domingo, 27 de marzo de 2011

William Sydney Porter (O´Henry): LOS REGALOS PERFECTOS


(William Sidney Porter; Greensboro, 1862 - Nueva York, 1910) Narrador estadounidense, muy popular por sus relatos humorísticos y de finales sorprendentes, al que junto a E. A. Poe, B. Harte y M. Twain se considera fundador de la proverbial short story norteamericana.

Dejó la escuela a los quince años, y durante un lustro trabajó en la droguería de un tío suyo. En 1882 marchó a Texas, vivió durante dos años en un rancho, aprendió un poco de francés, alemán y español, y comenzó a escribir. En Austin (Texas) trabajó sucesivamente como empleado, contable, dibujante y cajero de banco de 1885 a 1894; se casó e inició su colaboración, con bocetos narrativos, en la Free Press de Detroit.

En 1895 se trasladó a Houston (Texas), donde firmaba un artículo diario en el Daily Post. En 1896 recibió una citación para presentarse ante un tribunal por el hurto de una pequeña suma de un banco de Austin en el que había estado empleado. Con toda seguridad, hubiera sido absuelto fácilmente de la acusación (por estar el banco muy mal administrado) si hubiere regresado a Austin; pero, presa de pánico, huyó a Honduras, donde permaneció hasta que en 1898 se enteró de que su mujer había enfermado; volvió y fue condenado a cinco años de prisión en la penitenciaría federal de Columbus (Ohio), condena reducida después a tres años y tres meses por su buena conducta.

Mientras se encontraba en la cárcel publicó algunos relatos con seudónimo y, una vez libertado, se trasladó a Nueva York en 1902, donde escribió numerosos relatos breves inspirados en sus experiencias por la gran ciudad. En diciembre de 1903, el New York World le encargó que escribiera un relato semanal para su edición dominical. A partir de 1904 se hicieron famosos sus cuentos y se publicaron en uno o dos volúmenes anualmente hasta su muerte; otros cuatro volúmenes aparecieron póstumos.

Utilizó innumerables seudónimos hasta encontrar en 1899 el que sería su definitivo nombre literario. Escribió cientos de cuentos breves, inaugurando un estilo de relato rápido y por lo general fundamentado de principio a fin en la escena final o, más exactamente, en la frase final, donde se revela de golpe toda la historia ante el asombro del lector. El francés G. de Maupassant le influyó en el tono neutro que solía utilizar como narrador objetivo de la historia. C. Pavese, que lo consideraba uno de los padres fundadores de la literatura norteamericana, dijo de él: "Terminaba sus oraciones como antes nadie lo había hecho, a excepción de Rabelais".

The Four Million (1906) es sin duda uno de sus mejores libros de cuentos: en él describe a la gente común y corriente de Nueva York a través de la ironía, la burla y el realismo que lo hizo famoso, además del afortunado uso del lenguaje popular, rasgo poco visible en las traducciones. Sin embargo, gracias al poder de sus argumentos, muchos de sus cuentos ya son antológicos, tanto en la literatura de su país como en la mundial: El cuarto amueblado, Veinte años después, El regalo de los reyes magos, El rescate, Desde el pescante del cochero, Cómo nació un neoyorquino y otros muchos.

Algunos de sus libros más populares fueron The Voice of the City (1908), Strictly Business (1910), Whirligigs (1910), Rolling Stones (1912) y Waifs and Strays (1917). Una parte de la crítica le ha reprochado el uso indiscriminado del final sorpresivo; pero la mayoría, por el contrario, reconoce este rasgo como su invención fundamental.

Los regalos perfectos

Es sabido que el final de un relato es tan fundamental como el inicio. Los escritores de relatos, que son como corredores de cien metros, aceleran al principio y en la conclusión. Se trata de manosear las terminaciones nerviosas del lector con economía de tiempo. Muchos se han centrado en las últimas líneas para sembrar desconciertos. O'Henry fue un cultivador de esta técnica ('trick story' la llaman).

En América O'Henry (seudónimo de William Sidney Porter) es un "imprescindible". Nueva York, a principios de siglo XX (léase 'La edad de la inocencia', o véase la adaptación al cine). Esa ciudad con accesos de luciérnaga acogía barcos cargados de generaciones y generaciones de inmigrantes, y las imprentas de los periódicos eran como un tren que humea y silba.

Como Twain o Poe, O'Henry adquiriría fama junto a esos artefactos de actualidad, su firma lucía en los quioscos. Sus cuentos ('Esto no es un cuento', por ejemplo) dulcificaron la rutina de oficinistas, lecheros, carteros y amas de casa.

Son historietas de vocación ecuménica, universal. Hay dramas chico y chica, y algo de misterio. El protagonista, por poner un ejemplo, se topa con un mendigo (epígono de lo underground) y éste le cuenta una historia. Después, el final añade a lo anterior una apariencia de paradoja o de engañifa, de inocentada. 'Elevado pragmatismo' y 'El hombre a la espera' tienen de ambas cosas.

Escritor empático

Hay mucha amable empatía hacia sus contemporáneos. Abunda O'Henry en los lugares comunes, en lo local de Nueva York, cuando todavía era local y no escaparate y rumoroso cronómetro del mundo. Él va a lo doméstico. En verano la urbe es un "horno de pan descomunal" y un hombre "engalanado como una orquídea de invernadero" tiene un lío amoroso aún candente bajo el sombrero. Lo pernicioso y el enredo acechan, a veces hasta impera la aventura.

También hay cuentos sobre el Sur, el aristocrático, traumático y pretérito Sur (algo exótico para esa pira del progreso que era y es Nueva York). 'Los dos Carteret', 'The rose of Dixie', ejemplifican esta temática del señorito, socorrida en ese tipo de publicaciones como lo eran los lords en Inglaterra.

Los productos populares se nutren en gran medida de la clase pudiente, como una asombrosa ventana al despilfarro o a la honorabilidad. 30 años después, con la Depresión, el nuevo invento de masas, el cine, se llenaría de enredos de ricos y burbujas de champán del caro, que descansan de Nueva York en su chalecito de Connecticut (lo que se llama 'screwball comedy').

O'Henry luce ingenio pero conservando el estilo directo, la primera persona, la brevedad como una columna de ficción. También hay quien pueda pensar que se trata de una literatura un tanto envejecida o pacata. "Imprescindible" o no, se puede ver estas obritas como un hallazgo de las letras adosado al periodismo (que ya había sido vehículo de narrativas a lo largo del XIX).

O'Henry, seudónimo de un hombre triste florecido en el auge pasado de las tiradas montañosas de diarios vespertinos, matutinos y semanarios, recién sacados de la imprenta, calientes como el pan.


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