sábado, 29 de octubre de 2011

Milán Kundera: "El libro de los amores ridículos"



Escritos entre 1959 y 1968, los siete relatos que componen este libro del narrador checo Milan Kundera escapan a cierta atmósfera que domina en sus otros textos (La broma, La vida está en otra parte, El libro de la risa y el olvido y, claro está, La insoportable levedad del ser).
Aparentemente su escritura está influida por el clima cada vez más ventilado que vivía Checoslovaquia durante los años 60. De allí que el mismo Kundera opinara que El libro de los amores ridículos contuviera sus narraciones más alegres, “más seriamente desvergonzadas y las más reflexivamente divertidas”. En definitiva, el oscurecimiento del horizonte político, el término de las esperanzas y el aplastamiento de la libertad –todas faenas consumadas con el fin de la “primavera de Praga” –no son aquí, como antes, los protagonistas. A lo más, telón de fondo o fugaces intuiciones.

Milan Kundera el libro de los amores ridiculos
El libro de los amores ridículos es, pues, eso: amores ridículos, absurdos o patéticos, donde campea una cierta distancia del narrador, la mirada irónica hacia unos personajes que en años posteriores –y en novelas sucesivas- tomarán un ritmo más conmovedor y contaminado. Curiosamente, al entregar Tusquets Editores estos textos escritos previamente a lo que serían sus novelas más exitosas, da a la narrativa de Kundera un carácter más costumbrista y llena de un fino humor, como en el cuento La dorada manzana del eterno deseo, donde el conquistador de muchachas, Martín, arrastra a su amigo por pueblos vecinos a Bohemia. Allí, ambos hacen sus registros y contactos, citándose con media docena de mujeres a intervalos de media hora. Verdaderos malabaristas del tiempo y la erótica, los aventureros ven perdidas sus esperanzas a horas también regulares, porque nadie acude a la cita. El tono aparentemente criollista del relato –al estilo de lo mejor de los Cuentos romanos, de Moravia- siempre supera su propia barrera y penetra en las típicas paradojas de los amantes en Kundera: Martín “tiene una mujer muy joven; y lo que es peor: está enamorado de ella; y lo que es aún peor: le tiene miedo; y lo que es aún muchísimo peor: tiene miedo de perderla”.
Quizás sólo el primer cuento, Nadie se va a reír, escape a esta tendencia casi puramente erótica que impera en todo el libro, resultando algo así como resumen de novelas posteriores. Allí, un profesor universitario de pintura es requerido por un estudioso aficionado para que recomiende a una popular revista un lastimoso ensayo sobre plástica. Incapaz de negarse derechamente, el académico hace fintas, huye, se divierte dándole citas falsas. Agobiado, el solicitante lo visita en su casa y le deja recado con la amante del profesor. Este, entonces, lo acusa de haber querido aprovecharse de la mujer. Interviene la Junta de Vecinos, el comité del Partido, la Facultad en Pleno. Como en otros relatos de Kundera, un detalle absurdo comienza a crecer y el protagonista se va enredando en una espesa red de incongruencias, que termina con su trabajo y con sus amores. Reflexivo e irónico, al final escribe: “Pasó un rato antes de que cayera en la cuenta que mi historia no pertenecía a la categoría de las historias trágicas, sino más bien a la de las cómicas. Esto me proporcionó cierto consuelo”.
El resto de los cuentos centra a los personajes en su dimensión casi exclusivamente amorosa, aun cuando a partir de ella se intenta hurgar en la desesperanza y sutil pesimismo que la vida va dejando en ellos. Y también será la paradoja el eje de otros relatos. En Eduard y Dios, el protagonista no puede convencer a su novia de hacer el amor, por la sólida fe católica que ella profesa. Eduard, entonces, finge ser creyente, y hasta tal punto que su puesto como profesor comienza a tambalear: no es posible tener en la Facultad a un católico. Con inédito fervor, el muchacho defiende las ideas religiosas. Cuando su novia se convence del cambio y acepta los requerimientos, una profunda congoja asalta a Eduard: ella ha cometido pecado.
Finalmente, quizás el relato que sintetice este juego de espejos para encontrar la identidad sea El falso autoestop, donde una joven pareja imita a una mujer que hace señas en el camino y a un conductor que la lleva. El juego se convierte en verídico a pesar de ellos, y después de una salvaje sesión amorosa, la muchacha termina suplicando “Yo soy yo, yo soy yo…”.
Colocado esencialmente en las aventuras y desventuras amorosas de un grupo de personajes, El libro de los amores ridículos tiene más interrogantes que respuestas sobre la conducta erótica, pero manteniendo el mismo tono e iguales recursos que han hecho tan popular a Kundera: relatos ajustados a la narración tradicional, reflexiones que brotan de la historia misma y proclamación del misterio, la pluralidad y la diversidad de la existencia humana contemporánea.


2 comentarios:

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.