sábado, 29 de octubre de 2011

Breve aproximación a la novela de porfiriato




La novela del porfiriato: Un reflejo de su sociedad


Aun cuando la novela es un género de ficción y no pretende realizar un estudio sociológico o histórico, a través de sus páginas, ayuda al lector a entender y estudiar la historia de lo cotidiano, los códigos y formas de comportamiento social de una época. Los autores, a través de sus personajes, reflejan sus preocupaciones e ideologías de la sociedad de su tiempo, en este caso nos ocuparemos del período conocido como el porfiriato, y solamente de algunos aspectos de los muchos que se pueden obtener de su lectura. Su visión será, aunque haya algunas diferencias socio económicas entre ellos, las de hombres de clase media o alta, con sus convenciones y juicios personales. ya que con el ascenso de Porfirio Díaz a la presidencia, después de la Revuelta de Tuxtepec, se inicia un período sin grandes movimientos armados, lo que da a esta época su fama de estabilidad política, después de haber pasado por casi sesenta y cinco años de enfrentamientos armados entre los diversos grupos contendientes desde la consumación de su independencia.

Las obras de las que nos ocuparemos son: Baile y Cochino de José T. Cuellar (1886); La Bola, La Gran Ciencia, El Cuarto Poder, Moneda Falsa, tetralogía de Emilio Rabasa (1887-1888); La Rumba de Ángel del Campo (1890-1891); La Parcela de José López Portillo y Rojas (1898); y Los Parientes Ricos de Rafael Delgado (1902).

Los novelistas recrean desde su óptica el fluir de la vida cotidiana, acontecer en el que aparentemente no pasa nada, y se limitan a relatar vidas privadas, las de aquellos que se ocupan por sobrevivir, las de otros que quieren alcanzar un estatus social, o bien, conservarlo. Seres con anhelos, frustraciones, logros y sueños, los que en un proceso largo y casi imperceptible dan forma a los cambios de usos y costumbres en una sociedad como la mexicana, en la que sobreviven los prejuicios y aparecen otros, en ese entramado de relaciones sociales, que se adaptan y transforman a nuevas circunstancias .Para retratar a esa sociedad, los escritores apoyan sus descripciones en lo que observan, bien sea para ensalzarlo o denostarlo. Los personajes, se convierten en tipos que conforman esa sociedad que describen, con los valores aceptados por la mayoría.



Movilidad Social

La movilidad social se da tanto de forma ascendente como descendente, y en un país como México que vivió luchas armadas casi continuamente, permitió que algunos individuos cambiaran de estrato socio-económico como consecuencia de las revueltas locales y golpes de estado, sus fortunas se veían menguadas o se multiplicaban en ocasiones, y en otras la oportunidad política o de amistad les permitía obtener una posición económica que nunca imaginaron desde su origen de nacimiento.

Cuando se publica la tetralogía de Emilio Rabasa, ocupa la presidencia Manuel González, los movimientos armados son acontecimientos recientes, una amenaza latente. “La bola” produce cambios sociales, hombres del pueblo, que por habilidad, casualidad o falta de ética logran tener una posición económica que les permite acceder o intentar ingresar en los grupos sociales que tienen el poder e imponen sus normas de conducta. Tienen que aprender nuevas formas de socialización para ser aceptados.

En la obra de Rabasa, la movilidad social está condicionada a “la bola”, ésta le da la oportunidad a uno de los principales personajes, Mateo Cabezudo, de un ascenso económico, político y social. Este era hijo de una lavandera de la hacienda de Juan Quiñones, el otro protagonista, quien es obligado a participar por medio de la leva en una de las constantes revueltas. En “la bola” le dan al principio y, después él mismo se otorga, grados militares hasta llegar a coronel. Con los primeros triunfos de armas, y el reparto y venta de tierras con la desamortización llega a obtener magníficos recursos económicos. Después ocupa los cargos de diputado local y diputado federal. Durante el transcurso de la obra se pasa del pueblo de San Martín de la Piedra, a la capital del estado, continúa en la ciudad de México y termina con el regreso al pueblo. Juan, el hijo de su ex patrón está enamorado de la sobrina de Matías, a éste le parece poco para ella, después de su enriquecimiento y poder político. La trama de las cuatro novelas gira en torno de esta historia de amor entre los jóvenes y el odio cada día más irreconciliable entre los protagonistas.

Juan aunque ha descendido económica y socialmente, tiene una educación que le permite conseguir empleos medios en una oficina o como periodista. Se sabe desenvolver entre las personas de clase alta, por lo mismo, siente que puede criticar a Mateo y su transformación física al encontrarlo en la fiesta de cumpleaños del gobernador, en la capital del estado. Según la descripción de Juan, el tosco soldado de la leva, había intentado cambiar su aspecto:

“La barbería, dice, había tomado en ello parte muy principal y notoria, pues recortados los cabellos y domada un tanto su elasticidad a influjo de pegajosa pomada, asentados y mejor dirigidos los ásperos bigotes, y bien rapada la barba, el aspecto de don Mateo se había modificado, adquiriendo su semblante cierta benignidad de fiera amansada”. (Rabasa, La Gran… 1996, 199)

En cuanto a

“Las prendas de vestir, aunque de acuerdo con la moda, le caían malísimamente, pues le faltaba eso que se llama saber llevar un traje. Parecía que la levita evitaba, alejándose, el contacto de aquel corpachón; la corbata caía relajada sobre el pecho, y el cuello de la camisa permitía a la pletórica garganta más holgura de la que demandaba el buen parecer”. (Rabasa 1996, 199)

Los hombres públicos se transforman al ocupar cargos que tal vez nunca pensaron obtener. Cuando Mateo se instala en la ciudad de México, al tratar de adquirir el estilo de las clases acomodadas, a su sobrina le compra joyas, ropa, además de pasearse en costosos carruajes por Plateros para mostrar su riqueza.

Baile y Cochino de Cuéllar, obra que coincide con el fin del primer mandato de Porfirio Díaz en la presidencia, nos presenta un mosaico de personajes de la clase media. La obra gira alrededor de un baile que organiza un coronel y su esposa recién llegados de provincia a la ciudad de México por lo que no tienen conocidos o amigos de confianza, un tal Saldaña, hombre acomodaticio sin un oficio o trabajo fijo, sirve de intermediario para establecer algunos contactos, y convence al coronel de que serán invitados importantes los que asistirían al baile porque él tiene buenas relaciones sociales.

Unas de las invitadas son las hermanas Machuca, que habían sido muy pobres “descalcitas”, que tenían un hermano, el que por los comentarios de otros sabemos que era un “...lebrón de siete suelas”, (Cuellar1946, 254) a quien “le dio una salvadota Tuxtepec...” (Cuellar 19446, 254), y “sin dejarse ver mucho, sacaba dinero de todas partes, algunos decían que tenía el contrato de adoquines de la calle de Plateros”. (Cuellar 1946, 256)

Tuxtepec también es un hecho reciente cuando se publica esta obra, aquí también aparecen estos personajes que cambiaron su estrato socio económico, y aprovecharon los movimientos armados, se beneficiaron con ellos y una vez lograda cierta estabilidad, ocuparon cargos que los ayudaban en su ascenso económico. Sin embargo, aunque tienen poder económico, no están relacionados con ese grupo minoritario de las llamadas “clases altas”. El cambio de comportamiento, exigido por éstas, no se ha efectuado. Conservan muchas de las actitudes de su grupo de origen, y aunque el autor no lo ejemplifica con el hermano Machuca, sí lo hace explícito en las hermanas, quienes a pesar de tener una apariencia externa de cierto refinamiento por la ropa que usan y lo que gastan, su comportamiento las denuncia: asisten a las ferias a apostar, reciben hombres en su casa sin ningún recato, se emborrachan en la fiesta y su lenguaje no es el propio de personas educadas.

En la fiesta aparecen también los indios, sirvientes o garbanceros, están en un estrato social aparte, con sus propios códigos de conducta, y aunque al autor no esté de acuerdo con éstos, los describe como característicos de este grupo. Les falta la moral y el comportamiento que exigiría a las personajes de otro estrato, están aparte, como condenados a no participar, ni ascender en la escala social.

La Parcela de José López Portillo y Rojas, es la única novela de las que nos ocupamos de carácter rural, si no consideramos La Bola de Rabasa, que también se desarrolla en un pequeño pueblo. En esta obra, el tema es la envidia y la disputa entre dos hacendados por obtener más tierras de parte de uno de ellos y por lo tanto más riqueza y poder. Los personajes secundarios tienen los mismos defectos y ambiciones que en La Bola entre aquellos individuos que tratan de llegar a ocupar el cargo de presidente del ayuntamiento, intrigas, votaciones amañadas y malos manejos e interpretaciones de la ley para tener un puesto de importancia que les daría poder.

Los campesinos, dependiendo de quienes son sus patrones, sufren o se benefician, pero les son fieles incondicionalmente. Ocupan una posición social de la que no saldrán. El hacendado ambicioso, Miguel Díaz:
“Habíase criado, según lo describe el autor, en la atmósfera feudal del campo, donde se adquiere el hábito de guardar poco respeto a ciertas garantías individuales, y no era escrupuloso en el uso de la autoridad. Varias veces había castigado a sus mozos por propia mano, lanzándolos de sus tierras, prendiendo fuego a sus chozas, encerrándolos en las trojes y poniéndolos en el cepo... “ (López Portillo y Rojas 1996, 384)

Se presenta también al joven “europeo nostálgico”, como lo califica López Portillo, que estudió en Europa con gran sacrificio de sus padres: todo lo que existe en México le parece despreciable, gasta el dinero y se avergüenza de sus progenitores, quienes mueren de tristeza. Para seguir gastando y despilfarrando se casa con una joven rica, a la que incluso llega a golpear, además desde luego, de dilapidar su fortuna, hasta que ella pide el divorcio. Éste es un comportamiento social novedoso, con las leyes de Reforma, se acepta el divorcio civil, sin embargo, el cambio que significa tardará en aceptarse, aun cuando esté legislado. Enrique Jaramillo, este juez corrupto en el que se convirtió aquel joven, trata de enamorar a una amiga de la protagonista de la novela, cuando ésta se entera que es un hombre casado, lo rechaza en seguida. Es decir, el divorcio civil no tenía validez si se quería tener una relación que se considerara legítima socialmente.

Rafael Delgado publica Los Parientes Ricos en 1902. El régimen del Porfirato está consolidado. En esta novela los protagonistas pertenecen a dos familias, una de ellas se convirtió en el prototipo de la sociedad más encumbrada, la de Juan Collantes, la otra es la de su hermano muerto, Ramón. La viuda de éste y sus cuatro hijos, aunque tienen buenas maneras y habían gozado de bienestar económico, ahora les era difícil sostenerse, pero siempre guardan el decoro y el buen trato de una clase social venida a menos. Los hermanos tuvieron un enfrentamiento irreconciliable por razones políticas. Ramón fue un liberal que perdió todos sus bienes y al morir dejó a su mujer e hijos con apenas lo necesario para vivir, a diferencia de Juan, quien luchó con los conservadores. La hermana de ambos se casó con un militar francés, y éste ayudó a Juan a relacionarse y lograr soberbios negocios con el Tesoro Francés. Emigró a París con su familia, desde donde siguió amasando su fortuna y redondeando sus negocios en México. Regresó al país en los años setenta, volvió a Francia, en donde tenía la mayor parte de su capital, y por fin decide radicar en México.

Cuando llega es recibido como un gran señor y un gran acaudalado. La época de las ideologías irreconciliables ha pasado, no importa a cual de los grupos se haya pertenecido. Incluso Juan y su mujer presumen de tener parientes nobles en Francia, la familia de su hermana (recordemos que su marido fue uno de los invasores franceses). Cuando ésta muere y se les notifica de su deceso, le celebran una misa con túmulo y blasones. Presumen de pertenecer a una aristocracia con heráldica, no solamente económica. Para esta minoría es de buen gusto y les otorga una categoría diferente, no se trata sólo de nuevos ricos, sino que tienen un abolengo reconocido, que los acredita y legitima.

Este grupo representado por la familia de Juan Collantes, también es afrancesado. Los hijos no tienen una ocupación precisa y tal vez, porque nunca se dice, ayudan al padre en sus negocios. Asisten a la ópera, llevan ropa de lo más cara, casi toda traída de Europa. Juan el hijo mayor sale con las tiples y les obsequia costosos regalos.

El ascenso o descenso social está en la suerte que corren los hombres de la familia. Para las clases medias, las carreras u oficios de los jóvenes les permiten obtener un trabajo, aun cuando no esté bien remunerado. Como ejemplos tenemos a Juan Quiñones de la obra de Rabasa, que cuando pierde su patrimonio se dedica al periodismo; o de la obra de Delgado, Ramón Collantes, el hijo de Dolores, estudiante de preparatoria en quien la familia tiene puesta toda su confianza para que estudie una carrera y, al finalizarla, pueda conseguir un buen trabajo que les permita salir adelante a todos económicamente con su ayuda. La educación de acuerdo a lo que reflejan las novelas, sirve a los jóvenes para obtener puestos medios. Los ricos son los terratenientes, inversionistas o políticos en altos cargos.


¿Y LAS MUJERES?

Sin embargo, para las mujeres no existe casi ninguna posibilidad de ascenso social, siguen la suerte de los hombres, del cabeza de familia. En todos los autores se encuentra la preocupación moral, denuncia o advertencia a las jóvenes que por diferentes motivos en esa búsqueda, bien sea de pareja, o de estabilidad económica no siguen las normas de una conducta moral de acuerdo a los autores. En éstos existe una coincidencia, en todas las novelas aparece algún personaje femenino que ejemplifica estas transgresiones “morales”, pero que también nos indican como lectores que éste es un hecho y comportamiento bastante generalizado. El trabajo para las mujeres de la alta sociedad de esa época es impensable. No existe una necesidad económica ni de realización personal como lo entendemos actualmente. La realización está en encontrar una pareja, con una posición económica como la que tienen o mejor, y tener una familia.

Pero están las otras mujeres, las de clase media, media baja y baja. En La Rumba, de Ángel del Campo, por ejemplo, la novela transcurre en un barrio así llamado, en las afueras de la ciudad (aun cuando se puedan oír las campanas de Catedral). También le dan ese nombre a Remedios, hija del herrero del barrio, un hombre borracho, con una madre resignada y llena de hermanitos. Remedios es una muchacha bonita que aspira salir de ese lugar y consigue un trabajo en un taller de costura en el centro. La pretende el empleado de una tienda, Cornichón, quien la seduce, ella se va a vivir con él, lo que ocasiona el repudio de su padre sobre todo, y el chismorreo y burla de sus vecinos. El seductor al poco tiempo no le presta la misma atención, le deja de dar dinero y ella tiene que soportarlo todo. En una discusión y forcejeo, la pistola se dispara y Cornichón muere. Remedios se va a juicio, sale libre, sus padres se habían ido a otra ciudad, y pareciera que el único refugio que le queda es el de la iglesia a la que entra al llegar al barrio de donde salió, pero ya sin ningún futuro.

Este era su castigo por presuntuosa y ambiciosa, cuando para ella el “...pasar de un herrería a un taller de calle céntrica había sido un paso bastante largo; ser amada por un Cornichón era estar casi en los umbrales de la dicha.”(de Campo 1991, 710) Así pensaba Remedios cuando le proponía el novio que se fuera a vivir con él. Le alquiló un cuarto en una vecindad y hasta sirvienta, pero los sueños no se realizaron. Cambió el rebozo por un tápalo, eso ya trasgredía las normas del barrio, pero arrancaba piropos en la calle. En su intento de convertirse en una “rota”, fracasó aun en el arreglo:

“Quiso botas y no podía andar con ellas, la sofocaba el corsé, se le ladeaba el sombrero, se le despegaba el vestido...la Remedios disfrazada de catrina, era otra cosa, le hablaban de tú los toreros, las señoras decentes la señalaban como paya. El modesto peinado de costurera le daba un aire gracioso el fleco sobre los ojos, los rizos, verdaderas patillas, que se enrollaban en sus sienes, el polvo de arroz, hacia que la confundieran con –una de esas”. (de Campo 1991, 725)

La Rumba no consiguió entrar en otro círculo social, además recibió el castigo de la vergüenza y el desprecio del grupo al que pertenecía por nacimiento.

Las historias de mujeres con amantes son varias, por lo general de muchachas inconformes con su posición social, o con pretensiones, que no aceptan trabajos o que simplemente se enamoran de sus pretendientes. Elena, la prima de uno de los jóvenes de Los Parientes Ricos, se embaraza de Juan y éste no sólo no se casa con ella, sino que se va a Europa con una joven, Concha Mijares, amiga de Elena, quien cree en su promesa de matrimonio seducida por la posición social y riqueza del joven.

El mismo Juan Quiñones, protagonista joven de la tetralogía de Rabasa, en una de sus muchas decepciones por acercarse a la sobrina de Mateo Cabezudo, se deja llevar por las insinuaciones de Jacinta, -hija del dueño de la casa de vecindad en donde vivía en la ciudad de México-, y decide huir con ella, cuando están apunto de irse, Juan no cumple con lo prometido, y Jacinta se va con el amigo que los esperaba. La noticia que le llega a Juan, tiempo después, es que ese amigo después de un tiempo la abandonó y ella fue cayendo hasta llegar a la prostitución.

O el caso de don Manuel de Baile y Cochino, que tenía un ejército de mujeres, además de tres casas con familia, convierte en su amante a Enriqueta, muchacha joven y bonita, pero pobre, con pleno consentimiento de su madre para recibir ayuda económica. Tenemos también a Saldaña , organizador del baile del coronel, que tiene a la madre de sus “criaturitas”, a la que visita en la vecindad donde alquila un cuarto, de cuando en cuando, y le da para comer también de cuando en cuando.

Las mujeres “decentes” aceptan su realidad y se conforman o sufren, pero no toman ninguna iniciativa, las que así lo hacen son castigadas con el engaño de los amantes o están en sus manos ya que son ellos los que las mantienen. Los ejemplos de seducciones se retratan en las clases bajas o medias, en las que se evidencia el amasiato. Seguramente en las clases altas la solución que se daba en caso de engaño se disimulaba, y curiosamente estas historias no aparecen en las novelas.


Usos y Costumbres

El estrato económico y social de los personajes, se refleja también en lo que comen, el servicio de la mesa, su ornamentación, sirvientes, ropa, carruajes. El rico hará ostensible su riqueza, y los que suben o pretenden adquirir un rango diferente del que provienen, imitarán las formas de los de la clases más altas si tratan de confundirse o de integrarse. Ya vimos como Remedios de La Rumba, intenta vestirse como “las rotas”, o Mateo Cabezudo de la Tetralogía de Rabasa, cambió su aspecto físico y su ropa.

Los usos y formas diarias de convivencia, al recibir invitados, lo que sirven y cómo lo sirven mostrará el estrato social y la jerarquía de los personajes que se describen en las novelas. Los grupos más pobres de los suburbios, que apenas tienen para su subsistencia, compran lo elemental como frijoles, con tlacos y pilones, que son fracciones mínimas monetarias, y beben aguardiente. Cuando el coronel le pide a Saldaña que lo ayude a organizar su fiesta, este le sugiere que se den carnes frías, pasteles y gelatinas. Las gelatinas son algo nuevo para el general, no sabe lo que son. En la vinatería en donde compra la bebida, se come un “vol au vent” de ostiones. Alquilan la vajilla y cuando una de las invitadas pide agua, los sirvientes que ayudan en esa ocasión para el servicio, se lo dan en un jarro que era en realidad lo que usaban los dueños de la casa. Para los sirvientes, por ejemplo, el relleno de los pasteles les era desconocido, cuando uno pregunta: “-¿Qué fue usted a limpiar? –Pos ese como atole que tienen por dentro los pasteles. –¿Como huevo? -Sí espeso.- Se llama clema- dijo la cocinera.”(Cuellar 1946, 350)

En La Parcela, para solucionar el problema del deslinde de tierras, Pedro Ruiz se asesora de un famoso licenciado y no por comer en el monte la comida que se sirvió fue escasa. Don Pedro “sabía hacer las cosas.” (López Portillo y Rojas 1996, 247) Los peones suben al monte a pie o en burros todos los enseres y platillos que ofrecerá a sus invitados. Preparan una mesa en el suelo con manteles de lino, sirven una sopa humeante, un asado suculento, verduras, postre, tacita de café, alternando con la copa de jerez al principio, el vino tino en el medio y la champaña Viuda Clicqot Ponsardin y coñac para concluir. Miguel Díaz, su contrincante, cuando piensa que ganó el pleito, ofrece una gran fiesta, para la que manda traer los manjares de la ciudad, los centros de mesa eran de Christofle, jarrones de porcelana llenos de flores, fuentes de confitería francesa.
En Los Parientes Ricos, con una mayor sofisticación urbana y en una sociedad de la clase más alta como la que representa Juan Collantes, en una cena que ofrece a un grupo de invitados, está al tanto de que luzcan en la mesa, la vajilla de Sévres, los cubiertos y bandejas de plata, etc., se “...preocupa y ocupa de mandar a los periódicos la reseña de la cena, sobre todo a El Nacional, lista de comensales, descripción de los salones, del comedor y de la mesa, el menú, y crónica del concierto el cual según costumbre europea, cantaron y tocaron artistas de los teatros, y varios profesores del Conservatorio.” (Delgado1992, 223).

También las diferencias en el habla evidencian la educación y el círculo social al que se pertenece. Juan Quiñones, durante la fiesta de cumpleaños del gobernador, dice alegrarse cuando Mateo pronuncia su discurso sin haber echado un ¡canasto! (Rabasa, La Gran… 1997, 204), era lo que se dice mal hablado, pero el autor en la época que escribe no se atreve a poner las palabras completas, las insinúa solamente. Las Valcuerno, las que fueron “descalcitas”, en Baile y Cochino, tenían apariencia de distinción mientras estuvieran calladas, porque la sin hueso, les hacía la más negra de las traiciones”,(Cuellar 1946, 256) ya que, “...cuando hablan se dejan ver la hilaza; y es lo más natural, porque la pulcritud en el lenguaje no es un artículo de comercio como el raso maravilloso”,(Cuellar 1946, 256) por ejemplo usaban la palabra “caray”, o bien “hombre” como interjección, o “trompeta” como sinónimo de borracha.


Conclusión

En los quince años transcurridos entre la publicación de la primera novela y la última que aquí tratamos, los cambios son apenas perceptibles, sin embargo de la preocupación de las revueltas, se pasa a un orden de gobierno establecido, las diferencias ideológicas parecen haber desaparecido, hay una emigración aún incipiente, del campo a la ciudad, la urbanización es importante, la modernidad aparece como logros gubernamentales con la introducción de los adelantos de la época (luz eléctrica, tranvías, etc.). Sin embargo, la sociedad mexicana es una sociedad heterogénea y bastante estratificada, cada grupo tiene sus normas de conducta.

Los modelos de comportamiento social están descritos desde el punto de vista de los autores, en los que las variables son de matiz, pero no de fondo. De hecho, la movilidad social se hace más evidente, en las primeras obras, la tetralogía de Rabasa, o en Cuellar en Baile y Cochino, en las que los personajes, debido a los movimientos armados, y reacomodamientos políticos, cambian el lugar o pueblo en el que crecieron, e intentan adaptarse no solamente a una nueva clase social, sino también a formas de conducta diferentes de las zonas rurales o urbanas. Lo que en sus pueblos pasa desapercibido, las ciudades les demandan una mayor exigencia y un cambio de actitudes para ser aceptados por los grupos de poder y socialmente consolidados. Si tienen poder adquisitivo, compran objetos o elementos decorativos, ropa, alhajas, casa, coche, o los alquilan, en ciertos casos, para aparentar, o cambian su apariencia física.

Coinciden todos ellos, en que la educación y conducta social denuncia la extracción de los personajes. Las “buenas maneras” se adquieren en el origen de la familia a la que se pertenece, a pesar de no ser esto una verdad irrefutable. Aunque los autores denuncian el comportamiento ético de las clases altas o de los arribistas, tampoco aprueban el de las clases medias que pretenden lo que no tienen o no son. Existe una advertencia moral a las mujeres, que pretendían salir de los códigos dominantes. Las clases bajas o las de los campesinos, tienen también sus propias formas, no están de acuerdo con ellas, pero tampoco les exigen nada, se quedan como están y están donde están porque son lo que son.

Las novelas tienen sobre todo un contenido moral que señala los valores de la época, los establecidos, los aceptados socialmente y de los que son también partícipes los autores. La novela se convierte por lo tanto en una fuente para la reconstrucción histórica de la vida cotidiana, la de las relaciones sociales, el comportamiento sexual, el lenguaje, la vestimenta, la moral social y la privada, la vinculación que existe entre los individuos con su entorno, esa que no está en los archivos, y que nos permite observar a través de diversas ventanas, el acontecer de sucesos al parecer sin importancia y aislados, pero que marcan el rumbo del conjunto social que conforma la interrelación de los distintos grupos, en los que no existen restricciones formales para su movilidad social, pero sí de la aceptación o rechazo de los que tienen el control político y económico.

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