martes, 17 de septiembre de 2013

El poema del Enuma Elish o Poema babilónico de la creación

El poema del Enuma Elish o Poema babilónico de la creación


Cuando, en las alturas, el Cielo no había recibido nombre,
y abajo, el suelo firme no había sido llamado;
nada, salvo el primordial Apsu, su Engendrador,
Mummu y Tiamat -la que les dio a luz a todos;
sus aguas se entremezclaron.

Ninguna caña se había formado aún, ni tierra pantanosa había aparecido.
Ninguno de los dioses había sido traído al ser aún,
nadie llevaba un nombre, sus destinos eran inciertos;
fue entonces cuando se formaron los dioses en medio de ellos.

Sus aguas se entremezclaron...
Los dioses se formaron en medio de ellos:
el dios Lahmu y el dios Lahamu nacieron;
por su nombre se les llamó.

Antes de que hubieran crecido en edad
y en estatura hasta el tamaño señalado,
el dios Anshar y el dios Kishar fueron formados,
sobrepasándoles en tamaño.

Cuando se alargaron los días y se multiplicaron los años,
el dios Anu se convirtió en su hijo -de sus antepasados un rival.
Entonces, el primogénito de Anshar, Anu,
como su igual y a su imagen engendró a Nudimmud.

Los hermanos divinos se agruparon;
perturbaban a Tiamat con sus avances y retiradas.
Alteraban el vientre de Tiamat
con sus cabriolas en las moradas del cielo.
Apsu no podía rebajar el clamor de ellos;
Tiamat había enmudecido con sus maneras.
Sus actos eran detestables...
Molestas eran sus maneras.

En la Cámara de los Hados, el lugar de los Destinos,
un dios fue engendrado, el más capaz y sabio de los dioses;
en el corazón de lo Profundo fue Marduk creado.

El que lo engendró fue Ea
Su silueta era encantadora, brillante el gesto de sus ojos;
Nobles eran sus andares, dominantes como los de antaño...
Grandemente se le exaltó por encima de los dioses, rebasándolo todo.
Era el más noble de los dioses, el más alto;
sus miembros eran enormes, era excesivamente alto.

Cuando movía los labios, estallaba el fuego;
éstos lanzaban sobre él sus impresionantes relámpagos,
vestido con el halo de diez dioses,
haciéndolo bueno para sus objetivos.

Anu extrajo y dio forma a los cuatro lados,
relegando su poder al líder del grupo,
arremolinándose como un torbellino.

Él produjo corrientes, alteró a Tiamat; los dioses no descansaban,
llevados como en una tormenta.
Diluyó las vitales de aquellos... pellizcó sus ojos.
Tiamat iba de un lado a otro muy turbada.

De ella emergieron once monstruos, rugientes y furiosos;
y marcharon junto a Tiamat.
Los coronó con halos.

El primogénito entre los dioses que formaron la asamblea de ella;
Ella elevó a Kingu,
en medio de ellos lo hizo grande...
El alto mando en la batalla
confió a su mano.

Ella ha creado una Asamblea y ha montado en cólera...
les ha dado armas incomparables, ha dado a luz monstruos-dioses...
además once de esta clase ha dado a luz;
de entre los dioses que formaban su Asamblea,
ella ha elevado a Kingu, su primogénito, le ha hecho jefe...
le ha dado una tablilla de destinos, se la ha sujetado al pecho.

Aquel que es potente será nuestro Vengador; aquel que es agudo en la batalla:
¡Marduk, el héroe!;
El besó los labios de Anshar:
¡Si yo, realmente, como vuestro Vengador
he de vencer a Tiamat, he de salvar vuestras vidas,
convoca una Asamblea para proclamar mi Destino supremo!

Anshar abrió la boca,
a Gaga, su Consejero, una palabra dirigió...
Ponte en camino, Gaga,
toma tu puesto ante los dioses,
y lo que yo te cuente
repíteselo a ellos.

El Señor salió, siguió su curso;
Hacia la furiosa Tiamat dirigió su rostro...
El Señor se acercó para explorar el lado interno de Tiamat-
los planes de Kingu, su consorte, apreciar.

Mientras observaba, su curso se vio afectado,
su dirección se distrajo, sus actos eran confusos.
Cuando los dioses, sus ayudantes,
que marchaban a su lado,
vieron al valiente Kingu, su visión se hizo borrosa.

Tiamat lanzó un rugido...
el Señor levantó la desbordante tormenta, su poderosa arma.
Tiamat creció, las raíces de sus piernas se sacudían adelante y atrás.

Tiamat y Marduk, los más sabios de los dioses,
avanzaban uno contra otro;
prosiguieron el singular combate,
se aproximaron para la batalla.

El Señor extendió su red para atraparla;
el Viento del Mal, el de más atrás, se lo soltó en el rostro.
Cuando ella abrió la boca, Tiamat, para devorarlo-
él le clavó el Viento del Mal para que no cerrara los labios.
Los feroces Vientos de tormenta cargaron entonces su vientre;
su cuerpo se dilató; la boca se le abrió aún más.
A través de ella le disparó él una flecha, le desgarró el vientre;
le cortó las tripas, le desgarró la matriz.
Teniéndola así sojuzgada, su aliento vital él extinguió.

Después de matar a Tiamat, la líder,
su grupo fue destruido, su hueste hecha pedazos.
Los dioses, los auxiliares que marchaban al lado de ella,
temblando de miedo,
dieron la espalda para salvar y preservar sus vidas.

Al echarles la red, se encontraron atrapados...
A todo el grupo de demonios que había marchado junto a ella
les puso grilletes, sus manos ató...
Estrechamente rodeados, no podían escapar.

Marduk volvió entonces a Tiamat, a la que había sometido.

El Señor se detuvo a ver su cuerpo sin vida.
Dividir al monstruo él, entonces, ingeniosamente planeó.
Después, como un mejillón, la desgarró en dos partes.

El Señor puso su pie sobre la parte posterior de Tiamat;
con su arma le separó el cráneo;
cercenó los canales de su sangre;
e hizo que el Viento Norte lo llevara
a lugares que habían sido desconocidos.

La otra mitad la levantó como pantalla para los cielos:
encerrándolos juntos, como vigías los estacionó...
Dobló la cola de Tiamat para formar la Gran Banda como un brazalete.

Poniendo la cabeza de Tiamat en posición,
él elevó las montañas encima.
Abrió manantiales, y torrentes para sacar el agua.
De los ojos de ella dejó salir el Tigris y el Eufrates.
Con sus ubres formó las altas montañas,
perforó manantiales para pozos, para sacar agua.

Y a Kingu, que había sido el principal entre ellos,
lo hizo encoger;
como al dios DUG.GA.E lo consideró.
Le quitó la Tablilla de los Destinos,
que no era legítimamente suya.


ANÁLISIS
1.            Introducción
El poema del Enuma Elish o Poema babilónico de la creación es un texto que puedo haberse escrito afines del II milenio a.C.[1], el texto fue redactado en lengua acadia, plasmadas en siete tablillas cuneiformes[2], fueron encontrados en las ciudades de Kish, Assur y Nínive, en esta última ciudad fue encontrado en la biblioteca de Asurbanipal. Los diversos fragmentos archivados en la biblioteca de Asurbanipal datan del I milenio a.C., siglo IX y las más recientes datan del siglo II. Otras hipótesis afirman que el texto se redacto en los años del reinado de Hammurabi, otros aseguran que fue durante la II dinastía Sin (1150 – 1025), específicamente en el reinado de Nabucodonosor I (1124 – 1103) y unos que lo ubican entre la etapa mesobabilónica.

El Enuma Elish era recitado en la festividad de Año Nuevo en Babilonia y en el cuarto día del mes de nisan[3]. Los diversos autores que trabajan e investigan este poema concluyen que su creación debió estar destinada para las ceremonias religiosas. Según Wilfred George Lambert, estudioso y experto en asiriología y estudios del Cercano Oriente, afirma que este poema se recitaba frente a la estatua de Marduk.
Este poema relata la lucha que se desata entre la diosa Tiamat y el dios Marduk, a partir del cual surgen el orden, el universo y el hombre.


2.            Enuma Elish: ¿cosmogonía y antropogonía?
El Poema de la Creación pertenece a la narración mítica, su finalidad trata de responder al origen del cosmos, el universo e incluso de la humanidad. Este tipo de mitos se remontan a un tiempo en el cual los elementos que constituirán el cosmos se hallan en desorden. En relación al tema Eliade escribe:

“[…] el mito cosmogónico, además de tener una importante función como modelo y justificación de todas las acciones humanas, es el arquetipo de todo un conjunto de mitos y de sistemas rituales. Toda idea de renovación, de "retorno", de "restauración", por distintos que sean los planos en que se presente, puede ser reducida a la noción de "nacimiento", y ésta, a su vez, a la de "creación cósmica".”[4]

Siguiendo la cita anterior, el "retorno", "restauración" y "nacimiento" del tiempo son características del mito cosmogónico. En la búsqueda de la regeneración del tiempo se apela a la realización de ritos que aseguren la renovación del tiempo y del cosmos. El Poema babilónico de la creación se uso como medio para la dramatización y representación de la regeneración del tiempo. Al respecto se puede decir que:

“[…] el carácter dramático del acto de la creación tal como se nos ofrece en este tipo de mitos: el cosmos no es creado ex nihilo por la divinidad suprema, sino que cobra existencia por el sacrificio (o el autosacrificio) de un dios […] de un monstruo primordial (Tiamat,…) […]”[5]

La dramatización en los mitos cosmogónicos nos permiten observar como se presenta el transito del caos al orden, en el cual se produce cambio del tiempo hierofánico al tiempo profano y viceversa, allí se destruye al “tiempo viejo” en el cual tuvieron lugar acontecimientos “sin sentido” o ahistóricos[6]. La cosmogonía busca crear una realidad nueva o distinta, momento desde el cual se puede ubicar el orden, dentro de un mundo físico.

El otro aspecto en el Poema de la creación es la presencia de la antropogonía, esto se refiere a todo aquel origen o creación del hombre en etapas muy pretéritas, esto último dependerá de las culturas en las cuales se creó los relatos míticos[7]. En la antropogonía el hombre es resultado de una creación divina. Por tal, la naturaleza del hombre es resultado en algunos casos, de barro y espíritu, en otros a partir del sacrificio de un determinado dios.[8]

En el caso del Enuma Elish la relación entre cosmogonía y antropogonía puede sintetizarse con la siguiente cita:

“[…] toda cosmogonía es una antropogonía (relato de los orígenes del ser humano), pues revela la identidad humana en el origen de sus relaciones con Dios, con el otro y con el mundo.”[9]


3.            Orden, creación y regeneración de la vida
El nombre del poema Enuma Elish, proviene de la traducción del primer verso, “Cuando en lo alto”. Es de origen babilónico, posiblemente fue escrito durante el reinado de Hammurabi. Aquí se resalta al dios Marduk como el supremo entre los dioses, creador del mundo y de los hombres.
La lucha entre el orden y el caos (Marduk contra Tiamat), tiene como inicio la “etapa” en la cual el universo – lo se llamaría después así -  era atemporal, ahistórico, desconocido, indefinible y materialmente caótico. Por ello lo versos del poema inician señalando que la totalidad del cosmos aun no se encontraba en un estado temporal.

Existía un caos primigenio representado en una masa acuosa en la cual coexistían dos géneros: por un lado estaba el agua salada, representado por Tiamat (mujer) y por el otro el agua dulce, representado por Apsu. En este principio ex nihilo no existen aun los dioses, ni el universo y ni los seres humanos, el poema empieza:

“Cuando arriba los cielos no habían sido nombrados
(y) la tierra firme abajo no había sido llamada con nombre;
[…] cuando cualesquiera de los dioses no habían sido traídos al ser
ni llamados con nombre, no destinados sus destinos […]”[10]

El texto continúa narrando la genealogía de los dioses y como a partir de la unión de Tiamat con Apsu, dará origen a los primeros dioses, llamados Lahmu y Lahamu, quienes luego engendraran a Anshar y Kishar[11]. Los mismos que engendraran al dios Anu[12], este dios engendro a Ea[13] y por último Ea y Damkina procrearon a Marduk[14].

En la primera tablilla del poema también se cuenta el inicio de la lucha entre los dos grupos de dioses: el sector de los dioses “viejos”, encabezados por Tiamat-Apsu; y el sector de los dioses jóvenes liderados por Anshar y Kishar (en un primer momento, luego la lucha será continuada por sus descendientes). El inicio de la lucha directa se debió al asesinato de Apsu a manos de Ea. Este suceso provoco la reacción furibunda de la diosa Tiamat, esposa de Apsu.

“[…] […daremos] batalla, contra los dioses […”].
Se apretujaban e iban a los lados de Tiamat.
Enfurecidos maquinaban de día y de noche.
Están resueltos al combate; gruñidores, furibundos,
[…] cuando Tiamat hubo hecho así vigorosamente la obra de sus manos,
se dispuso ella misma para la batalla contra los dioses, su linaje.
Para vengar a Apsu, Tiamat obró lo malo”[15]

A la muerte de Apsu, los dioses Ea  y su esposa Damkina procrean a Marduk[16], a pesar de ello los dioses entran en una etapa de enfrentamientos, el miedo que infundio Tiamat al formar un ejército de seres infernales. Los dioses no querían enfrentarla, ante la negativa de los demás dioses Anshar propone a Marduk para que le hiciera frente a la diosa Tiamat; el dios Sol acepto, bajo la condición de que si derrotaba a Tiamat los demás dioses lo reconocieran como el supremo dios.

En la lucha entre Tiamat y Marduk, este último invita a no resistirse a la lucha inevitable entre ellos, acusa a Tiamat de haber corrompido la casa de los dioses porque tomo un nuevo esposo, Kingu, de manera ilegal y además le dio poderes supremos que no debía. Ante las acusaciones de Marduk, Tiamat se abalanzo sobre él, mientras el dios repetía:

“[…] acércate; tú y yo nos encontraremos en combate singular
[…] El soltó la flecha, esta desgarro su vientre,
 corto a través de sus entrañas, hendiendo el corazón.
Habiéndola subyugado así, extinguió su vida.”[17]

 La muerte de Tiamat a manos de Marduk, hace posible la creación del mundo y más tarde la del hombre. Luego de haberle dado muerte, Marduk inicia la creación del mundo a partir del cuerpo de Tiamat. Parte el cuerpo en dos, una de las mitades lo ubica en el cielo, dando origen a los astros y estrellas, reserva estos lugares como ambiente para la vivienda de los dioses. Dividió el cielo en Enlil y Ea, determina la salida y ocultamiento de la luna y el sol. De la otra mitad de Tiamat crea la tierra. La narración continúa con la organización del gobierno del mundo y elige a Babilonia como primera ciudad que debe ser edificada.
En las tablillas del I al V, se puede extrapolar que el conflicto de fondo entre Tiamat y Marduk, plantea la dicotomía entre el caos y el orden; la ilegalidad y la legalidad.

En el poema, la creación del hombre resulta ser a causa de la rebelión de los dioses de baja clase, los llamados igigi. Por ello la creación del ser humano, es para el servicio de los dioses, a través del trabajo y las ofrendas rituales; se modela el cuerpo humano en arcilla, con la finalidad que tenga una finitud y no aspire a lograr el rango de divinidad[18].

“entretejeré sangre (y) ensamblare huesos.
Suscitaré un ser humano, Hombre será su nombre.
En verdad, construiré al ser humano (denominado) Hombre.
Estará encargado del servicio de los dioses; […]”[19]

El Enuma Elish fue usado por los sacerdotes de Marduk para la dramatización del triunfo del dios ordenador sobre los dioses del desorden. Estas escenificaciones, en cual se recitaba el poema frente a la estatua de Marduk, se llevaron a cabo en las ceremonias de Años Nuevo y la llegada de la primavera. Al respecto Eliade escribe:

“En Babilonia, en el curso del ceremonial del Año Nuevo, ekitu (que dura doce días), se recitaba varias veces en el templo de Marduk el poema llamado de la creación, el Enuma Elish: era una manera de reactualizar por la magia oral y ritos que la acompañaban la lucha entre Marduk y el monstruo marino Tiamat, lucha que había tenido lugar in illo tempore y que puso fin al caos con la victoria final del dios.”[20]
Lo que se trataba se escenificar es el paso del caos al universo (orden). Los sacerdotes recitaban: <>[21]. La aspiración de todo esto es la idea de volver a empezar y regenerar, el llamado “tiempo viejo”. Dicha regeneración supone la repetición del rito cosmogónico de manera continua, la finalidad de la repetición es traer al presente los hechos del tiempo ex nihilo.


Notas
[1] Blazquez, José María (2008) “La mitología entre los hebreos y otros pueblos del Antiguo Oriente”. Biblioteca Miguel de Cervantes. 
[2] Presenta alrededor de 1100 versos, después de su reconstrucción.
[3] Blazquez, José María, óp. cit., p. 1. El autor cita R. Labat para afirmar que los babilonios consideraban este poema “como narración, himno, ritual, drama litúrgico, tratado de astronomía.”
[4] Eliade, Mircea (1974). Tratado de historia de las religiones. Tomo II. Madrid: Cristianidad, p.198.
[5] Ídem, p. 126. Véase el tomo I.
[6] En relación esto puede mencionarse que en el Poema de la creación la relación tiempo profano – hierofánico, puede identificarse en la lucha entre la diosa Tiamat y el dios Marduk (lucha entre caos y el orden), la ocurrencia se esos hechos no puede registrarse ni ubicarse temporalmente, el tiempo aun no existe.
[7] Ibarra Grasso, Edgar (1997). Cosmogonía y mitología indígena americana. Buenos Aires: KIER, p. 29. 
[8] En el caso del Enuma Elish esto se refleja con la muerte de Tiamat, de la cual se usa los huesos y la sangre para moldear al hombre.
[9] Rodríguez, María Paula (2011). La palabra de Dios, la palabra de la gente. Bogotá: San Pablo, p. 104.
[10] Universidad Autónoma Metropolitana (1989). El poema de la creación, Enuma Elish. Traducción de Luis Astey. México: Universidad Autónoma Metropolitana.
[11] Estos dioses estarán asociados al cielo (Anshar) y a la tierra (Kishar), de género masculino y femenino, respectivamente.
[12] Dios del cielo.
[13] En el texto también es llamado Nudimmund, dios de las aguas dulces. Este dios es calificado como el sabio y poderoso, incluso más que sus antecesores.
[14] Universidad Autónoma Metropolitana, óp. cit., p. 9. Véase la tablilla 1 del poema.
[15] Ídem, pp. 11 -13. Véase las tablillas I y II
[16] Marduk es descrito de la siguiente manera:
“[…] en la mansión de los destinos,
un dios fue generado, el más apto y sapiente entre los dioses.
[…] Era el más elevado de los dioses, sobrepasaba a todas su estatura;
sus miembros eran enormes, era extraordinariamente alto [...]” (ibíd., p. 10).
[17] Universidad Autónoma Metropolitana, óp. cit., pp. 24 – 25. Véase la tablilla IV.
[18] García Fernández, Marta (2010) “<>”.  Verbo Divino. Navarra, número 68, p. 7 – 8.
[19] Universidad Autónoma Metropolitana, óp. cit., p. 32.
[20] Eliade, Mircea, óp. cit., 184 – 185. Véase tomo II.
[21] Ibíd., p. 185.



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