miércoles, 9 de noviembre de 2011

El estilo homérico


¿Existió Troya?

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Ahora veamos algo de la cuestión homérica...

Homero (siglo VIII a. C.) es el nombre dado al poeta a quien tradicionalmente se atribuye la autoría de los principales poemas épicos griegos, la Ilíada y la Odisea.

La tradición sostenía que Homero era ciego, y varios lugares reclamaban ser su lugar de nacimiento.

Su procedencia debió ser la zona colonial jónica de Asia Menor, en base a los rasgos lingüísticos de sus obras y a la fuerte tradición que lo hacía proceder de la zona. También persiste el debate sobre si Homero fue una persona real o bien el nombre dado a uno o más poetas orales que cantaban obras épicas tradicionales.


LOS POEMAS HOMÉRICOS

Los más antiguos monumentos literarios que se conservan en lengua griega son dos extensos poemas épicos en hexámetros: La Ilíada y La Odisea, que la antigüedad adscribió al venerable nombre de Homero. Se remontan a una fecha incierta, discutida desde antiguo, pero la crítica más reciente y solvente fija hacia el año 750 a.C. estos poemas.


LA ILÍADA

La Ilíada tiene por tema la leyenda de Troya y se circunscribe a la narración del asedio de esta ciudad de Asia Menor (llamada Ilion en griego, de donde el título del poema) por las tropas aqueas o griegas. La leyenda fijaba en diez años largos la duración de esta campaña, pero Homero nos la presenta en una de sus últimas fases y con una serie de episodios que transcurren en 51 días.


Un historiador o un mitógrafo se hubieran visto obligados a narrar el asedio de Troya arrancando de sus antecedentes (el rapto de Helena por Paris, llamado también Alejandro) para, tras pasar por el detalle de las incidencias bélicas, acabar con la destrucción de la ciudad. El poeta, que escribe para un público que ya conoce la leyenda, ha sintetizado todo su dramatismo y su sentido en unos hechos, muchos inventados por él, sin duda, que se originan en un conflicto moral y una explosion de pasiones. Desde el momento que entran en juego la ira, el resentimiento, el amor y el orgullo militar, nace la verdad poética y humana del sitio de Troya, cuya verdad histórica o legendaria deja, en cierto modo, de acaparar el interés. El conflicto surge cuando Agamenón, jefe de las fuerzas griegas, procede injustamente con Aquiles, que se retira irritado a su tienda y contempla impasible cómo los suyos reciben terribles golpes del enemigo. El agravio consiste en que Agamenón se apodera de una cautiva, Briseida, que figuraba como parte del botín que correspondía a Aquiles. Aquiles depone su actitud y acepta las excusas de Agamenón y la devolución de Briseida sólo cuando muere su amigo Patroclo a manos de Héctor, hijo de Príamo, hermano por tanto de Paris y principal caudillo de las fuerzas troyanas.

El público conocía ya la leyenda. La epopeya carece de lo que se ha venido a llamar suspense: sus valores están al margen de la intriga argumental y el auditorio puede aproximarse al recitador cuando ya ha comenzado su sesión o retirarse antes de que la acabe sin desorientarse ni quedarse insatisfecho.


Aquiles es el auténtico héroe de la Ilíada, a causa precisamente de su ira contra Agamenón y el furor que le acomete al morir su amigo Patroclo. Esto es lo que le incita a tomar nuevamente las armas, para sembrar terror en el campo enemigo y realizar toda suerte de proezas, que culminan en un combate singular con Héctor, el mejor de los capitanes troyanos. Las dos pasiones de Aquiles dividen equilibradamente el poema, cargado de acontecimientos varios, lleno de descripciones bélicas y con mención expresa de los guerreros que luchan en ambos bandos.


LA ODISEA
La acción de la Odisea transcurre en 40 días de un otoño, en los que también se sintetizan diez años de aventuras. Se trata de las navegaciones de Odiseo, uno de los capitanes de la guerra de Troya, que de regreso a su patria, Ítaca, es víctima de innnumerables contratiempos y desventuras que retardan su vuelta. En tres partes prncipales se articula la Odisea: las pesquisas y viajes de Telémaco, hijo de Odiseo en busca de su padre; las navegaciones de este y la venganza que se toma contra los pretendientes de su esposa Penélope. Parece que en realidad se trata de tres núcleos legendarios incorporados a una trama única con arte y uniformidad, aunque desde antiguo se sostuvo que a un único núcleo otros poetas añadieron los restantes. El tema del retorno y de la venganza confluyen y se complementan, a pesar de las diferencias de ambiente y estilo que presentan los cantos en que se narran.


El sentimiento de nostalgia de la patria y la familia, lejanas e inasequibles, y el ingenio vivo y rápido de Odiseo para sortear toda clase de impedimentos hacen que Odiseo un personaje inconfundible por su humanidad, su inteligencia y sus argucias. El relato de sus navegaciones constituye una serie de maravillosas aventuras, como la de los lotófagos, la de los lestrigones, la de Circe y, sobre todo, la del cíclope Polifemo, en la que el héroe vence con su astucia los poderes de los dioses adversos, del salvajismo y la maldad.


En la Odisea los acontecimientos no siguen un orden estrictamente cronológico. Por un lado simultanean acciones que transcurren en los mismo días pero en lugares distantes, como el regreso de Odiseo y su búsqueda por Telémaco; y por otro el mismo héroe narra sus aventuras ante la corte de Alcínoo, cuando ya están a punto de llegar a su término. Gracias a este recurso los hechos son expuestos en primera persona por el propio Odiseo, lo que acrecienta la vida del relato y su estilo personal y subjetivo. La acción de las navegaciones de Odiseo se inicia pues in media res, procedimiento de estructura del poema que imitará Virgilio y que seguirán multitud de narradores.



EL ESTILO HOMÉRICO

La construcción de las epopeyas homéricas ofrece un notable carácter dramático. Cuando un personaje toma la palabra, su parlamento ocupa versos enteros siempre, sin incisos narrativos ni inserción de verba dicendi y su intervención es anunciada previamente con fórmulas fijas. Ello ha hecho suponer que previamente tanto la Ilíada como la Odisea habían sido recitadas de forma parecida a la dramática, por medio de un lector para los pasajes objetivos y otros varios que representaran los diferentes papeles.

Homero hace siempre descripciones minuciosas y detalladas, tanto de objetos menudos como de los diversos pueblos que componen un ejército. La claridad y la plasticidad de sus relatos es ejemplar, y las fórmulas fijas y los abundantes epítetos con que se califica a los personajes no tan sólo responden a un recurso necesario a los recitantes, sino que se convierten en elementos característicos, presentes en la epopeya de todos los tiempos.

La humanidad y el refinamiento artístico de Homero aparecen en su más personal dimensión en las frecuentísimas comparaciones que se hallan en los dos poemas, a veces bastante extensas y no raramente encadenadas unas con otras.

Hay otros pasajes de Homero que hemos de atribuir a su arte de escritor, porque no parece lógico que sean tomados de tradiciones. Conocidos son los emotivos versos en que Odiseo, tras veinte años de ausencia, llega a su patria disfrazado de mendigo y nadie lo que reconoce a excepción de su perro Argo. Y cuando el viejo perro ha vuelto a ver a su amo, muere.

El hexámetro empleado en la poesía homérica es perfecto. Nada en él revela primitivismo ni balbuceos de un recurso literario que empieza a abrirse paso, lo que indica bien a las claras que en tiempos anteriores a la poesía homérica existió una epopeya similar, de la que no quedan rastros. Sus textos no se someten a ninguno de los dialectos griegos hablados de su tiempo, sino que se componen en una artificial mezcla de jonio y eolio, en la que entran evidentes arcaísmos y elementos léxicos micénicos. Se trata, pues, de una lengua esencialmente literaria y culta. Pero tal fusión de elementos procedentes de diferentes dialectos del griego se debe también a la necesidad de expresarse en una lengua que sea bien aceptada en todas las regiones lingüísticas de Grecia.



EL CANTO ÉPICO

La poesía homérica, como la lírica auténtica, se divulgaba mediante el recitado, canto de profesionales que, naturalmente, exponían la materia de memoria ante un auditorio; a veces el auditorio refinado de una corte y otras el popular de una plaza. La épica genuina no está concebida para ser leída en soledad. Esta característica es común a la épica de todos los tiempos y de todos los países, y se ha llegado a comprender mejor la epopeya homérica cuando los investigadores la han situado en el panorama general de la canción narrativa tradicional de los demás pueblos.

La misma Odisea, en el canto VIII, nos da una clara idea de lo que es el canto épico. Odiseo ha llegado al país de los feacios y el rey Alcínoo, que no sabe quién es su huésped, lo agasaja y hace que comparezca su aedo Demódoco. Demódoco era ciego, pues la musa"le privó de la vista, pero le concedió el dulce canto". El aedo, en honor de Odiseo, canta un poema de tema mitológico, los amores entre Ares y Afrodita, y otro de tema muy reciente y que afecta al huésped que lo está escuchando: una disputa entre Odiseo y Aquiles ante Agamenón. Más tarde Odiseo pide a Demódoco que cante cómo Troya fue destruida gracias al ardid del caballo de madera. El aedo lo hace con unos versos que se pondera al propio Odiseo como astuto guerrero, y éste lo escucha con lágrimas en los ojos.

Este pasaje es muy ilustrador. Nos revela, en primer lugar, que acontecimientos muy próximos en el tiempo eran susceptibles de ser narrados en verso, como la destrucción de Troya pocos años después de haber tenido lugar. Y esto es fundamental, pues deja entrever que, al lado de temas mitológicos, en el repertorio de los aedos figuraba la narración de hechos contemporáneos y de gran interés y transcendencia. Que la realidad actual se puede convertir en canto informativo, tanto en tono de alabanza como de vituperio, se advierte en el canto VI de la Ilíada, cuando Helena se lamenta de su muerte y teme que sus amores con Paris servirán a las generaciones venideras de "asunto para sus cantos". No hay de ello prueba alguna, pero nada puede negar la posibilidad de que, en su origen, la Ilíada fuera una especie de crónica contemporánea de los últimos meses de la guerra de Troya, y la Odisea un reportaje sobre las navegaciones de Odiseo.



LA CUESTIÓN HOMÉRICA

Leemos en la actualidad los poemas homéricos divididos en 24 cantos o rapsodias cada uno. El texto de la Ilíada pasa de los quince mil versos y el de la Odisea de doce mil. Algunos críticos alejandrinos sostuvieron que la Ilíada y la Odisea habían sido escritas por diferentes autores. Otra idea, de Aristarco, fue que la Ilíada era un poema de juventud de Homero y la Odisea de su vejez. Esta idea, que explica muchas de las diferencias existentes entre los dos poemas, ha sido seguida por muchos helenistas modernos.
Ciertos críticos modernos han propugnado que los dos poemas son colecciones de cantos independientes, de diversos autores, recopilados en Atenas en el siglo VI. Sus argumentos han caído en descrédito con las investigaciones recientes sobre la tradición oral.

La crítica actual ha llegado a unas conclusiones que, si bien no han recibido una aceptación unánime y constantemente se ven perfeccionadas o rectificadas, parecen señalar las direcciones más verosímiles. Los estudios modernos de filología y arqueología permiten concluir que Homero fue un aedo vinculado a medios cortesanos y que compuso la Iliada, incluso probablemente la Odisea. Cada vez más se tiende a considerar ambos poemas como obra de un mismo autor, aunque se siga creyendo que la Ilíada es anterior a la Odisea.

Es evidente que la Ilíada, y sin duda en mayor proporción en la Odisea, hay pasajes, incluso largos episodios, que fueron intercalados posteriormente a la redacción primitiva, como ocurre también en los cantares de gesta románicos y germánicos, pero esto no niega la existencia de un poeta único que compuso las dos grandes epopeyas del mundo griego.


Ahora bien, este poeta crea no con las miras puestas en unos lectores que se enfrascarán en la lectura de los dos poemas, sino en un auditorio que oirá recitar sus cantos o rapsodias de labios de juglares profesionales: los aedos, recitantes creadores, y los rapsodas, recitantes que repetían con bastante libertad lo compuesto por otros. Un grupo de siete u ocho cantos homéricos, recitado por varios aedos, supone una sesión que dura aproximadamente lo que una trilogía dramática. Homero, pues, parece que concibió la Iliada y la Odisea como una sucesión de episodios (los cantos o rapsodias) que corre el riesgo de malograrse al unirse de la forma que hoy leemos. Compuesto un corto grupo de cantos, es posible que el mismo autor intercalara luego entre ellos nuevos con distintos episodios, y que esta labor de acumulación o relleno la verificaran luego otros poetas; y no hay que descartar la posibilidad de viejos poemas orales que pudieron utilizarse como fuentes de algunos episodios de la epopeya homérica. Lo que no es suponible es concebir a Homero trabajando como Virgilio: empezando a escribir la epopeya desde el primer verso.




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