi vida. Eternidad, siempre acercándote
¿por qué me has traicionado? Esta
tarde aprenderé a beber la brutalidad de las flores.
¿A qué sabe la traición? Una vez viajé
transportado por mi canción. Rueda el tren con los soldados...
Rodando. Rueda. Rodando. Rueda. Rodando...
La nieve de Moscú entibia mis lágrimas. No hay virtud en los pastores
al asentarse y al prepararse para el viaje.
...Las ciudades disuelven las aldeas con el blandir de un dedo.
Mi pan está hecho de harina de arroz crudo y la sal de mis
peces es ceniza. No hay opción de que sea su amante
esta noche en el dormitorio de las muchachas. No... Los sábados
me cierra ella la puerta. Quemaré los papeles.
El inspector puede llegar. En el tren nocturno me adormecí
entre cadenas. Y la silla de madera era mi avión
estrellado. Ellos cantan para ti, muchacha
de la taberna del puerto. Los forasteros regresaron de
su búsqueda de diamantes. En la piedra de Hejja
las águilas de Hemair descansan. Una vez casi
encuentro al niño-luna en mi palma. ¡Por qué
la gente abandonó el parque? No quiero tu mano.
No me lances tu soga andrajosa. Hoy he descubierto
otro torrente:
Bienvenida a la vida... Bienvenida, mi otra amante.

Saadi Yousef nació en Basorah, Irak, en 1934. Poeta, ensayista, traductor y editor. Ha publicado 27 libros de poemas desde 1952, entre ellos: The pirate, 1952; Stars and ashes, 1959; Away from the first sky, 1970; Poems of lesser silence, 1979; Collected Works, 1980; Who knows the rose, 1981; Paradise of the forgotten things, 1993; All the wine skops of the world, 1995 and The tavern of the Thinking Moments, 1997. Ha traducido a Walt Whitman, Constantino Kavafis, Federico García Lorca, Giussepe Ungaretti y Wole Soyinka, entre otros. Editor en jefe de AL-MADA, Cultural Quarterly. Otras de sus obras son: Diary of the last exile, 1984; Thoughts in low voice, 1987; When in the heights, 1989; y Triangle of the circle, 1994.