sábado, 16 de junio de 2012

Mukur Kanti Khisha: "Victoria Ocampo recuerda a su Gurudev -Tagore"

I

Durante mis cerca de 35 años de servicio como diplomático de la India, tuve la oportunidad de conocer y conversar con muchas personas supuestamente muy importantes de la talla de presidentes y primeros ministros de numerosos países. Sin embargo, hay una persona que, sin pertenecer a esta categoría oficial, consigue eclipsar al resto en mi memoria. Me refiero a Victoria Ocampo, la venerada videshini, Musa de Rabindranath Tagore. Tuve la buena suerte de reunirme y hablar con ella en diversas ocasiones cuando desempeñé mi misión como Primer Secretario de la Embajada de la India en Buenos Aires, de mayo de 1965 a junio de 1968. Su memorable conexión con Rabindranath Tagore es bien conocida y fue ella quien le sirvió de inspiración para escribir canciones como Ami Chini Go Chini Tomare Ogo Videshini y diversos poemas, como Vidshi Phul, Athiti, Ashanka, Milon etc. Durante su estancia en Buenos Aires, Tagore escribió muchos de los poemas incluidos en Puravi, dedicados a su Vijaya.

Recuerdo vivamente nuestro primer encuentro en abril de 1966. Era una tarde de domingo cuando Victoria Ocampo accedió amablemente a recibirme, junto a mi esposa, en su ancestral residencia familiar, conocida como “Villa Ocampo”, situada en San Isidro, la colonia meridional de las afueras de Buenos Aires. Mi esposa llevaba un ramo de rosas y yo le llevé un bonito paquete del “Consejo Superior del Té Indio” con un atractivo envoltorio de regalo en el que había una inscripción dorada –“Té de la India: Símbolo de Amistad.” La gentil Señora Ocampo nos agradeció efusivamente las flores y comentó que le hizo mucha ilusión el paquete de té indio, porque ella lo adoraba.

Fotografía de "Villa Ocampo"

Mi esposa Gloria vestía un sari y como la señora Ocampo la felicitó por el impecable español que utilizó, Gloria tuvo que desvelar el secreto de que ella era española de nacimiento, por lo que la lengua de Cervantes era su lengua materna. Entonces fue mi turno de relatar a nuestra distinguida anfitriona que yo era de Bengala y que mi lengua materna era el bengalí. Esta revelación fue como una varita mágica. Tuvo el efecto de “Ábrete, Sésamo”. Su cara se tornó radiante y sus ojos brillaron. “¡Entonces usted habla la misma lengua que Gurudev!” exclamó embargada de emoción. “Todavía recuerdo la única palabra en bengalí que Gurudev me enseñó –Bhalobasa.” Ella disipó toda muestra de formalidad y comenzamos a conversar como si nos conociéramos desde hace años.

Jardines de "Villa Ocampo"

En bengalí también llamamos a Tagore Kavi-Guru y Kavindra, y mencioné que, para nosotros, no es únicamente un gran poeta, sino también un magnífico gurú. Kavindra significa que él es Indra entre los poetas, siendo Indra el rey de los dioses. Y también rima con su nombre –Rabindra. Es aclamado como Visva-Kavi, no sólo el poeta del mundo, sino el poeta del universo entero.

“Señora Ocampo, por favor, relátenos algo sobre el gran hombre a quien usted llegó a conocer tan de cerca” le pidió Gloria. “He escuchado mucho a mi marido y a sus espléndidas relaciones que tenía usted con él. Me han dicho que le tenía a usted en mente cuando escribió la canción –Ami Chini go Chini Tomare Ogo Videshini. La he oído entonar en innumerables ocasiones cuando hay una sesión de Ravindra-Sangeet con una gran asistencia de bengalíes, que la escogen como un favor especial hacia mí. Aunque yo no pueda ser la “desconocida dama pálida” de la canción, en sus ojos aparezco como una videshini, una señora proveniente de una tierra extranjera”.

“Hay tanto que contar, que no sé por dónde empezar”, respondió. “Considero que fue un feliz accidente encontrarme con Rabindranath Tagore. Corría el año 1914 y yo era una infeliz joven de veinticuatro años. Me encaminaba a una terrible crisis emocional. Llevaba casada dos años, lo que era un completo desastre. Pero debía mantener las apariencias puesto que no quería herir los sentimientos de mis padres. Me encontraba en una confusión abismal y buscaba una salida a ese túnel tenebroso. Quería huir de mi marido para no guardarle más odio del que ya le tenía. Al mismo tiempo estaba apasionadamente enamorada de Julián, un primo de mi marido. En ese momento crucial encontré, por azar, en una librería, un librito de poemas del poeta indio Rabindranath Tagore, que había ganado el “Premio Nobel de Literatura” en 1913. Era la traducción francesa de Gitanjali, Una Ofrenda de Canciones, por André Gide. Lo compré sólo por curiosidad. De hecho, fue para mí un regalo divino. En aquella época, yo vivía a la altura del 675 de la calle Tucumán, en el centro de la ciudad de Buenos Aires. De vuelta a casa, me puse a leer los poemas de Gitanjali inclinándome hacia la chimenea de mármol blanco. Los versos de estos poemas me llegaban como un bálsamo suavizante y me sentía transportada a otro mundo. Tragaba, como una persona hambrienta, cada palabra con gran voracidad. Jamás pude describir lo que sentí en la profundidad de mi ser.”

Se levantó y nos pidió que la siguiéramos. “Quiero mostrarles aquella chimenea de mármol que fue testigo de mis emociones rebosantes aquel día. Cuando iban a derribar la casa de la calle de Tucumán, decidí traerla e instalarla en “Villa Ocampo”. Aquí la tienen. Tengo un extraño apego a esta compañera inanimada que compartió todos mis secretos de aquellos días turbulentos de mi vida.”

Después de una breve pausa para que la asistenta pudiera servirnos el té, siguió contándonos: “Pese a que me crié según la tradición estrictamente católica, yo había perdido la fe en Dios. Dios me parecía demasiado exigente, vengativo e implacable. Vivía en un mundo sin Dios y sin amor que yo detestaba intensamente. No obstante, en los poemas de Tagore encontré un concepto diferente de Dios y de amor. Los primerísimos versos - ‘Me has hecho sinfín, tal es tu placer. Esta frágil barquita la vacías una y otra vez, y la llenas de vida nueva una y otra vez’ me llenó de la frescura de un perfume eterno. Seguí leyendo como una persona con el alma poseída. ‘Tus regalos infinitos me llegan sólo en estas mis manos pequeñas. Pasan edades, y sigues vertiendo, y todavía queda lugar para llenar.’ No pude parar. ‘Ahora es tiempo para permanecer quieto, cara a cara contigo, y para cantar dedicación de la vida en este silencioso y preponderante ocio.´ La vida se iba revistiendo de un nuevo significado para mí. ‘Sólo estoy esperando al amor para entregarme por fin en sus manos. Por eso es tan tarde y por qué he pecado de tales omisiones (That is why it is so late and why I have been guilty of such omissions). Las palabras y las ideas que encarnaban estos versos penetraban mi alma. ‘¿Has oído sus pasos silenciosos? Él viene, viene y siempre viene. Cada momento y cada tiempo, cada día y cada noche él viene, viene y siempre viene.´ Me sentí agradecida al invisible poeta indio que me trajo ese consuelo infinito. La experiencia fue única, como si estuviera bajo un hechizo. Era como un tipo de redención y salvación para mí. Me sorprendía cómo este poeta de lejana procedencia llegaba a mis sentimientos más recónditos. Los poemas de Gitanjali me arrastraron irresistiblemente hacia el autor, forjando un lazo entre él y yo. El Nobel de la India se convirtió en mi ídolo queridísimo. Pero tuve que esperar diez largos años antes de tener la oportunidad de fijar mis ojos en él.”

En la India y particularmente en Bengala también celebramos este encuentro y su feliz desenlace. Consideramos nuestra gran dicha que este encuentro entre Gurudev y su Vijaya tuviera lugar. Le estamos agradecidos por cuidar con gran afecto de él durante su recuperación en un lejano país como Argentina. Esto no es todo. Usted sirvió de inspiración para muchas de sus canciones y poemas. Créame que usted es una verdadera celebridad para millones de bengalíes. Y por derecho propio.

“Como es sabido, en 1924 el Nobel fue invitado como huésped de honor por el Presidente de Perú, Augusto Leguía, para asistir a las celebraciones centenarias de la victoria en la Batalla de Ayacucho, que se había librado el 8 de diciembre de 1824. Aquella batalla puso fin al gobierno colonial español y otorgó la independencia al Perú. El barco en el que viajaba el ilustre pasajero tenía previsto llegar a Buenos Aires el 7 de noviembre de 1924. En aquel entonces, yo solía escribir para el bien conocido diario “La Nación”, que envió un reportero a Montevideo para entrevistar a Tagore durante su viaje de la capital uruguaya a Buenos Aires en el barco Andes. Cuando el corresponsal quiso saber sus opiniones, Tagore contestó: ‘Esperaba ver las aguas del Río de la Plata brillando como plata. Veo que no es así. Me siento feliz escuchando el gorjeo de las golondrinas y estoy impaciente por ver la tierra de la que me enamoré tras leer el libro de William Henry Hudson – Far Away And Long Ago: A Childhood Memory in Argentina.’ A la mañana siguiente, cuando la entrevista se publicó en “La Nación”, los intelectuales argentinos hacían colas delante de las librerías para comprar la versión española del libro de Hudson – Allá Lejos y Hace Tiempo. No tengo ni idea por qué lo llaman River Plate en inglés. Río de la Plata literalmente significa River of Silver. Es posible que los exploradores españoles vieran sus aguas cristalinas brillando como plata y lo nombraran así. Pero hemos de compartir la desilusión de Tagore ante su flujo fangoso de hoy día.”

Al día siguiente, le dije que, mientras paseaba por la Plaza de San Martín, decidí ir al Hotel Plaza para ver la habitación en la que se alojó nuestro poeta nacional. Me quedé decepcionado cuando la recepcionista me comentó que el ala que albergaba esa suite ya no existía. Fue desmantelada durante el proceso de renovación. Me entregó una larga lista de personalidades ilustres que se habían alojado en el hotel a lo largo del tiempo. Fue una lectura impresionante, puesto que es un verdadero Quién es Quién de los ricos y famosos del siglo XX, desde el Rey Víctor Manuel III de Italia hasta el Duque de Windsor, de la Sra. Sukarno a Jacqueline Kennedy, de Clark Gable a Charlton Heston y de Gina Lolbrigida a Marylin Monroe.

“Tagore llegó a Buenos Aires el atardecer del jueves 6 de noviembre de 1924. Se dijo que sufría un fuerte ataque de gripe y que no se permitían visitas a su habitación en el Hotel Plaza. Yo me moría por ver a mi ídolo y me fui para el Hotel Plaza acompañada de mi amiga Adelia Acevedo. Nos recibió en el hall del hotel un caballero inglés de cabello rubio y ojos azules. Nos dijo que se llamaba Leonard Elmhirst y que era el secretario de Tagore. Dijo que los médicos que le examinaron habían encontrado su corazón un poco débil y habían llegado a la conclusión de que no se encontraba en condiciones para aguantar el arduo viaje por la Cordillera de los Andes hasta Lima. Le recetaron reposo absoluto durante un periodo indefinido antes de que pudiese emprender el viaje de retorno en barco. Hubo que enviar al Presidente Leguía de Perú un telegrama para informarle de lo sucedido. Aún no sé qué es lo que me motivó proponer a Elmhirst que pondría encantada a disposición del poeta una finca para su descanso y recuperación. Lo propuse espontáneamente, sin pensar más. Pero parece que causó una fuerte impresión en Elmhirst, ya que nos condujo a Adelia y a mí arriba, al piso en que estaba alojado Tagore, y nos pidió que esperáramos en la antesala. Fue a informar a Tagore y a pocos minutos apareció Tagore vestido con una túnica larga que le llegaba a los pies. ¡Era el momento con que había soñado durante tantos años! Pero me quedé tan impactada de miedo que apenas me salía palabra. Allí estaba de pie delante de mí y yo tenía la cabeza dando vueltas como si tuviera vértigo. Ocurre que, cuando se obtiene lo que más añora una persona, se apodera de uno la sensación de huir lejos de ella. Ese fue mi caso. Sus poemas me habían hipnotizado y ahora estaba como una paralítica en su presencia. Su denso y flotante pelo blanco y sus brillantes ojos negros otorgaban a su personalidad un aura de extrema dignidad. Tenía 63 años, que le ponían a la altura de la edad de mi padre, pero no veía ni una arruga en su rostro. Movía sus manos rítmicamente en forma de mudras. No sabía qué decirle. La timidez me convirtió en muda. En cambio, Adelia comenzó a hablar sin parar, como una cotorra, y me enojaban mucho las impertinencias que decía. Tuve que interrumpirla repentinamente y, armándome de coraje, comuniqué a Tagore lo que había propuesto anteriormente a Elmhirst, que yo pondría a su disposición una casa donde podría estar cómodo para recuperarse. Me miró de manera sosegada y no estaba segura de si él me creía. Mi apresurada despedida sorprendió mucho a Adelia, sobre todo el que me quedase tan poco tiempo con el poeta de mis sueños, después de armar todo lo que había armado para encontrarme con él.”

Gloria y yo quedamos extasiados al escuchar a la señora Ocampo. Queríamos que continuara y ella se dignó a hacerlo. “Tan pronto salimos del Hotel Plaza, corrí a ver a mi padre para pedirle que prestara nuestra casa familiar en San Isidro por una semana. Su respuesta fue un No rotundo. Estaba desesperada, pero no dispuesta a dejar el asunto zanjado así. Me acordé de que Ricardo de Lafuente, el marido de mi prima carnal, había construido una casa de campo a unas cuadras de la nuestra. La llamaban “Miralrío”, que significa “Vista al Río”, dado que desde allí se tenía una vista excelente del Río de la Plata. Fueron muy generosos en convenir cederla por una semana. Corrí hacia el Hotel Plaza para informar aElmhirst de que había encontrado un lugar adecuado y que yo me haría cargo de su mudanza al cabo de un par de días. Necesitaba tiempo para limpiar los cuartos de “Miralrío” y también para dotarlo con todo lo necesario, como las sábanas, toallas, cacerolas, utensilios, etc. Yo misma me mudé a “Villa Ocampo” para estar cerca de “Miralrío”. También envié allí a mi vieja asistenta asturiana, Fani, que siempre se comportaba conmigo como una dictadora desde mi niñez. No sólo eso; me trataba como si yo fuera todavía una adolescente. También mandé a mi cocinero y al asistente para que mi distinguido invitado y su secretario pudieran tener todas las comodidades. Era una casa bonita con el diseño de una casa típica del País Vasco. Tenía persianas verdes. El inmenso jardín estaba lleno de rosas, espinos dorados y otras flores de la estación. Desde el balcón del primer piso se divisaba una vista magnífica del río. El miércoles 12 de noviembre me fui a recogerlos a las 3 de la tarde. Apenas salimos del hotel, nos encontramos con un viento fuerte y una tormenta de polvo. Finalmente, cuando llegamos a “Miralrío”, le mostré a Tagore su dormitorio en el primer piso. Se puso contento como un niño al ver las nubes y el sol jugando al escondite en el cielo. Miró las flores y escuchó el viento bramar entre los árboles. Más que nada le impactó ver el río desde el balcón. Se convirtió en el sitio favorito donde pasaría luego muchas horas de ocio. La semana se acabó rápido, pero los médicos aconsejaron que le haría falta pasar todavía más tiempo en reposo. Hablé con mi prima y su marido. Me alegré de que aceptaran alquilarme la quinta durante todo el verano. Como no tenía suficiente dinero, decidí vender la pieza favorita de mis joyas, una tiara de diamantes en forma de media luna. Conseguí un precio ridículo por ella, pero con él pude pagar los 10.000 pesos de alquiler. Me produjo una satisfacción incomparable poder hacer mi homenaje al hombre que se convirtió en mi Gurudev. Empezó a llamarme cariñosamente Vijaya, que, según me explicó, era la traducción precisa de Victoria en bengalí. Sonaba muy dulce en su boca.”

Fotografía de "Miralrio"

Es una costumbre bengalí añadir “dada” o “da” para abreviar y “didi” o “di” que significan hermano mayor o hermana mayor al final de un nombre. Es una señal de respeto. Siguiendo esta práctica, le dijimos que deberíamos llamarle Vijayadi, si nos lo permitía.

“No faltaría más,” contestó ella. “Salvo el Gurudev, jamás se me ha dirigido nadie como Vijaya. Pero suena tan maravilloso que, cuando ustedes se hayan ido, me producirá nostalgia.” Antes de despedirnos, la señora Ocampo me entregó un ejemplar de la versión española de Puravi titulado El Canto del Sol Poniente.

Me la dedicó con su propia letra: “A Mukur Kanti Khisha con toda simpatía estos poemas de mi querido y admirado Rabindranath” – Victoria Ocampo, abril 1966.

Sacó una foto suya y se la regaló a mi esposa con la dedicatoria: “Para Gloria” – Victoria Ocampo.

“Por favor, vuelvan a visitarme. Como comprenderán, me gusta recordar y hablar de Gurudev.

Tengo la suerte de contar con unos oyentes tan simpáticos como ustedes dos. Las puertas de “Villa Ocampo” permanecerán siempre abiertas para ustedes.” De tal modo nos lo dijo, que nos impresionó su sinceridad y nos alegramos de aprovechar su generosa oferta.

II

Visitamos “Villa Ocampo” unas cuantas veces. Siempre llevaba conmigo el segundo volumen de Rabindra Rachanabali (la edición centenaria publicada por el Gobierno de Bengala). Le leía poemas de Puravi en bengalí. La señora Ocampo seguía atentamente verso por verso la versión española. “Vijayadi, veo que desafortunadamente no todos los poemas de Puravi han sido traducidos al español“, dije yo. “Como sabe, Puravi contiene todos los poemas escritos por Tagore, no sólo en Buenos Aires o San Isidro, sino también los que escribió en los barcos, Harina Maru, Andes y Giulio Cesare. Siguiendo el orden cronológico, quiero seleccionar especialmente los que de algún modo se vinculan con usted. Videshi Phul o La Flor de Tierra Foránea se escribió el 12 de noviembre, el día que usted llevó a Gurudev del Hotal Plaza a “Miralrío”. Atithi o El Huésped está fechado el 15 de noviembre, seguido por Ashanka, escrito el 17 de noviembre. Este ha sido traducido al inglés como Faint Heart. Sesh Basanta o La Primavera Pasada fue escrito el 21 de noviembre y Chabi o El Rey el 26 de noviembre. El siguiente que tenemos es Milon o La Unión, escrito el 9 de enero de 1925 a bordo del “Giulio Cesare”. En todos estos poemas resalta la imagen de una mujer cariñosa. Teniendo en cuenta la época de su composición y su lenguaje, no cuesta deducir que el poeta pensaba en usted“.

“Ojalá, pudiera entender bengalí,” dijo ella. “Suenan tan magníficos con su propia rima. Este encanto se pierde en la traducción. Hay un dicho – el traductor es un traidor y eso es la pura verdad. Al principio, cuando escuchaba a Gurudev cantando las canciones bengalíes, las encontraba más bien monótonas si no aburridas. Después de un corto tiempo, empecé a disfrutarlas mucho. Luego las echaría de menos. Tras recibir un ejemplar de Puravi, escribí a Gurudev preguntándole sobre su significado. Me respondió: “Me preguntas el significado del título del libro que te he dedicado. Se titula Puravi, que significa el Oriente en género femenino. “ Años más tarde, en 1961, el señor Kshitis Roy, en aquel entonces el Conservador del “Museo Tagore” en Santiniketan, me escribió una carta pidiéndome que tradujera los poemas de Puravi al español. Me explicó que Puravi es una raga en la música clásica india que se toca por la tarde o al atardecer. También mencionó que esconde una sutil connotación que combina “Rabi”, el nombre del poeta, y “Purva”, el Oriente. Acepté el título propuesto por él – Song of the Setting Sun, que vertido al español fue Canto del Sol Poniente.”Después de una pausa para el té, Vijayadi retomó el hilo: “Puede que suene egoísta, pero debo confesar que en mi corazón dije que bendita aquella dolencia suya por durar tanto cuanto pudo. Me dio la oportunidad de cuidar de él durante casi dos meses en lugar de una sola semana. Como mi cocinero trabajaba en “Miralrío”, yo me iba allá cada día para comer y cenar. Pero después de la cena me volvía a “Villa Ocampo” para dormir. A veces me sentía celosa de que mi mucama y mi asistente permanecieran tan cerca de él las veinticuatro horas. Habría sido feliz durmiendo en el felpudo como un perro bien adiestrado a la puerta de su cuarto.”

Nos considerábamos afortunados de que nos tratase con un afecto espontáneo. Dijo que hablar con nosotros le daba la ocasión de “dar rienda suelta a los sentimientos” que tenía por su Gurudev. La familiaridad generó confianza y esto envalentonó a Gloria cuando dijo sin pelos en lalengua: “Vijayadi, tengo curiosidad de saber una cosa. Espero que sepa disculpar mi debilidad femenina. Quiero preguntarle: ¿qué sentimientos tenía hacia su Gurudev? Como ya sabrá, ha sido el tema de muchas habladurías. Diversos escritores han lanzado indirectas sobre la naturaleza de esta relación.”

Se quedó algo pensativa y dijo: “Lo sé todo. No me apetece mucho hablar sobre este asunto. Le puedo decir con toda franqueza que sentía una ternura especial hacia él. Si lo llama amor, era enteramente espiritual. Lo he comentado en mi Autobiografía. En cuanto a mí, es absurdo confundir el amor con la actividad sexual. Gurudev tenía la misma edad que mi padre. Yo le miraba con afecto y admiración genuinos. Fue una experiencia maravillosamente grata estar con él y escucharle era una fuente de inspiración. Celebro cada momento que pasé con él. Algunas veces se comportaba más bien como un niño. Quizá ese fuera un rasgo de su grandeza. Había ocasiones que me causaba ansiedad y me veía obligada a hacerle alguna que otra advertencia. Un ejemplo es la corriente incesante de visitas que recibía cada día en “Miralrío”. Era realmente agotadora para él. Pero él ni se daba cuenta de esto. Con la ayuda de Elmhirst tuve que ponerme a controlar estrictamente el horario de las visitas y el número de las visitantes. Cuando me encontré con él en 1924, mi vida estaba en una etapa de transición. Diez años después de mi desastroso matrimonio, conseguí la separación legal de mi marido en 1922. Me mudé de la casa en la Calle Tucumán a un apartamento en la Calle Montevideo para vivir sola. Pensaba que había recuperado mi libertad perdida. Pero Julián seguía todavía muy presente en mi vida y puedo afirmar categóricamente que no sentía necesidad alguna de tener un vínculo físico con ninguna otra persona. Me alegre de leer lo que Gurudev sentía por mí en el libro Alapchari Rabindranath, escrito por Rani Chanda. Él se refiere a mi preocupación por su bienestar, puesto que seguía preguntándole constantemente – ¿Puedo hacer algo por usted? Me siento halagada por sus piropos al encontrarme inteligente, talentosa y estudiosa. Más que eso, fue noble por su parte que comparara mi dedicación a él con la de la Hermana Nivedita a Swami Vivekananda. Para mí no puede haber mayor homenaje.”

Para cambiar de tema, dije: “Vijayadi, visité Shantiniketan por primera vez en 1953 cuando cursaba el tercer año de mis estudios en el Presidency College de Calcuta. Me impactó ver la silla que le había regalado a su Gurudev. Él la llevó a Shantiniketan donde era su mueble favorito para tomar descanso. Su predilección por esta silla se ve expresada con mucho vigor en el poema número 4 de Shesh Lekha. Escribió este poema titulado La Silla Vacante el 26 de marzo de 1941, pocos meses antes de su fallecimiento. No me imaginaba que un día como este estaría conversando de cara a cara con su Vijaya sobre ella.

Se puso contenta y dijo: “Durante su estancia en “Miralrío”, Gurudev seguía la rutina. Por las mañanas cuando escribía, no se permitía a nadie que le molestara. Luego daba un paseo por el jardín. Había días que venía al jardín de “Villa Ocampo” durante su paseo matinal. Después del almuerzo se echaba una siesta. Por las tardes se dedicaba a la lectura antes de que comenzara la avalancha de visitas. Se sentaba en el césped a la sombra de un árbol tipa rodeado de escritores, poetas, artistas, músicos y muchos curiosos. No obstante, su lugar favorito para relajarse era el balcón donde yo había colocado un sillón para él. Allí es donde se le veía muy relajado de verdad. Cuando llegó el día de su partida, lo tuve presente en mi mente. Reservé dos cabinas para Gurudev en el barco italiano “Giulio Cesare” – una para ser utilizada como dormitorio y otra como estudio donde pudiera escribir cómodamente. Decidí despachar el sillón también. Pero, al llevarlo al barco, tuve problemas porque no hubo manera de meterlo en la cabina. Se lo dije al capitán, quien me miró con desdén. Pero, quizá mis encarecidos ruegos tuvieron efecto y por compasión consintió quitar la puerta de la cabina para que pudiera entrar el sillón. Después de colocarlo dentro, volvieron a colocar la puerta. Gurudev se quedó asombrado al verlo en su cabina. Me sonrió cuando dije – espero que pueda descansar cuando esté cansado. La silla le acompañaría a Shantiniketan. Me alegra saber que durante los últimos años de su vida él se sentaba y descansaba en ella. El Señor Kshitis Roy, Conservador del “Museo Tagore” me escribió para informarme de que esta silla está guardada ahora en el “Museo Tagore” o “Rabindra Sadan”.”

Otro asunto que me interesaba saber era su papel en convertir a Tagore en pintor. Vijayadi, hay una opinión generalizada de que usted fue la primera persona que descubrió su genio como pintor, dije. Se le atribuye el mérito de transformar al gran poeta en un gran pintor.

“No sé si puedo considerarla mi hazaña. Ocurrió como le cuento. Durante su estancia en San Isidro solía guardar en la mesa un cuaderno en el que escribía sus poemas. Un día por curiosidad lo cogí para verlo sin que él se enterara. Quizá fue una indiscreción seria por mi parte. Me sorprendió cómo tachaba las palabras para hacer correcciones. Me pareció que se entretenía dibujando distraído al juntar estas partes tachadas. De ellas surgían figuras que parecían pájaros, plantas, culebras, rostros etc. Estos dibujitos suyos me parecieron fascinantes. Le dije que tenían gran valor artístico y le animé a dibujar distraídamente aún más. Quería fotografiar algunas de estas páginas. Pensó que le bromeaba, pero consintió, supongo que sólo para agradarme. Un día Gurudev escribió una carta a su nuera Pratimadevi y decidió enviar con esta carta uno de estos dibujos a su nieta adoptiva, Nandini. Lo puse cuidadosamente entre dos cartones para que no se plegara ni se dañara durante el trayecto. Si no me equivoco, esta fue la primera etapa de Tagore como pintor. En el “Prefacio” a la traducción inglesa de Puravi, Kshitis Roy escribió – ‘El manuscrito de Puravi marca sin duda el comienzo de la carrera de Tagore como pintor.’ Felizmente la evolución siguió su curso y yo difiero de Román Rolland, que dice que Gurudev se asomó al dibujo en los años tardíos porque se sentía deprimido y melancólico. Seis años más tarde, en 1930, cuando estaba en París, recibí un telegrama de Gurudev que se encontraba en Cabo Martín. Justo al día siguiente me fui en coche para verle. Lo que me mostró no fue una colección de sus ‘dibujos distraídos’, sino una serie de dibujos fantásticos y cuadros bellísimos. Me parecieron extraordinarios poemas transformados en colores. Sugerí a Gurudev que organizara una exposición con ellos.

Le encantó la idea como a un niño que espera recibir un premio en el colegio. Hablé con mi buen amigo George Henri Rivière, que respondió a la propuesta con gran entusiasmo. Así pues, la primera exposición de los cuadros de Tagore jamás organizada se inauguró en la Galerie Pigalle de Paris el 2 de mayo de 1930. El prefacio del catálogo fue escrito por la poetisa francesa Ana de Noailles. Más tarde, la misma exposición se llevó a Londres y a Berlín. No me imaginaba que esa sería mi última reunión con Gurudev. Quería que le acompañara a Londres. Incluso me invitó a Shantiniketan. Pero yo tenía unos cuantos compromisos en Nueva York. Uno de ellos era mi reunión con Waldo Frank, que me animó con mi proyecto de publicar una revista literaria y cultural llamado Sur desde Buenos Aires. Tuve que declinar la invitación de Gurudev sin saber que lo tendría que lamentar para siempre desde entonces. Una tarde de mayo de 1930 le dije adiós en la Gare du Nord de París. Para mi mayor pena, esta fue la última vez que vi a Gurudev. En un momento dado había soñado con comprarle una villa en Italia para pasar algún tiempo allá con él. Pero no tenía los fondos y no fue más que un sueño.”

III

Propuse a nuestro Embajador que deberíamos solicitar a Visvabharati que otorgara el título de “Deshikottama” a Victoria Ocampo. Nuestra propuesta recibió la aceptación de las autoridades de Visvabharati. Fui a ver a la señora Ocampo con la carta de invitación a Shantiniketan. Se humedecían sus ojos según iba leyendo la carta. Exhaló un suspiro y dijo: “No pude ir a Shantiniketan mientras vivía Gurudev. Ahora, no me imagino pisar el suelo de Shantiniketan sin Gurudev. He querido visitar la India desde hace mucho tiempo. Siempre ha tenido un gran atractivo para mí, dado que las tres personas que más admiro son indios – Rabindranath Tagore, Mahatma Gandhi y Jawaharlal Nehru, en ese orden. Pero he perdido mi oportunidad para siempre. Aún a esta altura de mi edad habría hecho el esfuerzo si pudiese ver a Gurudev. Sin él, mi viaje a la India sería en balde.”

La Primera Ministra Indira Gandhi, que desempeñó el cargo de Rectora de Vishvabharati, tenía previsto llegar a Argentina en visita oficial en junio de 1968. Se decidió organizar una ceremonia especial en Buenos Aires para otorgar a Victoria Ocampo el título de “Deshikottama”.

Al concluir mi mandato en Argentina, fuimos a despedirnos de Victoria Ocampo. Nos dijo: “Cuando vinieron a “Villa Ocampo” la primera vez, le di un libro a usted y una foto a Gloria. Hoy le daré un libro a Gloria y una foto a usted.”

Entregó a Gloria su libro Tagore En Las Barrancas de San Isidro, publicado por la Editorial Sur de Buenos Aires en 1961 para conmemorar el centenario del nacimiento de Rabindranath Tagore, con la inscripción: “Para Gloria Recuerdo de su visita a “Villa Ocampo” 1968. A continuación me dio una foto y dijo: “Esta es una foto de Gurudev que le saqué yo en el jardín de “Villa Ocampo” en noviembre de 1924. No es una gran fotografía ya que no soy una buena fotógrafa. Pero la tenía sobre mi escritorio en un marco de plata.”

Regresamos a Buenos Aires después de casi un cuarto de siglo, en febrero de 1992, cuando fui nombrado Embajador de la India. Pero, ay de mí, no tuvimos a nuestra Vijayadi para conversar. Había fallecido el 27 de enero de 1979 a los 88 años. Era una mujer extraordinaria, de personalidad polifacética.

Era una traductora prolífica y reconocida como gran autora por derecho propio. Traducía poesías, novelas y tratados del inglés y francés al español. Su círculo de amistades era una constelación brillante de poetas, novelistas, ensayistas, artistas y músicos. Además de Tagore, conocía personalmente a Aldous Huxley, Andre Malraux, Evelyn Waugh, D. H. Lawrence, André Gide, Thomas Mann, Virginia Wolf, Graham Greene, Vladimir Navokov, Albert Camus, James Joyce, C. G. Jung, Henry Millar, T. S. Eliot, Paul Valéry, Gabriela Mistral, Jorge Luis Borges, Julio Cortázar y muchos otros ilustres intelectuales con quienes llegó a cultivar una amistad duradera. Mantenía una correspondencia fluida con todos ellos y muchos de ellos contribuían con artículos a su revista Sur.

Invitó a músicos como Ernest Ansermet e Igor Stravinisky a dar conciertos en Buenos Aires. Organizaba conferencias y exposiciones de arte como, por ejemplo, la de Le Corbusier. Tenía la inteligencia y la belleza para impresionar a quienquiera que se cruzara en su camino. Tenía la capacidad para atraer al enjambre como una abeja reina.

En muchos casos actuó como catalizadora para despertar el talento en algunos. Había otros atraídos por su extraordinaria belleza física. Ortega y Gasset se enamoró de ella y le dirigió cartas apasionadas, que ella eventualmente ignoraba. Rechazó las proposiciones de Ernest Ansermet y del Conde Hermann von Keyserling para conquistarla. En 1953, cuando fue enviada a prisión por Juan Domingo Perón, entre los que protestaron con fuerza se encontraban Jawaharlal Nehru, el Primer Ministro de la India, y Gabriela Mistral, la Premio Nobel de Chile.

Su revista Sur fue aclamada como un logro importante por la significativa contribución al desarrollo literario y cultural en el hemisferio sur durante más de medio siglo entre 1920 y 1970. Victoria Ocampo reinó como la “Zarina Cultural” de Argentina durante toda su vida.

Fuente: http://www.embassyindia.es/IndianEmbassy/IndianEmbassy/Resources/documents/magazine/revista08.pdf

2 comentarios:

  1. interesantisimo articulo, fuentes y comentarios nuevos y originales. Aporta a mi investigacion sobre VO y RT.
    M.S.Giuffré

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