miércoles, 17 de agosto de 2011

José Saramago: "Pensar, pensar y pensar"






Intervención de José Saramago el viernes 17 de junio de 2005 en la sala Che Guevara de la Casa de las Américas

por José Saramago

Como siempre o casi siempre, cuando no tengo un papel y tengo que improvisar, normalmente el tema surge en unos minutos inmediatamente anteriores al instante en que tengo que empezar a hablar. Ahora se me ocurrió la idea cuando estaba subiendo las escaleras. Como subía las escaleras seguramente será un asunto muy elevado.

Italo Calvino tuvo la idea de lo que él llamó propuestas para el milenio, y entre ellas planteó que la literatura debería ser ligera, no ha quedado muy claro qué es lo que significaba la intención de Calvino. Tengo la sensación y la sospecha de que si Calvino estuviera vivo no lo diría porque no me parece que sea muy equilibrado para un tiempo como el que estamos viviendo una literatura ligera. Hay una contradicción tremenda en todo eso. Significaría que la literatura no tendría nada que ver con la realidad y si se mira alrededor nos daríamos cuenta que la ligereza está fuera de tiempo y de lugar.

A raíz de esa idea de Calvino en España se organizó hace un par de años un encuentro, éramos diez personas, para que presentásemos propuestas para el milenio. Personalmente creo que es una idea que no tiene mucho sentido. Porque presentar propuestas para el milenio que viene es completamente absurdo.

Lo que es interesante por la envergadura, la estatura intelectual de las personas que participaron en ese encuentro es que se lo tomaron en serio. Entonces, había noventa propuestas para el milenio, donde había de todo, sobre todo delirio, puro delirio. Al punto que ahora mismo no me puedo acordar. A lo mejor porque yo había sido mucho más modesto y me vi limitado a presentar mejor propuestas para el día siguiente. Al día siguiente ya todo era literatura fantástica, imaginándonos situaciones para la humanidad, fuera de lugar. No estoy diciendo que la humanidad no la venga a necesitar un día o ahora mismo. Pero obviamente la inviabilidad era total.

Mis propuestas eran sencillas, muy claras. Eran nueve propuestas que cualquier persona podría formular. Pero lo que me quedó sobre todo es la décima propuesta, que será el tema de mi conversación ligado al trabajo literario. Hasta qué punto esta última propuesta se encadena con lo que estoy haciendo. Y era sencillamente el regreso a la filosofía.

Regreso a la filosofía no en el sentido absurdo de que ahora nos vamos a convertir todos en filósofos. Filosofía aquí podría significar exactamente todo lo que esperamos encontrar en la filosofía, es decir, la reflexión, el análisis, el espíritu crítico, libre. Es decir, circular dentro del universo humano donde conceptos de otro tipo se enfrentan, se encuentran, se juntan, se separan, es lo que pasa todos los días, pero apuntar la idea de que si el hombre es un ser pensante pues entonces que piense.

Se puede decir, y yo estaría de acuerdo en principio, que una cosa es la filosofía y otra la literatura. La literatura no tiene que ser filosófica al igual que la filosofía no tiene por qué ser literaria, aunque es cierto que algunos filósofos han hecho de sus tesis filosóficas magníficas obras literarias en el sentido de que la calidad del lenguaje es realmente notable.

Por otra parte, la tentación del ficcionista, o de cierto tipo de ficcionista es incapaz de dar un paso en la literatura que están construyendo sin pensar no solo en lo que eso significa sino también en el hecho mismo de que están escribiendo aquello. Eso es lo que me ha ayudado a regresar a la filosofía en un momento anterior a mi Nobel, y anterior quizás a la publicación de dos libros que yo considero importantes.

A partir de El evangelio según Jesucristo , que será re-presentado mañana y no significa teatralmente representado, sino que se vuelve a presentar, yo diría que aunque es cierto que en toda la obra anterior y estoy hablando de la obra de ficción, aunque es una tendencia en mí, más que tendencia necesidad absoluta en primer lugar, como he dicho antes sobre lo que estoy haciendo, y también, sobre lo que puede significar para el lector lo que estoy haciendo. Esto se observa no tanto en obras como Levantado del suelo, que es como una saga, la vida de unos campesinos pobres en el sur de Portugal, tres generaciones de gente pobre y ha sido una novela importante porque con ella de alguna forma he encontrado en su narrador mi propia voz, algo que necesitaba para pensar y escribir algo.

Por todo eso la verdad histórica o no pasa por una interpretación, pasa por la mirada del tiempo en que esa interpretación se hace, por lo tanto es más probable que por motivos distintos, políticos, ideológicos, la generación siguiente si observa el mismo hecho llegue a conclusiones distintas. Por tanto no sabremos nunca detalladamente qué es lo que pasó. Y sobre todo porque la historia que se cuenta es incompleta.

En primer lugar, la historia se escribe desde el punto de vista de los vencedores, los vencidos nunca han escrito la historia. Se escribe, fatalmente, desde un punto de vista masculino. La humanidad contada por una mujer o un equipo de mujeres sería totalmente distinta porque el punto de vista es totalmente otro. Incluso la historia de la humanidad, que de vez en cuando se hace y es una empresa completamente desproporcionada porque nadie puede escribir la historia de la humanidad, pero se intenta, y se compra y se vende.

Nace una cantidad de personas que no van a ser importantes pero que están en la vida, trabajan, sufren, son felices, van a la guerra, se mueren, se salvan. Sobre todo lo que ocurre en la vida humana, y esto multiplicado por millones de veces, tenemos que llegar a una conclusión. O toda esa gente nació para nada y no va a tener ninguna influencia en la historia, lo que es muy difícil, porque Napoleón no hubiera ganado lo que ganó sin aquellos que lo siguieron para ganar la batalla, aunque se diga que es un estratega extraordinario, pero aun así se necesita gente dispuesta a morir, y eso lo ha tenido Napoleón junto a los demás Napoleones que han infestado nuestra vida. Decía o esa gente ha vivido para nada y no se puede porque para algo ha vivido, y si es así entonces, sería necesario saber para qué. No se trata sencillamente que han nacido para ir a la guerra y morir en nombre de Francia.

Y ahora con esta idea de que una mariposa aletea en Tokyo y ocasiona un terremoto en California solo por el hecho de ese aleteo, imaginen los millones de seres humanos que han muerto, y si hay una lógica en el mundo, esa muerte tendría que tener un efecto muchísimo mayor que el simple aleteo de la mariposa.

No se cuenta esa historia. Curiosamente un gran historiador francés de la nouvelle histoire, Georges Duby, empieza un libro suyo de historia con una pequeña frase: “Imaginemos que”. Cuando uno se enfrenta a un historiador que en lugar de enunciar una verdad definitiva entre en el territorio de la imaginación, de la creación literaria y artística y te dice “imaginemos que”, es una mirada completamente nueva sobre los llamados hechos históricos, porque se plantea la posibilidad de trabajar con la imaginación sobre el supuesto hecho real.

¿Que por aquí no nos entenderíamos nunca más? Quizás sea cierto, como nosotros más o menos necesitamos, llamemos así, de verdades que se mantengan bien quietecitas porque sino uno se desorienta, vivir sería una experiencia realmente extraordinaria, en la ahistoridad total del sentido de las cosas que ocurren. A lo mejor sería eso en lo que Italo Calvino pensaba al decir que la literatura debería ser ligera en el sentido de que flotara, aceptando que nada se puede definir.

En la historia de El cerco de Lisboa se plantea qué es la verdad histórica. Luego viene una novela que se re-presentará mañana que es El evangelio según Jesucristo que es una interpretación bastante, no quiero decir épica, blasfema, o quizás sí según el punto de vista.

Lo que me ha interesado más es el niño Jesús y no ese que llamamos El Niño Jesús que está en la cuna. Sino el niño que salió de esa cuna y empezó a vivir, qué pasó con ese niño que será víctima de la ambición de un Dios que quiere todo el poder y necesita de una víctima que no tiene la culpa.

El título del libro nació en circunstancias totalmente extrañas. Un amigo mío me dice que ese libro ha sido inspirado por Dios, es una persona de buena voluntad, que tiene siempre una explicación para todo, aun cuando es una explicación sobrenatural, o, como es el caso, absurda.

Estábamos ambos, Pilar y yo, en Sevilla, era la hora del almuerzo, y cruzando la calle en dirección a un kiosko de revistas y periódicos, mirando al frente leí en portugués “el evangelio según Jesucristo”. Seguí adelante y de repente paré, y me dije que no era cierto lo que había visto, regresé y no estaba ya el titular.

El libro es profundamente irónico, de alguna manera no deja títere con cabeza, y tiene muchas cosas que a la iglesia le ha costado tragar. Una de ellas es que efectivamente Jesús tuvo hermanos, seis o siete.

Bueno, una virgen que tiene siete hijos, admitiendo que el mayor, Jesús, nació de la luz y por lo tanto no ha tenido que pasar por el vientre de su madre. No sé si aquí la conocen, en Portugal existe una virgen que se llama La Virgen del O porque está embarazada, ella ha sido poco a poco empujada al margen de las creencias y ya nadie piensa en que la virgen se embarazó.

Efectivamente la virgen María, la mujer de José, quien tampoco es un señor de mucha edad, va contra todo lo que tiene que ver con la tradición de los judíos que se casaban muy jóvenes porque era necesario tener hijos. Es muy dudoso, si efectivamente Jesús ha tenido seis o siete hermanos que el pobre San José aún tuviera capacidad para proliferar tanto. Si era así era un hombre joven, casado joven con una mujer joven que se llamaba María.

Y más. Jesús era un hombre y se enamoró y tiene una adoración con María Magdalena. Existe un evangelio apócrifo donde se cuenta un momento en que están reunidos Jesús, los discípulos y las mujeres que lo acompañaban y Jesús besa a María Magdalena en la boca. Uno de los discípulos le pregunta a Jesús, por qué quieres tú más a María Magdalena que a nosotros, y Jesús que podría ser casi gallego, le contesta con otra pregunta, Y por qué crees tú que yo quiero más a María Magdalena que a vosotros. La cosa se queda así, no hay respuesta. Claro que Jesús era un hombre seguido por un grupo de mujeres y hombres, y le calentaban el cuerpo en las mañanas frías de Judea, y esto es lo natural y lo humano.

Los que leyeron la novela pienso que al menos en una cosa estarán de acuerdo, que el autor, que es un ateo, porque lo soy, no tengan ninguna duda, ha tratado la figura de Jesús con respeto total. Con respeto total por el hecho mismo de que para mí Jesús es un hombre. El Dios yo lo desprecio, en El evangelio… lo maltrato. No así con este chico, que por otra parte ha tenido que vivir con el Diablo, que tiene un rebaño enorme de ovejas. El Diablo vive en un universo paralelo a este pero con la diferencia de que en su rebaño las ovejas no mueren, están allí para siempre. Jesús es educado de alguna forma por el Diablo.

Con El evangelio… se cierra una puerta y se abre otra con Ensayo sobre la ceguera, publicado aquí. De repente es como si yo después de estar mirando no diré a la humanidad, pues es una tontería decirlo así, mirando a lo que yo pensaba que debería ser asunto de mi trabajo, con una gran angular cabía la historia bíblica, la historia de Portugal, ahora con esta historia apuntaba al corazón del ser humano.

Yo he escrito un ensayo que se llama La estatua y la piedra hace algunos años en que más o menos decía que yo como novelista estaba describiendo una estatua. A lo mejor no lo pensamos mucho pero una estatua es la superficie de la piedra. Aquello que llamamos estatua es la superficie de la piedra después que el escultor ha trabajado sobre ella.

Pero la piedra sigue siendo piedra más allá de la superficie, y en el fondo más allá de la superficie la piedra no sabe que es estatua. Entonces a partir de Ensayo…, pasando por Todos los nombres, La caverna, El hombre duplicado, Ensayo sobre la lucidez, y la última novela que se publicará este año Las intermitencias de la muerte, es mi obsesión llevar lo más lejos y profundo que yo pueda el significado de ser un ser humano.

Puede ser fácil, todos aquí somos seres humanos, no sé si hay algún ser divino, pero eso es cosa suya. Conrad Lorenz dice haber descubierto el eslabón entre el mono y el ser humano y ese eslabón somos nosotros. Por tanto no monos, pero todavía no humanos, a lo mejor tiene razón.

Entonces el planteamiento este ni siquiera tiene que ver con las preguntas clásicas qué somos, de dónde venimos, adónde vamos, que no tienen respuestas o algunas de ellas tienen las respuestas que la ciencia puede proporcionarnos.

Para mí la pregunta importante y esa es probablemente la que costará más trabajo encontrar respuesta es esta: qué es lo que estamos haciendo aquí. Cada uno contestará yo estoy haciendo mi trabajo, tengo una vocación para hacer esto o aquello, pero eso no contesta nada. Ah, bueno, estamos aquí para construir una sociedad justa, magnífico que lo haga, pero sea cual sea la respuesta que podemos dar, y podemos dar muchas y todas magníficas, la pregunta queda intacta: qué es lo que estamos haciendo aquí.

A partir de Ensayo sobre la ceguera y con alguna excepción motivada por la naturaleza de la historia que estaba contando, yo gano una especie de conciencia incómoda de que todo es muy pequeño. Y no es muy pequeño en relación a la vidas astronómicas que no podemos ni siquiera imaginar.

A mí me causa una especie de vértigo la pregunta qué estamos haciendo aquí y la respuesta solo puede ser una, en el fondo fondo no estamos haciendo nada. O mejor estamos haciendo todo lo que podemos para justificar nuestra propia existencia. Pero cuando esto se acabe, o porque la galaxia se hunda en el agujero negro que ya está en el centro de la galaxia, o que el sol se apague, habremos pasado por el tiempo inútilmente, todo desaparecerá y habremos sido en la vida del universo un suspiro, nada más que un suspiro.

Esta conciencia que puede llevarnos a la angustia total, a pensar en lo que ocurrirá, ya sabemos que no será mañana. A lo mejor ni siquiera necesitaremos que el sol se apague, puede ocurrir que mucho antes de eso hayamos destruido el planeta y es otra hipótesis, por el camino que vamos seguramente puede ocurrir.

Esto parece que es una cosa sin relación, pero sí. Las personas pierden su nombre, un ejemplo en Ensayo sobre la ceguera, enTodos los nombres hay una sola persona que tiene nombre y se llama José, no porque sea mi alter ego, yo buscaba un nombre insignificante y la verdad es que el nombre más insignificante que encontré fue el mío, luego viene La caverna donde hay una familia con todos sus nombres, luego en El hombre duplicado también hay nombres, pero en Ensayo sobre la lucidez no hay ningún nombre, en Las intermitencias de la muerte, que parece un nombre extrañísimo porque la muerte es definitiva y aquí es intermitente, viene y va, no significa que se resucite, se divertirán mucho, cuando hablo de Juan Sebastián Bach, por ejemplo, lo hago con minúsculas.

Cuando pronuncio su nombre pueden ustedes ver alguna mayúscula. Sí porque piensan que debe estar una mayúscula, pero lo que digo es un sonido y no tiene por qué llevar mayúscula, existe la convención, pero no quiero seguirla.

Hoy por la mañana estaba en el Taller de Creación Literaria, no es que yo pusiera en duda la necesidad del taller de creación literaria pero recordaba que Shakespeare, ni Dostoievski, ni Dante, ni Cervantes ni Lezama Lima, Kafka hicieron un taller. No quiere decir que uno no tenga que aprender, pero lo que decía es que hay que tener cuidado con la teoría, la literatura se hace escribiendo.

Una chica me decía que después de terminar de escribir ella confrontaba lo hecho con la teoría, y no creo que deba ser así. Es lo mismo que el alfarero que al terminar se pone a analizar la composición química del búcaro. No le doy ninguna lección a nadie sino que simplemente me limito a decir lo que pienso sobre esto o aquello.

A partir de Ensayo sobre la ceguera hasta Las intermitencias de la muerte mi preocupación es esa, qué es esto, de ser hombre, mujer, de siendo hombre o mujer, ser niño o ser viejo, ser esto o ser aquello, ser blanco o negro, qué significa esto. Deberíamos saber que la palabra humanidad es totalmente abstracta, no dice nada. Porque lo que llamamos humanidad en estos momentos son más de siete mil millones de personas y cada una de ellas es única. Cuando Paul Ricard decía, ha muerto hace algunos días, que el otro es como yo y tiene el derecho de decir yo, planteaba algo muy serio, y es que todos tenemos derecho a decir yo con la misma fuerza y ganas con que otros se habituaron y se acostumbraron a decir yo de generaciones y generaciones mientras que los demás eran sencillamente los otros. Esto hay que equilibrarlo. Todos tenemos derecho a decir yo.

Con esto quiero decir que cuando terminé mi enunciado de diez propuestas no para el milenio sino para el día siguiente, y terminé diciendo regreso a la filosofía, en el fondo era regreso al pensar. Con algo que no se puede separar de la naturaleza del hombre desde el momento en que bajó del árbol, dejó de andar en cuatro patas y se puso de pie, cuando intentó el primer instrumento, un palo con el que podía llegar a un fruto que el brazo no podía alcanzar. Toda esa historia hasta el día en que estamos es obra del pensar.

El pensar creo que es, quitando el otro placer, de acuerdo, sobre todo porque son incompatibles, el otro no permite que tú pienses, no te da espacio para que pienses, aunque sabes que a veces si piensas no vas a lo otro. Quiero decir que hoy como escritor, yo, con Premio Nobel o sin Premio Nobel, con 82 años, considero que el privilegio del ser humano fue el de ser capaz de pensar, de reflexionar, de aplicar sus pequeños instrumentos de un pequeño cerebro que a pesar de todo contiene una memoria, conocimientos y todo eso archivado dentro del cerebro, y todo eso hacerlo funcionar en una obra, que puede ser literaria. O como personas sencillas que quieren conocer el mundo en que se encuentran y que piensan, y que discuten y analizan, y preguntan. Eso creo que es la única razón por la que efectivamente vale la pena estar vivos. Y si a la par de eso se pueden resolver los problemas que son miles que impiden a millones y millones de personas no solo pensar, sino sencillamente a vivir, entonces la tarea que tenemos por delante como seres humanos es inmensa, infinita y enorme.

Pero siempre tiene que empezar por donde tiene que terminar para volver a empezar y para volver a terminar, siempre y siempre. Pensar, pensar y pensar.

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