martes, 12 de enero de 2010

James Joyce: El nombre del padre




Talentoso, pecador, borracho, fanfarrón, fracasado y fanático anti–clerical. Así se describe a John Joyce, el padre de James Joyce, en la biografía que del escritor escribió Richard Ellman (1).

El padre de Joyce no podía mantener un empleo o una fuente de ingresos constante y terminó viviendo de una pequeña pensión. Fue perdiendo sus propiedades y al no pagar los alquileres de sus viviendas, obligaba a su familia a permanentes mudanzas.

John Joyce perdió su empleo municipal en la Oficina de Tasas de Dublín, en parte (hay que sumar su indolencia) por haber tomado partido a favor de Charles Parnell.

Parnell (1846-1891) fue un político autonomista irlandés muy popular. Los nacionalistas le decían “El Jefe”. Primero trasformado en héroe nacional, luego objeto del escándalo por sus amores con una mujer casada, con quien finalmente conviviría en el exilio los últimos meses de su vida. Sus detractores aprovecharon la ocasión para atacarlo, incluso la Iglesia Católica. La trágica parábola de Parnell es mencionada en muchas ocasiones en los textos de Joyce, las discusiones sobre Parnell se representan en Retrato del Artista Adolescente, así como también existen varias referencias en Ulises y en Dublineses.

Se conoce que John Joyce tomó públicamente partido por “El Jefe” en el peor momento, contradiciendo el mandato de los obispos y reforzando con eso su ya fuerte posición anticlerical, lo cual perjudicó su prestigio. Así abandonó la oficina sin licencia, para hacer campaña por el dirigente cuando la mayoría de sus representantes en el parlamento lo abandonaban incitados por el clero.

Joyce, a la edad de 9 años escribió un amargo poema contra los traidores de Parnell: “Et tu Healy” que su padre apreció e hizo imprimir.




Ellman cuenta que el bisabuelo por línea paterna de James Joyce, George Joyce, tuvo un hijo varón al que le puso por nombre James Augustine, quien al ser padre de un hijo varón intentó ponerle como nombre James Stanislaus, pero por error del escribiente lo como anotaron John Stanislaus, padre de Joyce.

Jonh Stanislaus Joyce contrajo matrimonio con Mary Jane Murray, bajo protesta de ambas familias, para la  familia Joyce los Murray eran de poca categoría, mientras que los Murray consideraban a John Joyce un borracho, aún para la media de los bebedores irlandeses.

A John Joyce le gustaba destacar la noble ascendencia de su familia, cuyo escudo de armas llevaba el lema: "Mors aut honorabilis vita" ("Una vida honorable o la muerte"). Uno de sus amigos, Constantine Curran, lo describió como "un hombre de poder vituperioso incomparable, un virtuoso de la palabra con singular dominio de la lengua vernácula".

El padre de Joyce se arrepintió de haber unido su nombre al de los Murray (por ser de baja nobleza) y este prejuicio fue compartido por su hijo, quien al redactar el epitafio de la tumba de su padre omitió colocar el apellido de la madre. James Joyce escribió dicho epitafio cumpliendo el deseo expresado por el padre de que incluyera el nombre de su esposa. La inscripción que hizo grabar fue la siguiente: "En recuerdo de John Stanislaus Joyce de Cork, nacido el 4 de julio de 1849, fallecido el 29 de diciembre de 1931 y de su esposa Mary Jane de Dublín nacida el 15 de mayo de 1859 fallecida el 13 de agosto de 1903". Joyce omite deliberadamente el apellido Murray.

El matrimonio Joyce-Murray tuvo un primer hijo que murió a causa de influenza. Posteriormente nacería  James Augusta Joyce, es decir "nuestro" Joyce, el mayor de quince hermanos. Su padre quiso ponerle James (nombre que el destino hizo que no fuera posible para él) y como segundo nombre Augustine, que como vimos es el segundo nombre de su abuelo. Nuevamente por error al inscribirlo modificaron el nombre, esta vez feminizando Augustine por Augusta. Tema que explicita en “Ulises” al asignarle a Leopold Bloom como segundo nombre el de Paula.

Los Joyce-Murray tuvieron otros hijos, Stanislaus fue el nombre para el siguiente hermano de James. Compañero infatigable y protector del escritor, autor de una interesante biografía. Se consideraba a sí mismo su “guardaespaldas” (2). Esa biografía de Joyce, quedó inconclusa ya que su hermano falleció sin haberla terminado, en Trieste en 1955, nada menos que un 16 de junio, la significativa fecha elegida por James Joyce para su novela Ulises.

En un artículo publicado en el Diario “La Nación” (22/10/00), a propósito del lanzamiento de la biografía de Stanislaus, Ivonne Bordelois afirma que no tiene duda acerca de la responsabilidad del padre del vínculo de amor y odio entre ambos hermanos: “Mi padre me llamaba el chacal de mi hermano y cuando se cansaba de repetir esto me explicaba científicamente que yo no tenía luz propia sino que brillaba con la ajena, como la luna”. Eso fue hasta que Stanislaus le replicó: “en lugar de atormentarme con la luna, haz algo con tu nariz que comienza a brillar con luz propia”.

En la biografía de Joyce escrita por su hermano Stanislaus (3) no es posible encontrar nada que pueda demostrar una figura "carente" del padre, sino todo lo contrario, aparece como un padre absolutamente presente, con sus "caídas", pero haciendo de su hijo James el "preferido".

En "La clínica del nombre propio", Néstor Braunstein (4) hace una fuerte crítica a la afirmación de Lacan acerca de la "carencia radical" del padre de Joyce y plantea que Joyce dedicó su obra a reivindicarlo pero en el sentido de una identificación con su grandeza.

Establece la hipótesis de que lo que hizo de particular respecto de su nombre fue engrandecer y devolverle a su padre el nombre James Joyce.

Podríamos decir entonces que el nombre de Joyce, James, que debió ser para su padre, él intenta elevarlo y ese nombre James Joyce, con el que Joyce se hizo un nombre, finalmente lo hizo grandioso y famoso cubriendo el bache entre ambos. Saltando así el neurótico "no estar a la altura" de un padre.

Hay una carta que el padre de Joyce escribió y que llevó de exilio en exilio hasta el día de su muerte. "Jim, tú eres mi hijo mayor. Siempre he tenido esperanzas de que tú fueras un representante apropiado de nuestra familia, alguien de quien mi padre estaría orgulloso". (Ellman, Richard. James Joyce, 142).

La relación atribuida a Joyce con su padre, incluso por Lacan, se sustenta a veces en la del protagonista de El Retrato del artista adolescente, Stephen Dedalus, con el suyo, Simón Dedalus. Hay algo de cierto en esto, el personaje Simón Dedalus estaría basado en el padre de Joyce, famoso por sus chistes y sus canciones y también nacido en Cork. Además el nombre Stephen Dedalus fue utilizado por primera vez por el propio Joyce como seudónimo para la publicación en la revista “The Irish Homestad” de tres cuentos que más tarde formarían parte de Dublineses: “Las Hermanas”, “Eveline” y “Después de la carrera”.

Empero no bastan estas referencias para situar la relación de Joyce con su padre como de carencia. Veamos la opinión de Jorge Baños Orellana. Él ha reconocido que esta lectura que Lacan hace de Joyce deteniéndose en la referencia a la golpiza padecida por Stephen, el protagonista de El retrato del artista adolescente, y que adhiere a la opinión tradicional sobre su origen autobiográfico, tiene alguna base histórica. Es cierto que un Joyce adolescente disputó con sus compañeros de escuela defendiendo a Lord Byron como máximo poeta en lengua inglesa y recibió una paliza por esa causa. Pero señala Orellana que la ausencia de rencor por esta paliza y sus consecuencias fue padecida por el personaje Stephen y no por Joyce. Luego sumado esto a una sensación de“asco”que Lacan le atribuye, parece ser la razón para proponer el Ego de Joyce como paradigma del 4° nudo estabilizador de la estructura.

Baños Orellana recordó los textos de Adams y Kenner, que Lacan conocía muy bien y recomienda al comienzo de su Seminario 23, que cuestionan esa versión “realista” y autobiográfica de lo mencionado en El retrato...

Además señala que razones poéticas y biográficas la hacen inapropiada. Los datos biográficos que Lacan también conocía refutan que la paliza a Joyce tuviera en él las secuelas atribuidas al personaje, al adolescente Stephen. 

Tomando en cuenta la observación de Kenner de que el nombre propio de Stephen alude a Esteban, San Esteban mártir, Orellana mostró que el Ego de Stephen no es sino el del mártir. San Esteban, sí podríamos decir que se desprende de la capa de odio. El santo murió lapidado y en su martirio se despojó de todo odio por sus verdugos.

Entonces en opinión de Jorge Baños Orellana el llamado Ego de Joyce correspondería a un simulacro del escritor y no a un reflejo autobiográfico y Lacan, aún estando advertido de ello, habría seguido adelante con la tergiversación por “buenas razones de transmisión”.

Con lo que sí nos encontramos es con la construcción de un nombre, nombre que recoge al menos estas dos vertientes: enaltecer el nombre destinado a su padre, James, que el destino modificó e inventar un personaje que reúne el doble linaje de San Esteban mártir y Dedalus, andador de laberintos.

Santo Hombre, que como señala Lacan en francés suena como synthome, nos ofrece recorrer y perdernos en los laberintos por él mismo construidos. Todo eso con el resultado de legar a los eruditos el estudio de la obra de quien “se hizo un nombre”. El nombre que según la voluntad de su abuelo debió haber sido el de su padre.

Sugerimos a los lectores recorrer y participar en el Foro Reanudando con Joyce sito en Foros de http://www.elsigma.com/, y visitar el sitio de la comunidad Reanudando con Joyce en http://groups.msn.com/Reanudando

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1 Richard Ellman “James Joyce”. Editorial Anagrama, Barcelona, España, 1991.

2 Stanislaus Joyce, “Mi hermano James Joyce”, cuyo título en inglés en la edición original es “My Brother´s Keeper” (El guardián de mi hermano). Según el comentario Introductorio de T. S. Eliot ese nombre refiere a su vez al “¿soy acaso el guardián de mi hermano?” con que Caín responde a la pregunta de Dios acerca de qué pasó con Abel, episodio relatado en el libro del Génesis del Antiguo Testamento.

3 Stanislaus Joyce “Mi hermano James Joyce”, Adriana Hidalgo Editora, Bs. As. , Argentina, 2000.

4 Néstor Braunstein, La Clínica del Nombre Propio en “El laberinto de las Estructuras”, de autores varios, Editorial Siglo XXI, México.

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