sábado, 28 de enero de 2012

Platón: "Fedro" y la locura divina



Fedro es un diálogo platónico posterior a La República que presenta muchas afinidades temáticas con El banquete. Es de la penúltima fase de la obra de Platón y fue escrito en el año 370 a. C.

1. A diferencia de otros diálogos de Platón, el Fedro no se deja encuadrar bajo una temática en particular, sino que por sus páginas vemos discurrir los tópicos claves de la filosofía platónica de madurez: el eros, la belleza, la naturaleza y destino del alma, la técnica retórica y la tensión entre oralidad y escritura.

2. La primera parte del diálogo, constituida por tres discursos (el de Lisias, y los dos de Sócrates), aborda el problema del eros y el de la naturaleza y destino del alma. La segunda se ocupa del status de la técnica retórica y de sus diferencias con la dialéctica filosófica.

3. La concepción sobre la poesía se desprende del segundo discurso de Sócrates en honor al dios Eros, pues en éste Platón introduce una clara demarcación entre dos órdenes de locura (humana y divina), distinción pasada por alto en los dos discursos precedentes en tanto asimilaban locura (manía) [1] a enfermedad (nósos) [2]: “Si fuera una verdad simple el que la locura es un mal, se diría eso con razón. Pero el caso es que los bienes mayores se nos originan por locura, otorgada ciertamente por don divino”. (244a5-8)

4. No se trata ya de pensar vulgarmente al maniático como un enfermo o perturbado, sino como alguien que se halla poseído por la divinidad (theîon) [3] (249c8-d3). Recién en el último tramo del Fedro dedicado a la discusión sobre la técnica retórica, y al volver sobre el núcleo de su segundo discurso, Sócrates termina por tipificar más claramente la manía en dos especies: una producida por enfermedades humanas, y la otra por un cambio de los valores habituales provocado por la divinidad. (265a9-11)

5. El estado de locura entendido en sentido divino nunca implica oprobio ni deshonra, sino por el contrario la posibilidad de producir bajo su influencia obras bellas que jamás hubieran podido surgir en estado de cordura humana [4]: “tanto mayor es en belleza, según el testimonio de los antiguos, la locura con respecto a la cordura; pues una nos la envía la divinidad y la otra procede de los hombres” (244d3-5)

6. Esta segunda especie de manía se presenta en Fedro bajo cuatro formas de posesión divina, asignadas respectivamente a cuatro dioses:


6ª. La inspiración profética (mántica [5]) a Apolo: Apolo ha sido reconocido variadamente como dios de la luz y el sol; la verdad y la profecía; el tiro con arco; la medicina y la curación; la música, la poesía y las artes; y más. Apolo es hijo de Zeus y Leto y hermano mellizo de la cazadora virgen Artemisa. Es un dios oracular, la deidad profética [6] del Oráculo de Delfos [7]. La medicina y la curación estaban asociadas con él, ya fuera directamente o por mediación de su hijo Asclepio. También era visto como un dios que podía traer la enfermedad y la plaga mortal, además de tener el poder de curarla. Es el patrón defensor de rebaños y manadas. Como jefe de las Musas y director de su coro actuaba como dios patrón de la música y la poesía. El emblema común era el trípode sacrificial [8], representativo de sus poderes proféticos.


6b. La teléstica [9] (mistérica o ritual) a Dioniso. En la mitología clásica, es el dios de la vid (vida), inspirador de la locura ritual y el éxtasis [10]. La misión divina de Dioniso era mezclar la música del aulós [11] y dar final al cuidado y la preocupación. Dioniso es un dios de ritos religiosos mistéricos [12], en la ciudad de Eleusis, próxima a Atenas. Dioniso lleva el basjaris o piel de zorro, simbolizando la viña y la fauna. Sus propios ritos [13], los Misterios eleusinos, eran los más conocidos por todos.


6.c. La poética [14] a las Musas [15].


6.d. La manía erótica [16] a Afrodita [17] y a Éros [18]. (265b2-5)

7. La que interesa es la tercera manifestación de manía poética, la proveniente de las Musas, pues a partir de la distinción entre los estados de manía divina y de cordura humana, Platón desprende una valoración entre dos clases de poetas: los eminentes o perfectos, inspirados por la manía poética, y los imperfectos, bajo el estado de cordura humana: “Pues aquel que sin la locura de las Musas llegue a las puertas de la poesía convencido de que por arte (téchne) habrá de ser un poeta eminente, será uno imperfecto, y su creación poética, estando cuerdo, quedará oscurecida por la de los enloquecidos”.( 245a5-8)

8. En Fedro con ese tercer estado de inspiración procedente de las Musas, manía poética de cuya posesión se desprende un tipo de poeta eminente que produce obras bellas e inmortales. Por el contrario, cuando el poeta se halla en estado de cordura humana, sólo engendra poemas mediocres y perecederos. Platón retoma así una idea ya formulada en el Ion acerca de la imperfección de toda obra poética producida en estado de cordura, es decir, sólo basada en los recursos técnicos que ofrece la disciplina. Allí hacía una de las apreciaciones positivas más elocuentes acerca de las obras de los poetas tradicionales: “Porque es una cosa leve, alada y sagrada el poeta, y no está en condiciones de poetizar antes de que esté endiosado y sin razón, y no habite ya más en él la inteligencia. Mientras posea este don, le es imposible al hombre poetizar y profetizar”.

9. El Fedro es el diálogo en el que Platón, siguiendo un camino abierto en el Ion, Menón y Banquete, termina por fundir las nociones de manía divina, poesía, belleza e inmortalidad. Donde más claramente sistematiza su posición acerca de la esencia de la poesía en función de tal serie conceptual, ya que sólo a partir del estado de posesión divina el alma del poeta puede llegar a producir (poiesis) obras bellas e inmortales. Platón intenta así trascender en Fedro el punto de vista negativo y condenatorio de República, que ataba estrechamente la poesía tradicional a la cordura y a un criterio puramente racional y utilitario en términos ético-políticos. Porque al fin y al cabo el que recibe en Fedro todos los honores y fama inmortal por sus obras no es precisamente el poeta cuerdo y laborioso, sino más bien el poseído o maniático. La novedad de este diálogo estriba, pues, en el profundo respeto que Platón profesa hacia el linaje de la tradición poética, así como en el rescate de su papel de fuente de los mayores bienes para la humanidad. (244a6-8)







[1] La manía (del griego antiguo maníā ‘locura, demencia, estado de furor’) es un trastorno mental que consiste en una elevación anómala del estado anímico. Forma parte de los trastornos del ánimo, constituyendo una de las fases del llamado trastorno bipolar. Un episodio maníaco se caracteriza principalmente por una modificación del humor de la persona, así como por la presencia de alguno/s de los síntomas.

Muchos aspectos permiten que se considere la manía como una “depresión invertida”, en el sentido de una aceleración e intensificación de los pensamientos y de las emociones (todo es más fuerte, más vivo, más intenso, incluyendo el dolor moral o la tristeza, lo que puede acarrear confusiones en el diagnóstico).

Los síntomas más típicos serían:
* Excitación, exaltación, sentidas como “presiones internas”;
* Humor elevado: clásicamente eufórico, aunque también destacan irritabilidad, mayor reactividad y tendencia a ponerse fácilmente colérico;
* Actividad sin reposo, agitación improductiva. Se empiezan varias cosas que no son acabadas;
* Disminución del pudor, pérdida de inhibición, pudiendo llegar a actitudes de seducción y contactos sexuales excesivos, teniendo en cuenta que la persona en estado normal no habría deseado tener ese tipo de comportamiento;
* Aceleración del pensamiento: nuevos y numerosos pensamientos pasan por la mente de la persona sin que ésta pueda detenerlos;
* Dificultad para concentrarse, fácil distracción;
* Trastornos del curso del pensamiento (digresiones múltiples), pérdida del hilo de la conversación;
* Fuga de ideas: dificultad para seguir el discurso de una persona que sufre de manía, ésta suele olvidar el tema inicial;
* Logorrea: habla abundante, acelerada e imparable, siendo esto el reflejo de la aceleración del pensamiento;
* Excesiva confianza en sí mismo;
* Disminución de la necesidad de dormir sin que la persona sienta la fatiga asociada a esa falta de reposo. Esta falta de sueño es a menudo uno de los primeros signos de un episodio maníaco;
* Sentimiento altruista: ganas de ayudar a los demás, hiperempatía;
* Hipersensibilidad afectiva y sensorial;
* Labilidad emocional: pasar de la risa a las lágrimas con mucha facilidad;
* Negligencias en la alimentación o en la higiene.

[2] La nosología es la ciencia que —formando parte del cuerpo de conocimientos de la medicina— tiene por objeto describir, explicar, diferenciar y clasificar la amplia variedad de enfermedades y procesos patológicos existentes.
Descripción: intenta conocer las características
Diferenciación: identificación
Clasificación: relaciones con otros procesos
Se designó como locura hasta final del siglo XIX a un determinado comportamiento que rechazaba las normas sociales establecidas. Lo que se interpretó por convenciones sociales como locura fue la desviación de la norma (del latín vulgar delirare, de lira ire, que significaba originalmente en la agricultura "desviado del surco recto"), por culpa de un desequilibrio mental, por el cual un hombre o una mujer padecía de delirios enfermizos, impropios del funcionamiento normal de la razón, que se identificaban por la realización de actos extraños y destructivos.
Los síntomas de la esquizofrenia suelen comenzar en adultos jóvenes y aproximadamente 0,4-0,6% de la población se ve afectada.5 6 Una persona con esquizofrenia, por lo general, muestra un lenguaje y pensamientos desorganizados, delirios, alucinaciones, trastornos afectivos y conducta inapropiada.7 El diagnóstico se basa en las experiencias reportadas por el mismo paciente y el comportamiento observado por el examinador. No existen actualmente pruebas de laboratorio para el diagnóstico de la esquizofrenia y ninguno de los síntomas es patognomónico de esta condición, lo que dificulta el diagnóstico. creencia basada en información falsa o incompleta o de ciertos efectos de la percepción que son llamados, más precisamente, apercepción o ilusión.

[3] Lo divino es lo eterno, lo que no cambia ni se mueve, lo que permanece siempre y siempre permanece igual.

[4] Prudencia, buen juicio, sentido común, que no se deja arrastrar por sus pasiones.
[5] La mántica, es decir, el dominio de la adivinación en el mundo griego antiguo, está constituido por ciencias oraculares.
Según la tradición había podido dar la apariencia de una inspiración, o, en sentido propio, enthousiasmós, “entusiasmo”, es decir, “el hecho de tener el dios en sí”.
En los primeros tiempos de la mántica, este poder de adivinación parece estar ligado fuertemente con la tierra y las fuerzas ctónicas, (de la tierra) de ahí los oráculos pronunciados “por incubación”, es decir, transmitidos a los mortales por los sueños, después de una noche pasada contra el suelo. Creían que adivinaban el futuro por los gases, que les volvía locos, que desprendía las cuevas en las que ejercían la profesión.

[6] El grupo de prácticas que pretenden conocer el futuro es conocido como mántica. En la Grecia clásica a los “adivinos” se les llamaba mantis y a la “adivinación” mantike.

Prácticas adivinatorias:
* Apantomancia: adivinación basada en las apariciones súbitas de cosas, objetos o personas, por ejemplo, ver una araña en casa.
* Brizomancia: adivinación inspirada en Brizo, Diosa de los Sueños.
* Caomancia: método de adivinación que consiste en la observación de la lluvia o el viento.
* Capnomancia: método de adivinación basado en el humo que desprende la planta de jazmín cuando se quema.
* Ceraunomancia: adivinación a través de la interpretación de los rayos.
* Criptoscopía: visión de las cosas ocultas, de lo que no se puede percibir a simple vista. Se dice también que la criptoscopía ayuda a ver a través de cualquier objeto, por ejemplo, a través de una pared.
* Cronomancia: por extraña que pueda parecer esta práctica adivinatoria, se basa en la observación de las cebollas.
* Dawah: una práctica adivinatoria muy extendida en el Islam, se basa en la teología simbólica de las letras, es decir, todas las relaciones que pueden existir entre las letras del alfabeto árabe, los elementos, los planetas y los signos del zodíaco. Se creía además que aquel que fuera capaz de dominar este arte, tendría gran poder.
* Enteroscopía: un método adivinatorio muy extraño que se basaba en la observación e interpretación de las entrañas de los animales ofrendados a los dioses.
* Enomancia: práctica adivinatoria basada en el vino que puede realizarse de dos maneras: 1) sirviendo el vino en una copa y observar los reflejos, y 2) las distintas sensaciones que provoca en las personas que lo beben.
* Esplacnomancia: una práctica adivinatoria también sangrienta en las que el augur analiza las entrañas de una persona o animal que ha sido ofrendada a los dioses. A diferencia del practicante de la enteroscopía, el practicante de la esplacnomancia observa e interpreta a la víctima mientras aún está viva.
* Estafilomancia: forma de interpretación del futuro basada en la figura que forma las semillas de uva al ser vertidas en un vaso con agua.
* Estoiqueomancia: adivinar el futuro a través de la lectura de un libro abriendo una página al azar; se le conoce también como bibliomancia
* Gamocricia: práctica adivinatoria que involucraba las bodas y la buena o mala fortuna que tendría la pareja.
* Geneomancia: interpretación del futuro de una persona a través de las distintas circunstancias y sucesos durante su nacimiento.
* Gentlíaca: análisis de las condiciones astrológicas durante el nacimiento de una persona, es un tipo de horóscopo muy rústico si se quiere entender de esta manera.
* Geomancia: una práctica adivinatoria muy común en China que consiste en llamar aun adivino para determinar las mejores condiciones de construcción de una casa, lo que redundará en buena fortuna para sus habitantes. También es la adivinación basada en las figuras geométricas que se forman en el suelo.
* Gramatomancia: práctica adivinatoria que consiste en realizar una pregunta y extraer letras aleatoriamente para formar palabras que se supone darán respuesta a nuestra interrogante.
* Hemocritia: adivinación que interpreta la sangre.
* Hematoscopía, por su parte, es la práctica adivinatoria basada en la observación del hígado de las personas que eran ofrendadas a los dioses.
* Teframancia: práctica que se basa en la observación de las figuras que formaban las cenizas de las víctimas que eran ofrecidas a los dioses.
* Teomancia: adivinación basada en nombrar cada uno de los atributos de Dios.

[7] El oráculo de Delfos fue un gran recinto sagrado dedicado principalmente al dios Apolo que tenía en el centro su gran templo, al que acudían los griegos para preguntar a los dioses sobre cuestiones inquietantes. Situado en Grecia, en el emplazamiento de lo que fue la antigua ciudad llamada Delfos (que hoy ya no existe), al pie del monte Parnaso, en medio de las montañas de la Fócida, a 700 m sobre el nivel del mar y a 9,5 km de distancia del golfo de Corinto.

De las rocas de la montaña brotaban varios manantiales que formaban distintas fuentes. Una de las fuentes más conocidas desde muy antiguo era la fuente de Castalia, rodeada de un bosquecillo de laureles consagrados a Apolo. La leyenda y la mitología cuentan que en el monte Parnaso y cerca de esta fuente se reunían algunas divinidades, diosas menores del canto, la poesía, llamadas musas junto con las ninfas de las fuentes, llamadas náyades. En estas reuniones Apolo tocaba la lira y las divinidades cantaban.
La Fócida o Focia es una antigua región del centro de Grecia atravesada por el gran macizo del monte Parnaso. En época de la Grecia clásica una parte de esta región, la que está situada al pie de dicho monte, tenía el topónimo de Pyto (o Pito). Este lugar es el conocido como Delfos, es decir, Pyto y Delfos son sinónimos.

El nombre de Pito fue tomado de la serpiente Pitón que vivía en una cueva de estos parajes y a la que el dios Apolo dio muerte para apoderarse de su sabiduría y ser él quien presidiera el oráculo. La mitología cuenta que después de dar muerte a la serpiente, Apolo guardó sus cenizas en un sarcófago y fundó en su honor unos juegos fúnebres que se llamaron Juegos Píticos. Más tarde corrió la leyenda de que ese sarcófago se hallaba enterrado debajo del ónfalos, piedra cuyo nombre significa "ombligo del mundo", en el templo de Apolo en Delfos. De este nombre derivó el de Pitia o Pitonisa, nombre que se le fue dando a las mujeres que interpretaban las respuestas, es decir el oráculo. Al templo de Apolo se le llamaba también Pition y al mismo Apolo en Delfos se le llamó Apolo Pitio.

El topónimo de Delfos viene de Delfine, que era el nombre del dragón mitológico que custodiaba el oráculo antes de la llegada de Apolo. A partir del siglo IV a. C., se le empezó a llamar Pitón en lugar de Delfine, aunque en esencia era el mismo personaje. Son dos fases sucesivas de la leyenda. Siguiendo el topónimo de Delfine, al templo de Apolo se le llamó igualmente Delfinion.

[8] Un trípode sacrificial era una especie de altar usado por los antiguos griegos. El más famoso fue el trípode de Delfos, en el que la pitonisa tomó su asiento para ofrecer a las palabras de la deidad. El asiento estaba formado por una losa circular en la parte superior del trípode, en que se depositó un ramo de laurel, cuando fue ocupada por la sacerdotisa.

[9] La palabra teurgia significa hacer con Dios y permitir que Dios haga en nosotros, ser colaboradores e instrumentos de él. De esta manera, se entiende que la teurgia (o teúrgia) es una de las ramas del saber hermético a través del cual se invoca a seres superiores o ángeles para así comunicarse, recibir sus enseñanzas, obtener beneficios de ellos o bien, manipularlos.

De acuerdo con los expertos en teurgia, se afirma que para invocar a los ángeles es necesario realizar ciertos rituales en los que se utilizan formulas mágico-religiosas y posturas que supuestamente tienen el poder de atraer a estos seres. Sin embargo, los grandes teurgos afirman que no cualquiera está capacitado para invocar a los ángeles; el “teurgo” debe poseer ciertas habilidades especiales que le permitirán realizar conscientemente viajes astrales y desenvolverse plenamente en ese universo, pues de hecho, es precisamente en este plano donde radica nuestra alma, nuestra voluntad y nuestra consciencia. Quizá por este motivo es que la primera lección que el “teurgo” debe dominar es entrar y salir del universo astral justo en el momento transitorio entre la vigilia y el sueño.

Cabe resaltar que la teurgia se divide en dos ramas: la teléstica y la mediúmnica.

La teléstica es una forma particular de Teurgia con la cual se consagran y animan estatuas a través de símbolos y señales secretas —como hierbas, piedras, animales, etc.— , con el fin de vincularlos de manera simpática para obtener favores de ellos (generalmente adivinatorios).

Los telestas, es decir, los que practican la Teléstica, creían que los dioses tenían un representante vegetal, mineral o animal a través del cual era posible relacionarse, ponerse en contacto con ellos y obtener sus favores.

La mediúmnica, llamada también delirio posesorio, busca por su parte la encarnación provisional de un espíritu en una persona a la que se le conoce como médium con el fin de obtener favores a través de ellos, estos favores al igual que en la teléstica son de tipo adivinatorio.

Cabe mencionar, que aunque estas la teurgia, teléstica y mediúmnica fueron durante mucho tiempo prácticas reconocidas y valoradas, al llegar el periodo de la Edad Media no sólo se prohibió y consideraron actividades demoníacas, sino que también se condenó y persiguió a todos los sospechosos de utilizarlas.

[10] Iluminación, en sentido amplio, significa adquisición de nueva sabiduría o entendimiento, acompañado de una sensación de plenitud.
Conviene diferenciar, sin embargo, los dos conceptos distintos que cubre esta acepción:
la iluminación intelectual (en alemán, Aufklärung). En este sentido, es esclarecimiento interior, experimental o racional, pero no místico. Es poner en claro, llegar al fondo y dilucidar un asunto o una doctrina. Se debe reconocer la diferencia entre iluminación y aprendizaje (que también es la adquisición de nuevo conocimiento)
la iluminación espiritual (en alemán, Erleuchtung), que —en sentido religioso— es la experiencia de lo divino, sentir la presencia de Dios. Esta experiencia se manifiesta en paz, amor, felicidad o sentido de unidad con el universo. Es un esclarecimiento interior.

[11] El aulós u oboe doble, está relacionado con el culto orgiástico, es decir, el culto a Dioniso, topó en Grecia con la resistencia de los instrumentos de cuerda (relacionados con el culto a Apolo).

[12] las religiones mistéricas acogían al creyente, proporcionándole protección y promesa de felicidad. estas religiones mistéricas conlleva una serie de ritos iniciáticos, y frecuentemente un periodo de preparación y de pruebas, antes de aceptar a un nuevo adepto en la comunidad. Estas ceremonias recibían el nombre de misterios. El término "Misterio" deriva del latín Mysterium, del griego musterion, y en este contexto significa "secreto, rito o doctrina". Una persona que siguiese tal "Misterio" era un mystes, "uno que se ha iniciado" (de myein, cerrar), una referencia al secreto (el cierre de "los ojos y la boca") ya que sólo al iniciado se le permitía observar y participar en los rituales.
[13] El culto helénico a Dionisios, caracterizado por sus aspectos mistéricos y orgiásticos, enlaza en sus primeros momentos con los ritos que los antiguos tracios consagraban a una divinidad a la que llamaban Sabazios, que sería la responsable del renacer de la primavera y de la fertilidad de las cosechas. Se trataba de unos ritos que hundían sus raíces en los tiempos neolíticos y a través de ellos los hombres rendían culto al continuo renacer de la vida.
Se piensa que los rituales mistéricos de Dionisios, que en tiempos más recientes seria asimilado al Baco romano, existieron mucho antes de que esta divinidad descubriera a los hombres los benéficos efectos que el vino habría de producir en sus espíritus. Es posible incluso que los antecedentes más remotos enlacen con sociedades de tipo matriarcal en las que las mujeres centraban la vida comunitaria de los grupos humanos. Sabemos, en efecto, que en sus primeros momentos el papel que desempeñaban las seguidoras de Dionisios, las denominadas ménades o bacantes, sobresalía tanto en los propios cultos como en los misterios que en ellos se encerraban. Las ménades coronaban su cabeza con ramas y hojas de hiedra, que también masticaban, de modo que según Plutarco ese era el motivo de que pasaran a ser poseídas por espíritus que provocaban que sus cuerpos cayesen presa del delirio y el éxtasis.
La hiedra, que adornaba el extremo de los tirsos, el largo bastón de madera que portaban las ménades, singularizaba los cultos dionisíacos en aquellos primeros momentos en que los hombres todavía no conocían el vino. En esos tiempos las mujeres, masticando las hojas de hiedra llegaban a ser poseídas por violentos seres del más allá que producían en ellas, como afirmaba Plutarco, una ebriedad sin vino.
La pasión de Dionisios
Según la mitología Dionisios habría nacido fruto de los amores extraviados de Zeus y Semele, de modo que Hera, esposa de Zeus, contrariada, permitió que los Titanes mataran al niño recién nacido, cocinando luego sus quebrantados restos que habrían de consumir en un salvaje festín. Asegura la leyenda que donde la sangre del niño cayó en la tierra llegaría a crecer un hermoso granado.
Reconstruido su cuerpo mutilado por Rea, su abuela, Dionisios retornó a la vida, siendo criado oculto a la mirada de los hombres y disfrazado de niña en la corte de Atamante, rey de Orcómenos, que no pudo negarse a la petición que le habría hecho el propio Zeus. Fue así como Dionisios, que pronto habría de vengarse de los Titanes, pasó a ser considerado por los antiguos helenos como un símbolo de algo que muere y luego resucita, es decir la pasión, muerte y resurrección de Dionisios simbolizó desde antiguo el propio ansia de inmortalidad de los humanos.
Sigue narrando el mito que Dionisios en su juventud hizo diversos viajes en los que habría conocido algunos de los ritos mistéricos que los hombres practicaban en lugares como Asia Menor, Egipto y Oriente. En esos viajes entró en contacto con los ancestrales misterios de Cibeles, la Gran Madre de los dioses, que también era considerada una divinidad del renacer y a la que se rendían cultos orgiásticos, incluso sangrientos. Tenemos noticias de que cuanto el culto de Cibeles llegó a Roma algunos de sus fieles, enloquecidos por el delirio, incluso se castraban, imitando lo que según la leyenda había hecho Atis, pastor del que se había enamorado la diosa.
Además de los posibles conocimientos mistéricos adquiridos en sus viajes juveniles, todo parece indicar que uno de los hechos más sobresalientes de la vida de Dionisios habría sido su viaje al más allá, en busca de Semele, su madre fallecida, a la que consiguió rescatar del Hades y que en lo sucesivo sería, vuelta de nuevo a la vida, inmortalizada como divinidad a la que desde entonces se conocería con el nombre de Tione. En este viaje al más allá Dionisios habría adquirido conocimientos profundos de lo que espera al hombre tras la muerte, conocimientos que a partir de entonces habría de ofrecer a todos aquellos que desearan ser iniciados en sus misterios.
Dos circunstancias contribuyeron, en suma, a configurar a Dionisios como divinidad que prometía la inmortalidad a sus iniciados. De un lado, el propio ejemplo que ofrecía su vida, asesinado por los Titanes y luego vuelto a nacer, y de otro los secretos conocimientos a los que habría tenido acceso en su viaje a los parajes del Hades.
El delirio mistérico
Primero a través de las hojas de hiedra y luego sirviéndose del vino, los seguidores de Dionisios eran invadidos por violentos espíritus que hacían que fueran poseídos por la locura y el delirio. La personalidad de los iniciados, dominados por el frenesí, era sustituida por la del espíritu invasor, habiéndonos llegado noticias de que para facilitar esa posesión las ménades despedazaban con sus propios manos a cervatillos, machos cabríos o incluso toros, cuya carne cruda y todavía viva se apresuraban a ingerir, ya que de ese modo el espíritu que habitaba en el animal les era transmitido a ellas.
Se trataba de una espeluznante comunión de la ménade con el espíritu que se conseguía comiendo la carne viva de la víctima, cuya sangre era igualmente bebida por las oficiantes. Eurípides, en su obra Las Bacantes nos ha transmitido abundante información sobre estos actos rituales.
Sabemos que las ménades, que se cubrían con la piel de estos animales sacrificados con sus propias manos, los cuidaban muchos meses antes e incluso llegaban a amamantarlos con sus propios pechos. Se pensaba que posteriormente, cuando los desgarraban y mataban de modo salvaje no hacían sino recordar la propia pasión y muerte de Dionisios, con el que los Titanes se habían dado un cruel festín.
Las noticias que nos han llegado acerca de estos actos rituales especialmente sangrientos parecen remontarse incluso a unos tiempos en que en la antigua Grecia pudieron existir los sacrificios humanos y el canibalismo ritual. En ese sentido podemos recordar el mito de las hijas de Minias que enloquecidas por Dionisios habrían matado y devorado al hijo de una de ellas, Leucipo. Antes del crimen, llenas de pasión, habrían sorteado cual de ellas tendría que ser la que entregase a su hijo para el cruel sacrificio.
En la obra antes citada de Eurípides se nos han transmitido multitud de noticias acerca de estas creencias míticas de los antiguos helenos. No podemos resistirnos a reproducir algunas de ellas:
“Tebas –dice Dionisios- es la primera ciudad de la Hélade en que he hecho retemblar el alarido de las bacantes, envolviendo sus cuerpos con las pieles de ciervo y poniendo en sus manos el tirso rodeado de hiedra…”
“¡Oh! ¡Dichoso el que sabiendo los misterios de los Dioses –dirá seguidamente el coro de ménades- purifica su vida y consagra su alma con purificaciones sagradas, danzando en las montañas con las bacantes, y quien, llevando a cabo con arreglo al rito de las orgías de la abuela Cibeles, agitando el tirso y coronado de hiedra, honra a Dionisios! ¡Andad, bacantes! ¡Andad, bacantes! ¡Seguid al dios, a Dionisios, hijo de un Dios, y desde las montañas frigias llevadlo a las amplias ciudades de la Hélade!”
Poco después Penteo, rival de Dionisios, lanzará amargas quejas ante la situación creada por las seguidoras del dios:
“Estaba yo ausente de esta tierra, y me enteré de que en la ciudad (Tebas) había grandes trastornos. Nuestras mujeres han abandonado las moradas para mezclarse a la fingida demencia de las bacantes, y vagabundean por las montañas selváticas, y celebran con danzas a ese nuevo Dios o lo que sea, a Baco… Cada cual va de un lado a otro, en la soledad, entregándose al abrazo de los machos, bajo pretexto de que son ménades que cumplen los ritos sagrados; pero aman más a Afrodita que a Baco… Cuando el zumo de la uva corre en un festín de mujeres, digo que nada es bueno en esas orgías…”
Y acerca de las bondades del vino afirmará Tiresias:
“Dionisios ha descubierto el licor de la uva, y se lo ha dado a los mortales. Esta bebida redime de sus dolores a los desdichados, y cuando están saturados del licor de la vid, les proporciona el sueño y el olvido de los males de cada día… En efecto, cuando este Dios ha entrado abundantemente en el cuerpo de los hombres, hace revelar las cosas futuras a los que vuelve dementes…”
Veamos, finalmente, un fragmento en el que Eurípides nos narra como las seguidoras de Dionisios llevan a cabo un acto salvaje de sacrificio de animales, cuyas carnes habrán luego de devorar:
“Entonces… las bacantes se arrojaron sobre los animales que pacían hierba, aunque sin armas. Y hubieras visto a una de ellas desgarrar con sus manos en dos a una ternera de pesadas tetas y mugiente; y otras hacían jirones a las vacas; y hubieras visto saltar por todas partes costillas y pezuñas hundidas, y gotear sangre los pedazos de carne colgados de los abetos. Y los toros feroces, que afilaban con furia sus cuernos, eran derribados en tierra por las mil manos de aquellas jóvenes, y se les arrancaban de las carnes las pieles en menos tiempo del que invertirían en bajar los párpados sobre tus pupilas reales…”

[14] Poiesis La palabra griega poiesis significa ‘creación’, o ‘producción’. Viene de la palabra poien que significa ‘hacer’ o ‘realizar’. Platón define en El banquete el término poiesis como «la causa que convierte cualquier cosa que consideremos de no-ser a ser». Entendemos por poiesis todo proceso creativo. Es una forma de sabiduría, y conocimiento, también una forma lúdica, algo alegre, que está vivo. La expresión no excluye el juego, puesto que el hombre que juega es ya un hombre que sabe.
Y puesto que nuestra vida está compuesta de actos y lenguaje, podemos preguntarnos: ¿de qué manera y qué efectos nos trae jugar con nuestro lenguaje y nuestros actos?
Deriva etimológicamente del antiguo término, que significa ‘crear’. Esta palabra, la raíz de nuestra moderna «poesía», en un principio era un verbo, una acción que transforma y otorga continuidad al mundo. Ni producción técnica ni creación en sentido romántico, el trabajo poiético reconcilia al pensamiento con la materia y el tiempo, y a la persona con el mundo. A menudo se utiliza como un sufijo, como en los términos de la biología hematopoiesis y eritropoiesis (la formación de células sanguíneas y la formación de glóbulos rojos respectivamente).
En El banquete, Diotima describe la lucha por la inmortalidad en relación con la poiesis. En esta génesis hay un movimiento más allá del ciclo temporal de nacimiento y decadencia. «Ese movimiento puede ocurrir en tres tipos de poiesis: (1) natural a través de la procreación sexual, (2) en la ciudad a través de la consecución de la fama heroica y, por último, (3) en el alma mediante el cultivo de la virtud y el conocimiento».
Martin Heidegger se refiere a ella como «alumbramiento», utilizando este término en su sentido más amplio. Este autor explica la poiesis como «el florecer de la flor, el salir de una mariposa de su capullo, la caída de una cascada cuando la nieve comienza a derretirse». Mediante las dos últimas analogías Heidegger subraya el momento de éxtasis producido cuando algo se aleja de su posición como una cosa para convertirse en otra.

[15] La genealogía de las Musas no es la misma en todas las fuentes. La noción más común es que eran hijas de Zeus, rey de los olímpicos, y Mnemósine, diosa de la memoria, y que nacieron en Pieria (Tracia), al pie del monte Olimpo, por lo que a veces se les llamaba Piérides, pero algunos autores como Alcmán, Mimnermo y Praxila las consideraban más primordiales, hijas de Urano y Gea. Pausanias explica que había dos generaciones de Musas, siendo las primeras y más antiguas hijas de Urano y Gea y las segundas de Zeus y Mnemósine.
Al final terminaría consolidándose en toda Grecia el número de nueve Musas. Homero menciona unas veces a una Musa (singular) y otras a unas Musas (plural), pero sólo una vez2 dice que eran nueve. Sin embargo, no menciona ninguno de sus nombres. Hesíodo es el primero que da los nombres de las nueve, que a partir de entonces pasaron a ser reconocidos. Plutarco afirma que en algunos lugares las nueve eran llamadas por el nombre común de Mneiae, ‘recuerdos’.
Las nueve musas canónicas son:
* Calíope, ‘la de la bella voz’: musa de la poesía épica (canción narrativa) y de la elocuencia. Madre de Orfeo.
* Clío, ‘la que celebra’: musa de la historia (epopeya)
* Erato, ‘amorosa’ (su nombre proviene de Eros): musa de la poesía lírica (canción amatoria). sus seguidores anhelan un mundo de amor y desenfreno erótico.
* Euterpe, ‘deleite’: musa de la música, especialmente la de la flauta. Su nombre procede del griego eu (bien) y terpe (contentar).
* Melpómene, ‘cantar’: musa de la tragedia. es una de las dos Musas del teatro. Inicialmente era la Musa del Canto, de la armonía musical, pero pasó a ser la Musa de la Tragedia como es actualmente reconocida. se la representa apoyada sobre una maza (bastón) para indicar que la tragedia es un arte muy difícil que exige un genio privilegiado y una imaginación vigorosa. En algunas leyendas Melpómene aparece como madre de las sirenas, cuyo padre sería Aqueloo o Forcis, el padre de las Gorgonas. En una de sus manos sotiene un cetro y una corona, en la otra, un puñal. se halla rodeada de fortalezas, armas y laureles y a su arrogancia se une la tristeza de la soledad.
Un mito cuenta que Melpómene tenía todas las riquezas que podía tener una mujer, la belleza, el dinero, los hombres, solo que teniéndolo todo no podía ser feliz, es lo que lleva al verdadero drama de la vida, tener todo no es suficiente para ser feliz.
* Polimnia, ‘muchos himnos’: musa de los cantos (himnos). es la musa de la poesía-lírica-sacra, es decir, la de los cantos sagrados. También se le considera como la musa de la retórica, la geometría y de la pantomima, esto es, la mímica. Esta musa fue la que le enseñó la agricultura a los hombres.
* Talía, ‘florecer’); musa de la comedia y de la poesía bucólica o pastoril. Era una divinidad de carácter rural. Con Apolo fue madre de los coribantes (asistentes de Dionisio-bebé).
* Terpsícore, ‘deleite de la danza’); musa de la danza y poesía coral. Encabezó la guerra contra las sirenas. las sirenas, divinidades marinas dotadas de una maravillosa voz que osaron competir con las musas, quienes las derrotaron y arrancaron sus plumas. Avergonzadas, las sirenas se retiraron a las costas de Sicilia donde, con su canto, ejercían tan poderosa atracción sobre los marinos que éstos no podían evitar que sus navíos se estrellaran contra las rocas.
* Urania, ‘celestial’ (su nombre procede de Urano-el cielo): musa de la astronomía, de la astrología y poesía didáctica, musa de las matemáticas y de todas las ciencias exactas.

[16] Erotismo es una palabra formada a partir del griego: érōs con que se designaba al amor apasionado unido con el deseo sensual.

[17] Afrodita no tuvo infancia: en todas las imágenes y referencias nació adulta, núbil e infinitamente deseable. En muchos de los mitos menores tardíos en los que participa se la presenta vanidosa, malhumorada y susceptible. Aunque es uno de los pocos dioses del panteón griego realmente casados, le es infiel a su marido con frecuencia. Hefesto. Debido a su inmensa belleza, Zeus temía que Afrodita fuera la causa de violencia entre los otros dioses. Por ello la casó con Hefesto, el severo y malhumorado dios del fuego y la fragua. Otra versión de esta historia cuenta que Hera, la madre de Hefesto, lo arrojó del Olimpo al considerarle feo y deforme. Éste obtuvo su venganza atrapándola en un trono mágico y exigiendo a cambio de su liberación la mano de Afrodita. Hefesto estaba contentísimo de haberse casado con la diosa de la belleza y forjó para ella hermosa joyería, incluyendo el cesto, un cinturón que la hacía incluso más irresistible para los hombres.
La infelicidad de Afrodita con su matrimonio hizo que buscase la compañía de otros, normalmente Ares, pero también Adonis. Hefesto fue informado del adulterio que su esposa mantenía con Ares por Helios. Como venganza, atrapó ingeniosamente a Ares y Afrodita con una red de finas cadenas que había dispuesto sobre el lecho para que cayeran al más mínimo contacto. Entonces llamó a todos los demás dioses olímpicos para burlarse de ellos (sin embargo, «las diosas se quedaron en casa, todas por vergüenza»); algún dios desenfadado comentó que no le habría importado sentir tal vergüenza. Hefesto no los liberó hasta que Poseidón le prometió que Ares pagaría desagravios, pero ambos escaparon tan pronto como levantó la red y no mantuvieron su promesa.

[18] En el pensamiento griego parece haber dos aspectos en la concepción de Eros. En el primero es una deidad primordial que encarna no solo la fuerza del amor erótico sino también el impulso creativo de la siempre floreciente naturaleza, la Luz primigenia que es responsable de la creación y el orden de todas las cosas en el cosmos. En la Teogonía de Hesíodo, el más famoso de los mitos de creación griegos, Eros surgió tras el Caos primordial junto con Gea, la Tierra, y Tártaro, el Inframundo. De acuerdo con la obra de Aristófanes Las aves, Eros brotó de un huevo puesto por la Noche (Nix), quien lo había concebido con la Oscuridad (Érebo). En los misterios eleusinos era adorado como Protógono , el ‘primero en nacer’. Posteriormente aparece la versión alternativa que hacía a Eros hijo de Afrodita con Ares (más comúnmente), Hermes o Hefesto, o de Poros y Penia, o a veces de Iris y Céfiro. Este Eros era un ayudante de Afrodita, que dirigía la fuerza primordial del amor y la llevaba a los mortales. En algunas versiones tenía dos hermanos llamados Anteros, la personificación del amor correspondido, e Hímero, la del deseo sexual. La adoración de Eros era poco común en la Grecia más antigua, pero más tarde llegaría a estar muy extendida. Fue adorado fervientemente por un culto a la fertilidad en Tespia y jugó un importante papel en los misterios eleusinos. En Atenas, compartió con Afrodita un culto muy popular y se le consagraba el cuarto día de cada mes.

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