miércoles, 10 de marzo de 2010

El origen cerebral del amor

Un ("¿viejo?") estudio confirma la relación entre el amor romántico y las redes neuronales.

http://jn.physiology.org/cgi/reprint/00838.2004v1.pdf


El amor romántico, analizado por imágenes de resonancia magnética, es un conjunto de impulsos eléctricos difícilmente medibles. Ubicados en regiones cerebrales vinculadas a la necesidad de conseguir un beneficio, estos impulsos pueden evolucionar hacia el cariño y el apego, convirtiéndose así en el principal marcador del comportamiento humano, por encima incluso de la atracción sexual. Un estudio interdisciplinar descubre que el amor activa toda una constelación de sistemas neuronales que convergen en regiones dispersas del cerebro, creando un mapa combinatorio flexible que integra múltiples estímulos emocionales. Todo un recorrido eléctrico que expresa un comportamiento humano sumamente complejo. 

(Traducido a lenguaje amatorio: "Te quiero con toda la electricidad que mis neuronas pueden producir.")
Eso quiere decir que el amor está en el cabeza, que convive con la inteligencia, con la razón y la ló (gi)ca.
Tal como explica la "American Physiological Society" el estudio ha analizado las respuestas del cerebro de 17 hombres y mujeres jóvenes que se describían como loca y recientemente enamorados. Los resultados se han divulgado en el Journal of Neurophysiology (ver link).

Este estudio, que libera de todo romanticismo al amor limitándolo a impulsos eléctricos, señala además que el estado inicial del enamoramiento tiene más que ver con la motivación, el beneficio y otros aspectos causales del comportamiento humano, que con las emociones o con la atracción sexual. Según los investigadores, podríamos parecernos más de lo que creemos a otros mamíferos, puesto que en la elección de nuestras parejas –a través del enamoramiento inicial- se ponen en marcha respuestas cerebrales similares a las de los animales, y el fin es instintivo: buscar la continuación de la especie a través de la transferencia genética.

(Traducción a discurso amatorio: "Te quiero con todos mis genes." "Deseo tener contigo una transferencia de genes.")

Una de las autoras del estudio, Lucy L. Brown, del "Albert Einstein College of Medicine", señala que los humanos estamos construidos para experimentar sentimientos mágicos como el del amor, y que la investigación realizada ayuda a explicar por qué lo hacemos.

(Acotación bizarra de Rita: ¿Quiere decir esto que la ciencia se harmana con la magia gracias a la mágica ciencia del amor?)

La mayoría de los participantes en el estudio mostraban claras respuestas emocionales, aunque no se ha descubierto un patrón emocional consistente, sino sólo mucha actividad en las regiones cerebrales relacionadas con la motivación y la consecución de un beneficio. Según los investigadores, esta es la primera recopilación de datos que confirman una relación entre el amor romántico y las redes cerebrales.

("Te amo porque me beneficias" o "Déjame amarte porque quiero beneficiarte")
Desde este punto de vista, se podría describir por tanto el amor como una motivación o una orientación hacia una situación que se convierte en un objetivo y que provoca varias emociones específicas, como la euforia o la ansiedad. De esta forma, se entendería por qué los amantes muestran la necesidad imperativa de conseguir a su amado o amada y tienden a proteger sus relaciones.

("No eres más que mi objetivo")
El estudio ha descubierto asimismo que las regiones del cerebro que se activan con el amor son diferentes a las que se activan en el caso de la atracción sexual. Esto se ha sabido porque cuando los investigadores mostraron a los participantes las fotos de sus enamorados, las áreas cerebrales de éstos se superpusieron sólo parcialmente con las áreas del cerebro asociadas con el deseo sexual.

Utilizando imágenes de resonancia magnética y otras fórmulas de medición, los investigadores han llegado a dos conclusiones principales. La primera señala que en su estado inicial, el amor romántico está asociado con regiones subcorticales del cerebro, relacionadas con la consecución de un beneficio y ricas en dopamina, una sustancia que produce una sensación de intenso bienestar cuya producción aumenta con el amor hasta en un 50%.

La segunda conclusión a la que se ha llegado es que el amor pone en marcha los sistemas cerebrales asociados con el impulso de conseguir un beneficio. Estas áreas del cerebro que se activan con el amor integran una gran cantidad de información relacionada con la memoria más temprana de cada persona y con su propia noción de la belleza. Se trata del área ventral tegmental derecha y del llamado núcleo caudado (uno de los tres componentes principales de los ganglios basales) dorsal del cerebro.

El romanticismo está a la derecha y la atracción a la izquierda

Para sorpresa de los investigadores, las regiones asociadas con el amor romántico e intenso están mayormente en el lado derecho del cerebro, mientras que las asociadas a la atracción se sitúan a la izquierda de éste. Se trata de una lateralización que hace plantearse a los científicos acerca de los procesos de aprendizaje y de memoria del cerebro humano.

Asimismo, los investigadores señalan que, con la maduración de la relación, entran en juego otras partes del cerebro, y que el dinamismo de las relaciones implica también cambios a nivel cerebral. Las imágenes de resonancia magnética han mostrado más actividad en el área del ganglio basal en el caso de personas con relaciones estables. En esta región se encuentran los receptores de la hormona vasopresina, que en ratones de campo se ha demostrado que resulta esencial para emparejarse.

La evolución de la activación de las diversas áreas cerebrales según se desarrolla el amor demuestra que los sentimientos iniciales de exaltación se transforman en cariño y apego, lo que supone que el vínculo que generan las emociones es mucho más poderoso que el de la atracción sexual por sí sola.

Los resultados del estudio sugieren además que el amor no activa una zona funcionalmente especializada del sistema cerebral, sino que más bien activa toda una constelación de sistemas neuronales que convergen en regiones dispersas del núcleo caudado creando un mapa combinatorio flexible y que integra múltiples estímulos emocionales. Todo un recorrido eléctrico que expresa un comportamiento humano sumamente complejo.


EL AMOR ES CIEGO

Las últimas investigaciones sobre el funcionamiento del cerebro han revelado que las personas enamoradas pierden la capacidad de criticar a sus parejas, es decir, se vuelven incapaces de ver sus defectos, lo que viene a confirmar aquel popular refrán que asegura que "el amor es ciego".

Al menos esto es lo que sucede en los casos de amor romántico o maternal, en los que se ha detectado que, ante determinados sentimientos, se activan las mismas regiones del cerebro, según explica a Efe la neurobióloga Mara Dierssen, investigadora del Centro de Regulación Genómica de Barcelona.

Lo más curioso del caso, sin embargo, es que, paralelamente a esta estimulación que se produce en las mismas regiones cerebrales, en ambos tipos de amor se "desactiva" la zona del cerebro encargada del juicio social y de la evaluación de las personas.

Se suprime, por tanto, la capacidad de criticar a los seres queridos, una situación que se reproduce tanto en humanos como en animales.

"Cuando nos enamoramos perdemos la capacidad de criticar a nuestra pareja, por lo que puede decirse que, en cierta manera, el amor es ciego" , señala Dierssen, que recientemente ha participado en Barcelona en un ciclo sobre "Amor, ciencia y sexo" .

Los estudios que desde hace varios años se llevan a cabo en humanos y ratones para conocer el complejo funcionamiento del cerebro están aportando datos tan novedosos como sorprendentes en el siempre estimulante terreno del amor.

Estos avances están ayudando, por ejemplo, a responder a preguntas tan básicas, pero también tan enigmáticas y sugestivas, como qué pasa en nuestro interior cuando nos enamoramos, qué sucede en el cerebro o por qué sentimos -o no- deseo sexual.

El diccionario de la Real Academia Española define el amor como "un sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser".

Para Mara Dierssen, sin embargo, el amor es algo más simple: "Una adicción química entre dos personas".

Dice esta investigadora que cuando existe enamoramiento de verdad se dan, en mayor o en menor medida, una serie de circunstancias comunes, como la atracción física, el apetito sexual o el afecto y el apego duradero.

Estos sentimientos desencadenan en nuestro interior un conjunto de alteraciones químicas que generan sustancias como la dopamina, responsable de la sensación de atracción, o la serotonina, implicada en los pensamientos obsesivos.

El análisis de estos aspectos, así como de la actividad cerebral, también ha permitido constatar que el cerebro de hombres y mujeres funciona de manera diferente en cuanto al amor se refiere y que cuestiones como los diferentes niveles de apetencia sexual tienen una explicación científica.

"Se ha descubierto que existen diferencias entre géneros, de manera que el hombre es más sexual, tiene un apetito sexual más constante, mientras que la mujer es más sensitiva" , explica Dierssen.

Incluso la infidelidad afecta de manera diferente a unas y otras especies.

Se sabe, por ejemplo, que sólo el tres por ciento de los mamíferos son monógamos, como los ratones de la pradera, las orcas o el hombre, mientras que la gran mayoría son promiscuos.

No obstante, advierte Dierssen, un experimento llevado a cabo en ratones de montaña, caracterizados por su gran promiscuidad, ha permitido comprobar que la monogamia animal es genética y que una simple manipulación de los genes de estos animales puede hacer que los machos sean fieles a su pareja.

El experimento, por el momento, no se ha efectuado en personas, aunque ha despertado un gran interés por el alcance que puede tener en las relaciones humanas, teniendo en cuenta que más del 15 por ciento de los españoles afirma haber sido infiel alguna vez en su vida, mientras que el 43 por ciento asegura haberlo deseado en algún momento.

La investigación científica, además, a descubierto una base neuronal para el amor romantico de por vida. El estudio, muestra que las personas estan intensamente enamoradas después de muchos años de matrimonio muestras respuestas cerebrales a sus parejas que son similares a los de personas de quienes has estado enamoradas.

Los investigadores utilizaron imágenes de resonancia magnetica para escanear el cerebro de 10 mujeres y siete hombres que informaron que estaban todavía intensamente enamorados de sus esposas después de un promedio de 21 años de matrimonio. Mientras se escaneaban, a los participantes se les mostraban imágenes de sus esposas y otras personas.Los investigadores realizaron previamente un estudio similar con 10 mujeres y siete hombres que estaban enamorados en promedio siete meses antes del experimento.

Para los participantes en relaciones a largo plazo y corto plazo, la visualización del compañero romántico estimulaba actividad en regiones del cerebro que estan asociadas con la motivación para ganar recompensas como el caudal y hueso, y el area ventral tegmental, una región del cerebro activado por medicinas (drogas) adictivas.

Sin embargo, sólo en las relaciones a largo plazo mostraron actividad cerebral en las regiones que han demostrado en estudios en animales a ser importante en la formación de parejas monogamas. Además, en las relaciones a largo plazo mostro actividad en regiones del cerebro asociadas con sentimientos de calma y supresión del dolor, mientras que los de relaciones a corto plazo mostraron actividad cerebral en regiones asociadas con el pensamiento obsesivo y la intensa atención.

Estos resultados sugieren que quienes experimentan amor romántico a largo plazo continuan anhelando la union con sus conyuges y siendo altamente motivados para mantener, mejorar, y proteger las relaciones, como aquellos en etapas tempranas, amor intenso amor romantico.

ENTRE EL AMOR Y EL ODIO

Científicos británicos descubrieron el mecanismo del cerebro humano que produce que odiemos a alguien.

Y la zona donde se inicia esta poderosa emoción está íntimamente relacionada al área cerebral donde se produce el amor, afirmó la investigación llevada a cabo en la Universidad de Londres.

El estudio -publicado en la revista de la Biblioteca Pública de Ciencia, PLoS One- analizó a varios voluntarios que miraran fotografías de alguien a quien odiaban.

Descubrieron que se activaban una serie de circuitos cerebrales en un área del cerebro que comparte ciertas estructuras asociadas al amor romántico.

"El odio a menudo es considerado una pasión malvada que debe ser reprimida, controlada y erradicada" explicó el profesor Semir Zeki, del Laboratorio Wellcome de Neurobiología de la Universidad de Londres y quien dirigió el estudio. "Pero para los neurobiólogos el odio es una pasión tan interesante como el amor".

"Porque igual que el amor, el odio a menudo parece ser irracional y puede conducir al individuo a conductas heroicas o malvadas. ¿Cómo es posible que dos sentimientos tan opuestos conduzcan al mismo comportamiento?".

Esa es la pregunta que se planteó el profesor Zeki al iniciar este estudio, que es la continuación de otras investigaciones previas en su laboratorio sobre los mecanismos cerebrales del amor romántico y el amor maternal.

En el nuevo estudio Zeki y su equipo se concentraron específicamente en el odio que siente el ser humano hacia otro individuo.

En la investigación participaron 17 voluntarios, tanto hombres como mujeres, elegidos porque dijeron sentir profundo odio hacia otra persona.

Los científicos llevaron a cabo escáneres cerebrales mientras los participantes miraban tanto la fotografía de la persona odiada, como fotografías de rostros "neutrales" que les eran familiares. "Cuando miraban el rostro de la persona odiada -señalaron los autores- se produjo actividad en zonas cerebrales que puede ser consideradas el "circuito del odio".

Este circuito del odio incluye estructuras en la corteza y la subcorteza cerebral y tiene componentes que también se activan cuando se genera una conducta agresiva.

El cerebro funciona traduciendo estas señales de los circuitos cerebrales en acciones, como la planeación de movimientos del cuerpo.

Y el circuito del odio también está ubicado en una parte de la corteza frontal que se cree es muy importante en la predicción de las acciones de los demás.

Quizás, explican los científicos, esto es lo que nos hace actuar cuando nos enfrentamos a una persona odiada.
El circuito del odio está en la corteza (F), el putamen (P) y la ínsula (I).

Pero lo que más sorprendió a los investigadores fue descubrir que el circuito del odio también produce actividad en dos estructuras de la subcorteza cerebral: el putamen y la ínsula.

Según el profesor Zeki "es muy interesante que el putamen y la ínsula también se activan con el amor romántico". "Pero no es tan sorprendente considerando que el putamen también podría estar involucrado en actos agresivos en un contexto romántico, como en situaciones donde un rival presenta una amenaza".

Los investigadores también descubrieron una diferencia importante en la actividad cortical que producen tanto el odio como el amor.

"Mientras que en el amor grandes partes de la corteza asociadas al juicio y razonamiento se desactivan, con el odio sólo se desactiva una pequeña zona", explicaron los autores. Los investigadores creen que esto es sorprendente si consideramos que el odio también es, como el amor, una pasión que nos consume totalmente. Pero mientras que en el amor romántico el amante pocas veces es crítico o juzga a la persona amada, en el contexto del odio, el que odia utiliza su criterio y es calculador para hacer daño, herir o vengarse de la persona odiada.

Otra diferencia es que el amor romántico está dirigido a una sola persona, pero el odio puede ser experimentado contra varios individuos o grupos, como en el caso del odio racial, político o sexual.

1 comentario:

  1. Bien mi querida maestra... desde ahora el lenguaje poético cambiará e incluirá términos como corriente electrica, neuronas, genes y demás lindezas de la ciencia, como sea, yo me quedo con la hermosa metáfora que todavía me hace soñar... besos

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