miércoles, 13 de junio de 2012

Laura Restrepo: Biobibliografía


Laura Restrepo González nació en Bogotá en 1950. Se graduó en Filosofía y Letras en la Universidad de los Andes y posteriormente hizo un postgrado en Ciencias Políticas. Fue profesora de Literatura en la Universidad Nacional y del Rosario. Ha ejercido como periodista y ha participado en política activamente, unida a la escritura. Figura entre los autores latinoamericanos más destacados del momento, y sus libros han sido traducidos a más de una docena de idiomas. Recientemente vive en Bogotá, donde fue nombrada directora del Instituto de Cultura y Turismo de Santafé de Bogotá, en el gobierno del alcalde Luis Eduardo Garzón.

Restrepo es politóloga, periodista y narradora. Jugó un importante rol en los procesos de negociación con la guerrilla durante los años 80, lo cual, de paso, le supuso un exilo forzoso de su país, al cual regresó cuando el movimiento M-19 fue políticamente legalizado.

Laura además de ser la más importante escritora colombiana, que vende sus novelas a borbotones en el mundo hispánico, desde muy joven se ha caracterizado por ser una intelectual de izquierda, de aquellas que con el paso de los años y ya lejos de los míticos años setenta, permanece firme en sus ideas. Por eso, Laura es un referente muy importante cuando se trata de analizar la realidad colombiana y sobre todo en esta coyuntura de crisis. Defiende las posibilidades de la revolución bolivariana de Chávez, condena los odios nacionalistas orquestados muchas veces en Bogotá y otras en Caracas y cree en el proyecto del socialismo del siglo XXI. Pero como personalidad independiente que es, no vacila en criticar los errores de Chávez. Y claro, lanza andanadas contra el gobierno de Uribe y expresa las más severas condenas contra las FARC.

Esta experiencia y la preocupación permanente por la vida política y la búsqueda de la paz en Colombia han marcado de una manera muy clara la novelística de Restrepo, quien cuenta entre sus obras: Historia de un entusiasmo (1986), La isla de la pasión (1989), Leopardo al sol (1993), Dulce compañía (1995, Premio “Sor Juana Inés de la Cruz” y Premio de la “Crítica Francesa Prix France Cultura”), La novia oscura (1999), La multitud errante (2001), Olor a Rosas Invisibles (2002) y Delirio (2004, Premio Alfaguara).

Actividad en el periodismo político:

Su activismo político tuvo su escenario en Colombia, España y Argentina, donde apoyó la lucha por los derechos humanos durante la dictadura de Videla y brindó su irrestricta colaboración a las Madres de la Plaza de Mayo y a los familiares de los desaparecidos. “La literatura es una forma de hacer política aunque no se aborde directamente el tema, porque hablar de la dignidad humana, de la entereza del ser humano es hacer política. Son distintas maneras de hacer lo mismo y toda la vida he seguido en ese camino”, opina la autora frente al tema.

En 1983 fue elegida por el gobierno colombiano (a través del presidente de la república Belisario Betancur) para formar parte de la comisión que debía negociar con el movimiento rebelde M-19. En esta experiencia se basó para preparar y dar a conocer tres años después el reportaje “Historia de un entusiasmo”, tras cuya publicación recibió amenazas de muerte y finalmente tuvo que emigrar de su país. Vivió en el exilio político cinco años entre México y Madrid manteniendo contacto con el grupo M-19; concluyendo su labor en 1989 cuando el grupo M-19 abandonó las armas y se convirtió en un partido de oposición legalmente constituido, hecho que le permitió volver a su país. Ha trabajado en la revista “Cromos” y ha sido editora, entre otras publicaciones, de la revista “Semana”, actividad que alternó con la escritura. En México colaboró como columnista en el diario “La Jornada” y en la revista “Proceso”.

El movimiento M-19:

Es un movimiento rebelde que nació tras un supuesto fraude en los comicios presidenciales del 19 abril de 1970 en favor del conservador Misael Pastrana y en perjuicio del candidato de la Alianza Nacional Popular (Anapo) Gustavo Rojas Pinilla, un general en retiro del ejército que había sido presidente de Colombia entre 1953 y 1957. A las 11:30 de la mañana comenzó el tiroteo en inmediaciones de la Plaza de Bolívar. A esa hora del 6 noviembre de 1985, 28 guerrilleros del M-19 irrumpieron por el sótano en el Palacio de Justicia. Los subversivos entraron en tres vehículos y en la incursión asesinaron al administrador del edificio y a dos celadores. Adentro los esperaban siete compañeros más. Afuera se quedó otro grupo, con igual número de guerrilleros, que no alcanzó a llegar a tiempo. Así comenzó la operación “Antonio Nariño por los Derechos del Hombre”. Una acción armada por medio de la cual el M-19 pretendía juzgar al presidente Belisario Betancur por haber supuestamente traicionado el acuerdo de cese del fuego y de diálogo que había sido firmado por ambas partes el 24 de agosto de 1984.

Betancur se había empeñado desde el comienzo de su gobierno en hacer la paz con los grupos alzados en armas. Estaba tan comprometido con este propósito que se había reunido en 1983 en España con Iván Marino Ospina y Álvaro Fayad, los dirigentes máximos del M-19. Fue la primera vez que un mandatario en ejercicio habló con los comandantes de un movimiento rebelde en plena lucha. Este encuentro señaló el comienzo del camino que culminó en los citados acuerdos del diálogo, que le dieron paso a una tregua frágil y una paz endeble que no alcanzó a durar un año.

Otty Patiño, uno de los fundadores del M-19, cree que esos acuerdos no fueron tomados en serio por ninguna de las dos partes; en ese lapso cada una intentó ganar ventaja sobre la otra y "la paz es la más vengativa de las diosas. Castiga duramente a los que no la toman en serio". El holocausto del Palacio de Justicia fue consecuencia de esa jugarreta con la paz entre los guerrilleros y el Presidente. Para apaciguar al numen de la paz fueron sacrificados casi un centenar de colombianos durante las 28 horas que duró el combate por el Palacio.

Un asalto anunciado: Antes de su muerte, en agosto de ese mismo año, Iván Marino Ospina le comentó a Pablo Escobar que el M-19 tenía la intención de tomarse el Palacio de Justicia para juzgar al Presidente y llevarse a los magistrados a otro país. La ilegalidad en la que se movían había permitido que ambos hombres se relacionaran. Escobar les prestó a los guerrilleros la pista de la hacienda Nápoles para que trajeran de Nicaragua los fusiles y el explosivo C-4 que utilizaron en la toma.

Mientras los subversivos preparaban el asalto, los magistrados de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) sentían los embates de los narcotraficantes. El 20 de septiembre de 1985 hubo una reunión en el Club Militar entre cinco funcionarios del gobierno y cinco magistrados de la Corte, presididos por Alfonso Reyes Echandía. El objetivo del encuentro era discutir las medidas de protección que se iban a tomar para resguardar a los cuatro magistrados de la sala constitucional de la Corte: Manuel Gaona Cruz, Carlos Medellín Forero, Ricardo Medina Moyano y Alfonso Patiño Roselli. Estos tenían a su cargo el tema de la extradición, por cuenta de la cual los dos últimos ya habían recibido amenazas de muerte.

En este encuentro se determinó que la Policía hiciera un estudio de seguridad del Palacio, el cual se llevó a cabo entre el 27 de septiembre y el 15 de octubre de ese año. Los resultados del mismo se presentaron en un consejo de gobierno el 17 de octubre. El día anterior el Comando General de las Fuerzas Militares recibió un anónimo en el que se denunciaba que el M-19 iba a tomar el Palacio el 17.

En previsión de cualquier eventualidad entre el 17 de octubre y el primero de noviembre la seguridad del Palacio fue reforzada con un oficial, un suboficial y 20 agentes de la Policía. Ese día terminó la custodia especial por petición del presidente de la Corte, Reyes Echandía, quien, según un oficio de la Policía, solicitó su retiro por su "espíritu civilista" y "por las continuas quejas que recibía por parte de los abogados litigantes y miembros de la Corte Suprema y del Consejo de Estado, quienes veían con extrañeza y por demás perjudicial las medidas extremas que se estaban tomando en el Palacio de la Corte".

Toma y retoma

Casi en el mismo instante en que los guerrilleros del M-19 irrumpieron en el sótano el 6 de noviembre de 1985, comenzó la reacción de las Fuerzas Armadas. El subteniente de la Policía José Rómulo Fonseca intentó ingresar por el sótano a repeler el asalto y fue herido de muerte. A las 12:30 de ese día, una hora después del inicio de la toma, 35 guerrilleros controlaban el Palacio y tenían a casi 300 personas como rehenes. Afuera el Ejército ya había establecido un perímetro de seguridad, dos vehículos Cascabel habían ingresado al patio interior del edificio y tres helicópteros de la Policía con miembros del Grupo de Operaciones Especiales habían intentado aterrizar en el techo. Uno de los helicópteros hizo vuelos rasantes y algunas descargas, luego de lo cual se levantó una densa columna de humo.

A la una y media de la tarde las tropas evacuaron a 138 personas y, según el testimonio que rindió el general Miguel Vega Uribe, ministro de Defensa de entonces, ese fue el momento en el que los guerrilleros les prendieron fuego a los archivos. Cuando los periodistas lograron contactar en medio de la toma a Luis Otero, el comandante del M-19 que dirigió el operativo, y le preguntaron por este hecho, les respondió: "Nosotros no los hemos quemado (…) no tenemos ningún interés en destruirlos". No obstante, las palabras del general y las del ministro de Justicia Enrique Parejo en el mismo sentido alimentaron la tesis que detrás de la toma estuvo la mano de Escobar.

El periodista Mark Bowden dijo en su libro Killing Pablo que el capo les dio un millón de dólares a los guerrilleros para esta operación en la que a la postre, por el incendio que se produjo y del cual nunca pudo establecerse con exactitud quién lo comenzó, se quemaron 6.000 expedientes. En la conflagración, que se convirtió en el símbolo de este holocausto, la temperatura alcanzó los 3.500 grados centígrados. El M-19 siempre ha negado esta versión de los hechos que los hace parecer como simples marionetas, pero su indudable cercanía con el narcotraficante debilitó siempre su defensa. Tampoco los ayudó que durante el asalto hayan muerto justo los cuatro magistrados de la sala constitucional y Echandía, quien había sido uno de los redactores del Código Penal de 1980 que autorizaba la extradición. Después del asalto del Palacio la extradición quedó herida de muerte y un año después la nueva Corte Suprema de Justicia la declaró inaplicable por un vicio de procedimiento.

Paz y disculpas

El combate por el Palacio fue una debacle para los guerrilleros y una victoria para las Fuerzas Armadas. Para los intelectuales de izquierda el asalto del Palacio significó el entierro de la guerrilla como proyecto histórico. Eduardo Pizarro calificó la toma de una acción pueril. Y en efecto lo fue. Los guerrilleros se equivocaron en su apreciación de la situación política y militar que los condujo a hacer este operativo. Pensaron que podían repetir la experiencia de la embajada dominicana. Y no había tal. Betancur no tenía margen de maniobra. Se la había jugado toda por la paz sin ningún resultado. No le quedaba más alternativa que la guerra.

Los guerrilleros sabían que iban a ser atacados pero creyeron que les bastaba con resistir un poco el contraataque para lograr un cese del fuego y evitar ser arrasados. Con el Presidente neutralizado, el alto mando jugó sus cartas con rapidez: no iban a permitir el show de otra embajada dominicana y podían dar un golpe de mano para descabezar al M-19. Los guerrilleros al mando de la operación eran comandantes reconocidos: Luis Otero, Andrés Almarales, Alfonso Jacquin y Guillermo Elvecio Ruiz. Además los militares estaban con la sangre en el ojo. Desde el fin de la tregua en junio el M-19 había intentado volar 17 vehículos blindados en un batallón de Ipiales, había atacado el batallón Cisneros en Armenia y un comando había atentado contra el general Rafael Samudio Molina.

Esta lógica fue la que condujo a un golpe de Estado técnico. Con Betancur inmovilizado en forma tácita, las Fuerzas Armadas atacaron impulsivamente con todos los medios a su disposición y con la mayor rapidez. Esto permitió que 215 personas salieran vivas del Palacio. Sin embargo, esa misma celeridad no permitió elaborar un plan de rescate quirúrgico que hubiera salvado la vida de 11 de los 24 magistrados de la Corte Suprema de Justicia que perecieron en el combate. Echandía imploró a través de los medios: "No he podido comunicarme con el Presidente. Si siguen disparando nos van a matar". En el holocausto se sacrificó el poder judicial, lo cual constituye un golpe de Estado pues se exterminó una de las ramas del poder público. La lluvia de plomo y la tormenta de fuego que se desató aceleraron el proceso de desinstitucionalización que padecía Colombia.

La investigación sobre los hechos del Palacio de Justicia llenó 100.000 folios y aun así quedaron muchas preguntas sin respuesta. La falta de claridad ha generado una mitología del odio que aún hoy exacerba los ánimos y alimenta el imaginario de la guerra. Sobre las ruinas humeantes del Palacio incinerado se levantó tiempo después una nueva mole para la justicia que sepultó bajo concreto, mármol italiano y vidrios blindados todos los fantasmas del pasado. Una salida estética que no ha sido suficiente para ocultar el hedor que sale de esta herida abierta y envenena con su aliento mortal la historia del país.



Trayectoria de Laura Restrepo.

En sus obras se manifiesta una mezcla de investigación periodística y de experiencias propias, con relatos de alta intensidad que normalmente se desarrollan en su Colombia natal. Además de sus novelas, ha escrito ensayos y un libro infantil. Ha sido galardonada con numerosos premios, entre ellos el de “Alfaguara Novela” en el año 2004. Sus obras han sido traducidas a diversos idiomas.


En 1986 publicó su primer libro: Historia de un entusiasmo, fruto de sus experiencias con el M-19, con este reportaje recibió amenazas de muerte y finalmente tuvo que emigrar de su país. En 1997 gana el “Premio Sor Juana Inés de la Cruz” (Feria Internacional del Libro de Guadalajara, México) por su novela Dulce compañía. En 1998 se hizo acreedora del “Prix France Culture” que otorga la crítica francesa para la mejor novela extranjera publicada en Francia. En 2003 ganó el “Premio Arzobispo Juan de Sanclemente”, otorgado por los alumnos del Liceo de Santiago de Compostela a la mejor novela en lengua española, y en 2004 el Premio Alfaguara de Novela por su obra Delirio, una historia de amor que se basa en la historia de Agustina y su esposo Aguilar, quien un día regresa de un viaje de trabajo de cuatro días y descubre que su cónyuge ha perdido literalmente la cabeza".. También ha escrito varios ensayos y un libro para niños. .

En 2009, publica su obra más reciente Demasiados héroes. Restrepo ubica esta obra en los tiempos de la última dictadura argentina, desde 1976 hasta 1983. Lorenza, una escritora colombiana, y Mateo, su hijo, viajan a Buenos Aires con el objetivo de encontrar al padre de Mateo, Ramón, un militante argentino, quien los abandonó cuando Mateo era apenas un niño. Durante su viaje, Lorenza le cuenta a su hijo, entre otras historias, cómo fue que su padre lo secuestró para hacer que ella regresara a su lado, después de su separación. Esta novela muestra las diferencias entre dos generaciones, madre e hijo, así como la resistencia a las dictaduras y el yugo de la memoria.

Obras:

Historia de un entusiasmo (1986).

La isla de la pasión (1989).

Las vacas comen espaguetis (1989). Literatura infantil.

En qué momento se jodió Medellín (1991). Ensayo.

Leopardo al sol (1993).

Otros niños (1993). Ensayo

Dulce compañía (1995).

La novia oscura (1999).

La multitud errante (2001).

Olor a rosas invisibles (2002).

Delirio (2004).

Demasiados héroes (2009).

La Isla de la pasión: (1989)

La Isla de la pasión fue la novela con la que Laura Restrepo se estrenó en la narrativa. Publicada en 1989, en ésta narra la historia verídica de un grupo de militares náufragos que fueron abandonados durante nueve años en una isla. El caso ocurrió en México, donde la autora residía entonces, y es fácil reconocer en el tema una alusión metafórica al exilio que ella sufría en carne propia.


Leopardo al sol: (1993)

En 1993 aparece con su firma Leopardo al sol, novela que se ambienta en La Guajira colombiana. El desencadenante de la historia es la muerte de Adriano Monsalve a manos de su primo hermano Nando Barragán, iniciándose con ese hecho violento una cadena de venganzas ordenadas por las leyes privadas que rigen a sus familias y que solo aceptan el final de la disputa a muerte cuando cada clan haya exterminado a todos los miembros del otro. Es una guerra para salvaguardar el honor, la que nos refiere Laura Restrepo, con una historia de amor como telón de fondo. Varias voces narrativas hacen más creíble el relato donde, como en la vida real de esa época investigada por la autora, se asoman el lavado de dólares, el narcotráfico, y la violencia que los vincula.


La Novia oscura: (1999)

La novia oscura, publicada en 1999, también es producto de una minuciosa investigación periodística que Laura Restrepo lleva a cabo en un barrio de prostitutas de un recóndito lugar de la selva colombiana. Por medio de entrevistas y testimonios que la autora incluye en el texto, se nos revela un ejercicio de la prostitución en torno a los hombres de un pozo petrolero americano instalado en la zona. Sayonara es la protagonista de la novela, la prostituta bella que sedujo a los petroleros con su encanto para luego desaparecer. Violencia, amor, lujuria, es el destino que persigue a los personajes que Laura Restrepo dota de todo tipo de excentricidades. La edición inglesa de esta novela fue preseleccionada para el “Premio Internacional de Novela de Dublín”, en el año 2001.


Delirio: (2004)

La consagración definitiva de Laura Restrepo le llegó de manos del “Premio Alfaguara de Novela 2004” concedido a Delirio, una novela calificada por el Nobel José Saramago presidente del jurado como “una novela para quitarse el sombrero” y “una de las grandes novelas de los últimos años”. Y según la declaración oficial del jurado, ”es una obra completa, en la que caben la tragedia y el humor, las pasiones más bajas y los sentimientos más altruistas, la crueldad y la solidaridad. Un caleidoscopio de la sociedad, centrado en la realidad compleja y exasperada de Colombia.

Restrepo quiso hacer de su libro Delirio una novedad y para lograrlo aparece en su obra recursos del realismo mágico y la Sicaresca (tema literario que aborda la influencia de los sicarios en la sociedad). Es su obra más importante ya cuenta una historia de amor y locura ambientada en la Colombia de los años 90 donde aparece el declive de una sociedad inmersa en el trafico de las drogas y el lavado del dinero a través de Aguilar, su protagonista.

Delirio cuenta la historia de Aguilar, un profesor de literatura dedicado al reparto de comida para perros y su mujer Agustina. Al regresar a su casa después un corto viaje de trabajo y encuentra que su esposa ha enloquecido por completo. Aguilar se propone investigar lo que le ha ocurrido a Agustina durante su ausencia, y mientras lo hace, intercaladas con la historia principal van apareciendo otras historias que explican su infancia, la vida de su abuelo inmigrante que llegó a Colombia para huir de su locura, y las relaciones que sostuvo su familia con el capo del narcotráfico Pablo Escobar. Delirio es una novela sicaresca: La situación de violencia entre los años 80 y 90 en las ciudades colombianas inspiró un nuevo tipo de obras de ficción sobre la breve vida de los sicarios. Trazando la trayectoria desde la aparición del sicario en la escena social colombiana hasta la entrada de las novelas sicarescas en el mercado cinematográfico en el siglo XXI. La novela sicaresca refleja el tema del narcotráfico, la criminalidad juvenil, la violencia, el consumo, la drogadicción, la cultura del imagen, la realidad política, económica, social y cultura del país.


Demasiados héroes: (2009)

El libro narra la historia de Lorenza y Mateo, quienes llegan a Buenos Aires en busca de Ramón, el antiguo amante de Lorenza y padre de Mateo, de quien ella se enamoró durante la ‘guerra sucia’ argentina, cuando los dos eran apasionados militantes que se oponían a la dictadura de Videla. Y ahora madre e hijo, aunque se encuentran atrapados en la misma habitación de hotel, están muy distantes en cuanto a la forma exacta de hallar al padre. Lorenza, que llegó a la edad adulta en medio del torbellino político de los años sesenta, reflexiona sobre sus antiguas convicciones ideológicas y emocionales; su hijo postmodernista, un chico de los noventa a quien no le interesan en lo absoluto la política ni la ideológica, busca a su padre real, el de carne y hueso. Madre e hijo forman una pareja curiosa y volátil, cuyas batallas a veces hilarantes están acentuadas por la absoluta falta de comprensión mutua, y amenazan con pasar de la cercanía inevitable y el humor inesperado al caos destructor.

Obras en colaboración:

Once ensayos sobre la violencia (1985).

Operación Príncipe (1988). Periodismo.

Del amor y del fuego (1991). Ensayo.

Delirio

Colombia y su realidad calamitosa han sido objeto principal de las novelas de Laura Restrepo, a quien el periodismo ha provisto, por así decirlo, de cierta metodología tanto en la elección de sus asuntos como en el modo de perseguirlos, pero que para tratarlos opta, cada vez más, por un registro inequívocamente literario. A ello le mueve no sólo su ambición como escritora, sino también una cierta propensión por la reconstrucción arquetípica del pasado, por las derivas soñadoras y sentimentales de sus personajes, así como una intensa delectación en el lenguaje, muy en particular en la expresividad del habla coloquial.

Delirio plantea el sinuoso esclarecimiento de un enigma: el del trastorno al parecer irremediable de la joven y bellísima Agustina Londoño, perteneciente a una familia patricia de Bogotá. Cuatro líneas narrativas progresan paralelas y finalmente se trenzan en averiguamiento de las razones por las que un buen día fue hallada Agustina en la habitación de un hotel, sumida en una locura que hasta el momento sólo se había manifestado en ella de manera episódica pero que de pronto parece anegarla por entero.

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