jueves, 25 de febrero de 2010

Jorge Ibargüengoitia: "El atentado"

1. LITERATURA MEXICANA -SIGLO XX

En los años que van de 1900 a 1914 siguió predominando en la poesía el modernismo y en la prosa el realismo y naturalismo. Durante este periodo convivieron los representantes de la literatura decimonónica con los integrantes del Ateneo de la juventud.

1.1. El Modernismo no es una escuela, es una reacción, una guerra y un anhelo: Es una reacción contra las tendencias vigentes; esto es, la poesía cargada de razón, logicismo y los excesos de un romanticismo trasnochado.
     Entre los modernistas mexicanos se encuentran:
a) Manuel José Othón (en la imagen): Transmite lo estético de la vida campirana e incorpora musicalidad, colorismo y sinestesias. Obra representativa: Idilio salvaje.
b) Manuel Gutierrez Nájera: Sus temas son espirituales y adheridos a la problemática nacional. Obra representativa: El duelo nacional.
c) Salvador Díaz Mirón: Se apega a la forma del poema clásico impregnado de musicalidad. Obra representaiva: Astillas y triunfos.
d) Amado Nervo: Busca el misterio de la vida en poemas armónicos llenos de color. Obra representativa: La amada inmóvil.
e) Luis Gonzaga Urbina: Romántico modernista, de gran dominio técnico. Obra representiva: Cancionero de la noche serena.
f) José Juan Tablada: El más orientalista de los modernistas. Introdujo el Hai-Kai a México, breve poesía de tres o cuatro versos donde se debe percibir una sensación completa. Obra representativa: El florilegio.
g) Ramón López Velarde: Su tono es íntimo y apegado a las cosas sencillas. Obra representativa: La suave patria.

1.2. El Ateneo de la Juventud Mexicana, más adelante conocido como el Ateneo de México, fue una asociación civil mexicana nacida el 28 de octubre de 1909 para trabajar por la cultura y el arte, organizando reuniones y debates públicos. Surgió como una vigorosa respuesta de una generación de jóvenes intelectuales quienes, en el ocaso del porfiriato, adelantan una serie de críticas al determinismo y mecanicismo del positivismo comtiano y spenceriano que alentó el modelo de desarrollo usado por Porfirio Díaz y el grupo de los, así llamados, "científicos". Mediante una serie de conferencias y diferentes esfuerzos culturales activaron una nueva conciencia reflexiva en torno a la educación.

1.3. El realismo-naturalismo: Transforma la realidad en material literario y se apega a ella. Toma como tema básico el determinismo.
     En Latinoamérica se desarrolla el realismo, sin embargo, del naturalismo sólo retoma la técnica científica de la observación y no sus temas En México, los autores más representivos son:
a) Manuel Payno: Describe los "tipos" mexicanos en obras como El fistol del diablo.
b) Rafael Delgado: Retrata los ambientes mexicanos de la clase media en Los parientes ricos.
c) José López Portillo y Rojas: En La parcela retratra la inequidad entre la clase adinerada y el campesinado mexicano.
d) Emilio Rabasa: Es un escritor costumbrista y satírico de la clase política mexicana. Su obra más representativa es La bola.
e) Angel de Campo: En sus obras muestra interés por las clases marginadas de México, sobre todo en el rubro de la carencia de educación. Ocios y apuntes es considerada su mejor obra.
f) Federico Gamboa (en la imagen): Es el escritor realista más apegado al naturalismo. En Santa toma el tema de la preocupación moral. Considera que la administración pública mexicana no tiene ningún interés social.

1.4. El Ateneo de la Juventud
     El Ateneo de la Juventud Mexicana, más adelante conocido como el Ateneo de México, fue una asociación civil mexicana nacida el 28 de octubre de 1909 para trabajar por la cultura y el arte, organizando reuniones y debates públicos. Surgió como una vigorosa respuesta de una generación de jóvenes intelectuales quienes, en el ocaso del porfiriato, adelantan una serie de críticas al determinismo y mecanicismo del positivismo que alentó el modelo de desarrollo usado por Porfirio Díaz y el grupo de los, así llamados, "científicos". Mediante una serie de conferencias y diferentes esfuerzos culturales activaron una nueva conciencia reflexiva en torno a la educación.

     Los miembros del Ateneo llamaron a dotar a la educación en México de una visión más amplia, que rechazará el determinismo biológico del racismo y que encontrará una solución al problema de los costos de los ajustes sociales generados por grandes procesos de cambio como la industrialización o la urbanización.
     No sólo eso. Frente a la posición oficial de Justo Sierra, ministro de Instrucción de Porfirio Díaz, y los "científicos", llamados así de manera despectiva en el habla popular mexicana, José Vasconcelos y la generación del Ateneo promovieron una crítica de la visión única del pensamiento filosófico (positivista y determinista). La generación del Ateneo proponía la libertad de cátedra, la libertad de pensamiento y, sobre todo, la reafirmación de los valores culturales, éticos y estéticos en los que América Latina emergió como realidad social y política. Aquí es importante destacar que una de las características más importantes del porfiriato, el lado oscuro de éste, es justamente el de su desdén por lo nacional mexicano, su fascinación con lo europeo, lo francés, lo alemán o, si nada de esto era posible, lo estadounidense, como única alternativa viable para alcanzar el progreso.
         Entre los miembros del Ateneo de la Juventud Mexicana se encuentran:
a) Antonio Caso: Afirmaba que México necesita una educación artística y ética y no una base científica.
b) Alfonso Reyes: Creyó firmemente en que el mejor modelo educativo para los mexicanos se encontraba en el mundo griego.
c) José Vasconcelos: "Por mi Raza Hablará el Espíritu" y "Yo no vengo a trabajar por la Universidad, sino a pedir a la Universidad que trabaje por el pueblo", son las frases que sintetizan el pensamiento de Vasconcelos. Al ser nombrado rector de la UNAM decide entregar al pueblo de México ediciones populares de la literatura universal. (En la imagen, Alfonso Reyes)

     Ellos junto con los demás integrantes del Ateneo de la Juventud sentaron las bases para una ambiciosa recuperación de lo nacional mexicano y de lo latinoamericano como una identidad que además de real, fuera viable en el futuro, y sobre todo que no dependiera, como en los hechos ocurrió con el modelo de desarrollo del porfiriato de la destrucción de lo nacional, de lo local, de lo latinoamericano como vía única para progresar.

En 1910 ha estallado la Revolución Mexicana contra la dictadura de Porfirio Díaz. De 1912-1920 Vasconcelos interviene en la Revolución extendiendo la labor cultural minoritaria del Ateneo a las masas mediante la Universidad Popular Mexicana. Hay que aclarar que el propósito de Vasconcelos no era rebajar la cultura y empequeñecerla cerrando las puertas al exterior, sino elevar el nivel cultural del pueblo haciéndolo partícipe de la cultura universal.

1.5. Las vanguardias mexicanas
     De 1915 a 1930 hubo tres corrientes: una renovación estilística que incorporaba influencias de las vanguardias europeas (el estridentismo y los Contemporáneos), un grupo de escritores retomaba temas coloniales, y otros que comenzaron a publicar las llamadas "novelas de la Revolución" (la más conocida es Los de abajo de Mariano Azuela. )

1.5.1. El estridentismo es un movimiento artístico interdisciplinario que se inició el 31 de diciembre de 1921 en la ciudad de México, tras el lanzamiento del manifiesto Actual Nº1 por el poeta Manuel Maples Arce. A él se sumaron Arqueles Vela, Germán List Arzubide, Salvador Gallardo, Germán Cueto, Ramón Alva de la Canal y Leopoldo Méndez, quienes constituirían el grupo estridentista, propiamente dicho. En 1925, la mayoría de ellos se establece en Xalapa, donde realizan una gran labor editorial, cultural y educativa bajo los auspicios del gobernador de Veracruz Heriberto Jara. En la imagen, Manuel Maples Arce

Los artistas estridentistas conjugaban el aspecto moderno del futurismo, con la irreverencia Dadá, aunque también trataron de obtener una simbiosis entre todas las tendencias de la vanguardia. Entre sus revistas se cuentan Ser (1922), Irradiador (1923), Semáforo (1924) y Horizonte (1926-1927).

(Página del Maniesto Estridentista: http://artespoeticas.librodenotas.com/artes/1571/manifiesto-estridentista-1921)

1.5.2. Los Contemporáneos:
En 1920 se pacifica la lucha armada y es elegido Presidente Alvaro Obregón (1920-1924), quien nombra a Vasconcelos Rector de la Universidad en 1920 y Secretario de Educación Pública en 1921, cargo que desempeñará hasta 1924. A lo largo de estos cuatro años Vasconcelos realiza una honda labor educativa en tres vertientes: escuelas, bibliotecas y editoriales y Bellas Artes. Para ello se rodea de artistas e intelectuales,
entre los que se encuentran varios miembros de Contemporáneos: Carlos Pellicer, Jaime Torres Bodet, Enrique González Rojo, Bernardo Oertiz de Montellano. Otra figura notable del equipo de Vasconcelos será la poetisa Gabriela Mistral, traída a México para la reforma vasconceliana. Entre las publicaciones de la reforma se halla la antología Lecturas clásicas para niños, preparada por Gabriela Mistral y los poetas que poco después fundarán Contemporáneos.
     Los Contemporáneos constituyen una generación pues coinciden en: 1) coetaneidad, 2) homogeneidad
de formación (han estudiado en la Escuela Nacional Preparatoria), 3) haber afrontado una experiencia generacional común (la Revolución y la época inmediatamente posterior), 4) la búsqueda de un lenguaje generacional, 5) la repulsa del anquilosamiento de la generación anterior, 6) el trato mutuo.
     Es posible ver en el pequeño cenáculo de amigos tres subgrupos sucesivos. El primero se compone de Bernardo Ortiz de Montellano, Enrique González Rojo, José Gorostiza y Jaime Torres Bodet ( nacidos entre
1899 y 1902), que se conocían bien durante sus años escolares y que colaboraron después en las
revistas y las otras actividades del grupo. El segundo incluye a Salvador Novo y a Xavier Villaurrutia. Son un poco menores (nacidos en 1903 y 1904), pero también comparten las mismas experiencias escolares
y editoriales. Jorge Cuesta y Gilberto Owen forman el tercer subgrupo; aunque no conocían a los otros del grupo en la escuela, son de una misma edad y colaboraron también en las revistas y actividades del grupo.
     Los unió el afán de "elevar lo mexicano a un plano universal" que fue repetidamente declarado por los miembros de Contemporáneos. En la imagen, Jorge Cuesta:


Hasta mediados de la década de 1940 hubo autores que continuaron con narrativa realista, pero también conocieron su auge la novela indigenista y las reflexiones en torno al ser y la cultura nacional.

Con la publicación de Al filo del agua de Agustín Yáñez en 1947 comenzó lo que llamamos "novela mexicana contemporánea", que incorporó técnicas entonces novedosas, influencias de escritores estadounidenses (William Faulkner y John Dos Passos), e influencia europea (James Joyce y Franz Kafka). Si bien durante el periodo que va de 1947 a 1961 predominaron los narradores (Arreola, Rulfo, Fuentes), surgieron entonces poetas de valía como Rubén Bonifaz Nuño y Rosario Castellanos.

Posteriormente, la narrativa de América Latina entró en un periodo llamado "el boom latinoamericano", caracterizado por su cosmopolitismo y por la experimentación en la novela, en el cual destacan cuatro grandes escritores: Cortázar, García Márquez, Vargas Llosa y el mexicano Carlos Fuentes.

2. JORGE IBARGÜENGOITIA (Guanajuato, 1928 - Mejorada del Campo, 1983)

Escritor y periodista mexicano, considerado uno de los más agudos e irónicos de la literatura hispanoamericana y un crítico mordaz de la realidad social y política de su país.


Estudió en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México y fue becario del Centro Mexicano de Escritores y de las fundaciones Rockefeller, Fairfield y Guggenheim.

Su obra abarca novelas, cuentos, piezas teatrales, artículos periodísticos y relatos infantiles. Su primera novela, Los relámpagos de agosto (1965), una demoledora sátira de la Revolución mexicana, lo hizo merecedor del Premio Casa de las Américas. A ésta seguirían Maten al león (1969), Estas ruinas que ves (1974), Dos crímenes (1974), Las muertas (1977) y Los pasos de López (1982), en las que echó mano del costumbrismo para convertirlo en la base de historias irónicas y sarcásticas.

En el terreno del cuento y el drama publicó La ley de Herodes (1976). Entre sus piezas teatrales destacan Susana y los jóvenes (1954), Clotilde en su casa (1955) y El atentado (1963). Murió trágicamente en un accidente aéreo.

3. EL ATENTADO

El atentado muestra maneras de ser y de hacer por las que no pasa el tiempo: la ambición, el poder, la fe en una lucha religiosa en contra de las razones de Estado, la política de pistola.


Jorge Ibargüengoitia menciona por primera vez El atentado hacia 1958 en una carta dirigida a Rodolfo Usigli. Le cuenta que ya tiene el tema para una “obra muy seria”: el asesinato de Álvaro Obregón a manos de José de León Toral. Al tiempo que escribe el texto, entre 1958 y 1962, ocurren hechos determinantes en su destino literario: se distancia para siempre de Usigli –su venerado maestro–, se convierte en el crítico más feroz e irreductible del teatro que hacen sus contemporáneos, confirma su frustración al descubrirse como un dramaturgo nunca representado y, tras una acre polémica con Carlos Monsiváis, decide cumplir una determinación que de seguro había acariciado durante largo tiempo: dejar el teatro para siempre.

Esos cuatro años fueron, sin duda, un capítulo doloroso para alguien cuyos empeños mayores como escritor estaban destinados a la escena. Su frustración, tras escribir diecisiete obras, debe haber sido contundente, ante todo porque Ibargüengoitia, a sabiendas de contar con una obra absolutamente sólida en el cajón, tenía una enorme seguridad en su propio talento y en su visión de la escena –lo atestigua el tono de las críticas teatrales que publicó durante esos años en la Revista de la Universidad. Pero entre 1958 y 1962, la tragedia literaria, como todo en Ibargüengoitia, iba adquiriendo tintes tragicómicos: al tiempo que El atentado, destinado a ser una “tragedia”, termina convertido en una jocosa farsa que inaugura su tono más personal, Ibargüengoitia pasa de ser un dramaturgo desconocido y sin éxito a la condición de novelista célebre.

Incapaz de erguirse sobre el pedestal de la solemnidad, el escritor guanajuatense se mira con distancia y, bajo la óptica de la agudeza que lo caracteriza, narra en 1979 aquel tránsito tragicómico: “En el rostro del autor –escribe– se notan las huellas del tiempo: ha engordado, ha encanecido, tiene papada, pero vive feliz. No tiene deudas ni se siente olvidado ni es desconocido y, sobre todo, no es dramaturgo. Hace diecisiete años descubrió que aunque puede escribir obras de teatro con relativa facilidad, su carácter no se presta para tratar con gente de teatro: ni entiende lo que ellos dicen ni ellos entienden lo que él les quiere decir. Por eso dejó el teatro por la novela y no se ha arrepentido ni un instante de haber hecho el cambio.”

La investigación para El atentado (1962) le sirvió de base para Los relámpagos de agosto (1963). Tanto la obra de teatro como la novela hacen a Ibargüengoitia merecedor del premio Casa de las Américas en dos años consecutivos. El texto teatral –una ficción documental sobre el asesinato de Álvaro Obregón, el último caudillo del periodo revolucionario– se circunscribe, a pesar de la fuerte carga de ficción en la construcción de los personajes, a hechos que rodearon el conflicto entre la Iglesia y el Estado en 1928; la novela, por su parte, presenta las cómicas desventuras de un general revolucionario caído en desgracia. Ambos textos comparten un tono desenfadado, un diapasón que va del realismo tragicómico a la caricatura fársica y una visión antihistórica que desentraña al México bronco, la guerra civil que desató el grupo sonorense en el poder. La presencia de Vidal Sánchez –personaje omnipresente, jefe máximo que encabeza los destinos nacionales–, la muerte de Obregón –en un texto de Borges, en el otro de González–, los diputados que cambian de bando como las pelotas de hule que describía Salvador Díaz Mirón, los miles de milicianos que alzan la mano a la voz de “general” y la picaresca revolucionaria, hermanan a ambos textos.

5. ALVARO OBREGÓN Y LA GUERRA CRISTERA

La Guerra Cristera (también conocida como Guerra de los Cristeros o Cristiada) en México consistió en un conflicto armado que se prolongó desde 1926 a 1929, entre el gobierno de Plutarco Elías Calles y milicias de laicos, presbíteros católicos que resintieron la aplicación de legislación y políticas públicas orientadas a restringir la autonomía de la Iglesia católica.


La original Constitución mexicana de 1917 establecía una política que, lejos de separar al Estado de la Iglesia, negaba la personalidad jurídica a las iglesias, subordinaba a éstas a fuertes controles por parte del Estado, prohibía la participación del clero en política, privaba a las iglesias de su derecho a poseer bienes raíces, desconocía derechos básicos de los así llamados "ministros del culto" e impedía el culto público fuera de los templos.

Tras un período de resistencia pacífica un número de escaramuzas tuvo lugar en 1926. Las rebeliones formales iniciaron el 1 de enero de 1927 en el centro y occidente del país. Estos rebeldes fueron conocidos como cristeros ya que peleaban bajo el lema "Viva Cristo Rey".

La rebelión terminó por medios diplomáticos con la ayuda del embajador estadounidense Dwight Whitney Morrow. Algunas estimaciones[cita requerida] ubican un número máximo de doscientos cincuenta mil personas muertas, entre civiles, efectivos de las fuerzas cristeras y del Ejército Mexicano.

En 1928, luego de una tortuosa reforma de la Constitución de 1917 y a pesar de que la Revolución mexicana había iniciado al grito de "sufragio efectivo, no reelección", el ex presidente Álvaro Obregón contendió como candidato virtualmente único en las elecciones presidenciales. El Grupo Sonora, se pensaba en ese entonces, repetiría la fórmula seguida 40 años antes por el grupo Oaxaca, encabezado por Porfirio Díaz, para reformar paulatinamente la Constitución. Se decía, sin embargo, que Obregón--a diferencia de Calles--no tenía interés en continuar con el conflicto, por lo que llegaría a un acuerdo para acabar con la guerra. Obregón, sin embargo fue asesinado por José de León Toral en el restaurante "La Bombilla" en el Distrito Federal. Obregón había acudido ahí a participar de un desayuno ofrecido por los legisladores del bloque parlamentario que lo apoyaba.

1 comentario:

  1. Gracias Margarita, no deja de sorprenderme tu dedicación y pasión... Saludos.

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